La Inocencia del Devenir
La inocencia del devenir es una concepción del mundo opuesta a toda interpretación moral, platónica o cristiana. El mundo en su devenir es inocente y se sitúa más allá del bien y del mal. Podemos rastrear los orígenes de esta idea incluso en textos muy tempranos de Nietzsche. Allí, Nietzsche compara las cosmovisiones de Anaximandro y Heráclito. Anaximandro entiende que la simple existencia, separarnos del apeiron, es una injusticia, una culpa, que debe pagarse con la muerte. Heráclito, al contrario, entiende que la injusticia, el dolor y la culpa existen en el mundo, pero solo para el hombre común y no para el sabio. En la misma línea que los eléatas, Platón culpabiliza al mundo. Por miedo a la muerte, el cambio, la vejez y la procreación, crea un «mundo verdadero«, eterno e inmutable, que le sirve de consuelo. El mundo visible del devenir es algo a lo que es necesario renunciar, «podando» las pasiones y los instintos, renunciando al cuerpo. El cristianismo no hizo sino continuar esta metafísica nihilista y decadente de Platón. Tanto Homero como el cristianismo juzgaron la existencia como culpable. Realmente, el problema no está en quién sea el responsable del caos y el sinsentido de esta existencia, sino en comprender si la existencia ¿es culpable o inocente? Para Nietzsche está clara la inocencia de la pluralidad y del devenir.
Nihilismo
De «nihil» nada. Actitud vital y filosófica que niega todo valor a la existencia, o que hace girar la existencia alrededor de algo inexistente. La idea de Nietzsche del nihilismo es compleja:
Nihilismo como decadencia vital
Toda la cultura occidental es nihilista, pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente, despreciando de modo indirecto la única realidad existente: la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida.
Nihilismo activo
Es también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención; la filosofía nietzscheana es nihilista en este sentido, pues propone la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos. Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, la aparición de una nueva moral y de un nuevo hombre: el superhombre.
Nihilismo pasivo
El «nihilista pasivo» no cree en ningún valor, puesto que considera que todo valor es posible solo si Dios existe, y Dios no existe; termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio. Aquel que dijese que si Dios no existe todo está permitido, aquel que se levantase en contra de la vida, ese sería también nihilista.
Mundo Aparente
Nietzsche llama platonismo a toda teoría para la que la realidad está escindida en dos mundos: un mundo verdadero, dado a la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo. Al mundo verdadero en Platón le corresponde la eternidad y se relaciona con el bien y el alma, mientras que al mundo aparente le corresponden el nacimiento y la muerte y se relaciona con el mal y el cuerpo. Nietzsche también afirma en su breve historia de la metafísica, que una vez que hemos perdido el mundo verdadero, tampoco nos queda el mundo aparente. Hay que empezar de cero.
Transmutación de los Valores
En La genealogía de la moral, Nietzsche aborda la crítica de la moral cristiana a partir del estudio del origen de los valores. Para ello, emplea el método genealógico, consistente en una investigación etimológica e histórica de la evolución de los conceptos morales, del bien y del mal.
Nietzsche propone una nueva inversión de los valores, una transmutación de los valores. La moral cristiana del resentimiento, de condena de la vida, sería sustituida por una moral sana que se guía por valores que dicen «sí» a la vida, a las pasiones y a los instintos. El abanderado de esta nueva moral sería el superhombre, aquel capaz de asumir la muerte de Dios, la «pesada carga» del eterno retorno y de «espiritualizar las pasiones«. La transmutación de los valores ha recibido varias interpretaciones a lo largo del siglo XX.
Moral Contranatural
La moral tradicional (la moral cristiana) es «antinatural«, pues presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida; es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural. Esto se ve claramente en la obsesión de la moral occidental por limitar el papel del cuerpo y la sexualidad, que está presente en la filosofía socrático-platónica y, principalmente, en el cristianismo. Este ha inventado las ideas de pecado y libertad. La idea de pecado es una de las ideas más enfermizas inventadas por la cultura occidental: con ella, el sujeto sufre y se aniquila a partir, sin embargo, de algo ficticio; no existe ningún Dios al que tengamos que rendir cuentas por nuestra conducta; sin embargo, el cristiano se siente culpable ante los ojos de Dios, se siente observado, cuestionado, valorado por un Dios inexistente, del que incluso espera un castigo. El cristianismo (y todo el moralismo occidental) tiene necesidad de la noción de libertad: para poder hacer culpables a las personas, es necesario antes hacerlas responsables de sus acciones. El cristianismo cree en la libertad de las personas para poder castigarlas.
Otro de los grandes errores de la moral heredada de la moral socrática es el dogmatismo moral, la consideración de los valores morales como valores objetivos. Pero la moral tradicional, dice Nietzsche, se equivoca totalmente: los valores morales no tienen una existencia objetiva. Los valores los crean las personas, son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses, del tipo de vida que somos (ascendentes o descendentes).
A la moral contranatural se opone la moral sana. Moral sana es la que se guía por valores que dicen «sí» a la vida, las pasiones, lo corporal, lo instintivo. Es lo opuesto a la moral platónica y cristiana, que han declarado la guerra a las pasiones. La moral sana no busca la aniquilación de las pasiones como la moral contranatural, sino la espiritualización de las mismas. Frente a la moral contranatural, cuyo ideal es el castrado ideal, en la moral sana el ideal es la afirmación de la vida.