La Imagen de Dios en el Hombre según San Agustín: Un Análisis Filosófico-Teológico

San Agustín: La Imagen de Dios en el Hombre

Resumen

El alma, al ser imagen de Dios, es imagen de la Trinidad. La verdad de que existimos, conocemos y amamos no la conocemos mediante los sentidos corporales ni con la imaginación. Los sentidos solo sirven para percibir lo que está fuera y mediante el pensamiento, sabemos que existimos, lo conocemos y lo amamos.

Análisis y Explicación

San Agustín, en su perspectiva de filósofo creyente, siguiendo los dictámenes de la fe e inspirándose en el Génesis, primer libro de la Biblia, ámbito del Antiguo Testamento, sostiene que en el hombre hay una imagen de Dios. Esta verdad religiosa y misteriosa, que no absurda, trata de explicarla, hasta donde es posible, por medio de los conceptos de la filosofía griega, particularmente los platónicos.

La singularidad específica del ser humano, animal racional, limitado física e intelectualmente, ser consciente y con ansia insatisfecha de felicidad, no encuentra una respuesta adecuada, según San Agustín, sino en la iluminación de la revelación cristiana que confiere sentido a los interrogantes dramáticos que se formula el ser humano respecto a su pasado, presente y futuro.

Aparte de la ya mencionada imagen de Dios en el hombre, San Agustín matiza y precisa los caracteres de la misma. El hecho de que el hombre sea imagen de Dios no implica igualdad de substancias. Dios es un ser infinito, omnipotente, eterno, etc. y el hombre, como ser creado de la nada por Dios, sólo dispone de aproximaciones intuitivas a estas realidades divinas.

A pesar de esta infinita diferencia cualitativa entre Dios y el hombre, el hombre es la única criatura que por su inteligencia, por su capacidad de ser consciente es el ser de la naturaleza más próximo a Dios. La imagen de Dios en el hombre no es una realidad estática sino dinámica. Puede mejorarse o aminorarse según la decisión de la voluntad humana de un acercamiento o alejamiento de Dios. Esta doble posibilidad humana se proyecta en las acciones que realiza el hombre.

La imagen de Dios en el hombre se evidencia en las 3 facultades humanas sobre las cuales tenemos evidencia:

  • La memoria, que nos posibilita la propia identidad y el manifestar que somos.
  • La inteligencia, que nos permite conocer.
  • La voluntad que potencia el amar este ser y este conocer.

De este núcleo de verdades que constituyen la imagen de Dios en el hombre no tenemos una percepción a través de los sentidos corporales sino que es percibida por un sentido interior sin imágenes corpóreas ni engañosas.

Los conceptos que utiliza San Agustín en el texto pueden, en realidad, agruparse en un solo campo semántico: la imagen de Dios en el hombre y sus consecuencias.

  • Dios y el hombre, ser creador y ser creado, referentes de la relación.
  • La imagen de Dios en el hombre: proyección, huella de la divinidad en el hombre es la consecuencia de la acción creadora, cuya substancia, realidad esencial de un ser, implica infinita diferencia cualitativa entre Dios y el hombre, siendo la más cercana por naturaleza, a pesar de las diferencias, no hay realidad en el universo cuyo modo específico de ser no se aproxime tanto a la divinidad.
  • Perfeccionable por reforma, potencialidad al alcance del ser humano que, en consonancia con su libre albedrío, la puede desarrollar o anular.
  • Finalmente, en la percepción de la imagen de Dios en el hombre hay evidencia, no error, si bien su captación no se hace con los sentidos corporales sino a través del sentido interior.

Contextualización

Este fragmento pertenece a la obra Ciudad de Dios escrita por Agustín de Hipona. La obra es una historia teológica que narra desde la creación hasta la salvación. Dicha historia representa el enfrentamiento entre el Bien y el Mal, el primero representando la ciudad eterna y el segundo la ciudad terrena. La Ciudad de Dios fue escrita en respuesta a las acusaciones que hacían los paganos a causa del Saqueo de Roma llevado a cabo por Alarico. La obra justifica que Dios, por medio de ese suceso, purificó los pecados. También es la primera obra en la que la historia se entiende como un sentido armónico (creación- juicio final). Esto supone una nueva idea del tiempo en oposición a la percepción circular del mismo, característica de los griegos.

Agustín, natal de Tagaste, se centra en el estudio de gramática y retórica y con la lectura del Hortensio (Cicerón), se inicia en la filosofía entendiendo que esta es el medio para alcanzar la verdad y por lo tanto la felicidad. Sigue las doctrinas del maniqueísmo y más tarde participa del escepticismo. En un viaje a Milán a sus treinta años, descubre una lectura de la Biblia con un sentido espiritual y profundo. Con ello se convierte al cristianismo y comienza su defensa de la fe cristiana. Su obra va dirigida contra paganos, herejes, etc. Llega a ser obispo de Hipona. Entre sus obras destacan: Confesiones, De Trinitate, De Beata Vita, Soliloquios, Contra Académicos y De Civitate Dei, todas ellas con un gran sentido religioso.

Tras producirse el Edicto de Milán, se fija como religión oficial el cristianismo. Más tarde, Alarico llevaría a cabo el saqueo de Roma que afectó gravemente a la ciudad. En el año 476, se produce la caída del Imperio Romano de Occidente y los paganos culpan a los cristianos de ello. Les acusan de que si su religión tenía un Dios salvador, debía haber librado a la ciudad de ese castigo. Agustín alega que Dios permite males menores para conseguir bienes mayores o para castigar los pecados.

Para Agustín, la filosofía es una búsqueda de la verdad y la religión afirma que por revelación se encuentra la verdad. Esto ocasiona una polémica razón-fe encabezada por Tertuliano, representante del apologismo (rechaza la razón y la filosofía) y por Agustín, representante de la patrística (utiliza la filosofía y la razón para ayudar a demostrar las verdades de religión o de fe). Ya en el S.XIII se pasaría del Agustinismo con influencia de Platón, a la escolástica con Tomás de Aquino influencia de Aristóteles.

El pensamiento cristiano hereda de la religión judía el monoteísmo, el creacionismo, la idea de un Dios justo, el mesianismo, etc. De la filosofía griega, el dualismo de Platón de cuerpo y alma, la idea de Bien y el estoicismo e incorpora el ecumenismo, el providencialismo y misterios como el de la Trinidad entre otros. El pensamiento cristiano también se vio influenciado por otras teorías filosóficas como el gnosticismo, el neopitagorismo y el neoplatonismo. Los máximos influencias en Agustín fueron Platón, Plotino (Las Eneadas), Virgilio, Horacio y como ya se ha dicho, Cicerón y su obra Hortensio.

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