Vida y Obra de John Stuart Mill
John Stuart Mill nació en Londres el 20 de mayo de 1806. Su infancia, carente de afectos, fue rigurosamente planificada por su padre, James Mill, con un enfoque en el estudio intensivo. A los trece años, poseía los conocimientos de un adulto culto de 30 años. En 1823, comenzó a trabajar en la East India Company, que posteriormente se integraría a la administración británica en 1858.
En su Autobiografía, Mill describe tres fases cruciales en su desarrollo intelectual:
- La primera, vinculada a la Westminster Review y a su fundador, Jeremy Bentham. En el otoño de 1826, Mill sufrió una crisis nerviosa e intelectual, resultado de la infancia sacrificada por el estudio impuesto por su padre. Superar esta crisis implicó reevaluar sus creencias iniciales y comprender que las cuestiones políticas eran relativas, no absolutas. Concluyó que no era posible diseñar un sistema utópico, sino formular principios para deducir las instituciones más apropiadas según las circunstancias.
- La segunda fase, de crisis y maduración, se caracterizó por su familiarización con las doctrinas de Saint-Simon, Carlyle, Coleridge y Comte, cuya correspondencia influyó en su Sistema de lógica (1843).
- La fase de madurez, iniciada en 1848 con la publicación de sus Principios de política económica, obra que se convertiría en un clásico. En 1830, conoció a Harriet Taylor, con quien se casó en 1851, tras enviudar ella de John Taylor. Mill reconoció la contribución de su esposa a su obra, aunque algunos comentaristas la minimizan. Tras la muerte de Harriet en 1858, Mill escribió algunas de sus obras más reconocidas: Sobre la libertad (1859), Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861) y Utilitarismo (1863). La sujeción de las mujeres (1860-61), dedicada a la hija de Harriet, Helen Taylor, no se publicó hasta 1869. Póstumamente, en 1879, se publicaron en la Fortnightly Review sus apuntes sobre el socialismo (Chapters on Socialism). Su defensa del sufragio femenino lo llevó a abogar por la modificación de la Ley de Reforma de 1867, durante su periodo como diputado liberal en la Cámara de los Comunes (1865-1868). Murió en Avignon, donde estaba enterrada Harriet, el 8 de mayo de 1873.
El Radicalismo Filosófico
Entre 1770 y 1830, la sociedad inglesa experimentó profundos cambios debido a la Revolución Industrial. Campesinos se convirtieron en obreros y las ciudades se transformaron, con consecuencias morales y políticas descritas por autores como Charles Dickens y Karl Marx. Mientras la sociedad cambiaba, las instituciones políticas, ancladas en la Revolución Gloriosa de 1689, permanecían estáticas, sirviendo a la aristocracia agraria y mercantil. La Revolución Francesa se usó como pretexto para el inmovilismo político. Sin embargo, a partir de 1815, las demandas de reforma política, impulsadas por intelectuales radicales como Jeremy Bentham e industriales como Richard Cobden, se intensificaron. Los industriales exigían libertad económica y la abolición del proteccionismo agrícola, que beneficiaba a los terratenientes en detrimento del resto de la población.
Los radicales abogaban por una reforma electoral y parlamentaria, ya que ciudades industriales como Manchester, Birmingham, Sheffield y Leeds carecían de representación parlamentaria. El derecho al voto se otorgaba a terratenientes con cierta renta y a burgueses de determinadas corporaciones. En 1832, se aprobó la Ley de Reforma, que disminuyó el poder de la aristocracia y amplió la oligarquía política con fabricantes y miembros de la clase media. El siglo XIX presenció la democratización del sistema político, culminando en el sufragio universal masculino en 1884. Este proceso fue impulsado por reformadores como Jeremy Bentham y James Mill, quienes aspiraban a una sociedad de mercado moderna, secular y democrática.
¿Qué es el Utilitarismo?
La paternidad del término «utilitarismo» ha sido atribuida a varios autores, incluyendo a John Stuart Mill, quien en su Autobiografía afirmó ser el primero en usarlo. Sin embargo, según D. Baumgardt, la autoría corresponde a Jeremy Bentham, quien lo utilizó alrededor de 1780. El utilitarismo identifica lo valioso con lo útil, lo bueno con lo útil. Se asocia principalmente con Bentham, James Mill y John Stuart Mill, aunque se pueden encontrar antecedentes en autores como Helvecio, quien afirmaba que la vida humana se basa en el deseo de felicidad y la voluntad de evitar el dolor.
Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo moderno, creó la Westminster Review en 1824 para difundir sus ideas. El utilitarismo buscaba reformar la sociedad, tanto en su estructura política (liberal y democrática) como en sus costumbres. Su base es el reconocimiento del placer y el dolor como motores de la naturaleza humana.
Según Bentham, el principio de utilidad o principio de máxima felicidad para el mayor número de personas, reconoce la sujeción a estos dos motores y proporciona una norma de lo justo e injusto. El interés de la comunidad es el de los individuos que la componen, y el interés individual abarca la suma total de sus placeres y dolores. El principio de utilidad promueve el placer, el bien o la felicidad (considerados sinónimos) y evita el dolor, el mal y la desdicha. Para elegir lo bueno, se requiere un cálculo de placeres y dolores. Bentham afirmaba que la utilidad es medible, con dimensiones como intensidad, duración, certeza y proximidad, que permiten una «aritmética moral». Este cálculo se matiza al reconocer la diversidad de sensibilidades, lo que dificulta la reducción de la felicidad a una pauta universal cuantificable.
Características de la Ética Utilitarista
El utilitarismo es la versión moderna del hedonismo antiguo de Epicuro y Aristipo de Cirene. Como eudemonismo, guarda analogía con la ética aristotélica, que postula la felicidad como el máximo bien y de naturaleza política. La identificación de lo útil con lo bueno se enmarca en la filosofía política del liberalismo reformista ilustrado. Bentham define la utilidad como la tendencia de todo acto a procurar la felicidad. Acepta que la felicidad es el bien y que se encuentra al final de nuestros actos. Un espíritu libre y benefactor debe tomar la utilidad como ley universal para aprobar o desaprobar cualquier precepto, acto o institución.
La aplicación del principio de utilidad determina la disminución o el aumento de nuestro bien, la felicidad. Lo bueno no implica la existencia de Dios ni una vida virtuosa, sino el placer y el rechazo del dolor. Las consecuencias relevantes de una norma o acto son las relacionadas con el placer obtenido y el dolor evitado. Lo bueno es el placer, medido por las consecuencias de la acción. La utilidad es la norma general.
Al hablar de utilidad y felicidad, se trata de nuestro interés por servir al placer y evitar el dolor. Como la búsqueda del interés individual puede chocar con el de otros, se debe armonizar con el interés colectivo, la suma de los intereses individuales. Una norma y sus actos son buenos si maximizan las consecuencias agradables según el interés del grupo. Algo es moralmente bueno si resulta de aplicar el principio de utilidad a una comunidad de intereses.
John Stuart Mill amplía los criterios del principio de utilidad. La utilidad debe satisfacer deseos de toda índole, no solo los ligados a la sensibilidad o apetitos de una clase social. Reconoce la superioridad del placer intelectual sobre el físico para la felicidad. Introduce la universalidad de la norma utilitarista: el bien (la felicidad) debe tener un alcance colectivo. Prioriza la felicidad general sobre la particular. «El criterio utilitarista no lo constituye la mayor felicidad del propio agente, sino la mayor cantidad total de felicidad» (El utilitarismo, cap. 2, 53).