La filosofía vitalista de Nietzsche: El superhombre y la voluntad de poder

I. Posibilidad de una nueva filosofía

La muerte de Dios

Dios no crea al hombre, sino el hombre a Dios. Dios es la metáfora para expresar la realidad que se presenta como la Verdad y el Bien. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto, quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido. Con dicha «muerte» podemos vivir sin lo Absoluto, en la «inocencia del devenir». Es la condición para la aparición del superhombre.

El nihilismo

Puede ser expresión de decadencia vital: la cultura que cree en la existencia de una realidad absoluta, en la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien, es nihilista. La cultura cristiana, y toda la cultura occidental, es nihilista, pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente, despreciando así la única realidad existente.

  • Nihilismo pasivo: Es una de las consecuencias de la «muerte de Dios». Aparece por la consciencia del carácter infundado de la creencia en lo sobrenatural. Con la muerte de Dios sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es insostenible, vacía. El «nihilista pasivo» no cree en ningún valor, pues considera que todo valor es posible solo si Dios existe, y Dios no existe, lo que puede terminar en la desesperación, la inacción o el suicidio.
  • Nihilismo activo: También es nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención. Nietzsche es nihilista en este sentido al proponer la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos. Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia, de una nueva moral y del superhombre.

II. El perspectivismo, una nueva forma de entender el conocimiento

Nietzsche defiende el perspectivismo: toda representación del mundo es representación que se hace un sujeto. Nietzsche considera imposible el conocimiento de la realidad en sí misma; depende del punto de vista de la persona que la ha creado. No existen los datos puros a partir de los cuales podamos construir un saber objetivo.

III. La ética del superhombre

El superhombre

Es el que dice sí a la vida. Acepta la voluntad de poder: es un hombre legislador, él crea sus propias normas, morales y de todo tipo. Además, es un hombre que somete las cosas a su voluntad. Es un hombre vital: ama la vida y este mundo. Además, es un ser que acepta el Eterno Retorno, pues cuando toma una decisión realmente la quiere tomar, y no se arrepiente de sus actos. Sabe que la vida es en parte dolor y en parte placer. Rechaza la moral de esclavos, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía, rechaza la conducta gregaria, crea valores, vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un destino, le gusta el riesgo, es contrario al igualitarismo, ama la intensidad de la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza corporal y espiritual; puede ser magnánimo, como una muestra de la riqueza de su voluntad. El superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre.

IV. La vida, categoría metafísica fundamental

Tesis del eterno retorno como signo de vitalidad

Consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones y cosas pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente, un número infinito de veces. Expresión de la máxima reivindicación de la vida: la vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente; pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca, sino porque se repite sin fin.

La voluntad de poder, «esencia» de la vida

Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia. Las características que para él tiene la realidad, el ser (la voluntad de poder) son:

  • Irracionalidad: la razón es solo una dimensión superficial de la realidad, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones. La fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas es inconsciente.
  • Las distintas formas que toman las fuerzas de la vida no tienen ningún objetivo o finalidad, no buscan nada, son así, pero nada hay en su interior que les marque un destino. Nietzsche declara con ello el carácter gratuito, contingente, de la existencia.
  • Para Nietzsche, la voluntad es una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser y una simplificación de un complejo juego de causas y efectos.
  • La voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza, inorgánica, orgánica, psicológica, y tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad de existir, sino de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida.

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