La Libertad Radical del Ser Humano
Sartre sostiene que cada uno de nosotros crea su propia esencia a través del ejercicio de la libertad, una capacidad que sus predecesores filosóficos habían negado al ser humano. Esta afirmación rompe con la concepción tradicional del hombre y requiere, como mínimo, poner en duda la existencia de Dios. Para Sartre, la única esencia primaria del hombre es la libertad, la cual implica la ausencia de una esencia predefinida y permanente.
Casi toda la filosofía de Sartre se dedica a definir esta libertad radical. Para él, el hombre es completamente libre en cada momento de su vida. En su obra magna, El ser y la nada, Sartre busca convencernos de la omnipresencia de la libertad y argumenta que intentar eludir la responsabilidad que esta conlleva es un acto de mala fe.
Ejemplo: Los Excursionistas
Un grupo de excursionistas en los Alpes decide subir a la cima de una montaña. De pronto, descubren que ha habido un derrumbe y el camino ha quedado bloqueado por una roca gigante. Uno de los excursionistas se lamenta de no haber logrado su objetivo. Otro, en cambio, comienza a preguntarse por qué se ha desprendido la roca, dejando de ser un excursionista para convertirse en geólogo.
Este ejemplo ilustra que los objetos no limitan nuestra libertad. Podemos reaccionar de manera distinta ante los acontecimientos. Nuestra libertad no se ve alterada, ya que somos nosotros quienes damos sentido a los objetos. No somos libres de elegir lo que nos sucede, pero sí la forma de interpretarlo. Nuestra libertad no se ve afectada por el mundo exterior. Somos nosotros quienes establecemos nuestros objetivos. Nuestra libertad es absoluta. A priori, no hay condicionantes. Lo que nos limita no es el exterior, sino nuestras propias decisiones. Las cosas adquieren importancia en función del sentido que les otorguemos.
El Pasado y la Nada
En el ejemplo de Sartre, se podría argumentar que las diferentes reacciones de los excursionistas pueden estar condicionadas por su pasado. Frente a esto, Sartre expone otro ejemplo:
“Un hombre tiene adicción al juego. Lo está perdiendo todo y en un momento dado decide dejar de jugar. Pero cada vez que pasa por delante de un casino no puede evitar entrar y jugar. Lo justifica por su pasado de jugador. Esta persona se justifica por su pasado cuando lo que está haciendo es romper con él, ya que en el pasado tomó la decisión de dejar de jugar.”
Sartre piensa que entre nosotros y el pasado existe la nada. El pasado puede ser reinterpretado. Los objetos y el pasado nunca nos condicionan, pues entre ellos y nosotros se encuentra la nada, una posible nueva interpretación. Solo entramos en contacto con los objetos a través de nuestras interpretaciones, y somos libres de realizar unas u otras. No reconocer nuestra propia libertad es, para Sartre, un acto de mala fe.
Ser-para-sí y Ser-en-sí
En cuanto al tema del ser, Sartre establece dos distinciones, dos categorías: seres-para-sí y seres-en-sí. Los seres-para-sí se caracterizan por ser abiertos y libres. Por el contrario, los seres-en-sí se caracterizan por ser cerrados y perpetuos.
Los seres humanos pertenecen a la categoría de los seres-para-sí. Según Sartre, los hombres no pueden ser clasificados. Son libres y, por lo tanto, diferentes entre sí. Los hombres están rodeados de la nada, un espacio que se genera precisamente por el hecho de ser libres. En expresiones como “Nuestra conciencia es un vértigo de posibilidades”, se puede apreciar la capacidad literaria de Sartre.
La Condena a la Libertad
El hombre está condenado a ser libre. No puede renunciar a ello. Esto tiene una explicación lógica. No estamos condicionados por nada. Siempre podemos tener varias posibilidades de interpretación. Si nuestro pasado no nos condiciona, mucho menos nos puede condicionar el futuro. El futuro solo nos condiciona en la medida en que nosotros queramos dejarnos condicionar. El futuro es un encuentro, una promesa que nos hacemos a nosotros mismos.
Los hombres hacemos proyectos (casarse, licenciarse, hacer un viaje). Sin embargo, no hay ninguna garantía de que esos proyectos se vayan a realizar. Podemos renunciar a nuestra libertad, delegándola en otros. No obstante, es una decisión libre de la que podemos retractarnos en cualquier momento con la misma libertad con la que la hemos tomado. Por lo tanto, estamos condenados a ser libres aunque no lo deseemos. La única forma de escapar a esta libertad es la muerte, puesto que se deja de existir.
La Angustia y la Náusea
Mientras que otros seres tienen esencia, el hombre no la tiene. El hombre tiene existencia. Tomar conciencia de nuestra libertad provoca angustia. De hecho, antes de escribir El ser y la nada, Sartre publicó una novela titulada La náusea. Con su lectura, llegamos a la tesis de que la libertad nos provoca náusea, angustia. Sin embargo, todos sabemos que somos libres y no tenemos una angustia continua por ello. La náusea, tal y como se define en este libro, no tiene el significado que le atribuimos normalmente.
Ejemplo: alguien va conduciendo. Se siente molesto por otro coche. Entonces siente el deseo de chocarse contra él. Instintivamente, aprieta el volante por miedo a hacer uso de su libertad y estrellarse contra el otro coche. Las personas que no experimentan esa angustia son, en ocasiones, personas que no se consideran seres-para-sí, no se consideran libres. Estas personas justifican sus actos apoyándose en el pasado u otros condicionantes externos. Y cuando uno se está engañando a sí mismo de esa forma, Sartre lo considera mala fe. Te engañas a la vez que eres consciente de que te estás engañando, atentando contra ti mismo.
La realidad es que no somos conscientes de una libertad plena en ningún momento, ni tampoco nos engañamos (como diría Sartre) creyendo que estamos completamente condicionados. Como conclusión, se puede decir que la descripción del hombre que hace Sartre se encuentra muy idealizada. Sartre cree que hay un mecanismo de autoengaño que procura evitar las situaciones angustiosas sin ser engañados completamente. Este hecho de engañarse a sí mismo, Sartre lo considera mala fe. Te engañas y a la vez sabes que te estás engañando.
La Presencia del Otro
La presencia de los demás es desagradable: “El infierno son los demás”. Ejemplo: un hombre sentado en un banco. Todos los objetos giran hacia él, están a su disposición. Luego aparece otra persona y todo lo que giraba en torno a él gira en torno al otro. El “otro” se convierte en un competidor, ya que el espacio que ocupa él ya no podrá ser ocupado por mí. La presencia del otro ya implica la amenaza, aunque él aún no me haya visto.
Cuando el otro ya me ve. Ejemplo: alguien mira por el ojo de una cerradura y nota una presencia a su espalda. Ha sido descubierto. Mientras esa persona miraba por la cerradura no era consciente de sí mismo. Pero cuando se siente descubierto, toma conciencia, vuelve a sí mismo, y se da cuenta de que está siendo juzgado por la persona que le ha descubierto. Experimenta un sentimiento de vergüenza y, sobre todo, experimenta la pérdida de su libertad. El otro se ha formado una imagen de ti, te está clasificando. Es una experiencia negativa. “Pero podemos pensar que si nos ven haciendo una acción positiva podemos sentirnos orgullosos.” Esto no lo refleja Sartre.
El Existencialismo como Humanismo
La visión tan negativa del hombre que tiene Sartre en El ser y la nada no está tan patente en El existencialismo es un humanismo, en el que aparece como proyecto ético: “Cuando escojo una cosa, tengo que pensar que eso que estoy escogiendo es también para los demás”. Si yo no quiero que me maten, no debo matar a los demás. Si yo no afirmo que matar es malo, estoy diciendo implícitamente que el que yo mate es malo. Pero eso no debe llevarnos a tratar a los demás como objetos (seres-en-sí), sino como seres libres (seres-para-sí).
Mi relación con las cosas siempre es a través de interpretaciones canalizadas mediante el lenguaje. En este fragmento de La náusea se ve cómo el protagonista experimenta la pérdida de la capacidad de conceptualización, debido a la pérdida de las palabras. Si esto ocurriera, estaríamos olvidando la significación de las cosas, no podríamos acceder a ellas. Tendríamos un desorden de percepciones que provocaría miedo. Estaríamos perdidos en un mundo que no podríamos interpretar. Hay una sensación de pérdida, puesto que se ha perdido algo que se poseía.
Los Juicios Morales
Los juicios morales se presentan de la siguiente forma: X es bueno / X es malo. De esta manera, lo que estamos haciendo es objetivizar una serie de valores que no son objetivos. Por lo tanto, es una conclusión falsa, ya que estamos partiendo de una calificación artificial que en sí no existe. Los juicios éticos y estéticos, lingüísticamente, se forman erróneamente. Siendo subjetivos, los dotamos de objetividad, por lo tanto, caemos en una seria contradicción.
La Contingencia del Ser Humano
En el mundo cristiano, Dios crea el mundo, aunque no tenía por qué haberlo hecho. Pero lo crea. Esto ha planteado a la teología planteamientos teóricos que se centran principalmente en el problema del mal. La explicación teológica dice que todo nos pasa por algún motivo, aunque nosotros no lleguemos a entenderlo. Para el cristianismo, por lo tanto, nuestra vida es algo necesario.
Esta visión es opuesta a la de La náusea, en la que se expresa claramente que nosotros no somos necesarios, somos contingentes, no hay ningún plan divino del que formemos parte. Sartre piensa que es una cosa triste, pero que tenemos que aceptar. Piensa que el hombre es una pasión inútil. No hay garantía de que nuestra vida vaya a tener sentido nunca. Aquí se ve ya la presencia de la nada (estoy pero podría no estar, podría no haber nada). Sartre dota a la nada de una existencia objetiva. Es lo que queda cuando lo que existe deja de existir.
La Nada y la Libertad
Sartre nos pide que nos imaginemos que entramos en un café donde hemos quedado con un amigo, Pierre. Entramos y buscamos con la mirada a nuestro amigo. Y vemos que todavía no ha llegado. Para Sartre, esa ausencia es objetiva. Yo contaba con que esa persona estuviera y no está. Esa nada existe. Como conclusión, llega a la contingencia. Esto es una precondición de nuestra libertad. La nada es lo que media entre el concepto de conciencia y el de libertad. Sabemos que somos libres porque frente a algo podemos imaginar su contrario. La conciencia llega al conocimiento de la libertad gracias a la nada.
La Mala Fe como Mecanismo de Defensa
Sin embargo, la mala fe no siempre es mala. Sartre piensa que caer en la mala fe es como caer en el sueño. Generamos rutinas, comportamientos recurrentes que hacen que olvidemos la libertad. Eso nos permite funcionar en el mundo de una manera más eficaz. La mala fe es un mecanismo que en ocasiones es necesario o útil. Sartre piensa que el tema de la mala fe es algo complejo y propone examinar más de cerca las acciones de la mala fe. La mala fe es siempre culpable cuando el engaño es tan profundo que uno llega a olvidar por completo su conciencia de libertad.
La Libertad y la Sexualidad
En El ser y la nada, aparece en un pasaje una crítica a la concepción del tema de la homosexualidad. Sartre fue un filósofo muy comprometido con temas sociales y políticos. En el pasaje, explica cómo cada persona elige su propia sexualidad a través de la capacidad de elegir que le ha sido dada, a través de la libertad. Por lo tanto, el hecho de que una persona decida inclinarse hacia el sexo opuesto o hacia su propio sexo no es una acción que deba ser criticada. Hasta este punto llega la libertad en el hombre para Sartre.
La Influencia del Otro en Nuestra Libertad
Con respecto al tratamiento de la libertad en el prójimo, Sartre pone el ejemplo de un padre autoritario y otro liberal. El padre autoritario puede impedir que sus hijos ejerzan su libertad. El padre cosifica a sus hijos y los trata como seres-en-sí. El tolerante trata a sus hijos como seres-para-sí. Esta decisión es algo que inevitablemente está influyendo en sus hijos. Impide que sus hijos ejerzan sus cualidades para la rebelión al no oprimirles. Les impide rebelarse. En todo momento, las otras personas nos van a condicionar aunque este no sea su deseo. La mala fe es inevitable.
Dificultades para una Ética Existencialista
Con estos ejemplos, comienzan a aparecer las dificultades a la hora de elaborar una teoría ética desde los preceptos existencialistas. Son dificultades que van unidas al hecho de nuestra propia libertad. El proyecto ético de Sartre se refleja en la obra de su compañera sentimental, Simone de Beauvoir, filósofa. En el tema de la moral, en Simone de Beauvoir hay más entusiasmo que en Sartre. Los humanos podemos crear unas condiciones para que la libertad de los demás pueda llevarse a cabo (liberar la libertad). Hay que realizar las condiciones sociales necesarias para que el desarrollo de la libertad sea posible. Además, especifica, crea tipos de personas que caen en la mala fe. Propone modelos humanos:
- Sub-hombre: para él, la moral no existe como problema.
- El hombre serio: cree en una causa que posee valores absolutos.
- Nihilista: en el caso de que el hombre serio perdiera la fe, podría convertirse en un nihilista. El nihilista es el hombre que no cree en nada y para él todo da igual.
- Aventurero: cuando el hombre serio pierde su fe, sabe que los valores no son absolutos, sabe que los valores los creamos nosotros.
- Hombre apasionado: es un hombre que tiene un objetivo y se apasiona por él, aunque realmente sabe que no tiene un valor absoluto.
Todos y cada uno de estos modelos son muy ideales. Posiblemente no exista ninguno de ellos al 100%. Posiblemente los humanos nos acerquemos más a ser una mezcla compleja de los distintos tipos.
La Libertad y la Ética
Sartre dice que cuando yo escojo algo, estoy determinando el valor que posee ese algo, comprometiendo a la humanidad entera. Esto es argumentativamente criticable. Si yo escojo la heterosexualidad, no quiere decir que todos deban escogerla. Tenemos varias opciones de vida. El propio Sartre se da cuenta de ello. Luego, esta cuestión le dará más problemas.
Habla de que la angustia es producto de la libertad. Hay que asumir que nadie me puede orientar en mi decisión acerca de las cosas vitales. La aplicación ética, kantiana, afirma que lo que se debe elegir es lo que desearía para todo el mundo. En este texto, Sartre mezcla en todo momento el tema de la libertad y de la ética. Afirma que la valentía o la cobardía son opciones vitales que nosotros escogemos. No somos valientes ni cobardes.
Las Pasiones y la Libertad
En relación a las pasiones, como por ejemplo enamorarse, afirma que la concepción actual niega cierto valor al individuo. No nos acontece el enamoramiento, sino que voluntariamente yo enciendo esa llama y yo la mantengo. Sartre piensa que aunque la libertad nos produzca angustia, el existencialismo es una teoría optimista. Tomamos conciencia de la dignidad humana, distinta a la de los objetos, a la de los seres-en-sí. Pero esto le genera una dificultad a la hora de crear una ética universal. Se le ha llegado a culpar de anarquista. Pero, como somos libres y tenemos criterios, él se puede creer sus teorías y criterios y los demás no tienen por qué juzgarle.
La Imposibilidad de una Ética Universal
Llegados a este punto, Sartre se da cuenta de que no puede ser posible una ética universal en los términos que él la plantea. Compara la moral con la belleza. La belleza no se encuentra en el cuadro. Para juzgar al artista, se debe aludir a la pretensión del artista. Si ha conseguido lo que quería, el cuadro será bueno. Por lo tanto, llevando esto a términos reales, no podemos juzgar los proyectos vitales de las personas, sino la coherencia con la que llevan a cabo sus proyectos. Por lo tanto, no puedo juzgar los criterios de los demás, sino la fidelidad con la que se sigan estos criterios.
Sartre piensa que aunque la libertad nos produzca angustia, el existencialismo es una teoría optimista. Tomamos conciencia de la dignidad humana, distinta a la de los objetos, a la de los seres-en-sí. Pero esto le genera una dificultad a la hora de crear una ética universal. Se le ha llegado a culpar de anarquista. Pero, como somos libres y tenemos criterios, él se puede creer sus teorías y criterios y los demás no tienen por qué juzgarle. Llegados a este punto, Sartre se da cuenta de que no puede ser posible una ética universal en los términos que él la plantea. Compara la moral con la belleza. La belleza no se encuentra en el cuadro. Para juzgar al artista, se debe aludir a la pretensión del artista. Si ha conseguido lo que quería, el cuadro será bueno. Por lo tanto, llevando esto a términos reales, no podemos juzgar los proyectos vitales de las personas, sino la coherencia con la que llevan a cabo sus proyectos. Por lo tanto, no puedo juzgar los criterios de los demás, sino la fidelidad con la que se sigan estos criterios.