Libertad, Ilusión Trascendental e Imperativo Categórico en la Filosofía Kantiana
Libertad
La libertad es la tercera de las antinomias de la Crítica de la Razón Pura. Se puede demostrar tanto que somos libres como que todo está determinado. El determinismo es propio del fenómeno, mientras que la libertad es propia del noúmeno. La libertad, fuera de los límites del saber humano, ocurre con otras ideas de la razón, como la idea de Dios. La libertad aparece como un postulado. Es imposible demostrarla, pero si no la suponemos, toda nuestra vida moral se vuelve un sinsentido, pues no podríamos atribuir a nadie responsabilidad. La libertad está relacionada con las formulaciones del imperativo categórico: «Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma, mediante su máxima, como legisladora universal». Para Kant, la libertad es un derecho natural que corresponde a todo individuo. Defiende la libertad política positiva, por la cual cada individuo se convierte en colegislador. El concepto de libertad jurídica no expresa desobediencia civil, puesto que Kant consideraba que la sumisión al poder del Estado era una condición necesaria. Para evitar excesos de los gobernantes, confía en la libertad de expresión.
Ilusión Trascendental
La razón no conoce, sino que piensa. Conocer es lo que hace el entendimiento en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares conceptos generales. Hay dos elementos necesarios: concepto y experiencia. Pensar consiste en organizar los conceptos encajando uno dentro de otro según sean más o menos universales. El resultado son los conceptos universalísimos que Kant llama ideas de la razón:
- Alma: conjunto de sentimientos acerca de los fenómenos de la experiencia interna.
- Mundo: conjunto de conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia externa.
- Dios: síntesis de ambos.
La totalidad de los fenómenos no nos da a conocer nada, pues para ello necesitaríamos tener alguna intuición de las ideas de la razón. Por lo tanto, la metafísica es imposible porque el límite de nuestros conocimientos es la experiencia sensible. El hombre posee una tendencia natural a preguntarse: ¿Quién soy? ¿Qué sentido tiene el mundo?… a pesar de ser conscientes de que nunca podrá obtener una respuesta. A esta la llamamos ilusión o engaño trascendental. No podemos conocer las ideas, pero podemos atribuirles un uso regulativo en dos sentidos:
- Negativo: señalan los límites del conocimiento.
- Positivo: impulsan a organizar los conceptos del entendimiento.
Así, la libertad se pregunta: ¿Qué sentido tienen el deber, la culpa, la responsabilidad si no somos libres? La inmortalidad del alma: la naturaleza ha puesto la tendencia al deber, pero el hombre es un ser limitado por el deseo, el egoísmo… como garantía de la posibilidad de un progreso indefinido en la virtud. Existencia de Dios: la virtud consiste en la intención y la lucha por someterse al deber. La felicidad queda excluida como acción moral, pero no como premio. Dios, inmortalidad y libertad son noúmenos. Son indemostrables e incognoscibles. Los postulados nos permiten creer con una fe racional. En definitiva, el resultado de las dos primeras críticas es suprimir el saber para dejar sitio a la fe.
Imperativo Categórico
Kant se ocupa del tema de la moral en su obra Crítica de la Razón Práctica. Busca en la ética el fundamento de una ley universal. Por ello, los imperativos morales pueden ser de dos tipos:
- Máxima: principio subjetivo de acción.
- Leyes prácticas: principios objetivos y universales.
Las leyes morales se hallan del lado del deber moral. El deber moral es un hecho del que cualquiera es consciente. Solo somos libres cuando obedecemos a la ley moral que dicta el deber. Cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos, estamos siendo determinados. No hay nada bueno ni malo, salvo una buena o mala voluntad. Kant distingue entre obrar por respeto al deber y conforme al deber. El Estado nos exige obrar conforme al deber, pues su ámbito es el de la legalidad. Solo vale guiarse por los principios de la moral formal y el imperativo categórico. Hay dos clases de moral:
- Moral material: Es material cuando sus imperativos nos dicen qué tenemos que hacer y qué fin obtendremos. Los imperativos de esta moral son siempre hipotéticos. Por ello, el imperativo solo obligaría a los que aceptan el fin, pero no a los que lo acepten como algo deseable. Estos imperativos son siempre empíricos o materiales, ya que solo mediante la experiencia se puede determinar cuáles son las normas. La experiencia no puede fundamentar una afirmación universal. Las morales materiales incluyen leyes y máximas.
- Moral formal: Es aquella en la que no se propone ningún fin concreto ni norma alguna. Es a priori, pues es ajena a la experiencia. Por ello, se formula mediante el imperativo categórico y es autónoma. La moral formal contiene un único imperativo: el imperativo categórico. Se trata de un imperativo categórico porque no está sometido a condición alguna, y es formal, ya que no expresa lo que hay que hacer. Lo único que dice es que, para que una máxima personal de conducta pueda ser considerada como un deber moral, es preciso que yo pueda querer que se convierta en universal, pues lo que yo considero un deber para mí es un deber para todos.