Teoría de las Ideas de Platón y otros problemas filosóficos

El Problema del Conocimiento: Platón

La Teoría de las Ideas constituye el centro de todo el pensamiento platónico. De ella no ofrece una exposición sistemática y definitiva, sino que la va tratando evolutivamente en los diálogos.

Junto al Mundo Sensible (físico), constituido por los cuerpos materiales, múltiples, aparentes, sensibles, particulares, mutables, compuestos, perecederos, participados, copias, generables y corruptibles, existe un Mundo Inteligible (de Ideas o eidos) constituido por formas inmateriales, únicas, reales, inteligibles, universales, inmutables, indivisibles, eternas, existentes por sí mismas, modelos y jerarquizadas. Esto es, junto a las cosas buenas, bellas y justas, existiría la Bondad, la Belleza y la Justicia.

Las Ideas son la esencia y la causa de todas las cosas. Están organizadas jerárquicamente, con la Idea de Bien como suprema. El Mundo Sensible ha sido hecho por el Demiurgo. No se trata de que haya creado el mundo de la nada (el concepto de creación no existe en la cultura griega), sino que ha actuado sobre una materia informe y caótica, que existía desde siempre, y la ha sacado de su estado de confusión para llevarla a un estado de orden (“cosmos”). Para ello, se ha servido como modelo de las Ideas, que también existían desde siempre. El Mundo Sensible es imperfecto porque la materia es esencialmente limitada y cambiante, y no tiene capacidad para recibir perfecciones más que en grado limitado.

Relación entre el Mundo Inteligible y el Mundo Sensible

Existen diferencias a lo largo de su obra: en sus diálogos de juventud, Platón recalca la inmanencia de las Ideas con respecto a la realidad, y en los diálogos de madurez insiste en la trascendencia de las Ideas, afirmando que son modelos y arquetipos de las cosas sensibles, que son copias, sombras, imágenes.

El conocimiento, para el autor de La República, es recuerdo, anámnesis o reminiscencia. Si las Ideas están en otro mundo diferente a aquel en el que vive el hombre, ¿cómo es posible que éste las conozca? El alma ha vivido en el mundo de las Ideas antes de su unión con el cuerpo; al producirse esta unión, el alma olvida todo lo conocido. Para llegar a “recordar lo olvidado” hay que seguir un método, un camino, que el fundador de la Academia denomina dialéctica. Ésta tiene una doble dirección:

  • Ascendente: desde la visión de las sombras en el interior de la caverna a la contemplación de la luz del sol. Consiste en la indagación del principio del que dependen todas las demás realidades y que no necesita de ninguna otra realidad para existir (Idea de Bien).
  • Descendente: una vez que ha contemplado el sol, el camino que ha de seguir para señalar a los demás hombres (encadenados) cómo es la auténtica realidad. Sólo los que han contemplado la Idea de Bien son capaces, después, de organizar correcta y justamente su vida y la de los demás.

Este conocimiento como recuerdo tiene que ser dirigido por el método socrático y la dialéctica platónica, formas de educación que permiten el recuerdo de lo que el alma conoció. Uno de los textos más claros sobre la reminiscencia aparece en el diálogo Fedón. La dialéctica platónica tiene su mejor expresión en el diálogo La República, donde Platón expone los grados de conocimiento, relacionándolos con los grados del ser. Distingue dos formas de conocimiento: la opinión (doxa) y la ciencia (episteme).

La doxa es el conocimiento sensible de las cosas. La episteme es el conocimiento inteligible de las Ideas, es decir, del ser eterno e inmutable. Dentro de la doxa hay dos niveles de conocimiento: la imaginación (eikasia), grado inferior, y la creencia (pistis), segundo grado; pero ninguno de los dos proporciona la verdad, ya que se ocupan de lo cambiante, imágenes y cosas respectivamente.

La episteme se compone de: dianoía y noésis. La primera es la razón discursiva, donde se parte de una hipótesis y se llega a conclusiones, ayudándose de imágenes sensibles, permitiendo el conocimiento de las Ideas matemáticas. La noésis es la inteligencia o razón propia del dialéctico, donde se emplea un método racional consistente en echar abajo las hipótesis para llegar al conocimiento intuitivo de la realidad misma: de la Idea de Bien. El recorrido de este proceso se ejemplifica en el Mito de la Caverna y en el pasaje de la Línea Segmentada, y sólo puede ser llevado a cabo mediante la educación adecuada del filósofo. El filósofo recorrerá esta línea de conocimiento de manera ascendente, hasta llegar a la Idea de Bien, teniendo los demás niveles un carácter propedéutico. Este ascenso tiene un aspecto emocional, puesto que sólo puede realizarse si el alma está conducida por el eros o amor platónico hacia la verdad.

El Problema Antropológico: Platón

La teoría del alma explica la psicología platónica, que tiene intenciones gnoseológicas y éticas. El alma, según Platón, tiene tres partes: una parte racional (nous), inmortal, inteligente y situada en la cabeza, cuya virtud es la prudencia y su función dirigir; una parte irascible (thymos), fuente de pasiones nobles y agresivas, situada en el tórax e inseparable del cuerpo, cuya virtud es la fortaleza; y una parte concupiscible (epithymía), fuente de pasiones innobles, situada en el abdomen y también mortal, cuya virtud es la templanza. Platón considerará que la polis se ha de organizar en base al dominio de uno de estos niveles de alma en cada hombre.

El fundador de la Academia mantiene un dualismo antropológico: el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma, siendo dos realidades heterogéneas, ya que pertenecen a realidades distintas. Siguiendo la tradición pitagórica, Platón defiende que el alma, espiritual y eterna, está encerrada, encarcelada en un cuerpo. Entre el cuerpo y el alma no existe más que una unión accidental, es decir, son dos realidades plenamente constituidas y de naturaleza totalmente distinta. La imagen más frecuente con la que ilustra esta unión es la del jinete y el caballo. Recurre a varios símiles, el más importante es aquél en el que compara al alma humana con un carro alado, en el que el auriga (racional) dirige a un corcel noble y disciplinado (irascible) y a otro indómito y rebelde (concupiscible).

El alma no es sólo la parte más importante del hombre, sino que además es inmortal, es decir, inengendrada e imperecedera, como demuestra en el diálogo Fedón. El alma racional, al ser inmortal, tiene su destino en el Mundo de las Ideas. El autor de El Banquete admite la teoría de la transmigración de las almas. Las sucesivas reencarnaciones del alma son fruto de la elección libre del hombre, según se expone en el Mito de Er.

El alma superior, la racional, debe someter y dirigir a las otras dos almas. El principio socrático continúa en el pensamiento platónico: la razón es el elemento fundamental en el hombre. La virtud necesaria para alcanzar la sabiduría consiste en que la parte racional domine a las otras dos.

El Problema Político: Platón

El proyecto filosófico platónico es, fundamentalmente, político. Platón ambiciona crear una sociedad justa, en la que la muerte de Sócrates, “el hombre más justo de su época”, no hubiera sido posible. El fundador de la Academia establece un primer modelo político en su diálogo La República, cuyas características principales son:

  1. Correlación estructural entre el alma y la ciudad-estado: la naturaleza humana nos empuja a vivir en sociedad. La organización de la sociedad tiene su fundamento en la naturaleza del alma humana; se da un paralelismo entre las partes del alma y las partes de la sociedad. Se dan tres almas en el hombre, por ello en la sociedad hay tres estamentos distintos: aquel en el que domina el alma racional, cuya tarea es gobernar, ya que están guiados por la prudencia; aquel en el que domina el alma irascible, cuya tarea es la defensa de la ciudad y su virtud la fortaleza; y aquel en el que domina el alma concupiscible, cuya tarea es el trabajo agrícola y artesanal y su virtud la templanza. De la armonía entre filósofos, guardianes y productores surge la justicia en la ciudad.
  2. Especialización funcional: la ciudad nace porque ningún hombre es autosuficiente. Cada uno tiene más necesidades básicas de las que puede satisfacer por sí solo. Además, cada persona está mejor dotada para realizar un trabajo que otro; por tanto, las distintas habilidades de las personas contribuyen a la satisfacción de las necesidades de los demás. Cada parte de la sociedad ha de desarrollar una función, aquélla para la cual esté más capacitado. Así, solamente cuando estos tres grupos vivan en armonía, es decir, cuando cada uno cumpla con sus funciones, se dará el equilibrio social y la justicia.
  3. Sistema educativo: con el fin de que esta situación ideal de armonía y equilibrio se pueda realizar, se desarrolla minuciosamente un sistema educativo, en el que se distinguen dos etapas:
    1. Una educación obligatoria, común a todos, que alcanzaría más o menos hasta los 20 años. Esta comprendería la música (para permitir el control del hombre sobre las partes inferiores del alma) y la gimnasia (para el control del cuerpo).
    2. Una segunda etapa destinada sólo a los futuros gobernantes (de los 20 a los 35 años). Se subdivide en una primera de aprendizaje de las matemáticas y la dialéctica de las Ideas superiores.

El autor de El Banquete plantea la igualdad absoluta entre hombres y mujeres para acceder a cualquier posición social. Afirma además que la clase de los gobernantes y de los guardianes auxiliares no podían tener propiedad privada ni familia, para evitar que el egoísmo y la ambición los convirtiera en tiranos. Aunque Platón defiende el gobierno de una monarquía de la virtud y el saber, afirma en la Carta VII que no cesará en sus males el género humano hasta que los que son filósofos ocupen los cargos públicos, aunque se da cuenta de que la historia de Grecia es la historia de la degeneración progresiva desde la forma política perfecta: aquélla en la que gobierna el mejor o los mejores, los sabios (la monarquía o la aristocracia), degenera en timocracia, que es el gobierno en el que están guardianes no aptos, quienes ansían honores y riquezas. Este afán de riqueza hace que la timocracia se transforme en oligarquía, es decir, en el gobierno de los más ricos, quienes, poseídos por la ambición y la envidia, acaban reduciendo a sus conciudadanos a situaciones de extrema pobreza. Cuando los pobres expulsan a los ricos, la oligarquía se transforma en democracia: el pueblo asume el poder, se impone una libertad inmoderada y se desprecian las leyes; todos mandan y legislan a la vez, generando el caos. Esta situación conduce al peor de todos los regímenes posibles: la tiranía. La tiranía es el gobierno de un individuo preocupado sólo por sus intereses, que acaba sometiendo a la más salvaje esclavitud a los demás. Después de haber fracasado en el intento de poner en práctica La República en tres ocasiones, en sus diálogos de vejez se replantea su modelo político en El Político y Las Leyes. Platón no se retracta de La República, sino que plantea un segundo modelo basado en la forma de “ser” de los hombres en vez de cómo “deberían ser” (República). Se dan parecidos entre su pensamiento político de madurez y de vejez: en ambos defiende que a la razón correspondería gobernar, que debe darse una correspondencia entre el alma del hombre y la sociedad, y que la justicia genera felicidad. Pero también aparecen significativas diferencias: en esta última propuesta aparece el principio de legalidad (el sometimiento a las leyes) y el considerado como mejor sistema político es uno mixto entre monarquía y democracia.

El Problema Ético: Aristóteles

Para Aristóteles, toda acción humana, igual que todo acto físico, tiene un fin: la felicidad es el bien absoluto y el fin último al que tienden todas nuestras acciones. Los fines tienen una organización jerárquica y pueden clasificarse en:

  • Relativos: se buscan para obtener otros fines (ejemplo: las riquezas, la fama…).
  • Absolutos: se buscan por sí mismos (ejemplo: la felicidad [eudaimonía]).

Aunque la felicidad puede ser entendida de diferentes maneras (riqueza, poder…), ésta sólo puede consistir en lo que es propiamente humano. Algunos confunden felicidad con el placer, pero esto en nada nos diferenciaría de los animales. El ser humano es racional y la felicidad debe consistir en la actividad racional. La felicidad suprema es la actividad teórica, contemplativa, una felicidad que tiene más de divino que de humano. Así, el fundador del Liceo considera que sólo hay felicidad cuando el hombre es autónomo, es decir, cuando se realiza sin depender de nada, y por ello la felicidad está en la sabiduría. Sin embargo, para alcanzarla es necesario guiar nuestra vida de manera buena, a través del ejercicio de la virtud.

La felicidad práctica consiste en obrar y vivir bien en el seno de la comunidad. La vida feliz es el resultado de la práctica de la virtud; sus condiciones objetivas son el bienestar, la salud, la vida social… La virtud consiste en ejecutar o cumplir la función que impone la naturaleza a cada ser, por lo que la felicidad en el hombre está en la realización de lo que le define: su alma racional. Para ello no necesitará de muchos bienes materiales, solo de los imprescindibles para mantener su vida.

Aristóteles, para definir la virtud, considera que en el alma del hombre se dan tres tipos de aconteceres: las pasiones, las capacidades y los hábitos. Las pasiones se sienten sin intervención voluntaria del hombre. Las capacidades son naturales en nosotros. Los hábitos son adquiridos y elegidos, de aquí que sólo los hábitos puedan ser virtudes. Estos hábitos conducen nuestras acciones según el término medio entre dos extremos viciosos, haciendo de nuestra vida una vida buena. Sin embargo, para poder elegir el término medio es necesario que las virtudes éticas (proceden del hábito: templanza, valor…) estén subordinadas a las virtudes teóricas o dianoéticas (deben su origen y desarrollo a la instrucción: prudencia y sabiduría), ya que sin ellas sería imposible la autarquía del hombre, en la que consiste la felicidad.

La virtud (areté) forma parte del carácter (no es pasajera), es un hábito o actitud firme de la voluntad por realizar ciertas acciones, y es un hábito selectivo que conduce a la consecución de un fin bueno. La virtud es el término medio (mesotes) entre el exceso y el defecto “relativo a nosotros”; por ello no es abstracto, se considera para cada hombre y cada uno debe calcular su aplicación. ¿Cómo saber cuál es el término medio en cada circunstancia? Según el filósofo estagirita, no hay normas ni recetas para su cálculo, sino que sólo el virtuoso lo sabe, ya que es el saber de quien es virtuoso, de quien posee la prudencia (phronesis): deliberación de los fines correctos y de los medios adecuados.

La ética es, junto a la política, una de las ciencias prácticas que mejoran la vida del hombre. Así, la política es inseparable de la ética. La polis es una comunidad natural (frente al convencionalismo de los sofistas). A pesar de que Aristóteles vive desde los treinta y siete años bajo el Imperio de su discípulo Alejandro, sigue pensando que la mejor forma de organización social es la polis. Para él, el hombre necesita de la convivencia con los demás, ya que por naturaleza es un ser social (zoon politikon). Esta convivencia no se reduce a estar juntos o intercambiar productos, sino que consiste en establecer qué es lo justo y lo injusto para todos, en formar parte activa de la polis. La prueba de que esto es así está en nuestra capacidad para hablar, en el lenguaje racional (Logos).

El Problema del Conocimiento en la Edad Media: San Agustín

San Agustín parte de una concepción de la verdad y del ser de influencia platónica: la verdad y el ser están en lo inmutable. En Las Confesiones se expone la búsqueda de la verdad como meta para adquirir la felicidad. En el conocimiento se distinguen tres niveles distintos:

  • El conocimiento sensible es la captación de los objetos por nuestros sentidos. El alma percibe la modificación que ha sufrido el cuerpo y, a través de ella, tiene sensaciones de las cosas. No se trata de un conocimiento verdadero.
  • El conocimiento racional parte de los datos de la sensación y emite juicios sobre los objetos que conoce a través de ellos, comparándolos con los modelos eternos.
  • El conocimiento de contemplación consiste en ver las “ideas eternas” tal cual son; así se contemplan los verdaderos modelos de las cosas y, por ello, se alcanza el conocimiento objetivo.

La influencia platónica es aquí clara, ya que se pasa de los objetos mutables a los inmutables. El proceso de conocimiento es el siguiente: los sentidos nos dan lo cambiante, pero la verdad y el ser están en lo inmutable; para descubrirlo, el alma debe buscarlo en su interior. Esta interiorización comienza con el descubrimiento de nuestras propias sensaciones cambiantes, de las que ascendemos a verdades permanentes, por ejemplo, las verdades matemáticas. Si estas verdades no proceden ni de lo mostrado por los sentidos ni de la propia alma, tendrán que proceder de algo inmutable, es decir, de Dios.

Por tanto, el proceso de conocimiento culmina en Dios mediante un proceso de autotrascendimiento. San Agustín denomina al conocimiento de Dios sabiduría, frente a la ciencia, que es el conocimiento de verdades eternas. Considera que toda verdad parte de nuestro interior, de lo que pensamos, pues incluso cuando nos equivocamos estamos pensando (in errando, sum [en el error, soy]). Somos conciencia pensante. De este punto de partida se pasa al descubrimiento de la verdad y de Dios. A la pregunta de cómo el alma llega a descubrir las verdades eternas, Platón contestaba con la teoría de la reminiscencia. San Agustín, al ser cristiano, no puede aceptar esta solución y recurre a la teoría de la iluminación. Al igual que para conocer las cosas del mundo sensible es necesario la luz del sol, también para las ideas eternas se necesita una iluminación que haga al humano capaz de verlas. Esta iluminación capacita al hombre para superar la limitación de su mente finita, temporal y mutable, y alcanzar así lo inmutable y eterno. La iluminación es la acción de Dios que permite la captación de la Verdad.

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