Disertación
Aristóteles, en su obra Política, explora la naturaleza humana y plantea que la vida activa dentro de la comunidad es esencial para alcanzar la eudaimonía o florecimiento humano. Para él, el ser humano se realiza a través de la acción política, donde ejercita virtudes como la justicia y la prudencia, mientras contribuye al bien común. Sin embargo, Aristóteles también valora la vida contemplativa, pues la introspección y la búsqueda de conocimiento son caminos hacia el autoconocimiento y el equilibrio interno.
En el contexto actual, la vida activa y la vida contemplativa reflejan tensiones importantes. El entorno laboral moderno, caracterizado por la sobreexigencia y el estrés, produce altos niveles de agotamiento, como evidencia la crisis de burnout. Las redes sociales y la cultura de «siempre conectado» imponen una constante necesidad de participación, que puede desconectar al individuo de su propio bienestar. Por otro lado, el interés creciente en el mindfulness y la meditación sugiere una vuelta hacia la contemplación, buscando equilibrio frente al ritmo frenético de la vida moderna. Así, muchas empresas implementan programas de bienestar, reconociendo que la reflexión personal es clave para la productividad y la salud mental.
Esta comparación resalta la importancia de encontrar un equilibrio entre ambas dimensiones. Mientras la vida activa permite un desarrollo social y virtuoso, la vida contemplativa fomenta la paz interna y el autoconocimiento. La filosofía de Aristóteles sigue siendo relevante, pues invita a integrar acción y reflexión en nuestras vidas, promoviendo un bienestar que es tanto personal como colectivo.
2.2 Ética y Teleología
Aristóteles es pionero en el uso del término «ética», que explora el camino hacia la mejor vida posible, diferenciándose de la política, que busca el bien común de la ciudad-Estado. Sus obras más relevantes en ética son Ética a Nicómaco, Ética a Eudemo y Magna Moralia. Aristóteles promueve una ética de las virtudes, donde el desarrollo del carácter es crucial para alcanzar una conducta moral y la eudaimonía, entendida como bienestar o felicidad. La ética es teleológica, es decir, todas las acciones buscan un bien final. La virtud, según Aristóteles, es práctica y se centra en volverse bueno, no solo en conocer el bien. La sabiduría práctica o prudencia es esencial para tomar decisiones adecuadas, a diferencia de la sabiduría teórica. Vivir filosóficamente, para Aristóteles y Sócrates, es la mejor manera de existir, enfatizando la importancia de reflexionar sobre nuestras acciones y orientarse hacia el bienestar.
2.3 Virtud y Virtudes Éticas y Dianoéticas
La virtud se relaciona con la pregunta sobre cómo debemos ser. Actuar virtuosamente implica razonar correctamente y buscar el equilibrio. Aristóteles define la virtud como un término medio entre dos extremos viciosos, enfatizando que el comportamiento moral requiere cultivar hábitos de moderación. La virtud se adquiere a través de la repetición de acciones buenas.
Aristóteles distingue dos tipos de virtudes: las dianoéticas, que perfeccionan el intelecto, y las éticas, que perfeccionan la voluntad. Las virtudes dianoéticas, como la sabiduría y la prudencia, se adquieren mediante la instrucción, mientras que las virtudes éticas, como el valor, la templanza y la liberalidad, se forman a través de la práctica habitual.
2.4 Política y Naturaleza Humana
Aristóteles argumenta que las virtudes éticas solo pueden cultivarse dentro de una organización política adecuada, ya que el ser humano es un «animal político» por naturaleza. La política es vista como la ciencia práctica suprema, donde la ética se subordina a la política; es decir, el bienestar de la sociedad es más importante que el del individuo. La polis, o ciudad-Estado, es fundamental para alcanzar la felicidad colectiva.
La familia es la unidad básica, y de la unión de familias surgen aldeas y, posteriormente, ciudades-Estado que buscan la autosuficiencia y satisfacción de necesidades. La organización política debe ser justa y promover el bien común.
2.5 Orden Social, Racionalidad y Felicidad
A diferencia de Platón, Aristóteles no presenta un modelo ideal de sociedad. En cambio, analiza diferentes formas de gobierno, distinguiendo entre regímenes justos (monarquía, aristocracia, politeia) y regímenes injustos (tiranía, oligarquía, democracia demagógica). Propone un sistema mixto que combine aristocracia y democracia, donde ciudadanos virtuosos son elegidos para gobernar, asegurando el equilibrio y promoviendo el bien común.
La educación es crucial para formar ciudadanos virtuosos, garantizando así el éxito de este sistema político, que se basa en la virtud y evita extremos.
3) Relación de la Filosofía del Autor Analizado con Otra Posición Filosófica
La ética de Platón y la ética de Aristóteles presentan una relación de continuidad y divergencia que refleja distintas concepciones del ser humano y su desarrollo moral. Mientras Platón fundamenta su ética en un ideal trascendente, donde la razón debe dominar sobre las emociones y deseos, Aristóteles se centra en el mundo sensible, afirmando que la ética debe abordarse en el contexto de la realidad concreta.
Platón propone que el conocimiento de la Idea de Bien es esencial para actuar con justicia, lo que implica un enfoque intelectualista que coloca la razón en el centro de la acción moral. Su visión ascética desestima la materia y el cuerpo, considerándolos obstáculos para el alma, lo que limita la interacción del ser humano con el mundo físico.
Aristóteles, en cambio, acepta la importancia de la razón, pero también reconoce la relevancia de las emociones y deseos en la vida ética. Para él, la virtud (areté) no solo se desarrolla a través del conocimiento racional, sino también mediante la satisfacción de las necesidades básicas de las almas inferiores. Al rechazar la existencia de un mundo ideal, propone que la ética se desarrolle en la vida cotidiana y en la práctica, donde el ser humano puede alcanzar el bienestar a través de la moderación y el equilibrio.
Esta divergencia refleja un avance crítico de Aristóteles frente a Platón. Mientras Platón idealiza la vida ética como un retorno a un mundo de ideas puras, Aristóteles establece que el desarrollo ético debe integrarse en la experiencia humana, subrayando la importancia de la acción y la práctica en el mundo real. Así, Aristóteles no solo complementa, sino que también corrige y amplía las premisas platónicas, ofreciendo una visión más inclusiva de la ética que considera tanto la razón como las emociones. Esta diferencia marca un hito en la historia del pensamiento ético, abriendo el camino a futuras reflexiones sobre la moralidad en contextos más amplios y diversos.
Texto A
En este fragmento inicial del libro VII de la Política, Aristóteles trata la relación entre el tipo de vida preferible y el régimen político que se debe establecer para alcanzarla. Para ello, hay que describir qué significa “una vida preferible”, y así saber cuál es el régimen que mejor se adapta a las necesidades de la sociedad.
Para Aristóteles, la felicidad no solo depende de los bienes materiales, sino también, y sobre todo, de las virtudes. Una persona no es feliz si carece de alguna de las virtudes o tiene abundancia de riquezas. Es por esto que las virtudes son esenciales para una vida plena y permiten al individuo disfrutar adecuadamente de los bienes materiales.
Aristóteles cree que todos damos la misma importancia a las virtudes (nos conformamos con lo mínimo), aunque no a la cantidad y calidad de los bienes materiales (buscamos acumulación infinita). La sociedad valora lo material por encima de lo moral. Con el fragmento, reflexionamos sobre el origen de la felicidad y su relación con el tipo de vida y el régimen que se eligen, y para ello, hay que priorizar las virtudes sobre lo material.
En cuanto a la relación con su pensamiento, Aristóteles sostiene que ambas deben colaborar para lograr un gobierno efectivo que promueva el bien común y la felicidad de los ciudadanos, defendiendo formas de gobierno como la monarquía, la aristocracia y la politeia. Se cuestiona si la vida buena es universal o variable, y su clasificación de bienes resalta la complejidad de la felicidad. Además, critica visiones reduccionistas que ignoran las virtudes morales e intelectuales, argumentando que una vida sin estas no puede ser considerada verdaderamente feliz.
Texto B
En este fragmento del libro VII de la Política de Aristóteles se aborda la naturaleza de los bienes exteriores en comparación con los bienes del alma. Defiende esta tesis con el argumento de que los bienes exteriores son limitados y su exceso puede ser perjudicial; en cambio, los bienes del alma son infinitamente beneficiosos. Esta distinción resalta la importancia de priorizar el crecimiento interior sobre la acumulación material.
Acto seguido se establece una jerarquía entre el alma, la propiedad y el cuerpo, argumentando que el alma es lo más valioso. El mejor estado de cada uno debe estar en consonancia con su valor, reflejando su valor relativo. Aristóteles sostiene que las personas sensatas deben preferir el desarrollo del alma sobre los bienes materiales, ya que la verdadera felicidad o “eudaimonía” proviene de la virtud y la prudencia, no de las posesiones externas, la cual depende de la naturaleza y acciones virtuosas. Un modelo de felicidad pura es la divinidad. Concluye diciendo que las cualidades de una “pólis”, como la belleza, la justicia y la prudencia, son análogas a las virtudes individuales de los ciudadanos. Una ciudad se valora por sus características éticas y estéticas como la virtud y prudencia. La salud moral y estética de la comunidad refleja la calidad de vida de sus habitantes.
Con respecto a la relación del fragmento con el pensamiento del autor, Aristóteles sostiene que el Estado ideal debe fomentar el desarrollo moral y ético de sus ciudadanos, alcanzando el bien común. El papel del Estado es facilitar un entorno donde estas virtudes puedan florecer, haciendo de ambas ciencias prácticas dos saberes inseparables e insustituibles.