Pensamiento Filosófico y Teológico de Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino: Razón y Fe

El pensamiento de Santo Tomás de Aquino es de carácter fundamentalmente agustiniano, con un predominio de lo teológico sobre lo filosófico. Se destacan elementos como el creacionismo, la inmortalidad del alma y las verdades reveladas de la Biblia y los Evangelios.

Santo Tomás acepta la existencia de un terreno común a la filosofía y a la teología, representado por los «Preámbulos» de la fe (la existencia y unidad de Dios). La filosofía se considera un auxiliar útil a la teología, a la que Santo Tomás se refiere como la «criada».

Teoría del Conocimiento

Para Santo Tomás, todo nuestro conocimiento comienza con los sentidos. El alma, al nacer, es una «tabla rasa» sin contenidos impresos. El conocimiento requiere la acción conjunta de cuerpo y alma, siguiendo la explicación aristotélica.

El objeto propio del conocimiento es la forma, lo universal, que solo puede ser captada en la sustancia. Por lo tanto, la sustancia concreta e individual debe ser captada por los sentidos para ofrecer al entendimiento su objeto de conocimiento.

Los sentidos, en colaboración con la imaginación y la memoria, producen una imagen sensible («Phantasma») de la sustancia. Sobre esta imagen actúa el entendimiento agente, abstrayendo la forma o lo universal. El proceso de abstracción consiste en separar intelectualmente lo universal de lo particular.

Teoría de la Realidad

Santo Tomás concibe la esencia como una forma de ser en potencia que necesita ser actualizada por otra entidad para existir. Todas las cosas son un compuesto de esencia y existencia. La existencia proviene de una sustancia que existe eminentemente, un ser necesario: Dios.

Santo Tomás distingue entre seres contingentes y el ser necesario. La existencia de los seres contingentes comprende la materia, mientras que la esencia de los seres espirituales se identifica con la forma, ya que carecen de materia. Se establece una separación radical entre Dios y el mundo.

Esta identificación del ser con la existencia permite a Santo Tomás hablar de seres constituidos por formas puras, como los ángeles y Dios.

Pruebas de la Existencia de Dios

  1. Movimiento: Hay seres que se mueven, pero todo lo que se mueve es movido por otro. El primer motor inmóvil es Dios.
  2. Eficiencia: Existen causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas. La causa incausada es Dios.
  3. Contingencia: Hay seres que comienzan a existir y perecen, es decir, no son necesarios. Si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno. El ser necesario es Dios.
  4. Grados de perfección: Observamos diferentes grados de perfección en los seres (bondad, belleza…). El ser supremo es Dios.
  5. Finalidad: Seres inorgánicos actúan con un fin, pero al carecer de conocimiento e inteligencia, solo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Ese ser inteligente es Dios.

Ética y Política

Santo Tomás coincide con Aristóteles en la concepción teleológica de la naturaleza y la conducta humana. Existe un fin último para todas las acciones humanas: la felicidad.

Santo Tomás concuerda con Aristóteles en que la felicidad no puede consistir en la posesión de bienes materiales. Aristóteles la identificaba con la vida del filósofo, dedicada al conocimiento. Santo Tomás, buscando acercar el aristotelismo al cristianismo, identifica la felicidad con la contemplación beatífica de Dios.

La vida del hombre no se agota en esta tierra; la felicidad no es algo terrenal. El alma es inmortal y el fin último de las acciones humanas trasciende la vida terrestre, dirigiéndose hacia la contemplación de Dios.

La felicidad alcanzable en la tierra es incompleta para Santo Tomás, quien encuentra en el hombre el deseo de contemplar a Dios.

Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás distingue dos clases de virtudes: las morales y las intelectuales. La razón dirige al hombre hacia su fin, que debe estar acorde con su naturaleza.

Para Santo Tomás, la sociedad es el estado natural del hombre, un ser social que vive en comunidad. Concediendo primacía a la fe sobre la razón, la sociedad debe someterse a la Iglesia. El Estado debe procurar el bien común.

Respecto a las formas de gobierno, Santo Tomás distingue tres formas buenas y tres malas (que son la degeneración de las anteriores).

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