Ética kantiana: Fundamentos de la moralidad

Ética kantiana

Críticas de Kant a las éticas anteriores

Kant realiza varias críticas a la mayoría de las éticas anteriores:

  1. Materiales: Califican las acciones humanas como buenas o malas en función de la consecución de un fin (la felicidad, Dios, etc.) para lo cual existen una serie de medios (no robar, no mentir, etc.). Son éticas centradas en el contenido de las acciones.
  2. Empíricas: Ya que sólo mediante la experiencia se puede determinar cuáles son los medios para alcanzar la felicidad. Ahora bien, la experiencia no puede nunca fundamentar una afirmación universal. El precepto: «Si quieres ser feliz, vive oculto», por ejemplo, no puede obligar a todos, ya que algunos pueden aducir que, según su experiencia, vivir oculto no da felicidad.
  3. Hipotéticas o condicionales: Sus imperativos ordenan lo que se debe hacer para alcanzar una determinada meta. Por ejemplo: «Si quieres aprobar, debes estudiar». En este caso, el imperativo sólo obligaría a los que aceptan la condición (por ejemplo, la felicidad, aprobar, etc.), pero no a los que no la acepten; no sería, pues, un deber universal.
  4. Heterónomas: Porque, según las éticas materiales, la ley moral a la que se debe someter el sujeto le viene dada a éste de fuera (de Dios, de la naturaleza, de la sociedad). El hombre recibe la ley moral desde fuera de la razón, por lo que no está actuando libremente.

La moral kantiana

En cambio, Kant defendió una moral:

  1. Formal: No contiene imperativos «materiales» que digan lo que hay que hacer. Contiene un único imperativo que sólo expresa lo que constituye la «forma» de cualquier imperativo moral: el deber universal.
  2. A priori: El imperativo es universal y necesario para todos los seres humanos.
  3. Categórica: Prescribe una acción como buena de forma incondicionada, manda algo por la propia bondad de la acción, independientemente de lo que con ella se pueda conseguir. Declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco.
  4. Autónoma: Porque es el sujeto mismo quien se da a sí mismo sus propias leyes y es capaz de cumplirlas. Dichas leyes morales tienen su origen en la naturaleza de su propia razón, y no en algo extrínseco al ser humano (como por ejemplo, la naturaleza, Dios o la misma sociedad).
  5. Deontológica: Basada en el deber, entendido éste como «La necesidad de una acción por respeto a la ley».

Por tanto, los imperativos morales, según Kant, han de ser universales y necesarios para que constituyan realmente deberes morales. Pero como la necesidad (moral), es decir, obligatoriedad va ya incluida en el concepto de «deber», la única condición que se exige es la universalidad. O un deber obliga a todos, o no es realmente un deber moral. Obrar por deber es obrar por principios racionales, es decir, universales (válidos para todas las personas) y absolutos (que no varían con las circunstancias) o, lo que es lo mismo, por principios formales: en todos los casos, debemos decidirnos como se decidiría cualquier otra persona racional.

La ética kantiana, pues, no señala qué contenidos son buenos y qué contenidos son malos desde el punto de vista moral (por ejemplo, ayudar al prójimo es bueno, matarle es malo), sino que se limita a indicarnos el modo o la forma de nuestras decisiones morales (cómo debemos) y, para él, lo único que posee relevancia moral es la intención de la voluntad (debemos obrar con la intención de cumplir con nuestro deber, los otros motivos no cuentan).

En este sentido, una voluntad es buena cuando intenta cumplir el deber por puro respeto al deber, que actúa determinada por la razón. Por tanto, los contenidos y las consecuencias de nuestros actos no cuentan, sólo cuenta la intención de la voluntad. Se puede obrar en contra del deber, conforme al deber y por el deber. Sólo cuando obramos por el deber es cuando somos «buenos» moralmente. Por ejemplo, si mentimos, nuestra acción será contra el deber, y, por tanto, mala. Pero supongamos que intentamos manifestar la verdad, en este supuesto habrá que distinguir: así, si intentamos decir la verdad porque nos conviene, o porque nos resulte agradable, o porque nuestras creencias religiosas nos lo exigen; en estos casos, tal vez nuestro obrar coincida con el deber (conforme al deber), pero nuestra acción no será moral; pues nuestra acción sólo es moral (moralmente buena) cuando intentamos cumplir el deber por el puro respeto del deber, es decir, en el ejemplo propuesto, cuando decimos la verdad porque debemos decir la verdad, sin otro tipo de intenciones ni de consideraciones.

Principios prácticos kantianos

Kant distingue dos tipos de principios prácticos que consisten en «determinaciones de la voluntad»:

  1. Máxima: Son principios subjetivos, es decir, que el sujeto los considera válidos para su voluntad individual. Por ejemplo, el diabético no toma azúcar porque es nocivo para su salud. El azúcar no hace daño a todo el mundo, no es malo objetivamente hablando, pero sí es malo para él.
  2. Ley moral o práctica: Es el principio objetivo del obrar, es decir, es válido para todos, «para la voluntad de todo ser racional». Por ejemplo, «no robarás»: todas las personas deben actuar guiadas por la razón y no deben robar.

La ley moral adopta para los seres humanos la forma de imperativos. Los imperativos o mandatos expresan el deber ser y afectan, pues, a toda la voluntad. Kant distingue dos tipos de imperativos:

  1. Imperativos hipotéticos: Ordenan lo que se debe hacer para alcanzar una determinada meta. Por ejemplo, «si quieres ir al cielo has de ser honrado»; mueven a actuar para lograr un fin determinado.
  2. Imperativos categóricos: Es aquel que se impone a nuestra voluntad de un modo absoluto, sin ningún tipo de condición; es el mandato con carácter universal y necesario; manda algo por la propia bondad de la acción, independientemente de lo que con ella se pueda conseguir. Es el imperativo moral, ya que es autónomo, universal y absoluto. Kant considera hasta cinco formulaciones distintas del imperativo categórico:
  1. «Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal«. (Fórmula de la ley universal).
  2. «Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza«. (Fórmula de la ley de la naturaleza).
  3. «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo y nunca solamente como medio«. (Fórmula del fin en sí mismo).
  4. «Obra según máximas que puedan al mismo tiempo tenerse por objeto a sí mismas, como leyes naturales universales«.
  5. «Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de fines» (Fórmula de la autonomía).

Postulados de la razón práctica

Por último, Kant concluye diciendo que para alcanzar el bien supremo son necesarios tres postulados: la libertad (sin la cual no habría autonomía ni acción moral), la inmortalidad (los actos morales tienen una aspiración que trasciende la propia existencia) y Dios (que permite que se identifique el ser y el deber, la naturaleza y la ley moral). El término «postulado» aquí es sinónimo de «presupuestos» o «condiciones necesarias» de la existencia de la moralidad. Efectivamente:

  1. Sólo podemos cumplir el deber si somos libres.
  2. Sólo podemos alcanzar la perfección moral si somos inmortales.
  3. Sólo podemos alcanzar el sumo bien si Dios existe.

Los postulados no son fenómenos, sino realidades nouménicas. Coinciden con las ideas de la razón y son indemostrables. Tampoco nos permiten conocer qué son Dios, la inmortalidad o la libertad. ¿Qué nos permiten? Únicamente creer en ellos, pero creer con una «fe racional», decir, «creer con algún fundamento racional». Ahora bien, para Kant la fe es ante todo un acto de la voluntad. Creer no es decir «ya sé», es solamente decir «ya quiero».

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