Racionalismo, Empirismo e Idealismo Trascendental: Un análisis comparativo de Descartes, Hume y Kant

Racionalismo y Empirismo

El racionalismo, junto con el empirismo, constituyen las bases de la filosofía del siglo XVII en Europa. El conocimiento científico se convierte en el tema central, y el método para alcanzarlo preocupa a todos los pensadores de la época. En ambos movimientos, la razón es sinónimo de objetividad. Sin embargo, en el racionalismo, la razón es de carácter matemático y se desarrolla en un plano teórico, mientras que en el empirismo, la razón es empírica y se desenvuelve en un plano práctico y sensorial.

René Descartes, iniciador del racionalismo, centra su filosofía en Dios, el alma y el mundo. El método científico, aplicado a la filosofía, da lugar a un camino puramente racional, donde la experiencia pierde relevancia. En el conocimiento científico racionalista, la única fuente válida y origen de los conceptos es la razón.

El racionalismo toma como modelo de conocimiento la geometría y la aritmética. Los sentidos, considerados engañosos, pierden valor. Las ideas son innatas, percibidas directamente por el entendimiento. Dios garantiza el valor real del conocimiento científico o matemático. Así, la metafísica se concibe como otra ciencia racional.

El empirismo inglés, segundo gran movimiento de la Filosofía Moderna, abarca finales del siglo XVII y el siglo XVIII. Sus representantes son Bacon, Hobbes, Locke, Berkeley, Hume y Newton.

El empirismo se centra en el carácter referencial que tiene la física con la realidad, exaltando la experiencia (empeiria) de los sentidos, de ahí su nombre. Desprecia el valor de la razón como fuente de conocimiento y toma como ciencia modelo la física. A diferencia del racionalismo, no cree en las ideas innatas, sino que las ideas se obtienen a través de la experiencia. Propone el empleo de argumentaciones inductivas, que van de lo particular a lo general, y desconfía de los razonamientos deductivos. De ahí su crítica a la metafísica, que pretende la demostración de aquello que está más allá de la experiencia.

Giro copernicano

Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento mediante una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico pasó del sistema geocéntrico al heliocéntrico. Kant considera que en filosofía es necesaria una revolución similar: explicar el conocimiento no desde el objeto, sino desde el sujeto.

Para Kant, el conocimiento es un «compuesto«. No todo proviene de la experiencia, de lo empírico, de las impresiones (materia del conocimiento o a posteriori), sino que también hay una elaboración posterior por nuestra facultad de conocer (forma del conocimiento o a priori). Lo a priori, la forma del conocimiento, es objeto de estudio de la investigación transcendental. Hay algo que se nos da (a posteriori) y algo que nosotros ponemos (a priori); de la unión de ambos surge el fenómeno, la cosa conocida. Por esto, Kant afirma que no es el pensamiento el que se adapta a las cosas, sino al revés, lo que constituye su «giro copernicano«.

La investigación transcendental averigua qué condiciones debe cumplir cualquier conocimiento científico y si se cumplen en la metafísica.

Ilusión trascendental

En la Dialéctica Trascendental, última parte de la Crítica de la Razón Pura, Kant analiza si las ciencias de la metafísica especial o racionalista (Psicología Racional, Cosmología Racional y Teología Racional), así como sus cuestiones, constituyen un conocimiento científico. Las ideas de hombre, cosmos y Dios, correspondientes a las tres sustancias de la metafísica racionalista, interpretan deductivamente la realidad, alejándose del modelo de la ciencia rigurosa.

Kant explica que no hay ciencia más allá del fenómeno, conformado por los principios formales a priori y los elementos a posteriori (la experiencia). Solo así se puede hablar de conocimiento científico.

La Dialéctica Trascendental es una «crítica del entendimiento y la razón en atención a sus pretensiones de suministrarnos conocimientos de las cosas en sí (noúmenos) y de las realidades suprasensibles». Kant la entiende como una «lógica de la ilusión». Determina las ideas trascendentales de la razón pura y sus funciones legítimas: el alma como síntesis de nuestras vivencias, el mundo como síntesis de todo lo existente y Dios como síntesis suprema. El entendimiento se ocupa de los fenómenos y los unifica en juicios; la razón pura unifica los conceptos y juicios del entendimiento en un principio superior. No puede demostrar las ideas metafísicas universales (como Dios), pero tampoco rechazarlas, pues se ha hecho sitio para creer en ellas.

Imperativo categórico

La actividad racional humana no se limita al conocimiento. El hombre necesita saber cómo obrar: la razón tiene un uso teórico (conocer cómo son los objetos, emitiendo leyes científicas) y un uso práctico (conocer cómo debe ser la conducta, formulando imperativos).

Un imperativo moral es un mandato que nos dice qué debemos hacer. Kant critica las éticas previas, considerándolas prácticas y materiales, basadas en imperativos hipotéticos que nos dicen qué hacer para conseguir algo. Según estas teorías, conseguimos un fin (felicidad, placer) si cumplimos ciertos principios. Para Kant, no hay moral verdadera si la motivación no se ajusta al deber. Estas éticas no formulan leyes universales, pues sus objetivos no afectan a todos por igual.

Kant defiende una ética formal, sin contenido, universal, basada en imperativos categóricos. La voluntad es autónoma, pues crea la ley moral, que tiene validez universal. Los imperativos hipotéticos (ej.: si quieres aprobar, estudia) nos ayudan en un contexto y condicionan la voluntad; los categóricos (ej.: debes hacer lo correcto) son válidos en cualquier situación.

Contrato social

Kant, dentro del contractualismo, da un significado peculiar al contrato originario (contrato social). Es una idea que representa el paso del estado de naturaleza (inseguridad, donde se sigue la propia voluntad sin tener en cuenta la de los demás) al estado civil (sumisión a una autoridad común), pero no es un hecho.

La fundamentación racional del Estado, en Kant, excluye su dependencia del consenso individual, un hecho empírico supeditado a fines e intereses. Se trata de un Estado republicano, no democrático. El contrato originario es una idea que determina cómo debe administrarse el Estado: una norma para la legislación, el gobierno y la justicia. Contiene un imperativo: legisla de tal manera que tus leyes pudieran haber emanado de la voluntad unida del pueblo.

En el Estado republicano, el soberano actúa en nombre del pueblo y se atiene a la norma del contrato originario, expresando en sus decisiones la voluntad del pueblo.

Comparación entre Descartes, Hume y Kant

Descartes, Hume y Kant pertenecen a la modernidad. Abandonaron la preocupación metafísica ante el avance científico. Descartes busca la certeza subjetiva, dando un método a la razón (inducción y deducción) con reglas: criterio de verdad, análisis, síntesis, enumeración y revisión. Parte de una verdad absolutamente cierta, no aceptando nada que genere duda.

Hume busca la certeza objetiva, criticando la metafísica: desmonta el principio de causalidad y toma como criterio de conocimiento las impresiones como origen de toda idea. Critica la metafísica como ciencia de Dios, el alma y el mundo. La razón es indiferente a estos temas, pues no son científicos, sino basados en la necesidad humana de cuestionar aspectos no científicos.

Descartes y Kant son idealistas. Descartes encuentra en la razón contenidos innatos, claros y distintos, sin dudas. Kant considera el conocimiento como origen de la experiencia sensible, con elementos a priori que le dan sentido. Lo a priori no es innato, sino independiente de la experiencia, apareciendo con ella. Surge el giro copernicano: el sujeto conforma los objetos a su modo de conocer, justificando la universalidad y necesidad del conocimiento científico, evitando el fenomenismo de Hume (el conocimiento como conjunto de impresiones e ideas, sin que la realidad sea causa de las impresiones).

Hume no es innatista: no hay contenidos mentales previos a las impresiones. Las impresiones generan ideas gracias a la imaginación y la memoria. Las ideas de la memoria son más fieles a las impresiones que las de la imaginación. Su criterio de verdad: sin impresiones no hay ideas; para el conocimiento, debe haber impresiones.

Descartes es racionalista: el conocimiento científico y matemático solo es posible si se cumple el principio de certeza y las reglas de la deducción. Hay dos tipos de conocimiento: ideas innatas y lo cuantificable matemáticamente. Hume es empírico: el conocimiento proviene de la experiencia (impresiones e ideas). Desmonta el principio de causalidad. Si este no tiene valor ontológico, no hay certeza científica, solo creencia, y caemos en el fenomenismo. No son posibles ni la metafísica ni la ciencia.

Para el idealismo trascendental de Kant, el conocimiento científico es posible, pues su universalidad y necesidad están garantizadas por las formas a priori. La metafísica es posible como investigación trascendental de las condiciones de posibilidad del conocimiento. Hay juicios analíticos, sintéticos a posteriori (cuestiones de hecho en Hume) y sintéticos a priori (usados por la ciencia, amplían la experiencia).

Opinión personal

Coincido con Kant en muchos aspectos, pero no en la división social entre ciudadanos activos y pasivos, que puede generar desigualdad y problemas, llevando a la corrupción y la represión. Estoy de acuerdo con su concepto de ley moral como imperativo categórico, relacionado con el deber, especialmente para quienes tienen responsabilidad pública. Si se cumpliera, no habría corrupción, guerras ni engaños. Sin embargo, somos imperfectos, lo que lo hace imposible.

Respecto a la dialéctica kantiana, coincido en que al intentar conocer lo que está más allá de la experiencia sensible (noúmenos) caemos en el error. La historia muestra que, desde la antigüedad, el ser humano pretende conocer realidades no presentes (ej. vida en otros planetas) sin conocer del todo la propia, centrándose en lo desconocido.

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