Nietzsche: Transvaloración, Nihilismo y la Voluntad de Poder

Lo Apolíneo y lo Dionisíaco

Los griegos anteriores a Sócrates habían expresado por medio del arte el desgarro de la realidad; habían percibido una dualidad de elementos en el mundo a través de la tragedia. Nietzsche llamó a esos dos elementos lo apolíneo y lo dionisíaco, en referencia a los dioses Apolo y Dionisos. La tragedia griega expresa el juego entre esas dos fuerzas. El héroe trágico se destaca como individuo que se enfrenta al destino, que le acarrea la desgracia, la tragedia. De ahí que, para Nietzsche, el sufrimiento proviene de la individualidad. No hay que huir del sufrimiento, sino aceptarlo. Es necesario decir sí a la vida: esto es, decir sí al placer y al sufrimiento, a lo bello y a lo terrible. De la fatalidad trágica parece seguirse el pesimismo. Sin embargo, Nietzsche quiso ser mensajero de la alegría de vivir expresada en la tragedia y propuso hacer compatible la irracionalidad de la existencia con el optimismo que afirma la vida terrenal como es. La compatibilidad se encuentra en el concepto de amor al destino, reflejado en las fiestas dionisíacas. Este filósofo se sintió cerca de Heráclito, ya que, para él, el mundo era la unidad de los contrarios, la permanente construcción y destrucción de un dios que se comporta como un niño que juega. Pero Dionisos es también el símbolo del genio artístico, del creador. El artista, el niño y el dios representan la voluntad de poder.

La Traición a la Vida Terrenal

Según Nietzsche, los antiguos griegos habían comprendido bien la realidad del mundo y la habían expresado en la tragedia. A partir de Sócrates, la percepción trágica de la vida fue sustituida por el predominio de la razón. La racionalización de lo vital fue obra de Sócrates, continuada por Platón y asumida posteriormente por el cristianismo, que consolidó la traición a la vida terrenal. La razón busca el control y la fijación de lo vital, pretendiendo conciliar los opuestos. Pero no hay conciliación posible, porque la realidad es la lucha de los opuestos. Nietzsche afirma que la razón traiciona a la vida terrenal; en cambio, los instintos contienen la fuerza impulsiva y expansiva de lo vital. Desde los planteamientos de la filosofía platónica y el cristianismo, el ser humano rechaza este mundo con la suposición de que existe una realidad eterna superior. Para Nietzsche, la realidad es exclusivamente el mundo terrenal.

Los sentidos son aptos para percibir la realidad auténtica. Encontrar el sentido de la Tierra equivale a afirmar que el mundo se encuentra en continuo devenir. Se afirma la unicidad del mundo como la única cosa en sí y que la realidad es irracional, ya que no puede ser ni explicada ni controlada por la razón.

La Transvaloración

Nietzsche rechazó las tradiciones culturales occidentales y propuso una inversión completa de los valores vigentes. La voluntad es el poder destructivo y creador, que elimina valores caducos e introduce otros nuevos. Esa transformación radical de los valores fue denominada transvaloración. Rechazó las siguientes tradiciones culturales:

  • La religión, especialmente la cristiana, porque traiciona el sentido de la Tierra.
  • La moral, basada en los conceptos de bien y mal. Se produce una inversión de los auténticos valores de la existencia y propone el regreso a los valores originarios.
  • Los valores políticos modernos de la igualdad y la democracia. El liberalismo político y económico insiste, sobre todo, en la libertad. El socialismo, en la igualdad y la fraternidad. Para Nietzsche, el burgués y el socialista son consumados hipócritas porque, habiendo quitado a Dios de en medio, se han empeñado en mantener los valores cristianos.

Crítica de la Metafísica

Según Nietzsche, es la razón lo que confunde en la percepción de la realidad. Lo que la metafísica llama “ser verdadero” no es nada. La razón reduce la realidad a “ser” y con ello induce a error, porque la realidad es devenir, puro cambio que no cabe apresar con los conceptos de la razón. Así, el ser no es más que el concepto vacío a través del cual la razón pretende fijar la vida. El ser es el engaño introducido por la razón a través del lenguaje. Según Nietzsche, el origen de este error radica en la debilidad de la voluntad. El miedo a la vida conduce a pactar la detención del devenir.

Crítica de la Moral

En La genealogía de la moral, Nietzsche expuso que, originalmente, “bueno” fue convertido en “malo” por obra de los traidores a la vida. Esto fue llevado a cabo por los filósofos socráticos y por la religión judía y cristiana. La transformación radical de los valores fue consolidada por el pueblo judío, al que Nietzsche describió como un pueblo rencoroso de sacerdotes, y por el cristianismo, que divulgó por el mundo su anuncio del castigo eterno para los malvados.

Nietzsche contrapuso la moral de esclavos y la moral de señores. La ética entendida como la defensa de la igualdad de todos es lo que denominó moral de corderos o de esclavos. Los corderos son rencorosos porque son débiles. Los depredadores no son vengativos, simplemente poderosos. Así, el fuerte no se ocupa del débil, sino que actúa con el poderío que le es propio. Esta es la moral de señores. Los valores de la civilización contemporánea están infectados de cristianismo. También el budista es débil y ciego para la vida. Todos se dejan llevar por la compasión, y esta es la última de la voluntad débil. La transvaloración que Nietzsche propuso anuncia la superación de la moral: la inocencia que está más allá del bien y del mal.

El Nihilismo

El término nihilismo proviene de nihil, que en latín significa “nada”. Nietzsche empleó con frecuencia esa expresión para referirse a la demolición de los valores de la civilización occidental, que da como resultado la nada. El nihilismo para Nietzsche tiene dos significados, uno negativo y otro positivo:

  • En sentido negativo, nihilismo es la constatación de que los valores del hombre que han estado vigentes, es decir, los propios de la religión, la metafísica y la moral, están siendo destruidos. También significa la decadencia de la humanidad contemporánea, compuesta por burgueses, socialistas, demócratas, ilustrados, etc., para los que Dios ha muerto, lo que significa que ya no creen en él, pero hipócritamente mantienen el valor de la igualdad y la fraternidad. Según Nietzsche, Dios es considerado una creación humana desechada. Sin embargo, esta humanidad no tiene el suficiente coraje para aceptar las consecuencias del ateísmo. De ahí, la generalizada hipocresía que mantiene valores cristianos bajo el nombre de humanismo.
  • Desde el punto de vista positivo, el nihilismo reconoce la vaciedad de los valores tradicionales y los elimina. Al eliminar esos valores, sólo queda la nada, pero es el paso necesario para construir valores nuevos. Así, de la misma forma que destruir es la condición para crear, la nada de valor es la condición para valorar.

La Voluntad de Poder

Una vez superado el período nihilista, llegó la fase constructiva de su filosofía, cuyos contenidos aparecen recogidos en la obra Así habló Zaratustra.

Ella trata de los siguientes temas: la voluntad de poder, el superhombre y el eterno retorno de lo mismo.

La Voluntad como Afirmación y el Superhombre

La voluntad no es una facultad de la persona, sino la fuerza de la que surgen todas las cosas, y también los sujetos humanos. Para Schopenhauer la voluntad es deseo; para Nietzsche, poder. El deseo no tiene y busca, mientras que el poder pone lo que tiene, es decir, a sí mismo. El poder es puramente afirmativo o espontáneo, se extiende de modo universal y es siempre creciente. Poder es querer más, y también querer todo. Aparentemente, el poder parece referirse al propio yo, a uno mismo, pero no es así. Para Nietzsche, la voluntad no es una facultad de la persona, o del yo. No es el yo el que pone el querer, sino al revés, el querer es el que pone al yo, y lo destruye, es decir, lo hunde en el ocaso. Si el yo fuera lo principal, entonces no lo sería la voluntad y el ser humano actual no tendría que sacrificarse para que viniera el superhombre. El superhombre de Nietzsche es el hombre que puede querer más de lo que hasta ahora ha querido, que vivirá en la Tierra sin necesitar de los valores metafísicos o religiosos y que es como un niño, o que, como el dios Dionisos, está por encima del bien y del mal. La idea del superhombre es expuesta con la imagen de las tres transformaciones del espíritu: – El espíritu se transforma primero en camello, que simboliza el sometimiento de la voluntad a la carga del deber moral, de la religión, de todo aquello que resulta externo y ajeno a su propio querer. – El camello se transforma en León, que simboliza el coraje de la voluntad que destruye todos los valores vigentes. – El león se transforma en niño que juega. El niño es el superhombre, Dionisos que crea y destruye según el ciclo del eterno retorno. Esta última transformación alude a la superación de la individualidad, del yo subjetivo, en el poder de la voluntad que le transciende.El eterno retorno de lo mismo. Para Nietzsche, el eterno retorno de lo mismo significa que todo vuelve a ocurrir como ya ocurrió, una y otra vez. Expuso que como la fuerza del mundo es finita y el tiempo infinito, todo se vuelve a combinar de la misma manera que ya se combinó muchas veces.

Con excepción de su ateísmo, Nietzsche fue ambiguo en casi todo. Así, entre el eterno retorno, y la voluntad de poder se observa una incoherencia de tal importancia que aceptar una teoría supone rechazar la otra. Según la teoría del eterno retorno, es preciso querer esta vida hasta tal punto de que uno quiera su repetición hasta en los mínimos detalles. La voluntad de poder es la voluntad que siempre quiere más, que quieres ser aún más poderosa. Analizamos cómo se contraponen: ¿Puede o no puede la voluntad ser más fuerte? Del eterno retorno parece seguirse que no, porque si el poder de la voluntad creciera, entonces las cosas no volvería hacer lo mismo. Por otro lado, el eterno retorno depende de que la voluntad quiera que ocurra. Y si es así, ¿no se le está concediendo demasiada importancia al yo? Por último, es preciso considerar qué es la voluntad de poder. El símbolo de Dionisos, o del niño que juega, aleja el concepto del eterno retorno, porque el juego infantil evoca el olvido. Pero el eterno retorno es lo contrario al olvido, es tener todo (presente y futuro) presente en el instante.

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