Intelectualismo, Eudemonismo y Hedonismo: Ética Filosófica

Intelectualismo Moral de Sócrates

La mayoría de los filósofos defienden una ética intelectualista: la virtud y la conducta ética dependen del conocimiento. Se opone al voluntarismo. Sócrates y Platón son exponentes del intelectualismo. Tesis principal: la virtud y la ética dependen del conocimiento, por lo tanto, solo quien conoce el bien, la bondad, la sinceridad y la justicia podrá realizar acciones buenas, bondadosas, sinceras y justas. Si se ha aprendido, se puede enseñar, y si se puede enseñar, existen maestros de virtud.

Paradoja del intelectualismo: si quien hace el mal voluntariamente conoce el bien, lo hará «mejor» que quien lo hace por ignorancia, y por tanto, será mejor persona.

Solución de Sócrates: Nadie hace el mal sabiendo que hace el mal, siempre se considera un medio para el bien. El mal absoluto nadie lo desea, por lo tanto, nadie lo realiza. Quien actúa mal no es por maldad, sino por ignorancia. La solución no es castigar, sino enseñar.

Eudemonismo de Aristóteles

Aristóteles defiende dos tipos de fines:

  • Medios: no se buscan por sí mismos.
  • Últimos: se buscan por sí mismos, como la felicidad, que da sentido a la existencia humana aunque no se consiga.

La felicidad, según Aristóteles, encierra una paradoja: es un término absoluto, buscado por todo ser humano, y un término relativo, ya que cada persona la entiende de manera diferente. Aristóteles se preguntó si es posible encontrar una definición universal de la felicidad, una que cualquier ser humano admitiera como válida. Su respuesta es sí, buscándola en la propia naturaleza humana. Se es feliz al actualizar y desarrollar las capacidades naturales.

Ideal de felicidad: la «vida contemplativa», dedicada a adquirir conocimientos, salir de la ignorancia y desarrollar facultades intelectuales y la racionalidad. Esto puede ser irreal o antinatural, ya que el ser humano no es solo un «animal racional». Conocimientos puros: sin buscarles una utilidad práctica.

Aristóteles ofrece una definición de felicidad más realista: un equilibrio entre distintos factores:

  • Vida contemplativa.
  • Necesidades básicas garantizadas (nivel económico suficiente).
  • Dimensión afectiva equilibrada (familia, pareja, amigos).
  • Salud.
  • Suerte (en segundo plano).

La teoría aristotélica de la virtud: la virtud es indispensable para lograr el equilibrio de la felicidad. ¿Qué es la virtud?

  1. Es un hábito, una acción repetida, no innato sino aprendido.
  2. Es un hábito que nos hace mejores, pudiendo llegar a la excelencia.
  3. Consiste en elegir, al actuar, un término medio, relativo a cada persona y sus circunstancias.

¿Cómo elegir el término medio? Con la prudencia, que es la virtud fundamental. Si es una virtud, es un hábito y se adquiere a través de la experiencia propia o ajena. La felicidad que Aristóteles defiende es alcanzada a corto o largo plazo, exigiendo subordinar los placeres inmediatos.

Hedonismo de Epicuro

Es una teoría ética de la Grecia helenística, defendida por Epicuro, que sostiene que la felicidad se logra a través del placer. Hay una «ley natural» que guía la conducta humana: «busca el placer y evita el dolor».

Epicuro diferencia distintas clases de placeres:

  • Estático: ausencia de dolor.
  • Cinético: conseguir placer a partir del placer estático.

También existen:

  • Placeres corporales: unidos a las necesidades primarias, biológicas, físicas. Ligados al placer estático.
  • Placeres espirituales: satisfacen necesidades específicamente humanas. Ligados al placer cinético. Deben tener preferencia y son superiores porque permiten alcanzar la felicidad «humana». Son más duraderos y proporcionan una felicidad más estable y segura.

Ambos tipos de placeres son necesarios, pero los espirituales son más valiosos. El utilitarismo, desarrollado por Stuart Mill, intenta corregir y completar el hedonismo clásico, remarcando el carácter social del ser humano. Principio de utilidad: la felicidad va unida al placer, pero un placer no egoísta, sino social o compartido. Esto plantea el problema de si es preferible la cantidad o la calidad de los placeres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *