1. El Alma
Platón, al igual que los pitagóricos, defiende una concepción dualista del hombre: el ser humano se compone de un cuerpo (material y mortal) y un alma (inmaterial e inmortal). Establece una división tripartita del alma:
- El alma racional (nous, logos): Inmortal, inteligente, de naturaleza divina y situada en el cerebro.
- El alma irascible o agresiva (thymós): Fuente de pasiones nobles como la valentía, situada en el pecho e inseparable del cuerpo (por tanto, mortal).
- El alma apetitiva o concupiscible (epithymía): Fuente de pasiones innobles como la lujuria, situada en el abdomen y también mortal.
El alma racional es inmortal y divina, semejante a las ideas; de ahí que pueda conocerlas.
2. El Hombre
Los presocráticos, a excepción de los pitagóricos, fueron materialistas. Para ellos, el ser humano era un cuerpo animado por un alma (principio de vida) también material. Platón, en cambio, dice que el ser humano se compone de un cuerpo (material y mortal) y un alma (inmaterial e inmortal); el cuerpo es un estorbo para el alma, la arrastra con sus pasiones y le impide la contemplación de las ideas.
3. La Ciencia / Verdadera Filosofía (Dialéctica)
En La República, Platón distingue dos formas generales de conocimiento: la opinión y la ciencia. Esto no es una novedad, pues tal distinción se hallaba ya en Parménides. La opinión o doxa es el conocimiento sensible de las cosas de este mundo (el mundo visible) y está sujeta a falsedad y error. La ciencia o episteme solo se ocupa del mundo de las ideas (o mundo inteligible) y sus enunciados nos conducen siempre a la verdad. La ciencia se divide en dos grados de conocimiento: dianoia y nóesis. Dianoia es la razón discursiva del matemático, que se apoya en imágenes visibles, y nóesis es la inteligencia intuitiva propia del dialéctico, que alcanza el verdadero conocimiento de las ideas de forma directa, sin el uso de imágenes. La física, nuestro mejor ejemplo de ciencia hoy día, no fue considerada por Platón como verdadera ciencia, pues versa sobre objetos sensibles.
La dialéctica es el procedimiento por el que el filósofo accede al mundo inteligible y conoce cómo las ideas se encuentran relacionadas entre sí; parte de una idea y asciende hasta la idea suprema. Ello supone que el mundo de las ideas se encuentra jerarquizado y que la idea suprema es el primer principio, cuyo conocimiento hace verdaderamente inteligibles las demás ideas. En La República, esta idea es la idea del Bien (la cual es, así, el Sol del mundo inteligible). Finalmente, el dialéctico emprende el camino inverso: desciende desde la idea suprema, encadenando con ella todas las demás.
4. Las Ideas y la Idea del Bien
Frente al relativismo sofista, expresado claramente en el aforismo de Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas, Platón defiende la existencia de esencias inmateriales y eternas que se corresponden con la Belleza o la Justicia en sí mismas. Las ideas son esencias, es decir, aquello por lo que una cosa es lo que es. Las cosas particulares son lo que son porque participan o imitan a las ideas. Éstas no existen en las cosas particulares, sino en un mundo aparte: el mundo inteligible. Las ideas son verdaderas sustancias que gozan de las características del Ser de Parménides: cada idea es única, eterna e inmutable. Las ideas están jerarquizadas, de modo que la idea del Bien es la suprema. Dependiendo de ella se encuentran las ideas éticas, estéticas, matemáticas y, finalmente, las ideas de las cosas. La idea del Bien es la causa de todas las ideas y las cosas; de ella depende toda la realidad. En La República, Platón compara la idea del Bien con el Sol, puesto que, del mismo modo que este astro es el origen de la vida en el mundo visible, la idea del Bien ilumina y da el ser a las demás ideas en el mundo inteligible.
5. La Justicia
Es el orden estable y armónico de todo, tanto en el alma individual como en el Estado. Respecto al alma individual, la justicia surge en el alma cuando cada parte hace lo que le es propio, de tal manera que dominen o sean dominadas entre sí conforme a naturaleza. Esto significa que la parte racional (siendo prudente) debe guiar a la parte agresiva (que deberá ser valerosa), y ambas dominar a la apetitiva (que será, así, moderada). El individuo que lo consiga será armonioso y justo.
Respecto al Estado, la justicia, afirma Platón en La República, es hacer cada uno lo suyo, es decir, lo que le corresponde por naturaleza, sometiéndose las partes al todo. Si los gobernantes-filósofos, los guerreros y los productores cumplen sus funciones (los sabios gobernar, los guerreros defender la sociedad y los productores aportar alimentos y utensilios), reinará la armonía, el orden (cosmos) y la justicia.
6. Mundo Sensible / Mundo Inteligible
El mundo sensible es un mundo aparente, en continuo devenir, como expone Platón en su diálogo Crátilo, siguiendo los planteamientos de Heráclito. De este mundo sensible solo podemos alcanzar a tener opiniones y no verdades absolutas.
Según la alegoría de la caverna, el mundo inteligible es el mundo de las ideas, que gozan de las características del Ser de Parménides: cada idea es única, eterna e inmutable. El alma, antigua habitante del mundo inteligible, puede acceder al conocimiento de las ideas y alcanzar así la ciencia verdadera.
7. La Opinión
Platón distingue dos formas generales de conocimiento: la opinión y la ciencia. La opinión o doxa es el conocimiento sensible de las cosas de este mundo (el mundo visible) y está sujeta a falsedad y error. La ciencia o episteme solo se ocupa del mundo de las ideas (o mundo inteligible) y sus enunciados nos conducen siempre a la verdad.
Platón distingue dos grados de conocimiento en la opinión: primero, la conjetura o eikasia, que se ocupa de las imágenes del mundo (quizá la literatura, la historia y las bellas artes); segundo, la creencia o pistis, el estudio de las cosas naturales (la física).
8. El Estado
La ciudad-Estado (polis) nace como consecuencia de que los individuos aislados y en soledad no pueden satisfacer sus necesidades vitales. Al reunirse, se origina la característica más notoria de la ciudad: la división del trabajo, fundamentada en el hecho de que no todos los seres humanos son iguales. Platón distribuye, pues, a los ciudadanos en tres estamentos distintos y jerarquizados: gobernantes, guardianes y artesanos-labradores. El Estado ideal tiene un carácter ético, ya que ha de ser un Estado justo donde los ciudadanos sean virtuosos.
La ciudad ideal platónica está gobernada por una aristocracia de la virtud y del saber, que ejerce el poder de acuerdo con la justicia (prudencia) en beneficio del Estado.
9. El Gobernante
En la ciudad ideal que Platón presenta en La República, la sociedad está dividida en grupos, atendiendo al modo en que cada uno de ellos debe satisfacer distintas necesidades básicas: la función de los artesanos es crear los bienes (alimentos, vestidos o instrumentos) que todos los hombres puedan necesitar; los guardianes o guerreros se encargan de la seguridad del Estado, de mantener el orden interno y defender al grupo de las agresiones externas; finalmente, los gobernantes deberán promulgar las leyes y establecer justicia. Pero la figura del rey-filósofo aparece como consecuencia de dos puntos de vista fundamentales en la filosofía política de Platón: su concepción autoritaria y su concepción intelectualista.
Platón hereda de su maestro Sócrates la idea según la cual no se puede obrar bien si no se tiene un conocimiento explícito de lo que es el Bien. En el símil de la caverna, se señala con claridad que solo quienes hayan conocido la idea del Bien podrán ser capaces de dirigir correctamente tanto los asuntos privados como los públicos. En la propuesta no democrática y clasista de Platón, los dirigentes deben educarse desde muy jóvenes en las distintas ciencias, en el esfuerzo físico y en la práctica de la virtud; y cuando estos jóvenes hayan alcanzado la madurez, deberán encargarse de las tareas de gobierno aquellos que más se hayan acreditado en sus capacidades morales e intelectuales. De este modo, el gobierno no estará en manos de unos dirigentes elegidos por la mayoría, sino en manos de aquellos que han podido acceder al conocimiento de la ciencia verdadera y del Bien: los filósofos.
10. La Excelencia / Virtud
En La República se habla de la justicia como la virtud fundamental, que consiste en el acuerdo de las tres partes del alma, como si fueran los tres términos de una armonía musical. La armonía se produce en el alma cuando cada parte hace lo que le es propio, de manera que dominen o sean dominadas entre sí conforme a la naturaleza. En concreto, se trata de que la parte racional sea prudente (virtud propia de los gobernantes) para guiar a la parte irascible, cuya virtud propia es la fortaleza o el valor; y ambas conjuntamente puedan controlar a la parte apetitiva, cuya virtud fundamental es la templanza (propia de los artesanos).
Platón presenta la virtud dividida en tres categorías (prudencia, fortaleza y templanza) y habla de la justicia como la síntesis en armonía de todas las virtudes.
11. La Educación
La educación tiene una vocación liberadora: debe curar el error y dirigir hacia la luz del saber; no pretende infundir el saber (como los sofistas), sino únicamente orientar para que cada uno descubra por sí mismo la verdad. El proceso educativo, no obstante, es lento, ya que no es posible mostrar directamente la verdad a quien procede de la ignorancia, del mismo modo que ocurre con el Sol en el símil de la caverna.