Argumentos para Demostrar la Existencia de Dios
En la Edad Media, la creencia en Dios como ser supremo, creador y redentor era universal. Esta creencia, fortificada por la tradición, constituía un contenido básico de la fe religiosa. Sin embargo, algunos autores desarrollaron pruebas o argumentos de carácter estrictamente racional para demostrar la existencia real de ese Dios del que habla la fe. Estas pruebas se dividen en dos tipos, a priori y a posteriori, distinción que ya habían establecido los griegos.
Argumentos a priori y a posteriori
Una noción, concepto, idea o argumento es a priori cuando es independiente de la experiencia e incluso anterior a ella. En cambio, una noción, concepto o idea es a posteriori cuando está fundada en alguna experiencia determinada.
Esta distinción se relaciona con las situaciones causales, donde una causa determina un efecto. Podemos seguir dos caminos para aclarar el significado de aquello que ponemos en la causa:
- Si nos fundamos en los efectos para remontarnos a la causa, estaríamos en una argumentación a posteriori, pues partimos de los efectos dados a nuestra escala de la experiencia.
- Si pretendemos aclarar el contenido de la causa independientemente de los efectos, por meros conceptos, estaríamos en una argumentación a priori.
Los filósofos desarrollaron dos grandes tipos de argumentos para demostrar la existencia de Dios que se ajustan a esta distinción:
- Argumento ontológico de San Anselmo (siglo XI): Se trata de un argumento a priori, pues su fuerza reside en desarrollar la idea de Dios para deducir de ella su existencia real.
- Argumento de las cinco vías de Santo Tomás (siglo XIII): Se trata de un argumento a posteriori, pues las cinco vías son aspectos de nuestro mundo de la experiencia que nos remiten a la existencia real de Dios.
Argumento Ontológico de San Anselmo
En el siglo XI, San Anselmo escribió varias obras en las que pretendía desarrollar argumentos racionales y filosóficos que probaran la existencia de Dios. Es famoso por el argumento que expone en su obra Proslogion. Este argumento, de tipo a priori, era llamado «argumento a simultáneo» por los escolásticos, pero en la época moderna, después de Descartes y Kant, se le denomina «argumento ontológico» (en el sentido en que está basado en el ser mismo de Dios, del cual se pretende deducir la existencia).
Desarrollo del Argumento
San Anselmo comienza recordando una de las múltiples definiciones de Dios que aparecen en la Biblia: «Dios es el ser mayor que el cual no puede concebirse otro». Esta noción de Dios, si se entiende correctamente, implica afirmar la existencia real de Dios. La argumentación es estrictamente lógica y está regida por el principio de no contradicción.
San Anselmo imagina a un «insensato» que afirma que Dios no existe. Se le argumentaría de esta manera: «Dios es el ser mayor que el cual… ¿lo entiendes?». El insensato responde que sí, pero afirma que ese ser así definido existe solo en su conciencia, no en la realidad.
La argumentación de San Anselmo busca evidenciar que el insensato se contradice. Si, una vez entendida la definición, se dice que Dios solo existe en nuestra mente, nos contradecimos. Si a continuación imaginamos ese mismo ser con existencia real, no solo mental, entonces se hace evidente que el ser cuya existencia era simplemente mental no era el «ser mayor» (el que existe fuera de nuestra mente). Por lo tanto, no hemos pensado en el ser mayor, entrando así en contradicción con nosotros mismos.
Es decir, quien entiende correctamente la definición de Dios debe deducir inmediatamente su existencia real, pues existir en la realidad es más perfecto que existir solo en el entendimiento o la mente.
Críticas al Argumento Ontológico
En la misma época, un monje llamado Gaunilón escribió un libro titulado Liber pro insipiente (en defensa del insensato). Según él, sucedería algo parecido a cuando imaginamos las mejores islas, pero no existen. Lo mismo ocurriría con Dios.
La respuesta de San Anselmo es que esa crítica es nula porque el argumento ontológico solo es válido para Dios concebido como el último ser de la escala de los seres.
El argumento ontológico será muy utilizado en la época moderna, especialmente por Descartes. Otros autores, como Kant, lo critican en el sentido de que pretendería saltar por encima de la distinción entre esencia y existencia.
La Filosofía Cristiana
El cristianismo determinó una nueva filosofía: la filosofía cristiana. Aparentemente, este sintagma es una contradicción, pues el término «filosofía» hace referencia a un planteamiento racional que rebasa todo supuesto, mientras que el término «cristiana» hace referencia a la religión y, por tanto, a los supuestos de la fe.
Sin embargo, sí es posible una filosofía cristiana en el sentido de que la filosofía de cada época debe hacerse cargo, tener en cuenta y analizar las nuevas realidades y los nuevos saberes. La nueva realidad era la realidad del cristianismo, y por tanto era necesario elaborar una filosofía que la tuviera en cuenta y la desarrollara.
Los contenidos fundamentales de esta nueva filosofía tienen que ver con la propia relación entre la razón y la fe. Los filósofos cristianos giran en torno a la noción de un Dios creador y, a la vez, un Dios salvador del género humano. También se desarrollan argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios.
Las Relaciones Razón y Fe desde San Agustín a Guillermo de Ockham
Las relaciones entre filosofía y religión se van modulando según el desarrollo de las tres religiones superiores. En Occidente, la filosofía cristiana plantea desde su inicio el problema de la relación entre razón y fe, que en la Edad Media atraviesa estas etapas:
Primeros Siglos del Cristianismo (Patrística)
Se trata de la labor de los denominados Padres de la Iglesia, en cuyas obras se difunde y defiende la religión cristiana. Estos autores introducen en sus obras argumentos de la filosofía griega, pero supeditados a la fe cristiana.
San Agustín
San Agustín escribió Las Confesiones, obra autobiográfica en la que narra su juventud y su conversión al cristianismo tras escuchar las predicaciones de San Ambrosio. Desarrolló una inmensa labor combatiendo las herejías y contribuyendo a fijar el núcleo de la filosofía cristiana.
Según San Agustín, la razón y la fe se necesitan y ayudan mutuamente. Su obra más conocida es La Ciudad de Dios, donde hace una interpretación de la historia en clave cristiana. Se ha dicho que es la primera teología.
Siglo XII
Comienzan las universidades. También se desarrolla el averroísmo latino, la teoría de la doble verdad establecida por Averroes.
Santo Tomás
En la obra de Santo Tomás se da la unión más perfecta entre filosofía y cristianismo. Critica la teoría de la doble verdad, pues según él, la verdad no puede contrastar a la verdad, es decir, que las verdades de fe y razón deben armonizar.
Santo Tomás desarrolla una filosofía cristiana muy original: se trata de un sistema basado en la filosofía de Aristóteles, pero desarrollada en función de la problemática cristiana. Así, llegará a explicar racionalmente algunos de los misterios de la religión cristiana (como la Eucaristía).
Análisis del Argumento Ontológico
El argumento ontológico se basa en una serie de supuestos: por un lado, una determinada noción de Dios que ciertamente puede ser compartida por todos; pero además, otro supuesto es que la realidad está garantizada y ese orden supone percepciones. También se basa en el supuesto de que al entender el concepto inmediatamente debe aceptarse como una identidad real, es decir, que las expresiones que tienen sentido inmediatamente apuntan a una referencia real.
Como veremos, se puede desmentir la estructura lógica del argumento.
Argumento de las Cinco Vías de Santo Tomás (a posteriori)
Primera Vía (Movimiento)
Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pero es imposible que una cosa sea motor y móvil a la vez. Por tanto, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero si lo que mueve a este otro es a su vez movido por otro, se requiere un tercero, y este a otro. Como no podemos seguir al infinito, es necesario llegar a un primer motor que mueva pero que no sea movido por nadie: Dios. Esta primera vía está íntegramente en la física de Aristóteles, donde se construye la idea de primer motor, que tiene funciones cosmológicas.
Segunda Vía (Causalidad Eficiente)
En este mundo de lo sensible hay un orden entre las causas eficientes. En la serie de las causas no podemos remontarnos al infinito. Por lo tanto, debe haber una causa primera (de lo contrario no habría causas primeras, intermedias…). Esa causa primera es Dios.
Tercera Vía (Relación entre lo Posible y lo Necesario)
Las cosas posibles solo existen en virtud de las cosas necesarias; y las necesarias tienen la causa de su necesidad o bien en sí mismas o bien en otro. Si la tienen en otro, remiten a ese otro, y como no podemos ir al infinito, es necesario llegar a algo que sea necesario por sí mismo y sea la causa de la necesidad de lo que es necesario por otro: ese ser necesario es Dios. (Avicena)
Cuarta Vía (Grados de Perfección)
En las cosas hay más o menos verdad, más o menos bien, belleza y de todas las demás perfecciones. Por tanto, debe haber un grado máximo de estas perfecciones (como el fuego es el máximo calor). La causa del ser, de la bondad y de toda perfección es Dios.
Quinta Vía (Gobierno del Mundo/Finalidad)
Vemos que las cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un determinado fin. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no puede tender a un fin a no ser que le dirija alguien que sí entiende y conoce. Por tanto, existe un ser inteligente que dirige todas las cosas a su fin, y este ser inteligente es Dios.