El Saber Filosófico: Un Viaje del Mito al Logos

El Saber Filosófico: Mito y Filosofía. El Origen de la Filosofía

1. La Mitología

El ser humano se ha cuestionado en todas las épocas innumerables preguntas sobre el mundo que le rodea y sobre su propia realidad: la razón de los fenómenos de la naturaleza, el origen del universo, la manera de vivir y el destino tras la muerte, los principios que deben regir en la comunidad humana, etc.

En las culturas antiguas se buscó una explicación a esas cuestiones desde la mitología. Ésta consiste en la creencia en unos mitos o relatos en los que se narran unos acontecimientos supuestamente ocurridos en un tiempo originario en el que se fundó el mundo presente.

  • «El mito relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los ‘comienzos’ y en él, al tratarse de una historia sagrada, han intervenido seres sobrenaturales» (Mircea Eliade, 1974)
  • «Entendemos por mito un relato tradicional que cuenta la actuación memorable de unos personajes extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano» (Carlos García Gual, 1981)

1.1. Un Legado Transmitido por Generaciones

Los mitos son relatos que se supone narran acontecimientos que, ocurridos en el origen, han sido transmitidos hasta el presente, generación tras generación; es precisamente su carácter tradicional lo que suscita la confianza en aquellos que los aceptan como historias verídicas. Los mitos son relatos que se apoyan en la tradición. Estos han sido comunicados oralmente a lo largo del tiempo aunque, en ciertas ocasiones, las obras escritas de determinados poetas fueron un vehículo esencial para la transmisión del legado mitológico. Al estar vinculados a una tradición cultural, los mitos difieren de unos pueblos a otros, si bien es cierto que existen características comunes a las distintas tradiciones mitológicas, con arquetipos que se repiten bajo diversas denominaciones y en contextos diferentes.

1.2. Historias del Origen

Los relatos mitológicos suelen narrar acontecimientos ocurridos en un tiempo originario, un tiempo en el que se constituyó nuestro mundo y tomaron forma ciertas características del modo de ser humano: comportamientos, instituciones, técnicas, etc.

Estos poseen un carácter sagrado al tratarse de la obra de seres sobrenaturales. En ese tiempo primigenio al que se refieren, se sitúan unos seres de naturaleza superior (dioses, héroes, etc.), que son los protagonistas de historias que no se refieren a simples hechos del pasado, sino que determinan el presente y el futuro, que tienen un sentido intemporal; se trata de historias que tienen un valor paradigmático o ejemplar, esto es, que son ofrecidas a los seres humanos como modelos de actuación. En la construcción de los relatos suele ser común el proceso de antropomorfización o atribución de características humanas a fenómenos naturales; por este mecanismo la naturaleza llega a percibirse personificada, representada en entidades con características humanas aunque divinizadas, esto es, dotadas de cualidades suprahumanas. Esta ligazón entre los fenómenos naturales y las entidades divinas da pie a una visión de un mundo natural gobernado desde la arbitrariedad de las acciones de estos seres sobrenaturales.

2. La Filosofía

2.1. Del Mito al Logos

En el seno de la filosofía las divinidades mitológicas pasarán a ser sustituidas por fenómenos naturales. El centro de la reflexión filosófica pasará a ser la Physis, concepto que traducimos por naturaleza y que hace referencia al cosmos, al universo ordenado. El empleo de esta noción conlleva el concepto de la realidad gobernada por un orden necesario, frente a la anterior interpretación de un mundo dirigido por las decisiones de los dioses. Los primeros filósofos entenderán que su misión es desvelar o descubrir la verdad oculta en lo que se nos aparece. Desde la idea de un mundo en el que los fenómenos suceden según una regularidad marcada por las leyes que rigen el cosmos, buscarán los elementos primeros y comunes a todas las cosas.

2.3. La Filosofía y la Ciencia

En el seno de la filosofía surge un concepto de ciencia o episteme (en griego). Ésta era concebida como el conocimiento verdadero en contraposición a la mera creencia; un conocimiento que tiene por objeto lo que es universal y necesario, y no lo particular, que es comprendido a la luz de los principios generales que lo explican. Este concepto conserva aún algunos de sus rasgos característicos en nuestros días, como la idea de ciencia como un conocimiento de los rasgos comunes y no de lo individual. Abarcando el campo de la episteme o la ciencia la realidad en sus distintos ámbitos, filósofos como Aristóteles pretendieron determinar cuál sería dentro del conjunto de la episteme, el espacio de conocimiento propio de la filosofía; así él distinguió entre una filosofía primera, que se caracterizaba por ser un saber general y primordial y las filosofías segundas, dedicadas al estudio de ámbitos específicos de la realidad (lógica, astronomía, zoología, botánica, etc.) En el esquema aristotélico a esta filosofía primera le corresponde un papel superior en la ordenación de la ciencia, sin embargo, con el paso del tiempo, los distintos saberes particulares o ciencias fueron desligándose e independizándose de la misma. Sin conservar las pretensiones propias de sus comienzos, a lo que se denomina filosofía le correspondería en nuestro tiempo el estudio de la realidad en un sentido general, tomando en consideración los datos aportados por las distintas ciencias particulares, y reflexionando sobre la propia ciencia y el conocimiento.

3. Características del Pensar Mítico y Pensar Racional

Mítico:

  • Se personifican y divinizan elementos físicos. Por ejemplo, los rayos no vienen de la propia naturaleza sino es Zeus quien los tira, un Dios.
  • La idea de arbitrariedad. La arbitrariedad en el curso de los acontecimientos (sean humanos o cósmicos) encuentra ciertas limitaciones incluso en el pensamiento mítico. La actuación misma de los dioses está sometida a ciertas fuerzas de carácter cósmico como el DESTINO.
  • La fuerza de la tradición. Las tradiciones hacen que el pensamiento mítico cobre fuerza, ya que por ellos las costumbres van pasando de generación en generación oralmente.

Racional:

  • No se personifican ni divinizan elementos físicos.
  • La idea es necesidad.
  • La fuerza de la argumentación.

El Saber Filosófico: Filosofía y Ciencia

1. La Revolución Científica del Renacimiento

En el Renacimiento nace un nuevo concepto de ciencia, una nueva forma de entender la explicación científica e incluso una visión distinta de la Naturaleza.

Podríamos decir que esta nueva ciencia nace de la mano de Francis Bacon (1561-1626), que en su obra Novum Organum plantea la necesidad de un nuevo método para enfrentarse a la Naturaleza y desvelar sus secretos.

La Ciencia por lo tanto no ha de basarse meramente en la observación, sino que debe ser activa: aparece la técnica. Hay que aprender de los hechos, de la experiencia, pero al mismo tiempo hay que someter a ésta. Surge la experimentación, la utilización de instrumentos que nos permitan comprender el mundo, y, además, transformarlo.

1.1. El Mundo Aristotélico

La Física de Aristóteles.

Aristóteles es reconocido al final de la Edad Media como el filósofo por antonomasia, casi como la Sabiduría en persona. Aristóteles cree que la Naturaleza es racional, su Física es teleológica.

Luego la Naturaleza hace las cosas con vistas a un fin (en griego, télos, de ahí que sea teleológica). La Naturaleza es racional, se comporta según una serie de leyes que permiten explicarla y comprenderla (el ser humano es un animal racional). Así podemos entender que la Tierra ocupa el centro del Universo, puesto que por su propia naturaleza es lo más pesado. Existe un orden en el Universo. La Tierra ocupa el lugar central, y alrededor de ésta giran todos los planetas. El Sol, evidentemente, también gira a nuestro alrededor, como podemos ver todos los días. Es lo que denominamos un sistema geocéntrico.

1.2. La Revolución Copernicana

En 1543 aparece la obra De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico. Esta obra causará conmoción en la comunidad científica por su hipótesis central: no es la Tierra la que ocupa el centro de nuestro sistema, sino el Sol. Pasamos así de un sistema geocéntrico a un sistema heliocéntrico.

Pero para comprender plenamente el porqué de este cambio es necesario ver previamente los cambios que se habían introducido en el sistema aristotélico desde la muerte del maestro. El sistema astronómico vigente era denominado «aristotélico-ptolemaico», y ello era debido a las innovaciones técnicas aportadas ya en la antigüedad por Ptolomeo (siglo II). Todos los planetas giran alrededor de la Tierra, que es el centro inmóvil del Universo, de manera circular, situados en esferas (al final estaría la esfera de las estrellas fijas). Todo esto era aristotélico, pero, para explicar el movimiento anómalo de los planetas, Claudio Ptolomeo introdujo la combinación de epiciclos y deferentes.

De esta forma, en la teoría copernicana, el movimiento mismo de la Tierra permite explicar la retrogradación de los planetas, y es que la Tierra es un planeta más. La explicación geométrica de los cielos, necesaria para la realización de las tablas celestes, culmina con un sistema en apariencia más simple (aunque sobre esto último hay discusiones). Sea como fuera, lo cierto es que aparece un nuevo sistema de los cielos, que sustituirá poco a poco al antiguo, y revolucionará no solamente el mundo de la astronomía.

2. Galileo y la Nueva Ciencia

Aunque podríamos rastrear el origen de la idea de un sistema heliocéntrico hasta la antigua Grecia, sin embargo, hasta que Copérnico no publicó su obra no hubo un movimiento científico a favor de dicha tesis. Así, Johannes Kepler pudo formular sus tres leyes del movimiento planetario. Primera ley: las órbitas de los planetas forman elipses, uno de cuyos focos está ocupado por el Sol. Con las órbitas elípticas, según Kepler, la uniformidad y belleza del sistema solar quedan patentes, y las explicaciones se ciñen a un orden matemático más estricto. Si a esto le sumamos la segunda ley, que trata sobre la uniformidad de los movimientos planetarios («barren áreas iguales en tiempos iguales»), ya podríamos llamar de verdad Cosmos al Universo.

Evidentemente, no se trata ahora de aprendernos las citadas leyes. Pero sí que es importante introducir este concepto, el de ley científica, porque de esta forma ya estamos empezando a diferenciar entre filosofía y ciencia. La investigación científica tiene por objeto la formulación de leyes, esto es, de enunciados cuya verdad ya ha sido demostrada. Si consideramos (o la comunidad científica considera) que algo ha sido demostrado, como por ejemplo que los planetas giran en órbitas elípticas en torno al Sol (y que por lo tanto la Tierra es un planeta más), entonces no cabe duda alguna acerca de que es verdad. Pero fue Galileo Galilei quien inclinó la balanza decisivamente a favor del sistema copernicano, al plantear con su obra una crítica a los cimientos mismos sobre los que se apoyaba el sistema aristotélico.

2.1. El Problema de la Verdad

El principal problema que tuvo Galileo fue que, por aquel entonces, la Iglesia no estaba de acuerdo con la visión copernicana del Universo, pues consideraba que entraba en contradicción con lo que decía la Biblia. En los tiempos de Galileo todavía podíamos hablar de Filosofía natural para referirnos a la reflexión acerca del mundo físico, pero hoy en día hay que diferenciar claramente entre una y otra. Y la principal diferenciar es que la ciencia ha de remitirse a los hechos para justificar las teorías, ha de demostrar la verdad de las teorías a partir de los hechos. Eso fue lo que hizo Galileo con el sistema copernicano. Gracias a la utilización de un telescopio (que se hizo él mismo; recordar la relación entre ciencia y técnica que comentamos al principio del tema) pudo demostrar una serie de hechos inexplicables en la teoría contraria: la superficie lunar era similar a la de la Tierra (tenía imperfecciones, y, por lo tanto, no estaba constituida de un material distinto al de la Tierra; también en la superficie del Sol observó manchas solares), y, además, descubrió cuatro satélites de Júpiter (luego no todo giraba alrededor de la Tierra).

Conclusión: Aristóteles y la Iglesia se equivocaban (ya no vale el principio de autoridad) y aparece una nueva verdad. La Filosofía deja su lugar a la Ciencia.

3. La Ciencia se Separa de la Filosofía

Lo que me interesa es medir, calcular, cuantificar la caída de los graves (de cualquier cosa que caiga). Lo que me interesa es que el proyectil, cuando lo lance, impacte en el blanco deseado.

Lo que me interesa es medir no solamente el movimiento (Cinemática) sino también las fuerzas (Dinámica) que intervienen en el movimiento de dichos cuerpos. De este modo la explicación científica es completa y permite entender la realidad. La Ciencia (la Física, en este caso) deja atrás a la Filosofía.

3.1. La Investigación Científica

Otra de las características de la ciencia moderna es la utilización de un método que nos lleve a la verdad. Galileo propone el método que se ha dado en llamar resolutivo-compositivo (es decir, análisis y síntesis). Pero lo importante ahora es entender que ésta es otra de las diferencias entre ciencia y filosofía (ya tendremos tiempo de ver estos conceptos en la segunda unidad didáctica). La investigación científica, sea en el campo de estudio que sea, siempre sigue un determinado método.

De esta forma la investigación científica se caracteriza por partir de un problema inicial, algo que está sin explicar, y buscar a través del método en cuestión una respuesta, una explicación a dicho problema. La experimentación es por lo tanto la culminación del proceder científico. Pero la Filosofía no es experimental, no puede serlo. Fijaros en que todavía no hemos planteado una definición propiamente dicha de qué es Filosofía. Para eso ya tenemos los dos temas siguientes (y todo el curso). Lo que sí tiene que quedar claro en este tema es que la actividad filosófica no es científica. Y no lo es porque no tiene las características de la investigación científica, como hemos visto.

3.2. La Filosofía no es Ciencia

Al hablar de las ciencias se suele introducir una distinción entre las llamadas ciencias formales y las ciencias empíricas.

Un ejemplo de las primeras serían la Lógica y las Matemáticas. Se caracterizan porque no utilizan el lenguaje que hablamos (el lenguaje natural), sino otro lenguaje (el llamado lenguaje formal) que se reduce a su estructura, a la forma (pensar en cualquier lenguaje computacional, por ejemplo).

Las ciencias empíricas, en cambio, serían las que se basan en la experiencia. Dentro de ellas podríamos diferenciar entre naturales y sociales. Ejemplos de las ciencias empírico-naturales serían la Física, la Química, la Biología… Ciencias Sociales serían la Historia, la Economía, la Sociología…

La Racionalidad Teórica: Verdad y Realidad

Definimos la razón como la facultad humana que nos permite pensar de acuerdo a reglas o principios para inferir unos datos de otros.

La razón tiene dos ámbitos: el teórico, que se ocupa del conocimiento de la realidad, y el práctico, que se ocupa de la acción, de cómo debemos actuar.

Razón teórica y práctica

Según Kant la razón es la facultad formuladora de principios.

  • La divide en Razón Teórica y Razón Práctica, no tratándose éstas de dos razones distintas, sino de dos usos distintos de la misma y única razón.
  • Cuando se refieren a la realidad de las cosas, es decir, si usamos la Razón para el conocimiento de la realidad, estamos ante el uso teórico de la Razón.
  • Cuando dichos principios tienen como fin la dirección de la conducta, le estamos dando a la razón un uso práctico.

Sentidos de lo irracional

Desde el punto de vista de la razón práctica, lo irracional ha sido a menudo entendido en la Historia de la Filosofía como un enemigo.

Desde el punto de vista religioso, lo irracional es aquello que excede las capacidades de la razón humana, pero no se entiende necesariamente como fuente de males.

Irracional puede ser lo divino y lo demoníaco.

Sócrates y Nietzsche

Desde el punto de vista de la razón práctica, la postura de Sócrates se conoce como «intelectualismo moral». Básicamente, la teoría de este filósofo griego del siglo V a.C. defiende que «no hay hombre malo, sino ignorante».

Por su parte, Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX, hizo una fuerte crítica a la moral. Según este autor se trata de algo que ha corrompido a la humanidad entera. Los valores que se han hecho dominantes son los de los débiles o esclavos. Según él, hemos heredado valores propios del cristianismo, que son enemigos de la vida.

Es decir, mientras que Sócrates defendió la necesidad de razonamiento y conocimiento para fundar una razón práctica que nos ayude a vivir en sociedad, Nietzsche pensaba que precisamente la razón ha contribuido a fundar una moral que es enemiga de la vida más instintiva del ser humano.

El Ser Humano

1. Lógica y Filosofía del Lenguaje

La Lógica se ocupa del razonamiento correcto o válido. Nos enseña, por lo tanto, cuándo los razonamientos han sido realizados sin error alguno.

La Lógica se caracteriza por su formalización. La Lógica sería pues la parte de la Filosofía que se dedica a estudiar la forma de los enunciados, esto es, su estructura.

La Filosofía del Lenguaje se ocupa, en cambio, de todos los problemas relacionados con el uso del lenguaje y su relación con el tema de la verdad y el pensamiento (significado, interpretación, aprendizaje, desarrollo de la comunicación…).

En definitiva, la Lógica y la Filosofía del Lenguaje tratan de describir y explicar cómo razonamos, si nuestros razonamientos son correctos, y de ver además cómo realmente el pensamiento se muestra a través del uso que hacemos de nuestro lenguaje. Gracias a este estudio se ha conseguido desarrollar la llamada Inteligencia Artificial, que enlaza esta sección con la siguiente, al tratar del avance de la ciencia en cuanto al desarrollo de la informática y los intentos de imitar al pensamiento humano.

2. Gnoseología y Epistemología

La Gnoseología o teoría del conocimiento trata de definir propiamente qué entendemos por conocer. Se ocupa pues de aclarar el origen, la naturaleza y el posible alcance de nuestro conocimiento.

Pero hoy en día el término ha caído en desuso, y se prefiere hablar de Epistemología, o «teoría de la ciencia», o de Filosofía de la Ciencia. Esto es debido a la identificación que se produjo entre conocimiento y ciencia ya en el siglo XIX por los positivistas, y, posteriormente, por los neopositivistas en el siglo XX.

La Teoría del Conocimiento trata cuestiones como, por ejemplo, si es más fiable el uso de la Razón o de los sentidos para llegar al auténtico conocimiento. Esta discusión la encontramos ya entre los grandes autores en Grecia, como Platón o Aristóteles, y, en la Edad Moderna, de la mano de otros como René Descartes o David Hume.

Está claro que los racionalistas (como Descartes) confían en la Razón (de ahí su nombre), mientras que los empiristas (de «empiria», experiencia) lo hacen en los sentidos (como Hume).

3. Metafísica y Ontología

El término «Metafísica» proviene del griego, y viene a significar, «más allá de lo físico». Cuenta la leyenda que Andrónico de Rodas, el compilador de la obra de Aristóteles, al encontrar unos textos perdidos de este autor, los situó en la biblioteca «más allá de la Física», su obra fundamental hasta entonces conocida. La Ontología trata sobre el estudio de lo real, del Ser (o del ente), y es una parte fundamental de la Metafísica (hasta el punto de que algunos casi la identifican). En definitiva, con la Metafísica pretendemos alcanzar el conocimiento de la realidad, fundamentar la existencia misma (a través de sus primeros principios o causas). Podemos remontar la Metafísica hasta el discurso parmenídeo de la diosa que nos enseña que «el ser es, y el no ser no es». Habría pues como dos vías, una es la de la verdad y la otra es completamente inescrutable (pues no puede ser conocido o expresado lo que no es).

4. Antropología Filosófica

La Antropología filosófica es discutida como una de las ramas de la Filosofía. Esto se debe a que la Antropología es considerada como una de las ciencias sociales, la que se ocupa del ser humano en general. Sin embargo, consideramos que existen una serie de cuestiones de índole filosófica acerca de lo humano que escapan a las diversas ciencias sociales, y éstas constituirían la base de lo que podríamos llamar como Antropología filosófica. Por ejemplo, una de las cuestiones más interesantes que ha planteado la filosofía a lo largo de los siglos es el tema de si existe lo que algunos llaman alma. Dicho de otro modo, una de las preguntas fundamentales a la que ha intentado contestar la humanidad es la de la base física (o no) del propio pensamiento.

5. Ética

La Ética se ocupa de la relación existente entre el obrar humano (sus actos) y sus creencias y valores morales. El término Ética proviene del griego ethos, que significa costumbre. Por lo tanto, a partir de nuestra conducta, nos preguntamos acerca de problemas como la libertad, la conciencia o la responsabilidad del sujeto que realiza una acción (o, simplemente, que la piensa). Pero la Ética, a diferencia de los códigos morales, no nos dice lo que tenemos que hacer. Es una reflexión sobre lo bueno y lo malo, sobre el deber y la posibilidad misma de fundamentar las acciones desde un punto de vista moral.

6. Filosofía Social, Filosofía Política

Cuando estudiamos la vida del ser humano en sociedad, nos planteamos una serie de cuestiones e interrogantes que dan lugar a lo que se ha dado en llamar como filosofía social. Pero si nos centramos en cambio en las propias relaciones de poder que se establecen entre los seres humanos, entonces tendremos que entrar ya en lo que se llama filosofía política. Podríamos considerar que ambas constituyen una única rama, que dividimos en dos según nos ocupemos más de la forma en que se establecen las diversas relaciones sociales, o bien de la justificación de la legitimidad de las diversas formas de gobierno.

7. Estética

La Estética trata sobre el mundo del arte y el concepto de belleza. Es una reflexión acerca de lo bello y las diversas manifestaciones artísticas que se han dado a lo largo de la historia. Aunque en un principio el concepto de lo bello parece que estaba muy claro (en la Antigüedad, por ejemplo, en Grecia o Roma), si pensamos en movimientos posteriores como el surrealismo o en el arte abstracto, la cosa ya no está tan clara.

8. A Modo de Conclusión: El Saber Filosófico

Una vez que ya hemos visto los diversos apartados o «especialidades» de los que se ocupa el filósofo, esperamos que te haya quedado algo más claro qué es, en general, la Filosofía. La unidad didáctica que hemos desarrollado lleva por título precisamente «el saber filosófico». Hemos visto pues que la Filosofía no puede ser considerada como una ciencia (no cumple, no tiene sus requisitos o características), pero que, en el terreno del «Saber», hay otras opciones a la hora de ocuparse de lo humano. Así, el filósofo, como «amigo o amante de la Sabiduría» siempre ansía llegar a ella, aunque, evidentemente, su labor no constituya conocimiento en cuanto tal. Y, sin embargo, no por ello debemos dejar la Filosofía. Podemos y debemos practicar la Filosofía, intentar hacernos preguntas que a veces tienen difícil solución, ir más allá de lo que sabemos, buscar nuevas verdades.

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