Marx y Engels no solo expusieron el carácter dialéctico materialista del desarrollo en la naturaleza, sino que también lo aplicaron a la sociedad. Con su acción crearon la teoría científica de la evolución social, es decir, el materialismo histórico, que tiene por objeto el estudio de la sociedad y las leyes que rigen su desarrollo. Estas leyes son objetivas, en el sentido de que son tan independientes de la conciencia como lo son las leyes de la naturaleza. También son cognoscibles, y en este sentido el hombre las emplea en su actividad práctica. Por materialismo histórico hemos de entender el estudio científico de la realidad social y de su evolución histórica, con arreglo al método dialéctico y desde el punto de vista materialista. Como tal ciencia, no se contenta con la explicación de esta o aquella sociedad, en este o aquel momento histórico, sino que ha elaborado un conjunto de conceptos generales que permitan estudiar cualquier sociedad completa. Mediante una teoría económica, histórica y filosófica intenta descubrir las leyes que rigen el cambio social y presenta un método para la interpretación de los conflictos sociales y su transformación.
La Ideología Alemana y los Orígenes del Materialismo Histórico
La Ideología alemana contiene ya, nuclearmente, el materialismo dialéctico e histórico. Ante todo, naturaleza e historia no pueden considerarse como antitéticas, como si se tratase de dos cosas distintas. Los orígenes del hombre como productor de su propia vida (mediante el trabajo) son sociales. Suponen la cooperación social mediante determinadas relaciones condicionadas por la producción, así como la liberación de la población humana de sus límites biológicos. Ya hemos comentado que si concebimos la historia al modo hegeliano (como el desarrollo del espíritu), entonces ésta se convierte, según Marx, en la acción imaginaria de sujetos imaginarios. Por el contrario, Marx y Engels afirman que la evolución de la historia se debe siempre a causas materiales de índole económica. No son las ideas, ni las élites intelectuales, las que hacen la historia. Son los hombres como trabajadores, con necesidades e intereses materiales muy concretos; sin su actividad práctica, las ideas resultan históricamente impotentes: las ideas no pueden nunca ejecutar nada. Para la ejecución de las ideas hacen falta los hombres que pongan en acción una fuerza práctica. (Marx-Engels, La sagrada familia)
La Autoproducción del Hombre y la Explotación
En efecto, por caminos distintos, partiendo Marx de la crítica a la filosofía hegeliana y Engels del análisis crítico de la economía burguesa, habían llegado a la conclusión de que la historia de la sociedad no puede comprenderse sino como la historia de la autoproducción del hombre por sí mismo, en el trabajo, en condiciones sociales concretas que casi desde un principio y hasta ese momento habían implicado la explotación del hombre por el hombre. A la crítica puramente teórica de los jóvenes berlineses de la izquierda hegeliana, a su lucha por la autoconciencia, oponen Marx y Engels, en La sagrada familia y La ideología alemana, la transformación revolucionaria de las condiciones materiales de la existencia humana en el capitalismo por parte de los trabajadores. Saben (los trabajadores) que la propiedad, el capital, el dinero, el trabajo asalariado, etc., no son precisamente quimeras ideales de sus cerebros, sino creaciones muy prácticas y muy materiales de su autoenajenación, que solo podrán ser superadas asimismo, de un modo práctico y material, para que el hombre se convierta en hombre no solo en el pensamiento, en la conciencia, sino en el ser real, en la vida (Marx-Engels, La sagrada familia).
La Conciencia de Clase y la Transformación Material
Son, asimismo, las condiciones existenciales, materiales y prácticas, de la clase trabajadora bajo el capitalismo, las que posibilitan el desarrollo de su conciencia de clase, con vistas precisamente a la transformación material y práctica de dichas condiciones. De hecho:
Gran parte del proletariado inglés y francés es ya consciente de su misión histórica y labora constantemente por elevar esta conciencia a completa claridad. (Marx-Engels, La sagrada familia).
La característica definitoria del materialismo histórico consiste en la afirmación de que son las bases económicas y los modos de posesión de los bienes materiales los que se encuentran a la base de toda transformación social. La estructura social y el motor del cambio no son las voluntades de las personas tomadas individualmente, ni las ideas, ni mucho menos la voluntad divina, sino lo material, la vida económica y social reales del hombre, las necesidades económicas y los intereses económicos de los distintos grupos sociales.
La Existencia Social Determina la Conciencia Social
La tesis fundamental del materialismo histórico consiste pues en la afirmación de que la existencia social determina la conciencia social. Por existencia social se entiende la vida material de la sociedad y primordialmente, la actividad productiva de los hombres, junto con las relaciones económicas que entre ellos se generan en el proceso de la producción. Por conciencia social ha de entenderse la vida intelectual de los hombres, las ideas, juicios y teoría que los dirigen en su actividad práctica. Marx y Engels se apoyaban en el hecho de que el hombre, antes de dedicarse a la filosofía, al arte, a la ciencia o a cualquier otra actividad, debe comer, beber, poseer una vivienda, etc. y esto se consigue solo mediante el trabajo, mediante la producción de bienes materiales. La correspondiente fase económica del desarrollo de un pueblo o de una época es la base sobre la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas del hombre.
Las Teorías de la Sospecha y el Materialismo Histórico
Se suele incluir al materialismo histórico en lo que se ha llamado teorías o filosofías de la sospecha: aquellas que mantienen que para comprender la conducta de un individuo o de un grupo social no es adecuado atender a la explicación que dicho individuo o grupo da de sí mismo, pues dicha explicación no es objetiva, sino mediatizada como consecuencia de los intereses del individuo o grupo. Para entender a un individuo o grupo es necesario sospechar de la comprensión que él tiene de sí mismo y remitirse a otro nivel de realidad distinto al de la propia conciencia:
Así como no se juzga a un individuo por la idea que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario, explicar esta conciencia por las condiciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productoras sociales y las relaciones de producción. (K. Marx, Contribución a la crítica de la economía política. Prefacio).
Los filósofos de la sospecha han sido Freud, que destaca la motivación inconsciente en la conducta humana, Nietzsche, para el que la cultura occidental esconde su carácter antivital, y el marxismo, según el cual el fundamento verdadero de la conducta social no está en el nivel de la comprensión que los hombres tienen de sí mismos, comprensión que se sitúa en el nivel de las ideologías, sino en el nivel de los intereses económicos y políticos del grupo dominante.