20ª sesión [376-388] El triunfo del secularismo / Ciencia y religión: la concordia inicial / Compromiso y conflicto
La Iglesia había supuesto durante la Edad Media un refugio para la cultura, sobre todo la clásica, lo que supone una matriz imprescindible en cuyo interior el pensamiento fue capaz de desarrollarse. El cambio de mentalidad de Platón a Aristóteles fue fundamental, ya que buscaba conocer el funcionamiento del mundo natural y tenía, además, el deber religioso de hacerlo.
Pero el originario acuerdo moderno entre la ciencia y el cristianismo ya comenzaba a mostrar tensiones y contradicciones, pues, al margen de la ontología creacionista que aún apuntalaba el nuevo paradigma, el universo científico no coincidía demasiado con las concepciones cristianas tradicionales del cosmos. Los milagros y las arbitrariedades divinas se mostraban cada vez menos defendibles, pues contradecían el orden supremo de un universo que funcionaba mecánicamente. Apareció entonces un universo de doble verdad, en donde la fe y la razón poco tenían que ver. La Biblia, además, dejaba de ser un libro de inspiración divina. La crítica demostraba que no era un texto homogéneo, sino un texto con muchos autores escrito en diversas épocas.
El último punto de este conflicto es Darwin. El ser humano no está hecho a imagen y semejanza de Dios, sino que es producto de la evolución y una lucha de supervivencia. Capacidades como la moral o la razón son herramientas que la naturaleza crea en el humano para permitir su supervivencia.
21ª sesión [388-407] Filosofía, política, psicología / El carácter moderno / Continuidades ocultas
La Revolución Científica y la Ilustración produjeron un cambio en la religiosidad de los filósofos y de los científicos, los cuales creían en un dios racional y natural, opuesto a las religiones reveladoras. De este modo, mediante la razón llegamos a Dios y no mediante una serie de doctrinas impuestas. Un dios deísta crea el mundo de manera ordenada y deja que se rija por sí solo, sin intervenir en él mediante milagros. Otros, como Kant o Hume, dijeron que la filosofía racional no podía aspirar a pronunciarse en materias que trascendían el intelecto de base empírica, por lo que nunca conoceremos si la existencia de Dios es cierta o no.
La postura de La Mettrie fue más radical, describiendo al hombre como un ente puramente material que carece de mente y alma independiente, de manera que Dios no puede existir, siendo un producto de nuestra razón, que justifica de ese modo la independencia del alma.
El barón d´Holbach declaró que, de existir un Dios, este no sería todopoderoso ni compasivo, ya que el mal estaba adherido al mundo y no solo procedente del hombre, sino también de la naturaleza y las catástrofes, como el terremoto que se había producido entonces en Lisboa.
Aparecen entonces filósofos como Comte, Hill, Feuerbach, Marx… que entendían la historia como un progreso desde una fase mítica, pasando por un estadio metafísico y acabando en la ciencia y su triunfo, con la muerte de la religión tradicional. Pero también hubo muchos factores no epistemológicos (políticos, sociales, económicos y psicológicos) que presionaron en este mismo sentido, es decir, el de la secularización del pensamiento moderno y su liberación de la creencia religiosa tradicional. La cosmovisión neutral y empíricamente verificable de la ciencia secular encontró muy pronto una calurosa acogida entre las clases cultas, pues ofrecía un marco conceptual aceptable que eliminaba de forma pacífica todas las fronteras políticas y religiosas. Para los philosophes, el poder del clero organizado constituía un obstáculo formidable al progreso de la civilización. Aparte del problema de la explotación económica y social, también la atmósfera de censura, intolerancia y rigidez intelectual que tan aborrecible encontraban los philosophes en la vida intelectual era directamente atribuible a las pretensiones dogmáticas e intereses creados del establishment eclesiástico.
Aparece más adelante Rousseau, que criticaba la civilización y el progreso, contrarios a la naturaleza humana. La razón, según él, debía ir acompañada de los sentimientos y las emociones. Rousseau afirmó que la religión tenía que ver con la experiencia, teniendo a la naturaleza como lo divino.
Para Marx, todo lo que ocurre en el pensamiento y la cultura era el reflejo de las motivaciones materiales, específicamente la dinámica de la lucha de clases. La religión es, por tanto, una herramienta del poder para controlar a las clases pobres.
Por otro lado, los liberales del siglo XIX defendían la libertad de cada ciudadano en muchos ámbitos, incluidos en la religión. De tal manera, estos piensan que el Estado no se puede entrometer en la Iglesia.
De todos modos, la cosmovisión cristiana sigue viva en el nuevo enfoque en aspectos como la igualdad, la moral, el dominio de la naturaleza, la idea de ser un pueblo elegido, el progreso del hombre encaminado a la creación de un mundo mejor…