Relación entre Platón y los Sofistas
Como ya hiciera su maestro Sócrates, Platón mantiene una polémica y una discusión constantes con los sofistas. Éstos, como se sabe, son un grupo de pensadores que florecieron en la segunda mitad del siglo V a. de C. (Protágoras, Gorgias, Hipias, Calicles, Antifonte, Trasímaco, Critias, etc.) coincidiendo con la instauración definitiva de la democracia en Atenas. Representan un giro antropológico de la filosofía, lo que quiere decir que, con ellos, la filosofía se empieza a interesar más por el hombre y por los asuntos humanos que por otra cosa.
Prueba de este nuevo interés es la frase de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”; aunque para Platón más bien es una clara expresión del relativismo de este pensador, puesto que lo que vendría a significar esta frase es que todo hombre tiene un punto de vista diferente sobre las cosas. No menos célebres son las palabras de Gorgias: “no hay ser; si lo hubiera, no podría ser conocido; si fuera conocido, no podría ser comunicado”. En este caso lo que se defiende es un escepticismo, es decir, la imposibilidad de aprehender a través de la razón y el lenguaje una supuesta realidad. Por tanto, estamos, por así decirlo, condenados a movernos entre las apariencias y a no conocer nunca la verdad.
Escepticismo y Relativismo Sofista
La actitud escéptica y el relativismo que caracteriza a estos pensadores (a la que hemos aludido varias ocasiones en este comentario) es, en parte, una consecuencia del desarrollo de la filosofía presocrática que, debido a la gran disparidad de teorías sobre la naturaleza que presenta, generará en estos pensadores una desconfianza hacia el conocimiento y una falta de respeto hacia la verdad. Por otra parte, hay ya un germen de escepticismo en algunos de los filósofos presocráticos más tardíos, como por ejemplo Demócrito, que dice que estamos obligados a quedarnos solo con las apariencias de las cosas debido la imposibilidad de un conocimiento profundo de los átomos.
Sofistas, Democracia y Retórica
Por otro lado, los sofistas son unos pensadores ligados estrechamente a la democracia. La llegada de la democracia va a suponer para los ciudadanos una igualdad ante la ley (isonomía) y una igualdad para opinar (isegoría), pero sobre todo, ésta implica un cambio en la naturaleza del poder. El poder ahora depende del apoyo popular, de los votos; tanto es así que este acaba en manos de quien es capaz de ganarse a la gente. Los sofistas se presentan a sí mismos como “maestros de la virtud”, enseñan a los jóvenes atenienses (a cambio de un dinero) a ser buenos políticos, es decir, a conseguir fama y poder en la política, lo cual requiere, además de un conocimiento de leyes y de la gestión de los asuntos del Estado, de unas habilidades para convencer y ganarse el apoyo de la asamblea y de los tribunales mediante la palabra. El lenguaje, desacreditado para el conocimiento y para la verdad (Gorgias), será, sin embargo, muy estimado como instrumento para manipular y dominar a las masas. Los sofistas eran expertos en el uso del lenguaje; la oratoria y la retórica van a ser las enseñanzas más demandadas por los jóvenes con aspiraciones políticas en ese momento.
El Debate sobre Justicia y Ley (Physis-Nomos)
Donde más claramente se ve el pensamiento de los sofistas es en el llamado debate sobre la justicia y la ley (physis-nomos). Los sofistas defienden el carácter convencional de las leyes y normas morales. La manera en que se organizan las relaciones entre los individuos (el nomos) varía de una sociedad a otra, lo cual, según ellos, se debe a que es imposible la unanimidad en torno al bien y la justicia. Entre los propios individuos hay discrepancias y cada uno piensa cosas distintas sobre estos temas sin que nadie tenga la razón. Todo, absolutamente todo, depende del punto de vista que se mire, todo es opinable.
Pero es que además de esto, los sofistas defendieron el carácter antinatural del nomos, es decir, las normas y las leyes reprimen normalmente la naturaleza humana que según ellos se caracteriza por el ansia de poder y por la búsqueda del placer. Las normas igualan a todos e impiden que cada uno haga lo que le dé la gana. Los sofistas coinciden en considerar este hecho como una evidencia, pero no todos lo interpretan de la misma manera. Según los sofistas más moderados es necesario que las leyes limiten la naturaleza humana pues sólo así se garantiza la convivencia humana (se evita la arbitrariedad y el salvajismo dirá Protágoras). Sin embargo, para los sofistas más radicales (Trasímaco, Antifonte, etc.) las leyes son creadas por los débiles para someter a los fuertes, y de esta manera se comete una grave injusticia; para ser justas, éstas deberían acomodarse a la naturaleza o, lo que es lo mismo, que domine el más fuerte y que haga su santa voluntad.
Contraste con el Pensamiento Platónico
Como hemos visto en los apartados anteriores, el planteamiento platónico está en las antípodas de las tesis sofistas. Platón rechaza de plano el relativismo y el escepticismo al fundamentar toda su filosofía en las Ideas (con el Bien a la cabeza) dado que éstas aportan la base sólida que tanto la realidad como el conocimiento necesitan, además de constituir unos criterios racionales y universales para la acción moral y política. En definitiva, al planteamiento racionalista e individualista de los sofistas, Platón opone un planteamiento racionalista o intelectualista que apuesta por la verdad y la justicia.