Relación Fe-Razón: Un Recorrido Histórico
San Agustín y la Edad Media
Durante la Edad Media, la relación entre fe y razón se entendía según la perspectiva de San Agustín. Este planteaba que la fe debía guiar la búsqueda de la verdad, dado que la razón, inclinada al error por el pecado original, se consideraba una vía positiva hacia ella. La filosofía, en este contexto, carecía de independencia de la teología.
La Controversia Dialéctica y Anselmo de Canterbury
En el siglo XI, la relación fe-razón se vio desafiada por la controversia entre dialécticos y teólogos. Los primeros buscaban mayor autonomía para la filosofía, mientras que los segundos defendían la primacía de la fe. Figuras como Pedro Damián, al calificar la lógica como «invento del diablo», ejemplifican esta postura. Sin embargo, Anselmo de Canterbury argumentaba a favor de la inteligibilidad de las verdades reveladas, impulsando un nuevo método teológico que incorporaba la razón en la comprensión de la fe.
El Averroísmo y la Doble Verdad
En el siglo XII surgió la polémica averroista. Los averroistas, seguidores de Averroes, defendían la teoría de la doble verdad. Esta teoría postulaba la independencia de la filosofía y la teología, permitiendo conclusiones contradictorias entre ambas. Las consecuencias de esta postura incluyeron la separación del poder civil y eclesiástico, además de ser fuente de herejías.
Santo Tomás: Síntesis entre Fe y Razón
Santo Tomás de Aquino propuso una síntesis entre la tradición y el racionalismo. Distinguió la filosofía de la teología por su objeto formal (estudio), aunque ambas compartían el mismo objeto material (contenido): el estudio del mundo, el hombre y Dios. La teología abordaría este estudio desde la fe, mientras que la filosofía lo haría desde la razón. Para Santo Tomás, ambas procedían de Dios y, por lo tanto, no debían contradecirse. En caso de conflicto, la razón debía revisarse o reconocer la superioridad de la fe. La fe, actuando como guía negativa, evitaría que la razón se desviara de la revelación. Santo Tomás rechazó la teoría de la doble verdad, pero distinguió entre verdades reveladas que sobrepasan la razón (artículos de fe) y aquellas accesibles a ella (preámbulos de fe). La filosofía, con sus propios principios, podía demostrar estos preámbulos, aclarar verdades y refutar objeciones contra la fe.
Kant: Crítica de la Razón Práctica y Ética
Límites de la Razón Teórica
En la Crítica de la Razón Pura, Kant expuso las limitaciones de la razón teórica, cuyo conocimiento no puede trascender el ámbito de los fenómenos. Sin embargo, la razón no es solo teórica; también es práctica, guiando la conducta humana según la pregunta «¿Qué debo hacer?».
Razón Práctica y Ética
La conducta humana es racional cuando la razón práctica no es movida por algo externo a ella misma, como el placer. Si la voluntad no se autodetermina, el hombre no es libre. La ética, como ciencia que estudia la conducta humana, se clasifica en dos tipos:
- Éticas materiales: Juzgan la conducta en función de un fin externo a la voluntad, como el placer (hedonismo), la felicidad (eudemonismo) o la fe (ética cristiana). Kant las rechaza por su falta de universalidad, su carácter hipotético y la heteronomía de la voluntad.
- Éticas formales: Juzgan la conducta por sí misma, no por un fin externo. Son universales, con normas categóricas y una voluntad libre. No determinan un bien a alcanzar, sino la forma que deben tener nuestros actos para ser racionales. El hombre actúa moralmente cuando lo hace por deber, por respeto a la ley moral.
Imperativo Categórico
La ley moral se expresa mediante el imperativo categórico, formulado de dos maneras: «Obra de tal manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar pueda convertirse en ley universal» y «Obra de tal manera que siempre tomes a la humanidad (en tu persona o en la de otro) siempre como fin y nunca como medio».
Postulados de la Razón Práctica
Kant no negó la libertad, la inmortalidad y la existencia de Dios, pero las situó en el ámbito de la moral, no del conocimiento científico. Los postulados son:
- La libertad, implícita en la posibilidad de desobedecer la ley moral.
- La inmortalidad, necesaria para aspirar a la concordancia perfecta con la ley moral.
- La existencia de Dios, como garantía de la armonía entre el ser y el deber ser, y entre virtud y felicidad.