Santo Tomás de Aquino: La Armonía entre Fe y Razón
Introducción
Este fragmento pertenece a la primera vía, la vía del movimiento, recogida en la obra Summa Theologica. En esta obra, Santo Tomás explica la existencia de Dios basándose en la necesidad de un primer motor. Para una mayor comprensión del texto, es necesario conocer algunos datos biográficos del filósofo.
Biografía de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás nació en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225. Sus primeros estudios los realizó en el convento de los monjes benedictinos. Continuó sus estudios en la Universidad de Nápoles.
Conoció a los padres dominicos y quiso entrar en la orden religiosa, pero su familia se opuso. Fue enviado a Colonia, donde estudió con el sabio dominico Alberto Magno.
Impartió clases en la Universidad de París y allí redactó sus obras, como Suma contra Gentiles, Summa Theologica y los Comentarios, en los que trata temas aristotélicos.
Murió en el monasterio de los monjes cistercienses de camino a Lyon para participar en el Concilio, en 1274, y fue santificado 50 años después de su muerte. Sus obras son apologéticas: defienden el cristianismo frente a los paganos (averroístas latinos), como Sigerio de Brabante. Esta obra supone la armonización entre filosofía y teología, entre fe y razón.
Contexto Filosófico y Teológico
Influencia de San Agustín y la Patrística
Entre los siglos VI y XIII, predominaron en Europa las corrientes neoplatónicas (Filón, Plotino), cuyo mayor exponente fue San Agustín. Las ideas agustinianas, que reabrirán posteriormente influencias de Avicena, contienen conceptos como la creación, contingencia metafísica, etc., y sostienen la subordinación de la filosofía a la teología. Según San Agustín, la verdadera filosofía es la verdadera religión: un saber de Dios.
En el siglo XI, el problema de las relaciones entre razón y fe empezó a emerger, pues el estudio de la filosofía hacía sacrificar los estudios teológicos. Es en la segunda mitad de este siglo cuando se produce el desenvolvimiento histórico de la teología. San Agustín toma de San Anselmo la frase «Credo ut intelligam», que significa que hay que creer para entender, y no comprender para creer. Una vez conocido Dios, conozco el mundo. Para conocer a Dios, es necesaria la fe; Dios te ilumina para el conocimiento y la razón. La filosofía se usa para la teología; la razón va subordinada a la fe. Las ideas de San Agustín constituyen la Patrística, los padres de la Iglesia, en la que también se encuentran autores como San Juan Damasceno.
El Auge del Aristotelismo y la Escolástica
La expansión del Islam a partir del siglo VII constituye un factor esencial en los ámbitos de la cultura y el pensamiento medievales. Tanto del sirio como del griego se traducen al árabe obras originales y comentarios de Aristóteles, surgiendo así una especie de filosofía árabe aristotélica, aunque con ciertos vestigios platónicos. El máximo representante de esta corriente era Avicena. Cobró fuerza, además, el averroísmo latino, que defendía la autonomía de la razón frente a la fe. Averroes escribió los primeros comentarios a obras de Aristóteles sin vestigios de las ideas platónicas.
Así surgió en la Edad Media la Escolástica, que se divide en tres etapas: la Escolástica Primitiva (siglos XI y XII), con exponentes como Pedro Abelardo y San Anselmo; la Gran Escolástica (siglo XIII), con Santo Tomás como figura principal; y la Escolástica Tardía (siglos XIV a XVII), con figuras como Suárez o Báñez.
El Tomismo: Síntesis entre Fe y Razón
Ante la difusión de los textos aristotélicos, hubo un sector intelectual que acogió únicamente las ideas aristotélicas que se asemejaban o explicaban su propia forma de pensar. Tal fue el caso de Alberto Magno y de su discípulo Santo Tomás. Este último tomó ciertas ideas de Aristóteles y las adaptó a la doctrina cristiana, aunque en ciertos aspectos se distanció de las tesis escolásticas.
Santo Tomás intentó construir un sistema que armonizase cristianismo y aristotelismo, consiguiendo un equilibrio entre fe y razón. El mérito del tomismo consiste precisamente en mantener esta armonía: la fe y la razón se distinguen sin separarse, están unidas sin confundirse. Ni la fe está subordinada a la razón, ni la razón a la fe, y sin embargo, viven la una de la otra en pleno acuerdo y armonía, enriqueciéndose mutuamente con la ayuda que se prestan. Este pensamiento es totalmente contrario al de la Patrística y San Agustín, que, como se comentó anteriormente, piensa que la razón va subordinada a la fe.