El Arte de Vivir: Una Reflexión Filosófica sobre la Ética y la Virtud

El Arte de Vivir: Una Reflexión Filosófica

Entre lo Bueno y lo Malo

En el reino animal, la vida se centra en la perpetuación de la especie a través de mecanismos ingeniosos. En contraste, el ser humano, además de la vida biológica, experimenta una vida simbólica con igual fuerza y exigencia. La vida humana aspira a algo más complejo y arriesgado: la perpetuación y propagación de lo irrepetible. San Agustín señaló que el hombre representa un nuevo inicio, un modelo definido por singularidades. Para Hegel, pensar la vida es la tarea fundamental, reflexionar sobre ella para valorar nuestras acciones.

¿Existe un Arte de Vivir?

Entendemos el arte como la destreza en un ámbito práctico, cuyos principios básicos pueden aprenderse, mientras que sus niveles más altos de excelencia carecen de reglas precisas y solo se admiran en individuos excepcionales. El arte de vivir, si aceptamos su existencia, puede ser enseñado parcialmente. Podemos identificar dos partes interrelacionadas:

  • Higiene: El mantenimiento, disfrute y reparación de nuestro organismo.
  • Ética: Se ocupa de las exigencias y compromisos que implica reconocer la humanidad de nuestros semejantes para que ellos confirmen la nuestra.

Como cualquier arte, el arte de vivir consiste en discernir entre las diferentes formas de actuar y valorarlas. Establece una axiología (qué es bueno, malo, mejor, peor, etc.) y una deontología (qué debe hacerse y cómo). Reconoce valores y configura normas.

La Singularidad Humana

Los juegos simbólicos que nos constituyen (el lenguaje como el primero y más básico) nos otorgan la singularidad. En la virtualidad simbólica, todo lo que es, permanece individual y distinto. Cada uno de nuestros valores apunta a la dimensión ética, pero también está sujeto a juicio. El coraje que soporta la vida es valioso, pero puede volverse brutal; la justicia es preciosa, pero puede ser cruel; el amor es lo que todos esperamos, pero a veces nos destruye o nos impulsa a destruir.

Para los demás seres vivos existe lo adecuado e inadecuado, lo favorable y nocivo. Pero entre humanos hablamos de lo bueno y lo malo, términos referidos a lo consciente, a aquello que elegimos. En la búsqueda de lo bueno, no basta con reconocer la posibilidad de cometer errores, debemos aceptar la posibilidad de lo malo como una opción real. Elegir lo bueno es afirmar y reforzar lo que somos, mientras que optar por lo malo implica negar, disminuir y mutilarnos voluntariamente. Montaigne afirmaba que no hay nada tan hermoso como hacer bien y debidamente de hombre, y que la enfermedad más salvaje es menospreciar nuestro ser, nuestra condición.

La maldad no odia una singularidad específica, odia la singularidad en sí misma. Odia la libertad, la igualdad, la fraternidad, el compartir. Y ese odio es el de la libertad misma. El mal es el odio a la existencia como tal, reside en el existente como su posibilidad más propia de rechazo a la existencia. La pregunta ética es si tal posibilidad de rechazo a la existencia humana es realmente posible. Y desde Sócrates, muchos maestros han dicho que no, sorprendidos por nuestra incapacidad de querer racionalmente el mal.

Etapas de la Personalidad según Freud

Ello:

La parte más oscura e inconsciente de nuestra personalidad. Se conoce a través del estudio de los sueños. Es un caos que no conoce el bien ni el mal. Su principio fundamental es el principio del placer. Se le llama el lugar de las pasiones indomables. Es la parte animal del hombre, que contiene los instintos y lo reprimido.

Yo:

La parte del ello modificada por el mundo exterior, que conoce a través de la percepción. Es el diplomático de la personalidad, ya que, al ser consciente, actúa acomodando los impulsos del ello. Para Freud, el yo es joven y débil. Joven porque es nuevo, y débil porque los impulsos provienen del ello, no del yo. El yo no tiene energía propia. Aprende a esperar, pero a menudo cae arrastrado por el ello. El yo se siente mal e interviene el superyó.

Superyó:

El juez interno que juzga al yo. Se forma en la infancia. Es la conciencia moral del sujeto. Posee energía psíquica independiente del yo. Su función es la conciencia moral. El superyó es lo más elevado de la personalidad humana.

Ética: Reflexión sobre la Moral

La ética es la rama de la filosofía que reflexiona sobre la moral (conjunto de principios, normas, preceptos y valores que rigen la vida). Es un saber que busca construirse racionalmente, desplegando conceptos y argumentos para comprender la dimensión moral de la persona sin reducirla a sus componentes psicológicos, sociológicos, económicos, etc. La ética no es neutral: no se identifica con ningún código moral, pero debe denunciar y reafirmar algunos, aunque no puede recomendar ninguno como preferible dada la complejidad del fenómeno moral.

Funciones de la Ética:

  1. Aclarar qué es lo moral y sus riesgos.
  2. Fundamentar la moralidad (razones por las que tiene sentido vivir moralmente).
  3. Aplicar los resultados a la vida social.

Conciencia y Culpa según Freud

Para Freud, solo es culpable quien es descubierto en el acto. El individuo se debate entre el amor y la satisfacción de la pulsión. Tener uno implica renunciar al otro. La culpa es el dolor psíquico por traicionar al otro y poner en riesgo su amor. En un segundo momento, la culpa es la tensión entre el yo y el superyó, el conflicto entre la satisfacción pulsional y el amor del superyó. Para obtener la aprobación del superyó, el yo debe renunciar y aceptar un pacto que implica el derecho a gozar de privilegios a cambio de la renuncia pulsional. Si el individuo no paga ese costo, se convierte en deudor y la furia del superyó se manifiesta como culpa. El sujeto siempre estará en deuda con el padre porque nunca renunciará completamente a los deseos incestuosos. Para Freud, la culpa es el dolor moral que se paga por la transgresión.

En Nietzsche, el dolor del culpable compensa al acreedor. La compensación por la crueldad se convierte en la gran alegría de la humanidad, el bien supremo al que todos aspiran, aunque sea en nombre de la justicia. En Freud, esta propuesta también tiene su lugar.

La Felicidad según Aristóteles

Libro I:

Elegimos la felicidad por sí misma, nunca por otra cosa. Los honores, el placer, la inteligencia y la virtud los deseamos por sí mismos, pero también porque creemos que nos harán felices. La felicidad es el bien que nos hace independientes, y el hombre es independiente cuando posee todo lo necesario para su felicidad. Es algo perfecto y suficiente, el fin de los actos. El hombre feliz vive bien y obra bien. La felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud. Las actividades virtuosas son fundamentales para la felicidad. No ser alabado implica ser superior a lo que se alaba. Siendo la felicidad lo máximo, no debe ser alabada, sino digna de honor. La virtud humana es la del alma. Aristóteles recuerda las tres partes del alma: vegetativa, sensitiva y racional. Dos se relacionan con el bien humano (la razón): la racional y la sensitiva, que obedece a la anterior.

Libro II: Naturaleza de la Virtud Ética

La virtud ética es un modo de ser de la recta acción. Se distingue de la virtud dianoética (adquirida por la enseñanza) porque se adquiere por costumbre. No es natural, ya que lo natural nace con la potencia y el acto posterior. El buen hábito no se adquiere por acumulación de acciones, sino por la educación y el papel del maestro. El exceso o defecto es negativo. Hay que buscar la justa medida (ni mucho ni poco). El placer y el dolor son comunes a todos y pueden conducir a la virtud o al vicio. Una buena educación permite al alma soportar dolores para no alejarse del bien y no ser seducida por placeres que la acerquen al vicio.

Para ser bueno, debo hacer acciones buenas. El bueno hace el bien por voluntad propia, siendo consciente de ello. Se puede aprender a hacer el bien si un maestro enseña a obrar bien. En el alma suceden pasiones, facultades y modos de ser. Pasión es lo que acompaña al placer o dolor. Facultades son las potencias que nos permiten sentir pasiones. Ambas no son buenas ni malas. Los modos de ser permiten clasificar los actos como buenos o malos (virtud). Los hombres son movidos por pasiones y dispuestos por virtudes o vicios. Las virtudes son hábitos selectivos. La virtud está en el medio del exceso y defecto de los vicios, por eso se alaba. Según sustancia y esencia, la virtud es término medio, pero según perfección y bien, es el extremo.

Diversos ejemplos muestran el término medio como opción virtuosa: el miedo y la audacia, el valor, etc. La virtud es el término medio, a la que se oponen los dos extremos (exceso y defecto), que son los vicios y también se oponen entre sí. Hay que alejarse del placer que no lleva a la virtud, coger el menor de los males si se conoce el bien (a la espera de experiencias que lleven al bien) y saber que el carácter relativo e individualista dificulta la búsqueda del bien.

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