Análisis Filosófico de Descartes
Dualismo, Ética y Conocimiento
Antropología
La antropología de Descartes es claramente dualista. Divide la realidad en sustancia pensante (res cogitans) y sustancia material (res extensa), incluyendo al ser humano. Partiendo del cogito ergo sum, la esencia del ser humano es el pensamiento. El cuerpo se concibe como un mecanismo regido por las operaciones del alma. El alma-pensamiento puede vivir sin el cuerpo, deudora de la doctrina cristiana de la inmortalidad del alma. Los animales son puros autómatas sin alma. El alma humana se relaciona con el cuerpo como el piloto con su nave. Sentimos que estas dos realidades (alma-pensamiento y cuerpo-extensión) interactúan entre sí. Descartes explicó esta interacción recurriendo a la glándula pineal, donde ambas sustancias se mezclarían a nivel microscópico.
Ética
No hay una teoría moral completa en Descartes, sino un interés práctico que le llevó a enumerar reglas dirigidas a la acción. Es una morale par provision, una moral provisional a la espera de una fundamentación posterior, o una moral con el objetivo de proveer los medios adecuados para resolver problemas prácticos y encontrar la felicidad. Su justificación es actuar con resolución en las cuestiones prácticas. Descartes propone cuatro reglas:
- Someterse a las costumbres y normas del país, conservando la religión vigente y siguiendo las opiniones más moderadas. Esta es la prudencia en el actuar.
- Ser firme y resuelto en las acciones, incluso sin seguridad teórica. Hay que librarse del arrepentimiento y remordimiento.
- Los deseos personales deben ceder ante el orden del mundo. Sólo es razonable desear lo que se puede alcanzar; lo contrario conduce a la infelicidad.
- Dedicar la vida a la mejor ocupación posible: el cultivo de la razón y el progreso en el conocimiento de la verdad.
Dios
En la demostración de la existencia de Dios, Descartes no parte de la constatación de una realidad sensible para llegar a su causa. El camino es el contrario: partir de un contenido mental -la idea de infinito en mí- para llegar, por argumentación escolástica, a la conclusión de que existe la realidad infinita que llamamos Dios. Dios es autor de mi persona, y la idea innata de infinito permanece en mí como la “huella” de mi creador. El papel de Dios en el sistema cartesiano es servir de “puente” entre la realidad mental y corpórea. Una vez empleado para demostrar la existencia de la realidad material, Dios ya no tiene otro papel; como mucho, se le concibe como el creador originario de una materia en movimiento, cuya configuración actual se explicaría por leyes mecánicas. Sus detractores vieron que el cartesianismo conducía al determinismo y al ateísmo, o bien –en la versión de Spinoza– desembocaba en el monismo panteísta de una sustancia infinita, donde pensamiento y extensión son sólo dos infinitos atributos.
Conocimiento
El conocimiento es fundamental en el racionalismo de Descartes y en el pensamiento filosófico moderno. La intención fundamental de la filosofía cartesiana es aclarar qué es cierto y qué es dudoso. Educado en la filosofía escolástica, Descartes intuye que, si bien hay partes de la filosofía aristotélica y tomista útiles pedagógicamente (por ejemplo, el silogismo), en realidad no aportan conocimiento nuevo, sino confusión. La nueva filosofía debe plantearse el problema epistemológico radicalmente. Es fundamental la noción de método, entendido como el camino seguro para no errar en el conocimiento. Descartes toma como modelo el método matemático, aplicable a cualquier asunto que se quiera investigar para llegar a la verdad. Este método, expuesto en el Discurso del método, tiene cuatro reglas: 1) evidencia: no dar por válido más que lo claro y distinto; 2) análisis: descomponer los asuntos en sus elementos más simples; 3) síntesis: encadenar las “naturalezas simples” en argumentos deductivos; 4) enumeración: repasar la cadena deductiva para cerciorarse de la verdad de cada paso y acostumbrar a la mente a ver la conexión entre premisas y conclusión.
La búsqueda de un saber fundamentado lleva a Descartes a la duda metódica, camino para llegar a una verdad sólida. La duda metódica tiene niveles de radicalidad: 1) los sentidos nos engañan; 2) la percepción podría ser engañosa (sueños); 3) las verdades matemáticas podrían ser falsas (hipótesis del genio maligno). Tras esta duda “hiperbólica”, llega la primera certeza: pienso, luego existo (cogito ergo sum).
Al llegar al cogito ergo sum, Descartes establece que lo característico de esa verdad es la claridad y la distinción. No es un argumento, sino una intuición evidente e innegable. La distinción delimita y define la verdad del cogito. Esta primera verdad no es sólo el modelo de toda verdad, sino que establece la distinción entre res cogitans y res extensa, definidas por oposición. El pensamiento no ocupa lugar espacial, a diferencia de la extensión. Mi esencia es la de un ser pensante; conozco el pensamiento mejor que la extensión. Descartes suscribe la distinción entre cualidades primarias (objetivas) y secundarias (subjetivas). Cualidades como el olor, los colores o las sensaciones táctiles no están en los objetos, sino en mi percepción. El conocimiento cierto del mundo corpóreo no debe basarse en la sensibilidad.
El descubrimiento del cogito puede desembocar en el solipsismo. Para justificar la existencia de cosas fuera de mi pensamiento, Descartes parte de los materiales del pensamiento. Hay tres tipos de ideas: 1) adventicias (vienen de fuera); 2) facticias (creadas por la imaginación); 3) innatas (nacen conmigo). Entre las innatas, está la idea de infinito, que no es adventicia ni facticia. La idea de infinito es el reflejo de una realidad infinita existente: Dios. Descartes cree probada la existencia del mundo externo, pues Dios es veraz y no me ha dotado de sentidos para engañarme.