La Transmutación de los Valores
La Muerte de Dios y la Necesidad de Nuevos Valores
Nietzsche, tras haber llevado a cabo su crítica a la metafísica y a los valores morales occidentales, se adentra en lo que podría ser considerada como su aportación positiva a la filosofía: la propuesta del superhombre y la transmutación de los valores. La muerte de Dios significa reconocer la falsedad de los valores que afirmaban la virtud, la justicia o el amor al prójimo.
La cultura occidental ha ido sustituyendo progresivamente a Dios por otras instancias como la razón o la ciencia. No obstante, Nietzsche cree que el hombre debe dar un paso más y aprovechar la muerte de Dios para rematar esos valores que intentaban anclarse ahora en un planteamiento inmanente de la historia, según el cual el ser humano tiende hacia una sociedad ilustrada y asentada en la razón y en los valores que de ella emanan como puntos de referencia.
Estos valores, a fin de cuentas, serán los mismos que se alimentaban de creencias trascendentes, y son contemplados por Nietzsche como una nueva forma en la que el hombre renuncia a su voluntad de poder, si se quiere, aún más peligrosa y sibilina, pues puede pasar más desapercibida. Según ello, seguirán siendo los débiles los que marquen el destino del espíritu humano y se hubiese perdido la gran oportunidad de una regeneración.
Ante esto, hay que aprovechar que el hombre ha certificado la defunción de Dios, para superar de manera definitiva ese nihilismo pasivo al que se encontraba abocado, negar todos y cada uno de los valores imperantes, incluida la razón como valor absoluto, y propiciar la generación de una nueva forma de valorar, que se centre en un “sí” a la vida, en una reafirmación de la voluntad de poder.
La Voluntad de Poder y el Devenir
La vida es un devenir constante, con una lucha incesante entre fuerzas antagónicas, donde nada permanece, todo es puro acontecer y sólo resulta interpretable desde la voluntad de poder, la voluntad de superación constante, de vivir más, no desde el raciocinio, que aniquila el espíritu trágico con el que debe afrontarse. Donde hay vida hay voluntad de poder, de querer, de desear la vida tal cual es.
Se trata de la transmutación de los valores, que, según Nietzsche, está al alcance sólo del “Superhombre” (Übermensch).
El Camino hacia el Superhombre: La Metáfora de Zaratustra
En su obra “Así habló Zaratustra” (1883), Nietzsche expuso de manera metafórica la génesis que conducirá al espíritu humano a la altura del Superhombre:
El Camello: La Obediencia y la Renuncia
La fase en la que el espíritu se torna en “camello”, animal de carga que simbolizará la obediencia y la mansedumbre. El camello es un animal con mucha fuerza, pero toda esa fuerza la utiliza únicamente para servir a su amo, mucho más débil que él, ante el cual debe arrodillarse para ser cargado. Con esta metáfora, Nietzsche quiere exponer el grado de humillación y de renuncia a la voluntad de poder, el grado de profundidad que alcanza el nihilismo a la sociedad occidental, al asumir, de buen grado, una vida sacrificada hasta el extremo.
El León: La Destrucción de los Valores Establecidos
La fase en la que el espíritu se torna en “león”, animal fuerte, fiero, depredador, que sólo atiende a sus propios instintos. El león simboliza la fase negativa, aquella en la que el hombre se lanza a la destrucción de los valores establecidos, siguiendo su propio criterio individual, sin atender a convenciones o tradicionalismos. Se trata del momento en el que el “tu debes” kantiano es sustituido por el “yo quiero”. Pero el león no es todavía creador de valor alguno; se precisa para poner en franquicia la última transformación del espíritu.
El Niño: La Creación de Nuevos Valores
El león se convierte en niño. Es aquí cuando el espíritu humano consigue comprender el auténtico sentido que puede poseer la vida. La vida es un juego y como tal debe ser disfrutada. Por eso ve Nietzsche en el espíritu que alumbra al niño el que reúne todas las “virtudes” necesarias para disfrutar sanamente de la vida: sin remordimientos ni rencores, con total inocencia, sin pretensiones instrumentales, con una risa sincera, con un afán exclusivamente lúdico, que persigue tan sólo el disfrute del ser como fin en sí mismo.
Éste será el momento de la creación de los nuevos valores que saludarán la vida en todo su esplendor, tal y como Nietzsche la entiende, en su plena dimensión trágica. El momento en el que se culmina la transmutación y se abren nuevos horizontes para el hombre, un hombre que habrá dejado atrás las miserias del hombre occidental, encorsetado por los prejuicios metafísicos y morales que la tradición le había transmitido. Será el momento que Nietzsche reserva al superhombre (Übermensch) para que dé comienzo a una nueva era.