El Principio Intelectual Humano
La Capacidad de Razonar y Elegir
Lo propiamente humano es la capacidad de darse a sí mismo fines y de elegir los medios para llevarlos a cabo, como explicó Tomás de Aquino. El hombre, para vivir, necesita razonar. En el hombre, el pensamiento es tan radical y tan natural como la biología, y por eso la biología humana solo se entiende desde la condición intelectual del hombre.
En este sentido, resulta interesante la frase de Aristóteles: “el hombre piensa porque tiene manos”. Durante milenios, los seres humanos pensaban que el sol giraba alrededor de la tierra, hasta que se comprobó. En este punto, la frase clave de la filosofía: “resulta que es al revés”.
Los hombres podemos ponernos en el lugar de la realidad para comprenderla; esta actividad es específicamente racional. Así se explica que el hombre esté abierto a la totalidad del universo e incluso emita juicios de valor sobre el origen del cosmos.
El Cuerpo Humano como Expresión de la Racionalidad
El cuerpo humano puede expresar nuestra racionalidad. Existe una gran unidad entre el cuerpo humano y la inteligencia. El lenguaje articulado revela la comprensión de las propiedades esenciales de las cosas. El cuerpo humano no es uniformemente significativo. La mirada es una de las características más significativas del cuerpo. En la mirada, la persona se retrata.
Una manifestación específicamente humana es hablar. La palabra surge para ser compartida. La palabra expresa lo que el hombre es a la vez que configura su modo de ser.
La Importancia de la Veracidad
De ahí, por ejemplo, la importancia de la veracidad: la coherencia entre pensamiento, palabra y acción. La visión que nos parece más adecuada es aquella en la que forma intelectual y materia están sustancialmente unidas en la naturaleza humana. En realidad, solo existen cuerpos animados; solo hay un cuerpo si está formalizado por el alma. El cuerpo del hombre es un cuerpo racionalizado, del mismo modo que el principio intelectual humano es en el cuerpo.
El Alma Humana
En la tradición aristotélica, el alma es el principio vital de los seres vivos; es un concepto metafísico unido a la biología, pues designa a lo que constituye a un organismo vivo como tal. Es la forma sustancial del ser vivo de la que se deriva un principio configurador de orden, un centro de control o estrategia de evolución del organismo. En el ser humano, existe la singularidad de una “programación” que alberga capacidades como la inteligencia y la voluntad.
Cuando un alumno me hace una pregunta sobre si realmente existe el alma, suelo decirle: me han llegado tus ondas sonoras, que provienen de tus cuerdas vocales, activadas por un impulso nervioso que proviene de tu cerebro. Pero eres tú mismo, con tu propia voluntad, quien me ha formulado esta pregunta. Ese núcleo personal, que despliega sus capacidades a través de unos complejos sistemas fisiológicos, no se reduce a fisiología y es el alma racional. Ciertamente, los aspectos fisiológicos son imprescindibles, pero no constituyen toda la realidad.
La Inteligencia y las Ideas Inmateriales
Recordaremos el ejemplo de un niño que hace un castillo de arena en la playa. Con maña, sería capaz de mezclar la arena con el agua y dar forma a un castillo. Pero si ese chaval quisiera que en el interior de su castillo tuviera luz, tendría que buscar una pila y una bombilla; no puede sacar luz de la arena mojada. Algo parecido podemos encontrar en la relación que existe entre su organismo y su psique racional. La inteligencia es capaz de entender ideas inmateriales; de hacer no solo signos, sino símbolos, que son representaciones personales de aspectos de la realidad.
La Psique y la Materia
La materia por sí sola no puede tener vida porque esto supone un programa inteligente que remite a la noción de psique o alma. Con mayor motivo, la materia no es capaz de hacer ninguna de las funciones espirituales citadas. La psique o alma humana no se justifica desde la materia. La única respuesta razonable es que proviene de una fuerza espiritual superior y creadora, que infunde la psique racional, unida sustancialmente a un cuerpo que puede expresar racionalidad y moralidad.
La Inmortalidad del Alma
Respecto a la inmortalidad del alma humana, recordaremos lo que decían dos sabios de la antigüedad griega. Aristóteles afirmaba que todas las actividades de los vegetales y de los animales tienen la finalidad de mantener en vida al propio organismo. Sin embargo, el hombre hace muchas cosas que no se encaminan al mantenimiento de la vida corporal, como puede ser hablar con un buen amigo o estudiar filosofía.
Por esto, es razonable pensar que el alma humana –principio motor– continúe existiendo de alguna manera después de la muerte del organismo. Platón sostenía que si el alma es capaz de captar ideas inmateriales, como verdad o bondad, es porque debe de tener un modo de ser semejante a ellas; es decir, inmaterial, incorruptible y, por lo tanto, inmortal.
El Amor
El Amor Verdadero
La persona es libre para configurar su vida, pero conviene recordar que todo ser humano es dotado de sentido desde fuera de sí mismo. Cuando la persona se sabe querida por alguien que le importa, tiende a corresponder; en ocasiones, con el don de su vida. El amor es una realidad con muchos aspectos, que es entendida de muchas maneras. Por esto, es conveniente decir que el amor es verdadero cuando nos hace ser mejores personas.
Amor de Benevolencia y Amor Necesidad
El amor de benevolencia –querer bien– consiste en querer a la otra persona, en afirmarla. J. Pieper (1904-1997) ha dicho que amar a una persona es como decirle: “es bueno que existas”. También podemos llamar a la benevolencia “amor don”. A las personas hay que tratarlas como fines en sí mismas, no debemos instrumentalizarlas, tal y como decía Kant.
Sin embargo, también existe la inclinación a la propia realización y plenitud, que puede llamarse amor necesidad. Ambos amores no tienen por qué oponerse; bien entendidos, se complementan, pues nadie da de lo que no tiene. El amor bueno considera a la persona amada en sí misma, y no solo por la satisfacción que traiga consigo al que ama. El amor don, o de benevolencia, refuerza y transforma el amor necesidad.
Afectos y Efectos del Amor
El amor es un acto de voluntad acompañado o no por un sentimiento de mayor o menor intensidad. Tal sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor, puede llamarse efecto. El amor está formado por afectos –fruto del corazón– y efectos –fruto de la voluntad–. El amor, cuyo gozo no es necesariamente incompatible con el sufrimiento, es la forma más profunda de realización humana. Cuando alguien a quien valoramos nos quiere, activa y aporta sentido a lo más profundo de nuestro ser. El amor hace que la vida merezca la pena.
Para el filósofo Rafael Alvira, “el amor es la vida de la voluntad que mantiene definidamente la afirmación que se hizo de la elección. El amor supone, día a día, reafirmar la elección”. El acto de amor transforma lo bueno y lo verdadero en hermoso. Quien se sabe querido se sabe valioso. De este modo, puede amar el mundo haciéndolo mejor.
Hombre y Mujer
Complementariedad y Diferencias
La diferencia entre hombre y mujer tiene una evidente razón de complementariedad. Una complementariedad que, con frecuencia, mueve a la atracción y a la alegría. Existe una dimensión física, psíquica y espiritual en los distintos sexos. La mujer suele tener una mayor capacidad de escuchar; en este sentido, tiene una condición más contemplativa que el hombre. El hombre tiende a ser más activo, más emprendedor. La mujer llega con más facilidad a captar el fondo de la persona del hombre.
Al hombre le cuesta más, porque se deja conmover por el aspecto físico de la mujer. Es curioso contrastar cómo, aunque el hombre tiene mayor fuerza física, la mujer posee, con frecuencia, un mayor aguante ante las adversidades. La distinción hombre-mujer no es algo gradual; es decir, contiene distinciones profundas, siendo ambos poseedores de la misma dignidad.
La Condición Propia y el Materialismo
La condición propia no es solamente lo que fundamenta la feminidad o masculinidad, sino el propio ser natural sexuado de cada persona. Las posturas materialistas, al pretender eliminar el espíritu, reducen la distinción hombre-mujer a elementos bioquímicos y afectivos. El atractivo físico, psicológico y afectivo se ordenan al atractivo personal. La persona es el ser que elige sus propios fines y –por tanto– el ser que puede ser querido por sí mismo; no por el beneficio que dé.
La Mutua Donación
Lo más genuino del espíritu humano, el núcleo de la persona, consiste en su capacidad de salir de sí mismo, de darse. En relación con este motivo, la mutua donación del hombre y la mujer lleva inscrita la posibilidad de generar nuevas vidas.
Texto de Chesterton
La Cavilación Cristiana y la Familia
La cavilación cristiana es la que da más prioridad al más necesitado (niño). Las grandes ciudades se prestan más al anonimato. Las comunidades pequeñas te obligan a relacionarte con casi todo el mundo y a procurar llevarte bien con todos. Lo que me toca es muy importante, aunque no lo elija yo. Mi prójimo (mi próximo) representa a toda la humanidad. Llevarse bien con la propia familia es buscar el bien de la humanidad.
La realidad tiene límites que no hemos elegido y con los que nos realizamos como personas. De todas las realidades, la familia, con sus límites, es lo más importante. Sujetarse a los vínculos de la familia con un sentido sacrificado, alegre y profundamente personal da sentido a la propia vida.