Primer Fragmento: «Después de eso proseguí…» – «es de total necesidad»
La alegoría de la caverna puede interpretarse como un símbolo del mundo sensible, aparente y engañoso, o de la ciudad ateniense, dominada por la retórica sofista. Trasladándola a la actualidad, podemos pensar que la caverna representa la televisión, la apariencia y el engaño.
Segundo Fragmento: «Examinen ahora el caso…» – «Por cierto, al menos inmediatamente»
¿Qué ocurriría si alguien fuese liberado y forzado a salir de la caverna? Se «encandilaría» y no sería capaz de percibir las sombras. Seguiría convencido de que las sombras que antes veía eran más reales y verdaderas que las que ahora ve. Tendría los «ojos llenos de fulgores» y no soportaría fácilmente la nueva realidad a la que es enfrentado. Según Jaeger, el proceso de salida de la caverna o ascensión al mundo de las ideas implica un proceso de «conversión» cuasi-religioso, muy compatible con la consideración de la Idea del Bien como Divinidad.
Tercer Fragmento: «Necesitaría acostumbrarse» – «…las cosas que ellos habían visto»
Examinemos ahora el pasaje de la caverna. En él se describen seis estados sucesivos del hombre «con respecto a la educación y a la falta de ella» (514 a):
1. Prisioneros en la caverna
- Un grupo de hombres está prisionero en una caverna subterránea, con las cabezas sujetas de tal modo que sólo pueden mirar a la pared del fondo de la cueva.
- A espaldas de los prisioneros, un muro cruza la cueva. Por detrás de este muro pasan hombres transportando toda suerte de vasijas y estatuas que sobrepasan la altura de la pared.
- Detrás de estos últimos hay un fuego.
- Como los prisioneros sólo pueden ver sus propias sombras, las de sus compañeros y las de las cosas transportadas por detrás de la pared, entenderán que estas son las únicas realidades que hay (514 a-515 c).
2. Liberación y deslumbramiento
- Los prisioneros son liberados y obligados a volver sus cabezas hacia el fuego y los objetos transportados, pero no los pueden ver con claridad por causa del deslumbramiento (515 c 4-c 5).
3. Ascenso al exterior
- Son llevados a la fuerza al aire libre, pero no pueden soportar la luz del sol, ni ver ninguno de los objetos naturales de su alrededor.
- Por eso, miran primero las sombras y reflejos de esos objetos (515 e 6-516 a 7); luego los objetos mismos (516 a 8), las estrellas y la luna, y el sol.
- «Y después de esto, colegirían ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.»
Cuarto Fragmento: «Es evidente que…» – «…soportar aquella vida»
El filósofo, una vez que ha alcanzado el conocimiento de las Ideas, se compadecería de los que todavía siguen en la caverna y contemplaría con escepticismo todos los «honores y elogios» que dentro de la caverna se tributan unos a otros según sepan adivinar qué sombras siguen a qué otras. Podemos ver en estos «aventajados» de la caverna a los políticos de la época de Platón, educados en la retórica sofística y expertos en el arte de la mentira y la manipulación, en el arte de hacer pasar como realidad lo que no son más que sombras o patrañas. Trasladando a la actualidad la metáfora de Platón, podemos ver en estos falsos sabios a los adictos al televisor, expertos en los montajes de la prensa rosa o en la más rabiosa actualidad de los equipos de fútbol. El filósofo preferiría morir antes que volver a tener que sufrir una vida semejante.
Quinto Fragmento: «Piensa ahora esto…» – «seguramente»
Si el filósofo regresase a la caverna, ya no sería capaz de ver en la oscuridad, no sería capaz de desenvolverse en el mundo de las sombras donde lo que importa no es la verdad sino la mentira. Si intentase acostumbrarse de nuevo a las tinieblas, terminaría por hacer el ridículo y considerarían que se ha estropeado los ojos con esa locura de las Ideas, que no merece la pena el camino hacia arriba del conocimiento. Si al filósofo se le ocurriese desatarlos y conducirlos hacia la luz, lo matarían. Platón piensa en el caso de Sócrates, pero no cabe duda de que en la historia abundan los ejemplos: Cristo, Gandhi… ¿No tiene, pues, salvación la ciudad? La alegoría de la caverna no lo dice, pero parece dar a entender lo siguiente: solamente si todos son liberados de las cadenas de la oscuridad y encaminados hacia la luz – aunque no lleguen a ella, pero sospechen de su existencia – podrán aceptar las enseñanzas y el gobierno de los filósofos. Todos deben ser educados – hasta donde puedan – si se quiere que la ciudad de las sombras se convierta en la ciudad de la luz.