6.2.3.3.-EL TERCER ARTÍCULO DE FE: EL SER HUMANO, DUALISMO ANTROPOLÓGICO. 53-66
El lugar que ocupa el hombre, como especie, en la naturaleza
Después de exponer sus dos pruebas metafísicas sobre la existencia de Dios, investiga el lugar que le corresponde al ser humano en el orden de las cosas gobernadas por Dios. Es decir, reflexiona acerca del lugar que ocupa el hombre en la naturaleza y determina que es el centro de la creación.
Argumentos
• Domina a los animales.
• Domina a la naturaleza a través de la técnica (“industria”).
• Posee conocimiento sobre el universo, es inteligente.
• Posee capacidad moral (obrar conforme indican la razón y el sentimiento innato de justicia).
• Y puede elevarse hasta Dios. Sólo el hombre adora a Dios. Bendice y adora al que le dio esos privilegios, ese culto se lo dicta la naturaleza; es natural -dice Rousseau- que como consecuencia del amor de sí mismo ame lo que le hace bien; por consiguiente, no es un culto aprendido, inculcado, es un culto, sentimiento de gratitud y bendición del autor, que le dicta el corazón; por lo tanto es innato e independiente del nivel de los conocimientos que se tenga y cualquier ser humano puede sentirlo; y nada tiene que ver con los cultos convencionales y su rígido acatamiento de normas arbitrarias. De nuevo la importancia del sentimiento frente a la razón y el rechazo del intelectualismo como sustento fundamental de la moralidad. ¿Por qué? Porque el intelectualismo acaba negando el equilibrio originario de la relación entre los hombres y Dios. Si son necesarios ciertos conocimientos para poseer la virtud, entonces se excluye a priori de la misma a hombres que, quizá por un azar o contingencia (su origen o la comunidad a que pertenecen, educación, etc.) no han tenido acceso a aquéllos. El culto del corazón es una consecuencia natural del amor de sí, porque toda forma de armonía consigo mismo nos lleva a amar a Dios como la causa de toda posible armonía.
De los argumentos que aporta se desprende de nuevo el dualismo antropológico que permite distinguir a los seres humanos de los objetos físicos y de los animales que no son más que máquinas movidas por causas mecánicas.
Concepción antropológica-Dualismo antropológico
A continuación analiza a la especie humana por separado y ¡ay!: “¡Qué espectáculo! ¿Dónde está el orden que había observado? ¡La imagen de la naturaleza solamente me presentaba armonía y proporciones; la del género humano sólo ofrece confusión y desorden! ¡Reina la concordia entre los elementos, y los hombres se hallan en el caos!…Veo el mal sobre la tierra” (57). La causa de esta contradicción se encuentra en el dualismo de la naturaleza humana, que permite que el hombre rechace erróneamente lo que le beneficia e ignore la belleza ordenada del sistema universal. Ahora bien, esto sólo es posible porque el hombre goza de una libertad (alma) que le permite romper con la necesidad que rige en la naturaleza. Esto quiere decir que el hombre no es una entidad simple, sino un ser libre de
escoger el significado de su existencia; puede convertirse en dueño de sí mismo y realizar las posibilidades espirituales y morales de su naturaleza, o puede dejarse dominar o degradar por las pasiones egoístas. Por lo tanto, existen en la naturaleza humana elementos activos y pasivos: el elemento activo está relacionado con su facultad de juzgar y con su capacidad de ejercer la voluntad y de elegir; el elemento pasivo se manifiesta en su esclavitud al cuerpo y los apetitos. Soy libre cuando deseo oponerme a mis pasiones egoístas; estoy esclavizado cuando permito que mi voluntad quede subordinada a la influencia de los deseos inmediatos. Con otras palabras: somos libres cuando somos activos y esclavos cuando somos pasivos. De manera que los seres humanos somos libres y autónomos porque nuestras acciones pueden responder a nuestra voluntad y no a un orden predeterminado e invariable, sin embargo, los animales son heterónomos, es decir, carecen de autonomía pues su conducta está programada por el instinto. Puesto que no se puede explicar la libertad en términos físicos, su existencia presupone la presencia de un principio inmaterial en la naturaleza humana (ver más adelante argumentos)
. Desde la perspectiva de Rousseau, la existencia de la libertad es inseparable de la existencia del alma; aceptar que estamos dotados de libertad es lo mismo que admitir el dualismo antropológico: si somos libres es porque estamos compuestos de una sustancia inmaterial. De manera que Rousseau defiende una concepción dualista del ser humano, como compuesto de, por un lado, «maquina humana» -lo que lo asemeja a los animales-, y, por otro, del alma como fundamento legítimo de la libertad de nuestra voluntad.
Sólo que por contraposición a la óptica intelectualista tradicional, heredada de Aristóteles, que gira en torno a la razón como facultad más propiamente humana, siendo Descartes el filósofo moderno que abandera dicha concepción, Rousseau, al postular el libre albedrío como el elemento anímico más distintivo, resitúa por un lado a la razón bajo otra óptica, por otro, como veremos más adelante, hace imposible el intelectualismo ético, la moral no puede fundamentarse en el saber. «Sentimos necesariamente antes de conocer…; los actos de la conciencia no son juicios, sino sentimientos: aunque todas nuestras ideas nos vienen de fuera, los sentimientos que las aprecian están dentro de nosotros» (Profesión de fe). Con lo cual 1/-Desplazó el centro de gravedad de nuestra vida moral: lo transportó de la razón al sentimiento, y 2/-Cambio de centro con respecto al problema fundamental de la filosofía: del problema del conocimiento se pasa al problema de la valoración. De manera que existe una diferencia fundamental en cuanto a las concepciones del dualismo antropológico defendidas por Rousseau y por Descartes. En síntesis podríamos decir que la de Rousseau presupone el giro práctico y la de Descartes es la propia de un filósofo teórico o especulativo, uno de esos a los que tanto critica el Vicario.
Presenta diversos argumentos contra el materialismo y a favor del dualismo que podemos agrupar de la siguiente manera: • Primer argumento (59-60). Es una reducción al absurdo. Que viene a decir: Si el ser humano fuese sede de una única sustancia presentaría una única tendencia (premisa implícita p 60). Por un lado están los prejuicios (pasiones, deseos particulares, circunstancias y necesidades de cada uno). Y si el distinguir el bien del mal dependiese de ellos entonces no podríamos hablar de moral universal (“moral demostrada”) sino relativismo moral, tantas morales como individuos. Si esto es así deberíamos hablar de una sola substancia en el hombre, la material, pues todo proviene del cuerpo (deseos, prejuicios…) (p 59). Pero, por otro lado, está el amor de sí (“el preferirse a todo es una inclinación natural”) y el primer sentimiento de justicia (la capacidad de distinguir lo justo de lo injusto) que son innatos (p 59). Conclusión: Por tanto es una contradicción que tengamos esta capacidad moral y seamos puramente materiales: Dadas estas contradicciones no podemos ser seres simples (p 59) dotados de una única sustancia material, es decir, tener sólo cuerpo porque si el ser humano fuese sede de una única sustancia presentaría una única tendencia y no es así (porque como dice en 60 “habrá tantas sustancias distintas como exclusiones semejantes puedan hacerse”). • Segundo argumento (61, 62), en el que arremete contra los materialitas equiparando su proceder al caso del sordo:
si consideramos que el pensamiento es una cualidad sustancial de la materia entonces debería ocurrir que todos los seres materiales piensen, lo que no ocurre (62). Pone un ejemplo (61): si el vibrar es una cualidad de la materia y no del sonido, entonces todos los seres materiales deberían vibrar. Como no ocurre así, tenemos que concluir que un ser puramente material no puede pensar (una máquina no piensa). • Tercer argumento (63, 64): El Vicario argumenta en tercer lugar que si somos libres es porque poseemos un alma. Este argumento también lo desarrollará Kant: la materia carece de Voluntad (como ya ha afirmado al comienzo de este capítulo) sólo obedece ciegamente a leyes naturales;
si nosotros podemos actuar de manera enteramente libre, y él está convencido de que sí, es porque poseemos algo más aparte de materia, poseemos alma
Si hemos excluido la posibilidad de que la materia pueda producir movimiento y aceptado simultáneamente el hecho de que mi voluntad tiene una influencia en mi comportamiento puramente físico, es necesario concluir que somos algo más que materia extensa, por utilizar la terminología cartesiana. • Cuarto argumento (65-66): detrás de toda acción hay una voluntad libre.Suponer que no hago las cosas por voluntad es como pensar que hay efectos sin causa
Puesto que soy libre, es necesario que mi naturaleza presente una sustancia inmaterial (porque la material está dominada por el mecanicismo).Así es como las reflexiones sobre el lamentable espectáculo de desorden que ofrecen los individuos, el mal en la tierra, lo llevaron a la idea de un ser humano compuesto de cuerpo y alma (dualismo antropológico): al examinar la naturaleza humana cree descubrir dos principios distintos: uno pasivo, otro activo; luego el ser humano no es uno. Así formula su tercer artículo de fe:
“el hombre es libre en sus acciones y, como tal, está animado por una sustancia inmaterial» (66). ¿Qué significa? Toda acción, entendiendo por tal una acción de la conciencia, es decir, una acción voluntaria que puede ser evaluada o juzgada moralmente, requiere de la existencia de la libertad de decidir acerca de nuestras ideas de justicia y virtud y, en consecuencia, de nuestra conducta y costumbres. El ser humano, está dotado de un aspecto -inmaterial según afirma el Vicario- que le capacita para el discernimiento práctico, la deliberación moral, que sólo puede llevarse con el auxilio de los sentimientos, porque los actos de la conciencia no son juicios, sino sentimientos.
Además, en (74-75) considera que aporta uno de los argumentos más convincentes sobre la inmortalidad del alma, ya que un principio inmaterial que es independiente del mundo físico debe ser indestructible y capaz de sobrevivir a la corrupción del cuerpo, al que permanece ligado durante la vida terrena.