Primera parte: La regla fácil
La justicia según el vicario
El vicario afirma que obrando de buena fe, con la simplicidad del corazón, no se puede ser culpable de ningún crimen. Introduce la idea de que la justicia está más ligada a las intenciones y los sentimientos que a los actos y sus consecuencias. Según la voluntad kantiana, podemos perjudicar a alguien con la intención de beneficiarnos; por tanto, son las intenciones las que deben evaluarse.
El camino del vicario hacia la fe
El vicario relata cómo llegó a convertirse en hombre de Dios, pero que le resultó complicado serlo, ya que iba en contra de las condiciones del hombre natural. Caracteriza la conciencia como un principio de justicia en el hombre natural. El vicario saboyano representa ese principio natural de justicia presente en todos los hombres: la bondad originaria (el hombre es bueno por naturaleza).
Escándalo, duda y dogmas
Tras problemas de escándalo sexual, afirma haberse equivocado al ordenarse sacerdote porque había prometido más de lo que podía cumplir como hombre de Dios. Introduce la noción de la duda práctica y la compara con la duda cartesiana: la primera se presenta como un tormento existencial, mientras que la segunda es de raíz teórica. Como es un estado de turbación, no puede instalarse en ella de buena fe, porque no es posible ser escéptico o dudar de buena fe. También señala que no podemos creer en todos los dogmas de una doctrina si rechazamos uno; al rechazar uno, los rechazamos todos.
La crítica a los filósofos
El vicario critica a los filósofos, de los cuales dice que solo buscan su propio beneficio y reconocimiento social, no la verdad. Afirma que todo consiste en ser ateo con los creyentes y creyente con los ateos. Plantea que debemos limitarnos a lo que nos concierne e interesa, y consultar la luz interior (conciencia) para diferenciar lo justo de lo injusto.
La regla fácil: la conciencia
El vicario pretende haber hallado una regla fácil: admitir como verdaderos los principios que no pueda admitir la conciencia, la cual se relaciona con los sentimientos. La conciencia es racio-sentimental: la razón demuestra que somos seres libres, y los sentimientos básicos son el amor de sí y la piedad. La conciencia se utiliza solo para aquello que nos concierne, y para saber qué nos concierne, el vicario aconseja consultar la luz interior, un principio innato de justicia y virtud. Esta regla no dispone de la vana sutileza de los argumentos.
Segunda parte: Razón y sentimiento
La existencia y el mundo
Se cuestiona la existencia y el mundo, y cómo podemos juzgar las cosas. Rousseau se remite a la distinción entre las causas y las sensaciones: las sensaciones están en mí y son causadas desde fuera. Puedo afirmar mi existencia, que es evidente, y también la existencia del mundo. El vicario afirma que la materia es tanto lo que constituye los objetos del mundo como lo que afecta a mi sensibilidad.
El ser activo e inteligente
Se define como un ser activo e inteligente porque puede comparar, juzgar y diferenciar. Es un ser activo porque percibimos, comparamos y juzgamos conjuntamente. No percibimos sensaciones aisladas, sino un objeto concreto que reúne estas sensaciones. Un ser inteligente puede dar sentido a las palabras, puede comparar, y es el único que puede conjugar su capacidad de juicio con su sensibilidad.
El error en los juicios
Se pregunta por qué nos equivocamos en nuestros juicios. El sentimiento no yerra; puede no ser cierto lo que siento, pero es cierto que siento lo que siento. El error está en mí, no en las cosas. Estaremos más seguros de no errar si confiamos en el sentimiento, ya que al mezclarlo con la razón, erramos. Consultar la sinceridad de nuestro corazón, la conciencia, presupone que todo ser humano es competente por sí mismo. El culto al corazón pertenece a la religión natural, porque está relacionada con la conciencia. Por tanto, la conciencia es más sentimiento que juicios.