Teoría del Conocimiento de Platón: El Mundo Sensible y el Inteligible

Teoría del Conocimiento de Platón

El Mundo Sensible y el Mundo Inteligible

Sobre la relación entre el mundo sensible y el mundo inteligible, Platón argumenta que la presencia de las cosas presupone la existencia de las ideas. Nos encontramos con las cosas, pero solo las comprendemos en la medida en que las ideas intervienen en ellas. Platón desarrolla esta idea a través de un mito: el alma contempló las ideas en una vida anterior, pero su unión con el cuerpo se entiende como una caída. Prisionera en el cuerpo, el alma se encuentra a merced de lo sensible y olvida la verdad, pero existe la posibilidad del recuerdo. En presencia de una cosa, el alma puede recordar la idea correspondiente; el conocimiento, por tanto, es reminiscencia. Este mito nos recuerda la influencia de la religión pitagórica en Platón y la importancia de la inmortalidad del alma en su filosofía. La reflexión que debemos hacer sobre este mito es que el alma, la capacidad intelectual del ser humano, debe tener una dimensión inteligible; no puede ser un mero órgano sensible: el alma debió pertenecer al mundo de las ideas.

Si afirmamos que en presencia de las cosas, el alma recuerda las ideas, es porque admitimos que hay una presencia, un ser, en cierto modo, de la cosa, del cual es como imitación y participación de la idea. ¿Cómo se concilia esto con la tesis de que la cosa “propiamente no es”? Es evidente que en algún sentido sí es. Platón propone que el mundo de las cosas (mundo sensible) ha sido creado por un artesano (Demiurgo), que tiene como modelo el mundo de las ideas. Sin embargo, no puede crear un mundo idéntico al de las ideas, sino solo lo más parecido posible, porque no crea el mundo de la nada (como en el Cristianismo), sino con algo que aparece como puramente negativo, como puramente limitante, lo opuesto a la idea (la ananké).

El Conocimiento como algo Infalible y Real

Para Platón, el conocimiento es algo alcanzable, infalible y que trata sobre lo real. Ni la percepción sensible ni la creencia verdadera poseen estas características, por lo que no son verdadero conocimiento. Platón acepta de Protágoras la relatividad de los sentidos y de la percepción sensible. También acepta de Heráclito la idea de que los objetos de la percepción sensible están en constante cambio, y por ello no pueden ser objetos del verdadero conocimiento. El objeto del verdadero conocimiento debe ser estable, permanente y susceptible de una definición clara y científica. Si examinamos los juicios con los que podemos alcanzar el conocimiento de lo esencialmente estable, encontramos que son juicios que versan sobre conceptos universales: la definición se refiere al universal. De ahí que el verdadero conocimiento sea el de lo universal. El conocimiento del universal supremo será el conocimiento más elevado, mientras que el conocimiento de lo particular será el grado más bajo de conocimiento. Platón distingue los grados o niveles del conocimiento, según los objetos sobre los que versa, en el famoso pasaje del “símil de la línea”.

Doxa y Episteme

El desarrollo de la mente humana, desde la ignorancia hasta el conocimiento, atraviesa dos campos: el de la doxa (opinión) y el de la episteme (ciencia). Solo este último puede considerarse verdadero saber. ¿Cómo se diferencian estas dos funciones de la mente? La diferencia radica en los objetos sobre los que versan. La doxa se ocupa de las imágenes sensibles, mientras que la episteme, al menos en su forma de noesis, se ocupa de los originales o arquetipos (archai o ideas).

Si se pregunta qué es la justicia y se indican ejemplos particulares imperfectos de justicia (por ejemplo, la de un país determinado), el estado mental de la persona a la que preguntamos es un estado de doxa: ve las imágenes o copias de la justicia ideal y las toma por el original. En cambio, si una persona posee una noción de la justicia en sí misma, de la idea universal de justicia, en comparación con la cual deben ser juzgados todos los ejemplos particulares, entonces el estado de su mente es la episteme. La línea no está dividida solo en dos secciones; cada sección se subdivide a su vez. Hay dos grados de episteme y dos de doxa.

Grados de Doxa

El grado más bajo de la sección de la doxa, el de Eikasía, tiene como objeto las imágenes, las sombras y los reflejos; es un conocimiento de apariencias. Si a la pregunta sobre la justicia alguien responde con algo que no está de acuerdo con la justicia empírica, su estado es el de Eikasía. Por otro lado, el estado de la persona que toma por justicia la ley de Atenas es un estado de pistis (fe). Los objetos de la sección de la pistis son los objetos empíricos: “los animales que nos rodean y todo el universo de la naturaleza y el arte”. Quien juzga que la naturaleza exterior es la verdadera realidad y no ve que es una copia más o menos irreal del mundo invisible, solo tiene pistis.

Grados de Episteme

¿Cómo se diferencia la noesis de la dianoia? El objeto de la dianoia es aquello que el alma se siente impulsada a investigar con la ayuda de las imitaciones de los segmentos anteriores, que emplea como imágenes partiendo de hipótesis y avanzando no hacia un primer principio, sino hacia conclusiones. Platón habla aquí de las matemáticas, pues los geómetras suponen triángulos, etc., como cosas conocidas, y adoptan estos materiales como hipótesis. Después, valiéndose de gráficos, razonan en busca de una conclusión, pero sin interesarse por los objetos matemáticos en sí mismos. La dianoia es un razonamiento discursivo que, aunque trata con lo inteligible (ideas matemáticas), está orientado hacia lo sensible, ya que utiliza imágenes como hipótesis y llega a conclusiones. Se trataría de un conocimiento intermedio entre lo sensible y lo ideal, que se correspondería con las ciencias prácticas. La noesis, la verdadera episteme, partiría de los objetos de la sección de la dianoia, pero los superaría y se remontaría hasta los primeros principios, las ideas. En este proceso no se utilizan imágenes como en la sección de la dianoia, sino que se procede a partir de las ideas mismas, es decir, mediante un razonamiento estrictamente abstracto y conceptual. Este proceso se denomina Dialéctica y es el método filosófico que Platón emplea.

La Dialéctica como Método Filosófico

La Dialéctica (noesis) es más profunda que las ciencias discursivas (dianoia) porque investiga los supuestos que la dianoia adopta como hipótesis (“la Dialéctica es destructora de hipótesis”) y los hace derivar de sus auténticos principios. Por otro lado, como no fragmenta la realidad en su investigación, sabe apreciar la unidad de los distintos saberes: es un saber de lo universal y de la totalidad, ya que percibe la unidad de lo opuesto. Este tipo de saber supera el razonamiento discursivo y deductivo de las ciencias prácticas y recurre a la intuición intelectual. Si definir algo es recurrir a un género superior y establecer la diferencia específica, el conocimiento del principio supremo (la idea de Bien) no se puede realizar recurriendo a una idea más alta. Una vez comprendidos con claridad los primeros principios, la mente desciende hasta las conclusiones que de ellos se derivan valiéndose ya tan solo del razonamiento abstracto y no de imágenes sensibles. Los objetos que corresponden a la noesis son los archai (las ideas), los primeros principios. No se trata meramente de principios epistemológicos (del conocimiento), sino que son también principios ontológicos (son el auténtico ser).

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