San Agustín
Filosofía, Razón y Fe
Agustín de Hipona estableció dos fuentes de conocimiento: la razón y la fe. La fe no elimina la razón, sino que la estimula. Comprender por medio de la razón es la recompensa de quien abraza la fe: «creo para comprender, comprendo para creer». La razón ayuda al ser humano a alcanzar la fe, y la fe aporta a la razón la luz necesaria para comprender lo inalcanzable.
La Doctrina de la Iluminación
La razón accede al conocimiento gracias a la luz de la fe. Según San Agustín, la razón no solo capta las cosas corpóreas a través de la sensación, sino que las juzga conforme a criterios inmutables y perfectos. Estos criterios, al no poder originarse en el alma humana (imperfecta y mudable), se encuentran en la mente de Dios. El alma conoce estos modelos inteligibles gracias a su condición intelectual y a la luz divina. Dios ilumina el alma para que capte los arquetipos inmutables, como el Sol ilumina para que los ojos vean. Esta tesis se estructura en las «miradas del alma»:
- Primera mirada (imagen sensitiva): El alma da a los sentidos la capacidad de percibir los objetos exteriores, formando una imagen sensitiva.
- Segunda mirada (imagen de la memoria): La memoria opera con las sensaciones pasadas, comparándolas y relacionándolas.
- Tercera mirada (imagen del entendimiento): El entendimiento elabora ideas con contenido no limitado por la sensación o lo recordado; el alma elabora realidades intelectuales universales.
- Cuarta mirada (imagen de la sabiduría o razón superior): Exige meditación y contemplación. El alma, no satisfecha con las ideas intelectuales, se vuelve sobre sí misma y encuentra verdades inmutables y eternas, que intuye como anteriores y superiores a todo lo aprendido.
Estas verdades eternas se fundamentan en Dios, ser eterno e inmutable.
Los Atributos de Dios
La razón humana conoce los tres atributos esenciales de Dios: Ser, Verdad y Bien, que se corresponden con la Trinidad. Dios Padre es el Ser puro e inmutable; Dios Hijo (el Verbo) es la Verdad suprema; y Dios Espíritu Santo es el Bien, la vida que da vida.
Antropología Agustiniana
El ser humano es imagen de Dios. San Agustín propone el camino de la interioridad, de mirar en la profundidad del alma donde se descubre a Dios. En el «conócete a ti mismo» nos reconocemos como imágenes de Dios. El ser humano es cuerpo y alma. El Hijo de Dios, al encarnarse en Jesucristo y resucitar, dignificó el cuerpo, que ya no es cárcel del alma, sino su templo. Agustín piensa que el alma es una sustancia autosuficiente, unida accidentalmente al cuerpo.
El Problema del Mal
Dios, infinitamente bueno, no puede ser la causa del mal. El mal se analiza en tres planos:
- Metafísico: El mal existe porque hay distintos grados de ser en el universo. Los seres inferiores, comparados con los superiores, padecen una privación de ser (el mal). La creación, en su conjunto, está presidida por la armonía.
- Físico: El mal se identifica con las enfermedades y la muerte, consecuencia del pecado original. El alma pecadora corrompe al cuerpo. Este mal físico tiene una función positiva: el ser humano redime sus pecados a través del sufrimiento aceptado en unión con Cristo.
- Moral: El mal es el pecado, producto de la mala voluntad humana, que a su vez se debe al mal uso de la libertad. El ser humano es libre; la libertad es clave para la justicia divina. El juicio final solo tiene sentido si cada persona es juzgada por sus decisiones libres. El ser humano debe tender al bien.
El Pecado Original y la Gracia
La humanidad está marcada por el pecado original, heredando la culpa de Adán. Sin embargo, gracias al sacrificio de Jesucristo, el pecado original es perdonado y se recupera el estado de gracia si la conducta es acorde a los principios cristianos.
La Ciudad de Dios y la Filosofía de la Historia
En «La Ciudad de Dios», San Agustín describe dos ciudades: la celestial (habitada por quienes aman a Dios) y la terrenal (habitada por quienes se aman a sí mismos). La historia tiene una concepción lineal, desde la creación hasta el triunfo final de la ciudad de Dios. Se impone la idea de momentos históricos relevantes con una significación especial. El sentido de la historia está revelado en sus líneas principales, con la segunda venida de Cristo, el fin de la historia y el juicio final. Este final no está predeterminado; en la historia se conjuga la acción de Dios con la libertad humana.