La Evolución del Pensamiento Filosófico Griego

Aristóteles

La Idea del Bien y de la Felicidad (Eudaimonia)

La esencia de la Ética a Nicómaco, y en general, de toda la obra ética de Aristóteles, está presidida por la idea que el estagirita tiene del Bien, el cual es el fin al que todas las cosas e individuos tienden. Este bien, dice Aristóteles, será lo bueno y lo mejor; será el telos último. En este sentido, la felicidad (eudaimonia), como uno de los conceptos fundamentales de la cultura griega, es fin último pues se quiere por sí misma y todas las otras cosas se quieren por ella.

Todo arte, todo saber igual que todo lo que hacemos y elegimos parece tender a algún bien: por eso se ha dicho con razón que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden.

La felicidad que propone Aristóteles no es el concepto de felicidad que hasta ese momento se tenía en el mundo griego: felicidad como poseer un buen espíritu o demon (eudaimonia) adjudicado por lo divino. Así, el hombre feliz tenía el beneplácito de los dioses y las personas desdichadas, por el contrario, sufrían por estar olvidadas de la mano divina. Sin embargo, Aristóteles, como su maestro Platón, y antes Sócrates, expusieron otra explicación ante tanta injusticia y desigualdad. Veían la riqueza más grande junto a la más extrema pobreza. Ese tener tanto, o no tener nada, les hizo plantearse el porqué de estas diferencias. Con Aristóteles, estas concepciones cambiarían y el tener un buen demon, alcanzar la felicidad, iba a ser un objetivo determinado por nuestra actitud y nuestra capacidad de cultivar la virtud y el espíritu recto.

Individuo y Sociedad: Ética y Política

El conflicto entre individuo y sociedad, entre bien individual y bien colectivo está muy presente en la obra de Aristóteles. El hecho de afirmar que vivir bien es un principio ético fundamental y propio de la cultura griega, y que éste está basado en que debemos tener, poseer las cosas que satisfagan nuestros deseos, puede llevarnos a concluir que el egoísmo está, de forma perenne, en la naturaleza humana. Ante este dilema, Aristóteles argumenta que el satisfacer las necesidades individuales es algo apetecible, pero siempre estará supeditado por el contexto colectivo. Por lo tanto será mucho más grande, perfecto e importante alcanzar y preservar el bien de la ciudad. El bien superior es el bien de todos:

Un bien superior, pero humano; un bien en el mundo.

Para conseguir su objetivo, un bien común basado en la felicidad, Aristóteles pone la ética como principal herramienta (con su teoría de las virtudes como principal garante), que sirve a la política para conseguir la felicidad para el total de los hombres, más hermosa que la felicidad individual. Esa reflexión ética, contiene unos elementos indispensables que nos permiten comprender mejor los objetivos del filósofo griego.

La Areté

Esta visión de la sociedad, el hecho de que se pueda caminar hacia el bien, implica un proceso de educación donde la ética se convierte en una teoría de la felicidad humana en la que se consiguen aunar los intereses individuales con los colectivos. Por lo tanto, la ética se convierte en un saber práctico pues no investigamos para saber que es la areté, sino para que seamos buenos.

La virtud o Areté (definida por la teoría de los Justos Medios) es un hábito por el cual el hombre se hace bueno y realiza bien su función propia. Al igual que un zapatero hace mejores zapatos cuantas más veces los haga, así nos hacemos buenos practicando actos buenos. ¿Pero qué significa que realiza bien su función propia? Hay una palabra importante para entender esta función del hombre: la energeia, o energía, que va adherida a ese hábito y es el motor para practicar la virtud. Esa capacidad para actuar, esa energeia se entiende que debe estar de acuerdo con el lógos pues ser excelentes como humanos nos une inevitablemente a la racionalidad, al lenguaje que nos une con los otros hombres y que a través del diálogo nos invita a entrar en contacto con los demás para conocernos y conocernos.

Los Justos Medios

Ahora bien, una vez explicada la importancia de la areté en nuestros hábitos de comportamiento, debemos explicar qué define a los actos como excelentes y virtuosos. Para ello Aristóteles desarrolla una teoría de las virtudes y hace una división entre ellas:

  1. Virtudes éticas: según Aristóteles la virtud moral o excelencia humana (areté) es el justo medio entre dos extremos. Por ejemplo, la valentía es el justo medio entre la cobardía y la osadía. Ambos extremos son defectuosos y el equilibrio es la condición de la virtuosidad. Por la repetición de actos buenos nos hacemos buenos. La teoría del justo medio supone la prudencia, razonabilidad como guía de la acción moral ya que puesto que la ética no es una ciencia exacta, solamente la recta razón gobernada por la prudencia garantiza el encuentro de la mesura. Así, sobre todas las virtudes o excelencias, destaca la justicia. Su fuerza sobre las demás consiste en su perfección, porque quien es justo se proyecta más hacia el otro que hacia a sí mismo. Este planteamiento muestra el sentido de solidaridad y philia (empatía, amistad) que corresponde esencialmente a la vida humana. Por el contrario, el mal mayor para una sociedad será la injusticia.
  2. Virtudes intelectuales o dianoéticas. Estas virtudes se adquieren mediante el aprendizaje: la ciencia (episteme) y la inteligencia (nous) que, unidas, hacen brotar a la sabiduría (sophía). El objetivo de estas virtudes es, en principio, conocer acerca de las cosas necesarias, o sea, aquello que no puede ser de otra manera. Aunque también las virtudes dianoéticas pueden referirse a lo contingente, a lo que puede ser de otra manera. El arte (téchne) y la prudencia (phrónesis) son dos ejemplos, donde el arte desarrolla la posibilidad de crear objetos y la prudencia, de idear objetos. Es, pues, una sabiduría práctica con la que nos orientamos.

Philía, Amistad

La misma experiencia de las relaciones humanas le lleva a Aristóteles a destacar la importancia de la amistad. Casi una cuarta parte de la Ética Nicomáquea está destinada al análisis de la amistad, de lo más necesario de la vida. La sensibilidad de Aristóteles ante esta fuerza que une a los seres humanos le hace descubrir ese concepto de alter ego -el otro que es como yo- encarnado en el amigo.

El amigo es otro yo. Y como es muy difícil conocerse a sí mismo […] y por otro lado resulta muy agradable este conocimiento, y como tampoco es posible vernos a nosotros mismos a partir de nosotros mismos como vemos en el espejo nuestro rostro, cuando queremos conocernos vemos a un amigo.

Un Nuevo Enfoque Filosófico frente al Platonismo

La Influencia de la Medicina y la Academia

Aristóteles descendía de una larga estirpe de médicos. En la antigua Grecia la medicina era el único saber con un componente experimental fuerte. Todo lo relativo a los procesos de las enfermedades, fracturas…, eran experimentos empíricos. Esta idea del valor de la experiencia acompañó siempre a Aristóteles. Por otro lado, Aristóteles entró a los 17 años en la Academia, donde estuvo casi 20 aprendiendo las doctrinas de Platón, que eran puramente teóricas y que tenían como modelo de conocimiento las matemáticas; de hecho, en la teoría del conocimiento de Platón el pensamiento platónico excluye la experiencia.

Platón distinguía entre ciencia y opinión, es decir, entre el conocimiento intelectual y el sensible. Rechaza el valor de la experiencia para el conocimiento.

Aceptaciones y Rechazos del Platonismo

Aristóteles adoptó muchos de los puntos de vista de Platón, pero también adoptó sus propias perspectivas rechazando algunas de las teorías más importantes de Platón. Lo que acepta de Platón es la idea de que en las cosas, los entes, podemos distinguir entre apariencia y esencia. La esencia es una forma, a la cual Platón llama idea y que ésta puede ser conocida a través de la razón. Sin embargo, en lo que ya no está de acuerdo es en la existencia de un mundo separado en el cual viven las ideas por sí mismas. Para Aristóteles hay ideas y formas, pero siempre unidas a la materia. Aristóteles rechaza también la idea de la inmortalidad del alma. El alma es la idea del cuerpo pero se crea con el cuerpo y se destruye con el cuerpo. Y como consecuencia de esto, también rechaza la idea de que conocer sea recordar; por lo tanto si no es recordar, si el origen del conocimiento no es el recuerdo, solo puede ser para Aristóteles la experiencia, lo que nos llega en primer lugar a través de los sentidos.

El Rechazo al Pitagorismo

Aristóteles fue originalmente platónico. Su rechazo posterior del platonismo tuvo también que ver con cuestiones y problemas internos de la Academia. En primer lugar, los problemas teóricos que provocaban la teoría de las ideas en las últimas épocas en que Aristóteles estuvo en la Academia, ésta adquirió una tendencia pitagórica que tendía a reducirlo todo, ideas incluidas, a número, a cuantificación. Aristóteles estaba más interesado en aquellos aspectos de la realidad no cuantificables. Evidentemente se puede, en principio, estudiar las propiedades de lo cuantificable sin recurrir a la experiencia pero no se puede analizar lo cuantificable si no es experimentable.

Los Sofistas

El Auge de la Democracia y las Leyes

Con la democracia, el esplendor económico y cultural y el predominio político en Grecia (Esparta es la única rival), la situación en Atenas genera nuevos problemas: la democracia, la libertad y la ley. La ley, único soberano permanente, puesto que las magistraturas son dispersas y efímeras, será el centro de la mayoría de las discusiones. En épocas anteriores, las leyes no escritas se consideraban de origen divino en contraposición con las leyes humanas, escritas. Ahora el valor de la ley, como fundamento de la democracia y única barrera frente al individualismo y la ambición de poder será discutido y examinado en profundidad. Los sofistas considerarán que las leyes humanas son meramente convencionales y que dado que cada pueblo tiene las propias, carecen de valor absoluto, lo cual contraponen al carácter universal y permanente de la naturaleza. Esta contraposición entre ley y naturaleza se convierte en el gran tema.

De Sabios a Tramposos

La palabra «sofista» (sophistés) fue, al principio, un sinónimo de «sabio» (sophós). Heródoto, por ejemplo, la usaría para referirse a Solón y a Pitágoras. Solo más tarde adqueriría a través de los diálogos platónicos el sentido peyorativo de hábil engañador. Los sofistas, no formaron escuela, ni tampoco defendieron una doctrina de rasgos comunes. No obstante, es posible puntualizar algunas coincidencias entre ellos:

  1. Representan un notable giro filosófico como consecuencia de las nuevas necesidades intelectuales planteadas por la democracia. Se centraron así en problemas de índole práctica como la política, la moral, la religión, la educación, el lenguaje, etc.
  2. Adoptan una actitud relativista y escéptica. Esto se refleja en el abandono de la physis… ¿para qué seguir discutiendo sobre aquello que nunca se llegará a conocer en términos de verdad?. Pero además, se muestran relativistas en relación a los problemas humanos ya que observan que distintos pueblos poseen leyes y costumbres diferentes.
  3. No representan un conjunto sistemático de pensadores ni tampoco buscan principios universales para operar de modo deductivo al estilo de Parménides.
  4. Han tenido enorme influencia en la vida ateniense. Pusieron en tela de juicio la pólis en su sentido tradicional, realizando una labor crítica de las instituciones e impulsando nuevas ideas. Estas ideas (y los instrumentos enseñados por los sofistas, la oratoria y el arte de la discusión) se prestaban a todo tipo de manipulaciones por los ambiciosos de la época. La figura del sofista, aparece en consecuencia, con notable ambigüedad.

Sócrates

El Problema Socrático

  1. Sócrates no escribió nada y, a pesar de haber tenido numerosos seguidores, nunca creó una escuela filosófica. Las llamadas escuelas socráticas fueron iniciativa de sus seguidores. Acerca de su actividad filosófica nos han llegado diversos testimonios, contradictorios entre ellos, como los de Jenofonte, Aristófanes o Platón, que suscitan el llamado problema socrático, es decir la fijación de la auténtica personalidad de Sócrates y del contenido de sus enseñanzas. Si creemos a Jenofonte, a Sócrates le interesaba fundamentalmente la formación de hombres de bien, con lo que su actividad filosófica quedaría reducida a la de un moralista práctico: el interés por las cuestiones lógicas o metafísicas sería algo completamente ajeno a Sócrates. Poco riguroso se considera el retrato que hace Aristófanes de Sócrates en «Las nubes», donde aparece como un sofista jocoso y burlesco, y que no merece mayor consideración.
  2. Más problemas plantea la interpretación del Sócrates platónico: ¿Responden las teorías puestas en boca de Sócrates en los diálogos platónicos al personaje histórico, o al pensamiento de Platón? La posición tradicional es que Platón puso en boca de Sócrates sus propias teorías en buena parte de los diálogos llamados de transición y en los de madurez, aceptándose que los diálogos de juventud reproducen el pensamiento socrático. Esta posición se vería apoyada por los comentarios de Aristóteles sobre la relación entre Sócrates y Platón, quien afirma claramente que Sócrates no «separó» las Formas, lo que nos ofrece bastante credibilidad, dado que Aristóteles permaneció veinte años en la Academia.
  3. El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal, que pretendía alcanzar mediante un método inductivo; probablemente la búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica. Tenemos aquí los elementos fundamentales del pensamiento socrático.
  4. Los sofistas habían afirmado el relativismo gnoseológico y moral. Sócrates criticará ese relativismo, convencido de que los ejemplos concretos encierran un elemento común respecto al cual esos ejemplos tienen un significado. Si decimos de un acto que es «bueno» será porque tenemos alguna noción de «lo que es» bueno; si no tuviéramos esa noción, ni siquiera podríamos decir que es bueno para nosotros pues, ¿cómo lo sabríamos? Lo mismo ocurre en el caso de la virtud, de la justicia o de cualquier otro concepto moral. Para el relativismo estos conceptos no son susceptibles de una definición universal: son el resultado de una convención, lo que hace que lo justo en una ciudad pueda no serlo en otra. Sócrates, por el contrario, está convencido de que lo justo ha de ser lo mismo en todas las ciudades, y que su definición ha de valer universalmente. La búsqueda de la definición universal se presenta, pues, como la solución del problema moral y la superación del relativismo.
  5. ¿Cómo proceder a esa búsqueda? Sócrates desarrolla un método práctico basado en el diálogo, en la conversación, la «dialéctica«, en el que a través del razonamiento inductivo se podría esperar alcanzar la definición universal de los términos objeto de investigación. Dicho método constaba de dos fases: la ironía y la mayéutica. En la primera fase el objetivo fundamental es, a través del análisis práctico de definiciones concretas, reconocer nuestra ignorancia, nuestro desconocimiento de la definición que estamos buscando. Sólo reconocida nuestra ignorancia estamos en condiciones de buscar la verdad. La segunda fase consistiría propiamente en la búsqueda de esa verdad, de esa definición universal, ese modelo de referencia para todos nuestros juicios morales. La dialéctica socrática irá progresando desde definiciones más incompletas o menos adecuadas a definiciones más completas o más adecuadas, hasta alcanzar la definición universal. Lo cierto es que en los diálogos socráticos de Platón no se llega nunca a alcanzar esa definición universal, por lo que es posible que la dialéctica socrática hubiera podido ser vista por algunos como algo irritante, desconcertante o incluso humillante para aquellos cuya ignorancia quedaba de manifiesto, sin llegar realmente a alcanzar esa presunta definición universal que se buscaba.
  6. Esa verdad que se buscaba ¿Era de carácter teórico, pura especulación o era de carácter práctico? Todo parece indicar que la intencionalidad de Sócrates era práctica: descubrir aquel conocimiento que sirviera para vivir, es decir, determinar los verdaderos valores a realizar. En este sentido es llamada la ética socrática «intelectualista«: el conocimiento se busca estrictamente como un medio para la acción. De modo que si conociéramos lo «Bueno», no podríamos dejar de actuar conforme a él; la falta de virtud en nuestras acciones será identificada pues con la ignorancia, y la virtud con el saber.
  7. En el año 399 Sócrates, que se había negado a colaborar con el régimen de los Treinta Tiranos, se vio envuelto en un juicio en plena reinstauración de la democracia bajo la doble acusación de «no honrar a los dioses que honra la ciudad» y «corromper a la juventud». Al parecer dicha acusación, formulada por Melitos, fue instigada por Anitos, uno de los dirigentes de la democracia restaurada. Condenado a muerte por una mayoría de 60 o 65 votos, se negó a marcharse voluntariamente al destierro o a aceptar la evasión que le preparaban sus amigos, afirmando que tal proceder sería contrario a las leyes de la ciudad, y a sus principios. El día fijado bebió la cicuta.

El Mito de la Caverna

La Caverna y los Prisioneros

A través de este mito Platón nos muestra que hay una continuidad entre los distintos grados de conocimiento, en correspondencia con una visión jerárquica de la realidad. Platón no llega a decir cómo se conocen las ideas, simplemente indica que el alma tiene capacidad para ello, solo si se sabe mirar en buena dirección. Las matemáticas son las que nos ayudan a dar un empujón hacia regiones superiores, pues no arrancan del mundo del devenir y nos introducen a la contemplación de los objetos intangibles. Pero el matemático aún pertenece atado a las representaciones sensibles (geométricas). Abandonarlas y penetrar en el mundo de las ideas será la difícil misión de todos y cada uno de los filósofos.

El mito de la caverna de Platón describe a personas encadenadas en la parte más profunda de una caverna; la caverna es simbolizada por la ignorancia que nos rodea y los prisioneros son nuestras propias almas que están prisioneras en el mundo sensible. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es una pared delante de ellos, sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. La pared, o el muro, representa a la muerte, las estatuas u objetos son el paso del estado mental de los hombres al de la realidad; que implica dolor y conversión del alma, y la hoguera o fuego, se refiere a la razón, además de ser quien posibilita que las sombras de los objetos se proyecten a la pared, a la que se ven obligados a mirar los prisioneros.

La Liberación del Prisionero

Uno de los individuos huye y sale a luz del día por una escampada subida, con ayuda del sol, esta persona ve por primera vez el mundo real y regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el exterior, si es que quieren liberarse verdaderamente de las ataduras, de sus propias ataduras. Cuando el prisionero sale por la escampada subida, se refiere a la pura transición hacia el mundo real, el universo de la existencia plena y perfecta, a la sabiduría en su punto justo, que es objeto pleno del conocimiento; también simboliza el estado mental de los prisioneros, al igual que las sombras y las imágenes, o más simple aún es el camino hacia el mundo suprasensible. Los liberados, son la liberación plena del alma y la luz o el sol es el salto del mundo sensible al mundo suprasensible.

Los prisioneros están encadenados a sus propias opciones, coyunturas y especulaciones y están atados a ellas solo porque así lo decidieron, solo porque así lo quisieron y no quieren ver otro mundo que no sea el de las apariencias. De esta manera quedan así, en el mundo de lo perceptible. Las imágenes para los prisioneros eran la única realidad de la que eran capaces de darse cuenta que existía.

La Interpretación del Mito

Platón, sin saberlo, describe en su metáfora a la sociedad a fines del siglo XX, cuyos hombres y mujeres consideran sus ideas como verdades absolutas, sin darse cuenta si sus conclusiones son reflejos o ecos de un mundo diferente al que logran percibir. Los hombres solo perciben las sombras que se proyectan del mundo extremo; el techo de su lúgubre mundo y las sombras proyectadas para los hombres son la realidad. Para los filósofos (y yo), el mundo real es el que se ve en el exterior de la caverna, ahí donde solo se puede llegar con la ayuda de un gran maestro. Quien consigue desprenderse de las amarras que lo mantienen condenado en un mundo de apariencias, al interior de la cueva, y logra ascender progresivamente hasta el mundo suprasensible, es quien se llega a convertir en un gran, excepcional y admirable filósofo. Es como decir que solo miramos ficciones y no verdades; en caso de no romper las trabas, ascender hacia la luz, resistir la ofuscación del deslumbramiento y contemplar al fin, las ideas supremas, cuyas sombras son meras apariencias del mundo espiritual presidido por el bien, cuyo conocimiento muestra el camino de redención del hombre.

Nosotras, que estamos en la caverna, y no conocemos otra verdad (y estamos a gusto con ella), nos podemos explicar nuestro mundo perfectamente. Las realidades compartidas, construidas por los prisioneros de la caverna, les impide imaginar lo que en verdad existe afuera, y solo hasta que observan, y después de vencer el deslumbramiento que provoca la luz del exterior de la cueva, es que encuentran libertad y nuevos esquemas de pensamientos. Las ataduras de los prisioneros, que les impide mover el cuello y sus piernas, girar y darse vuelta a fin de ver el mundo desde una perspectiva distinta, equivalen a los modelos mentales que los miembros de cualquiera organización comparten y limitan su funcionamiento, restringen su capacidad creadora y su velocidad de respuesta ante un medio cambiante y sin rumbo seguro.

La Relación entre las Ideas y las Cosas

Respecto a la relación existente entre las ideas y las cosas, este gran filósofo, dice que es de participación o imitación: las cosas participan de las ideas o las imitan. Y las ideas están, de alguna manera, presentes en las cosas. Afirma también, que las ideas son causa de las cosas, no porque las produzcan, sino porque constituyen su verdadera esencia; o que sirven de modelo para las cosas meramente particulares. Las cosas concretas parecen perder su realidad, pues quedan reducidas a mero reflejo o imitación de las ideas, pero carente de valor por sí mismas.

The Matrix y el Mito de la Caverna

Para terminar, todo lo relacionado con el mito de la caverna de Platón, lo puedo dejar bien en claro con el ejemplo de una de las películas ganadora de tres OSCARES de la Academia 2000, como es: THE MATRIX. En esta película se puede apreciar claramente el caso de la realidad para algunos y el otro mundo, el mundo real para otros. La gran pregunta que todos nos hemos hecho, sobre lo que hemos escuchado de la película, es ¿Qué es THE MATRIX?… y frente a esto, puedo decir que es una celda virtual para el subconsciente de los prisioneros, su mente está atrapada en una réplica de la tierra antes de la gran catástrofe… es decir nuestra vida es un programa de computadoras… ¡todo lo que tenemos, pensamos y poseemos no existe!, la verdadera realidad es la que está allá afuera, la que no todos somos capaces de percibir pero con la ayuda de un buen maestro algún día alcanzaremos esa tan añorada realidad; la del mundo suprasensible.

El Paradigma de la Línea

Episteme y Doxa

El paradigma de la línea que propone Platón divide al mundo en dos partes, en el ámbito inteligible y el ámbito sensible, en las cuales se encontrarán la episteme (ciencia) y la dóxa (opinión) respectivamente como modos de conocimientos adosados a estas esferas. A la vez produce una división en cada una de estas esferas. Los entes del mundo sensible están divididos en dos tipos, en primer lugar, las imágenes y en un nivel superior los objetos representados por esas imágenes; en otras palabras, las cosas propiamente dichas. A cada subdivisión le asigna como facultades de conocimiento la eikasía (imaginación) y la pístis (creencia). En resumen, el modo de conocimiento dóxa abarca a la imaginación y a la creencia.

Por otro lado, en la primer parte del mundo de las ideas coloca a los objetos inteligibles inferiores, siendo estos las ideas que necesitan representación material y a las que se llega a través de supuestos. En la otra parte sitúa a los objetos inteligibles superiores, que son las ideas que no necesitan representación y que son principios a los que se llega a través de la dialéctica; o sea, sólo recurren a las ideas consideradas en sí mismas. A la primer parte le fija como medio cognoscitivo la diánoia (entendimiento) y al segundo la nóesis (inteligencia). El entendimiento, tal como Platón lo concibe, es la parte del conocimiento que necesita remitirse a principios hipotéticos, los cuales servirán de base para el razonamiento, Platón toma como ejemplo de esto a los geómetras. Por el contrario, la inteligencia sírvese solamente de la dialéctica, la cual, si bien utiliza hipótesis, lo hace a modo de peldaños con el fin de llegar a los verdaderos principios. Platón lo explica de la siguiente manera: comprende ahora que entiendo por la segunda sección de lo inteligible aquello a que llega la razón por sí misma, […] desciende hasta la ultima conclusión sin valerse de nada sensible, sino de las ideas consideradas en sí mismas, por las cuales su demostración comienza, sigue y termina.

Recapitulando diremos que la episteme engloba a estos dos modos de conocimiento. Nótese, que la alegoría de la línea, fundamentalmente adquiere un manifiesto carácter epistemológico.

Hipótesis, Supuesto y Principio

Es necesario hacer un alto en este asunto para analizar, de breve manera, las nociones hipótesis/supuesto (hypótesis) y principio (arché); para ello tendremos en cuenta el análisis que hace Eggers Lan en El sol, la línea y la caverna. Empecemos por dar cuenta, tal como Eggers Lan lo hace, que la diferencia que Platón hace en el ámbito de lo inteligible es estrictamente epistemológica donde en una se parte de supuestos, como si fueran principios y se desciende haciendo uso de imágenes sensibles; en la otra se parte de supuestos pero no se va por encima de éstos. Podemos entender que el uso de la diánoia implica un pensamiento a partir de Ideas cuya existencia o naturaleza se da por supuesta, sin buscar su fundamento que es la Idea de Bien; en cambio, va discurriendo de tal manera que hace necesario el empleo de imágenes sensibles. El uso de la nóesis, al contrario, si bien ha partido de supuestos, avanza hasta llegar a un principio no-supuesto (arché anypóthetos). Platón censura el modo, propio de los matemáticos, de no dar cuenta de los supuestos. Tal como lo concibe, la diánoia es intermedia entre la dóxa y la noûs. Concluyendo afirmaremos que la Idea de Bien, a la cual se llega solamente a través de noûs es el principio no hipotético (arché anypóthetos) raíz y fundamento de todos los entes del ámbito de lo inteligible.

El Bien y la Educación de los Gobernantes

Platón, todo el tiempo, nos asegura que a través de nuestros sentidos podemos percibir los objetos e imágenes, empero nunca llegaremos al conocimiento propiamente dicho si sólo de ellos nos valemos. Para éste hay diferentes grados de realidad lo cual implica indefectiblemente diferentes grados de conocimiento. En la alegoría de la caverna nos muestra cómo los hombres que estaban dentro veían y entendían proyecciones a las que llamaban realidad, siendo que la verdadera realidad estaba fuera de la caverna, estos hombres presos de la caverna, alegoría de su ignorancia, sólo están limitados a emitir opiniones. En esta alegoría Platón nuevamente juega con la comparación entre el sol y el Bien, esto lo encontramos en el 516a-b cuando el hombre liberado de la caverna es llevado a la superficie, que representa al mundo inteligible, y es segado por el brillo del sol, que representa a la Idea de Bien. Platón siempre utiliza ejemplos de este tipo, podría decirse que la alegoría de la caverna es la continuación de la comparación que hace entre el sol y la Idea de Bien, pero en realidad el sentido de esta alegoría es diferente en su esencia, la primer comparación lleva consigo la intención de aclarar asuntos metafísicos, mientras la alegoría en cuestión adopta una intencionalidad ético-política. Afirmamos entonces que la alegoría de la caverna es una prédica ético-política que se fundamenta sobre la base metafísica expuesta en la comparación entre el Bien y el sol.

En el pasaje del libro VII 519b-c Platón llega a un punto vital de la obra, nos afirma que quienes no han recibido educación no son aptos para el gobierno de la pólis; por otro lado, también manifiesta que quienes sólo se limitan a estar toda la vida en el estudio, tampoco son aptos, ya que, según las palabras de Sócrates no conseguirán nunca que se eche sobre ellos semejante carga, creyéndose ya en vida en la isla de los bienaventurados. Lo que está bien claro es que la educación debe enseñarle el Bien a quien gobernará, lo que implica que éste deberá retornar desde las alturas al submundo donde habitan los hombres para guiarlos por el camino de la verdad y la justicia. La educación de los gobernantes es un proceso que consta de diferentes etapas. La primera etapa, que comienza en la niñez, es la educación básica, que se compone del aleccionamiento en rudimentos de matemática, gimnasia, poesía y música. A los 20 años se les enseña ciencias matemáticas, a los 30 años dialéctica, a los 35 comienza la actividad práctica en el estado. Por último, a los 50 años tendrán la visión de la Idea de Bien y podrán aspirar a ser un Rey filósofo. Para terminar, manifestaremos que el ámbito de las ideas platónico, en suma, la concepción que corona su metafísica; no se comprende aislado, sino que, por el contrario, termina siendo funcional al mundo sensible. En otras palabras, Platón utiliza al mundo de las ideas no sólo como referente epistemológico, sino también como referente político. Tal como lo entiende, el ámbito de las ideas debe ser utilizado para mejorar el mundo de los hombres, el mundo sensible. De esta manera la metafísica de Platón se constituye en un fundamento admirable de su no menos admirable aspiración política.

La Teoría Platónica de las Ideas

El Problema de la Objetividad del Conocimiento

, o lo que es lo mismo, la cuestión de si es posible un conocimiento al que podamos llamar científico, es decir, un conocimiento universal, necesario, demostrable y por causas. Los sofistas decían que un conocimiento así no es posible. Frente a ellos, Platón va a decir que sí es posible.
2. La cuestión de cerrar de manera definitiva todos los problemas que los pensadores anteriores habían dejado abiertos, cerrar cuestiones como la relación entre lo uno y lo múltiple, el origen de la fisis, la posibilidad de movimiento y la cuestión de qué es el ser humano y qué es lo que le permite conocer.
Idea viene del griego eide que significa forma y, en concreto, como están dispuestas las partes de algo en vista a su fin propio; y esto es, aquello que se recoge en la definición de algo, que a su vez expresa su concepto, y que a su vez se dice a través de un signo lingüístico cualquiera.
Lo más importante para Platón es que son las ideas los modelos y causas de las cosas del mundo sensible: todas las mesas del mundo son copias de la idea de mesa.
El mundo sensible es perfecto e inmaterial y el mundo de las ideas es imperfecto y material.
En el mundo de las ideas, las ideas están organizadas en una jerarquía piramidal y vertical. Abajo de todo están las ideas simples, después los entes matemáticos, después las ideas de los objetos del mundo sensible, después las ideas estéticas y morales, y arriba de todo, en la cima, tres ideas: justicia, belleza y bien. Platón añade que todas las ideas están orientadas al bien.
Esta teoría nada más ser propuesta por Platón empezó a provocar críticas: en primer lugar no está clara la relación entre los dos mundos. Platón utilizaba para hablar de esta relación dos términos que son imitación y participación.
Los principales problemas que surgieron fueron:
1. Cómo puede ser que infinitas cosas pertenezcan a una sin agotarse.
2. Además, cada cosa sensible participa a su vez en distintas ideas sin que sepamos por qué mecanismo una idea es la fundamental y las otras no.
También se le criticó porque tampoco aclara de que cosas hay ideas. En principio las ideas son perfectas, entonces ¿hay ideas de las cosas imperfectas?
A Platón lo que le interesa del planteamiento que indica esa parte es la posibilidad de construir aquello que él entiende por ciencia, que para él es el conocimiento del mundo de las ideas.
2. Teoría del conocimiento de Platón
Platón establece dos grandes niveles de conocimiento en función de los grados de ser. Distingue entre el conocimiento del mundo sensible, al que llama opinión y el conocimiento del mundo de las ideas, al que llama ciencia.
Dentro de la ciencia se distingue entre la inteligencia o dialéctica, que es la ciencia que conoce las ideas y sus relaciones jerárquicas; y el pensamiento matemático, que sirve entre los dos mundos, y se encarga del conocimiento de los números, figuras geométricas y demostraciones matemáticas y lógicas.
Dentro de la opinión hay dos niveles: la creencia, que es el conocimiento de lo no imaginable; y la imaginación, que es el conocimiento por imágenes.
Mientras que la ciencia posee objeto estable, la opinión carece de objeto estable.
La ciencia es universal y necesaria, es un saber de lo que no puede ser de otra manera. Funciona por causas y desde los primeros principios.
El pensamiento matemático:
1. Parte de modelos físicos de entes ideales.
2. A partir de ellos se establecen principios y ellos se demuestran por deducción, estos se llaman axiomas, postulados, definiciones.
3. Desde los anteriores demuestra los teoremas por deducción.
A Platón le interesan las matemáticas ya que sirven de puente entre los dos mundos, porque utilizan modelos sensibles de entes ideales y porque acostumbran al alma a una determinada manera de proceder al rigor que después será fundamental, necesario, para alcanzar un grado que es la Noesis. Noesis es el conocimiento intuitivo de las ideas en si mismo, y se alcanza a través de un método al que Platón llama dialéctica.
En el mundo de las ideas existe una jerarquía de géneros y especies. Para Platón toda idea se puede dividir o unir para formar una mayor, en el sentido que damos al análisis y a la síntesis.

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