El Contrato Social y el Giro Copernicano en la Filosofía de Kant

El Contrato Social en la Filosofía Kantiana

Para las teorías contractualistas, aquellas que defienden que la sociedad o estado civil es fruto de un pacto o acuerdo entre los hombres, la expresión «contrato social» hace referencia al hipotético pacto mediante el cual los hombres deciden crear la sociedad o estado civil para salir del estado de naturaleza en el que se supone que vivíamos antes de este hecho. Recordemos que la situación del estado de naturaleza, según Kant, era una situación de guerra, no necesariamente efectiva, pero sí entendida como constante amenaza, donde aunque había libertad, no existía ni orden ni ley, actuando cada uno a su antojo y predominando el derecho del más fuerte.

Para salir de esta situación negativa, los hombres establecen la sociedad o estado civil mediante un contrato libre entre ellos. Para Kant, el contrato social fue la primera obligación moral del hombre: salir del estado de naturaleza y buscar la paz, la libertad y la justicia, que solo es posible en una sociedad o estado civil. Si una persona o grupo de personas somete y se impone a otras por la fuerza, no se considera que haya mediado ningún contrato, sino que se ha impuesto la fuerza bruta. De este poder impuesto sobre los demás por la fuerza no puede surgir ningún tipo de derecho.

Para Kant, el contrato social debe desembocar en una sociedad o estado civil regido por una constitución republicana que garantice los principios de libertad, igualdad y ciudadanía, la división de poderes y la representatividad. En una constitución republicana, las leyes deben gozar del consentimiento de todos; debe ser, pues, expresión de la voluntad unida del pueblo. Además, las leyes deben ser iguales para todos, no pudiendo existir leyes diferentes para cada clase social.

El Giro Copernicano en la Filosofía Kantiana

Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los astros con la tesis según la cual la Tierra estaba en el centro del universo (geocentrismo) y el Sol y los demás objetos celestes giraban a su alrededor. Comprendió que para explicar el movimiento de los cuerpos celestes era necesario cambiar esta relación, poniendo el Sol como centro del universo (heliocentrismo) y suponiendo que es la Tierra la que giraba a su alrededor.

Kant considera que en la filosofía es necesaria una revolución científica semejante a la planteada por Copérnico para poder explicar cómo es posible un conocimiento a priori, universal y necesario, de las cosas. Es decir, un conocimiento necesario sobre el mundo que es previo a la experiencia.

Ante las posturas contrarias de Hume, que afirma que nuestro conocimiento está limitado por la experiencia, y la afirmación de los racionalistas, que argumentaban que nuestro conocimiento es limitado porque puede avanzar exclusivamente a partir de ideas innatas, Kant adopta una postura intermedia: el conocimiento es una síntesis entre lo dado por la experiencia y lo que pone el sujeto que conoce. El giro copernicano consiste en situar al sujeto, y no al objeto (la experiencia), en el centro del conocimiento.

La filosofía del conocimiento anterior a Kant ponía el centro de interés en el objeto de conocimiento, en la experiencia, y no en el sujeto cognoscente, que se entendía como un sujeto pasivo que se limitaba a captar la realidad. Kant propone una inversión en la cual el centro de interés reside en el propio sujeto cognoscente, un sujeto activo que impone condiciones al objeto del conocimiento y que, por tanto, modifica la realidad conocida.

Conocemos las cosas a través del filtro que constituyen nuestras estructuras de conocimiento. Por tanto, la realidad que conocemos, el fenómeno, es en parte un producto de nuestra mente. El hombre no es mero receptor, sino también constructor. Por lo que las cosas en sí mismas, a las que Kant llama noúmenos, son incognoscibles. En el estudio de la sensibilidad, en la Estética trascendental, afirma que el sujeto impone una serie de condiciones a priori (espacio y tiempo) a la hora de conocer. Y en el estudio del entendimiento, en la Analítica trascendental, establece a su vez que el sujeto pone unos conceptos a priori que denomina categorías.

Ambas formas a priori (espacio, tiempo y categorías) hacen que el objeto del conocimiento se adapte a nuestra manera de conocer y que sea posible un conocimiento a priori, es decir, universal y necesario: «solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas». Nosotros podemos saber a priori que ese fenómeno tiene una causa porque, en el momento que lo observamos, mi entendimiento le aplica la categoría de causa. La experiencia es la que nos dará el conocimiento de que ese suceso tiene como causa el calor, pero a priori podemos saber que tiene una causa, porque poseemos esa categoría. Las categorías son usadas por nuestra mente para poder conocer el mundo.

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