Maquiavelo: La Política como Ciencia y Arte – El Príncipe y la República

Maquiavelo y la Política como Ciencia

Con Nicolás Maquiavelo se inaugura un nuevo modo de reflexión política, que se sitúa en línea con la nueva forma de utilizar la razón, con autonomía respecto de la fe y ateniéndose a principios y procedimientos estrictamente racionales. Maquiavelo es consciente de inaugurar un estilo nuevo que muchos consideran el inicio de la ciencia política. Como tal, su estudio se caracteriza tanto por el recurso a la experiencia, que nos aporta los hechos, los datos, que han de ser explicados, como por realizar esta explicación a partir de principios teóricos.

El recurso a la experiencia obedece a su convicción de que si se quiere gobernar racionalmente, científicamente, y mantener el poder es necesario comenzar por conocer cómo de hecho viven los gobernados, antes que pensar en cómo deberían vivir; pues, sólo así, sabrá el gobernante cómo de hecho se gobierna un Estado y cómo se comporta de hecho la gente. Si el gobernante piensa antes cómo debería comportarse la gente y cómo debería gobernarse un Estado (claves, por ejemplo, de la utopía platónica), estará ‘aprendiendo antes su ruina que su preservación’.

Este planteamiento le lleva a prescindir de la perspectiva moral y exponer cómo de hecho se gobierna un estado; igualmente, rechaza el género utópico y la filosofía política tradicional, pues se basa en ‘discusiones teóricas sobre el origen de la sociedad y el poder, sobre el derecho natural como límite y fuente del derecho positivo, que estudian la política subordinándola a la moral.

La explicación de los hechos de experiencia desde principios racionales es una exigencia metodológica para que la reflexión política adquiera el carácter de ciencia. Para entender la realidad política no bastan los hechos, éstos han de ser ordenados por unos principios, que seleccionan, ordenan y explican los hechos. Dos principios destacan entre los presupuestos teóricos de Maquiavelo.

Principios Teóricos de Maquiavelo

  1. La naturaleza humana es la misma en todos los lugares y épocas. Este principio se aplica teóricamente según estas tres pautas:
    1. El hombre se ve dominado siempre por los mismos deseos y pasiones.
    2. Estudiar, pues, el pasado sirve para tomar remedio para los problemas presentes, sacando reglas de carácter general aplicables en circunstancias similares.
  2. La maldad de todos los seres humanos es el rasgo más característico de su naturaleza permanente. Este principio determina la siguiente pauta de gobierno: quien tenga que tomar disposiciones en una República y ordenar sus leyes debe hacerlo pensando en que siempre que pueda todo ser humano pondrá en práctica sus ideas perversas.

La Organización del Estado y la Teoría de las Formas de Gobierno

La aplicación del primer principio a la investigación política le lleva a plantearse cómo debe organizarse el Estado con vistas a su perduración en el tiempo, pues la investigación histórica le ha llevado a la conclusión de que toda forma de Estado acaba desapareciendo antes o después. Esta misma investigación le lleva a proponer su teoría del ciclo de los Estados (en la que sigue a los filósofos clásicos y en especial a Aristóteles), para hacer comprensible cómo y porqué desaparecen inevitablemente los Estados y sus formas de gobierno.

Según esta teoría, todas las posibles formas de organizar el poder y el gobierno de un Estado se reducen a tres modelos o sistemas:

  1. Monarquía: en el que el poder es ejercido por un rey.
  2. Aristocracia: en el que el gobierno corresponde a los nobles, que es una parte restringida de la sociedad.
  3. Democracia: en el que el poder es ejercido directamente por el pueblo.

Estos tres sistemas pueden degenerar y de hecho degeneran históricamente en formas viciosas:

  1. Tiranía: cuando el rey ejerce el poder no en beneficio de su pueblo, sino en beneficio propio.
  2. Oligarquía: cuando los nobles dejan de atender a las necesidades de todos y sólo buscan su propio enriquecimiento y dominio sobre los demás.
  3. Estado de desorden, injusticia y descontrol: cuando el pueblo en lugar de buscar el interés general, busca individualmente su interés particular.

Lo novedoso de la propuesta de Maquiavelo es concebir este paso como una secuencia obligada que se convierte en una constante histórica. Así, la monarquía degenera en tiranía y ésta perdura hasta que los nobles se rebelan contra el tirano y lo deponen, dando lugar a un sistema de aristocracia. Ésta a su vez acaba por degenerar en una oligarquía, que permanece hasta que el pueblo, harto de los abusos de los oligarcas, acaba con ellos, y sustituye su sistema por una democracia. Finalmente, ésta degenera igualmente y conduce al Estado a una situación de desorden, injusticia y descontrol. Según Maquiavelo de ésta situación solo puede salirse cuando un hombre decidido, revestido de una autoridad y fuerza es capaz de imponerse y someter a todos, si no por la ley, sí por su potestad casi regia. De esta manera comenzaría de nuevo el ciclo, y así seguiría indefinidamente, si no fuera porque los Estados suelen desaparecer sojuzgados por otros más fuertes y más organizados.

El Ideal Republicano

En estrecha relación con la teoría del ciclo de los estados está su Ideal republicano. Todas las formas anteriores de gobierno, tanto las virtuosas como las viciosas, son formas puras, en las que el poder sólo recae en un elemento del Estado. Pero Maquiavelo piensa que el ideal sería una forma mixta de gobierno en la que el poder se distribuyera entre notables y pueblo. La ventaja de este sistema consiste en que todos participan del poder y se limitan recíprocamente.

El ejemplo histórico que realiza más propiamente este sistema lo reconoce Maquiavelo en la República romana, momento histórico más floreciente de la historia de Roma; florecimiento que se debió a la constante confrontación y exigencia mutua entre el Senado y el Pueblo romanos, en nombre de quienes se hacía todo cuanto requería el mayor engrandecimiento del Estado romano.

Este sistema ideal apoya sus ventajas en el imperio de la ley y la virtud y gracias a ello:

  1. Se logra mejor el bien común, pues al estar todos comprometidos se mira más por el interés común que por el particular.
  2. Se salvaguarda mejor la libertad, elemento esencial del bien común y aspiración permanente de los pueblos.
  3. Se logra el progreso como fruto más propio de la libertad, pues la historia humana muestra que cuando los ciudadanos son libres se produce un progreso más rápido y mayor que cuando carecen de libertad (Roma después de los reyes; Atenas después de Pisístrato).
  4. Finalmente, es el régimen más estable, pues el pueblo suele ser más prudente y tener mejor juicio que un príncipe, se adapta mejor a la diversidad de circunstancias y no tiene el problema sucesorio que afecta al principado, ya que tiene medios para elegir infinitos jefes virtuosísimos que se suceden unos a otros.

El sentido último de esta encendida defensa de la república es la defensa de la libertad de los individuos en el marco del Estado y de los Estados frente al poder e injerencia de otros Estados.

El Príncipe y la Reforma del Estado

La fatalidad histórica – todo sistema político se acaba corrompiendo – también conduce a la corrupción de la República, a pesar de ser el régimen más estable por orden y virtud. La decadencia histórica inexorable de los estados es una constante histórica, que unida a la anteriormente citada rueda de las formas de gobierno le lleva a plantearse la cuestión de la salida del ‘estado lamentable’ en que se encuentra Italia en los siguientes términos:

  1. La salida histórica a una situación de corrupción democrática es el retorno a la monarquía salvadora, porque
  2. La monarquía hace posible una acción fuerte y decidida, con poder absoluto para legislar y gobernar, de modo que se ponga freno a los hombres cuya insolencia no puede ser corregida por las leyes y sí por una potestad casi regia.

La Política y el Estado

Pero la política, además de ciencia, es también el arte de crear, engrandecer y conservar un Estado, en la mejor forma y durante el mayor tiempo posibles. Este arte descansa en dos supuestos:

  1. El Estado es un organismo autónomo cuyo fin es su propia pervivencia y expansión. A este fin es legítimo el uso de la fuerza tanto internamente como frente a otros Estados.
  2. El interés del príncipe se identifica con el interés del Estado, por ello el fin último y el criterio para la actuación del príncipe es el interés del Estado.

El interés del Estado se manifiesta como Razón de Estado, que exige a quienes detentan el poder político que no atiendan a otro criterio que el interés, la defensa y bienestar del Estado, sin mirar la condición moral de sus decisiones y actuaciones, pues conductas consideradas virtuosas pueden ser ruinosas para el Estado y otras, consideradas reprobables moralmente, pueden servir al fortalecimiento y bienestar. La razón de Estado se sustenta en una sola norma práctica: ‘el fin justifica los medios’, pues es el resultado final lo que determinará la valoración de los actos del príncipe.

El interés del estado reclama del príncipe ciertas cualidades para el éxito de su tarea:

  • Virtud: entendida como vigor y energía para emprender las acciones necesarias para mantener la existencia del Estado y el poder. También la reclama de los ciudadanos, inculcada y favorecida por la ley.
  • Prudencia: entendida como sagacidad, astucia, para deliberar y decidir con acierto los medios para asegurar el éxito.
  • Fortuna: entendida como el cúmulo de circunstancias, fuera del control del político, que favorecen o entorpecen sus designios. Desempeña un papel importante en el auge y en la caída de los Estados y en el éxito del político, que debe poder enfrentarle la prudencia – para acomodarse a las circunstancias (oportunismo político) – y la virtud – que sirve para amortiguar los efectos de la fortuna.

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