Reflexiones Filosóficas sobre la Existencia de Dios según Santo Tomás
Iniciar una disertación para demostrar la existencia de Dios, en la que no haya intervención de la experiencia o de la deducción, producto de percepciones sensibles o experimentales, es decir, una demostración a priori, es en algunos casos un callejón sin salida. Toda discusión al respecto puede terminarse invocando el artículo de fe y nos vamos a descansar. Sin embargo, no habría quehacer filosófico con esta postura, y como diría Umberto Eco: “que aprendan a pensar difícil, que el misterio y la evidencia no son fáciles”. Resulta complicado, y en especial en este tiempo, basarse solo en las clásicas demostraciones de Tomás de Aquino y San Anselmo, uno por ser a posteriori y la segunda que, aunque es a priori, parte de una causa que es indemostrable desde la comprensión racional como es la esencia de Dios. No obstante, cuando revisamos las cinco vías de Santo Tomás, que partiendo de la revisión de los efectos (es decir, a posteriori) puede llevarnos hasta la causa de la realidad, queda en nosotros una sensación de satisfacción que difícilmente puede ser anulada. Quiero partir de este hecho humano como es, por así decirlo, el de la “satisfacción argumental”, para disertar en este documento sobre la posibilidad de que este fenómeno de tranquilidad que nos dejan las argumentaciones tomistas pueda ser, por sí mismo, prueba suficiente de la existencia de Dios, como intuición primera de nuestro ser. Difícilmente se puede sostener una postura de esta naturaleza, puesto que experiencias particulares no podrían definir universalidades aceptables; es decir, que aunque es probable dejar satisfechos a la mayor parte de las personas con las vías de nuestro preclaro Aquinate, no se podría aplicar a la generalidad de las personas. Sin embargo, nos aventuraremos en este camino ya que, al concebirlo, sería de una deshonestidad intelectual no intentar andarlo. Ante tanta literatura que podría echar por tierra nuestra hipótesis, nos hallamos en la seguridad, que solo el ser interno puede generar, de que todavía, aun hoy día, es posible explorar vías que aún no han sido suficientemente profundizadas. Tarea difícil la de reconciliar el pensamiento metafísico, supuestamente superado, con el mundo posmoderno, pero vaya que la empresa es apasionante.
Aristóteles: Virtud y Felicidad
La ética socrática es un intelectualismo moral, pues identificaba el bien con el conocimiento. Aristóteles dice que no es posible afirmar la existencia de un único bien. Toda conducta humana se realiza para conseguir algo, algún bien. Si existe un fin superior al que se orientan todos, un fin que se busque por sí mismo. Según Aristóteles, este fin supremo es la Eudaimonía o felicidad. Para unos, la felicidad se alcanza con riquezas, con honores. Sin embargo, todos estos no son más que bienes externos que no son perseguidos por sí mismos, sino por ser el medio para alcanzar la felicidad. La felicidad es la realización de nuestras mejores posibilidades. Hay dos tipos de virtudes: las morales o éticas (propias de la parte apetitiva y volitiva) y las virtudes intelectuales (propias de la parte racional del alma). Para ser bueno no basta querer, tampoco saber. Si no se realizan muchos actos buenos, nadie tiene la menor probabilidad de llegar a ser bueno.
La virtud consiste en la repetición de las buenas decisiones, es una posición media entre los dos vicios. No hay una forma de comportamiento universal. La manera en que podemos ir forjando la virtud es a través de la experiencia. A la actividad del pensamiento que reflexiona sobre la vida ética y política le corresponde la virtud de la prudencia, mediante ella estamos en condiciones de elegir las reglas correctas del comportamiento.
La mayor felicidad la alcanzaremos con la virtud relacionada con lo mejor que hay en el ser humano. Aristóteles propone como ideal la contemplación de la verdad.
A las funciones teóricas, propias del conocimiento, la virtud que les corresponde es la sabiduría.
Resumen sobre Tomás de Aquino: Fragmento 2
Apoyándose en el principio de que la razón humana puede alcanzar la existencia de Dios en virtud de su propio poder, el Aquinate intentó la demostración de la existencia de Dios oponiéndose a los teólogos cristianos que plantean un argumento a priori, como el famoso argumento ontológico de San Anselmo, un argumento que se basa en la idea que se forja en nuestro entendimiento cuando nombramos la palabra Dios. Para Tomás de Aquino la proposición “Dios existe” es evidente, pero no para nosotros que tenemos una capacidad finita, por lo que no conocemos su esencia, mientras que la realidad de Dios es infinita, lo cual supone una problemática.
Afirma nuestro autor que Dios es demostrable, pero a posteriori, toma como premisas los datos que observamos, que nos ofrecen nuestros sentidos. Son cinco demostraciones, parte de premisas observacionales.
Tercera Prueba
Vemos que hay cosas que, si bien son (existen), podrían no ser (no existir), es decir, son cosas “contingentes”. O bien todo es contingente, o bien hay algo necesario. La prueba trata de demostrar que lo primero es imposible. La prueba está basada totalmente en Avicena.
La misma prueba se encuentra en Maimónides, a quien Tomás de Aquino sigue muy de cerca.
Esta prueba es fundamental. El argumento de la contingencia se basa en el hecho de que todo debe tener su razón suficiente.
Cuarta Prueba
Vemos que hay cosas más o menos verdaderas, más o menos buenas, más o menos perfectas, es decir, se percibe la existencia de tales grados. Tomás de Aquino da por sentado que poseer en mayor o menor grado una perfección es poseerla en virtud de una causa. Por tanto, cuando dice que, si hay una jerarquía, tiene que haber un grado supremo, será la causa última, “absolutamente bueno”, “absolutamente verdadero”, “absolutamente perfecto”. Sugerida en parte por Aristóteles, se encuentra sustancialmente en Agustín de Hipona y en Anselmo.
Quinta Prueba
Vemos que cosas carentes de conocimiento se mueven en virtud de un fin, vemos que su movimiento es ordenado a conseguir algo, es decir, que hay un orden del mundo. Ahora bien, aquello que no tiene conocimiento solo puede actuar por un fin si es dirigido por algo inteligente. No se habla en esta prueba de fines extrínsecos a las cosas, sino de sus fines esenciales. Es claro que una inteligencia ordenadora ordena porque ella misma tiene un fin esencial. Como el proceso de efecto a causa no puede continuarse hasta el infinito, tiene que haber una inteligencia suprema que sea causa primera y fin absoluto.
Resumen: Fragmento de Tomás de Aquino
Parte de una idea básica: la fe es obediencia y confianza en la palabra de Dios. La fe fundada en la autoridad de la revelación divina es irreductible y superior a la razón. El mérito del tomismo consiste en mantener esta armonía. Ni la fe está subordinada a la razón ni al contrario, ambas viven la una de la otra en pleno acuerdo. El punto de partida de Tomás de Aquino es Aristóteles, en él se apoya para todo lo que se refiere a los preámbulos racionales de la fe.
No hay que olvidar que el de Aquino era un teólogo y no trataba de hacer un tratamiento exhaustivo de las argumentaciones de la existencia de Dios, sino probar de manera resumida lo que él llamaba: “preámbulos de fe”. Establece cinco vías que demuestran la existencia de Dios. Todas ellas presentan una estructura argumentativa común, aunque los cuatro pasos que se van a analizar no se dan en todas de forma explícita, pero sí de forma implícita. La estructura es:
- El punto de partida es siempre un hecho de la experiencia sensible, siempre se parte de un dato que proporcionan los sentidos, puesto que el conocimiento humano ha de partir necesariamente de los datos materiales.
- Al punto anterior se aplica el principio de causalidad.
- Establece el principio de que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas, pues de no haber una causa primera tampoco se podría explicar el ser del efecto.
Primera Prueba
Consta por los sentidos que hay cosas que se mueven. Todo lo que se mueve es movido por otro. Ese otro o será algo inmóvil o será algo que a su vez se mueve; si es lo primero, ya tenemos el motor inmóvil; si es lo segundo, será a su vez movido por otro. Como es imposible que este proceso de móvil a motor continúe hasta el infinito, es preciso que en definitiva haya un motor inmóvil. Esta prueba es la única que materialmente proviene de Aristóteles. Ya Aristóteles había explicado que el motor inmóvil era energía pura. Esto pasado por la filosofía árabe y traducido al latín es acto puro.
Segunda Prueba
Hay en lo sensible cosas que tienen una causa eficiente. “Causa eficiente” es la reelaboración, también a través de los árabes del “agente”; en esta reelaboración la “causa eficiente” adquiere una preeminencia con respecto a las otras causas de Aristóteles. El primer filósofo que formuló una prueba fue Avicena. La prueba dice: nada puede ser causa de sí mismo. Y la causa de algo o bien será incausada o tendrá a su vez una causa. Si es lo primero, entonces ya se tiene una causa incausada.
Relación de Filósofos en Torno a la Visión de Tomás de Aquino sobre el Primer Motor
Parménides identificó ser y pensar y, partiendo del principio ontológico que afirma que el ser es y el no-ser no es, concluyó que el ser es único, inmóvil y eterno. El problema del cambio y del movimiento quedó sin explicar hasta los atomistas.
Platón siguió por el camino iniciado por Parménides, identificando el ser con las ideas. Estas son realidades absolutas, invariables y eternas, pertenecientes a otro mundo. El cambio solo era posible en el mundo sensible.
Es Aristóteles quien intenta dar una explicación del cambio. Critica la teoría de las ideas y elige como punto de partida el concepto de sustancia. Todos los seres están formados por materia y por forma. La forma está en acto y la materia en potencia. En cuanto un no-ser relativo, siempre es tal respecto al acto. El movimiento es el paso de la potencia al acto. Hay que tener en cuenta que el ente en acto es siempre anterior al ente en potencia. Para que pueda producirse el cambio o paso de la potencia al acto se necesita contar con otro principio, el de causalidad, principio que define como: todo lo que se mueve, necesariamente, es movido por otro. Aristóteles llama principio a lo que considera evidente por sí mismo. Desde el punto de vista ontológico, “principio” es semejante a causa.
El problema es que si todo lo que se mueve necesita ser movido por algo, la cadena de sucesos, por lo que Aristóteles propone que ha de haber un Primer Motor o un motor que mueva sin ser movido: MOTOR INMÓVIL. La teoría del Primer Motor surge no a partir de una experiencia teológica, sino a partir de la observación del fenómeno del movimiento. El Primer Motor es acto puro y contiene como objeto de su pensamiento las formas de todos los seres. Aristóteles lo define como “pensamiento del pensamiento”. Tomás de Aquino lo define, al identificarlo con el Dios, como la perfección y omnipotencia divina. En Aristóteles no posee esas características. Si lo queremos interpretar como el Dios de su sistema, tendremos que decir que dicho Dios es ajeno, no puede ser el antecedente total del Dios cristiano, no tiene necesidad de actuar, su acción es extrínseca.
La noción del Primer Motor es concebida a partir de la experiencia de los movimientos naturales, contacto entre motor y móvil. El Primer Motor es incorpóreo, lo que en rigor excluye toda posibilidad de contacto. La teoría del Primer Motor es la forma que reviste la teología aristotélica. El Primer Motor es necesariamente incorpóreo.
La posibilidad de que algo pueda mover sin ser movido la expone Aristóteles al final de la Metafísica, explicando la capacidad de acción de este Motor desde la intelección.
Este Motor inmóvil, pensamiento, forma pura y acto puro que mueve desde el pensamiento y el deseo será para Tomás de Aquino el Dios cristiano, que creará el universo de la nada como un acto de deseo, de amor.
La Política de Aristóteles: El Hombre como Ser Social
La política de Aristóteles define al hombre como ser social. El hombre como animal social porque su vida está dirigida por la razón y sabe que sus necesidades, satisfacciones y realizaciones sólo pueden ser posibles integrado en una comunidad y guiado por la areté, la virtud para alcanzar la felicidad del individuo a su fin último: la comunidad. El individuo es feliz en un estado feliz, en un estado justo. Comunidad como ley, en tanto que expresión de un orden moral. La ética se ocupa del individuo, la Economía de la familia y la política del estado. Nos centraremos en el problema de la organización del estado.
Lejos queda la República platónica y su régimen utópico idealista. La política de Aristóteles es un compendio de cinco tratados que concluye con el Estado ideal (VII, VIII). Las formas de gobierno que presenta Aristóteles están en función de dos criterios: uno, quiénes gobiernan, muchos o pocos (República, Aristocracia, Monarquía) y dos, cómo lo hacen (si en interés del bien común o propio). Si en Platón las formas de gobierno estaban bajo el imperio de la ley, en Aristóteles es el bien común, el bienestar general de los ciudadanos el que debe prevalecer. Este fragmento trata del estado ideal y sus características. La politeia descansa en la doctrina del justo medio desde un territorio proporcionado a lo que la población necesita, a una amplia clase media que haga imposible el ejercicio de la demagogia y la tiranía. Todo ello contribuye a la felicidad del individuo. Una felicidad a la que contribuye la educación.
Las Cinco Vías de Santo Tomás y su Estructura Lógica
Santo Tomás cree en la posibilidad de establecer una demostración de la existencia de Dios basada en la razón. En el artículo 1 considera la evidencia de la proposición “Dios existe”. Su conclusión es que es evidente objetivamente, analítica para un entendimiento infinito. En el artículo 2 aborda la cuestión de la demostrabilidad de dicha proposición.
Tomás de Aquino defiende que se puede demostrar la existencia de Dios, y a tal fin distingue entre artículos de Fe y preámbulos a los artículos de Fe o verdades de la fe susceptibles de demostración racional. La existencia de Dios pertenece a la segunda categoría.
En el artículo 3, el Aquinate propondrá una demostración a posteriori frente al argumento ontológico (a priori) de San Anselmo. Para Tomás de Aquino existen dos clases de demostraciones: una llamada propter quid, en la cual se parte de la idea de Dios y se deducen ciertas propiedades.
Pero Santo Tomás se opone a esta clase de demostración ya que piensa que la esencia y la existencia son conceptos distintos. No se puede deducir la existencia de Dios a partir de la idea del mismo. Ello constituiría un paso ilegítimo del pensamiento a la realidad. El Aquinate utiliza otro tipo de demostración llamada quia, la cual utiliza el principio de causalidad, presente en sus cinco vías. Estas vías recorren distintos caminos. Todas presentan una estructura más o menos semejante:
- Se parte siempre de un fenómeno natural que sea observado, es decir, un hecho de experiencia.
- A este hecho de experiencia se le aplica siempre el principio de causalidad (principio metafísico).
- Este exige a cada fenómeno una causa proporcionada. Santo Tomás entiende que la causa es siempre superior al efecto.
- Se afirma que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas, ya que si no existiera una causa primera no podrían tener lugar todas las demás.
- Por último, se llega a la conclusión de que esa causa inmutable, imperecedera y eterna es Dios, siendo éste, el ser y la esencia en sí mismo.
La primera y la segunda se basan en el movimiento y en la causalidad, y dependen de Aristóteles. Lleva hasta Dios como Primer Motor o Motor Inmóvil. La segunda, parte de la premisa: lleva hasta Dios como Primera Causa o Causa Incausada. La tercera vía, parte de la premisa siguiente: “Aquello que es posible que no sea, alguna vez llega a no ser”, y lleva hasta Dios como Ser necesario, fundamento de toda contingencia. La cuarta y la quinta vía, basadas en los grados de perfección y en el orden armonioso del mundo, dependen de Platón. La cuarta lleva hasta Dios como ser perfectísimo, fundamento de toda perfección. La quinta vía parte del orden final, inteligente, que cabe observar en el mundo, y lleva hasta Dios como ser inteligente, que ordena las cosas naturales a un fin. Más tarde, Kant criticará esta prueba, aunque, según Kant, ese orden del mundo es relativo, pues también incluye desorden; además, la finalidad que creemos ver realizada en la Naturaleza, puede deberse a una ilusión antropomórfica.
La Filosofía de Platón y Aristóteles
La filosofía de Platón y la de su discípulo Aristóteles intentan responder a los problemas planteados por Parménides. La respuesta se va a caracterizar por identificar la realidad con lo permanente, en lugar de identificarla con lo cambiante, como hace la metafísica de Heráclito. Además, se caracteriza por identificar la realidad con lo inteligible más que con lo material o sensible. La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica y no se encuentra formulada como tal en ninguna de sus obras, sino tratada desde diferentes aspectos en varias, como La República, Fedón y El Banquete.
Platón introduce elementos muy novedosos para la mentalidad griega. El mito de la caverna nos muestra las dificultades que encontraremos para pasar de la ignorancia al conocimiento de la idea del Bien. El pensamiento griego llega pronto a la conclusión de que la información de los sentidos no nos permite captar la auténtica realidad. Platón, por influencia de Sócrates, sabe que los conceptos tienen una realidad objetiva y que es posible definirlos; por influencia pitagórica, sabe que las matemáticas también son conocimientos válidos. Platón propondrá dos ciencias, pues se trata de realidades diferentes: las matemáticas y la filosofía.
Las Ideas tienen la característica del ser: son únicas, inmutables, indivisibles y eternas. Estas son también las características de los conceptos, aunque para Platón las Ideas no son solo realidades mentales, sino realidades perfectas. Platón admite distintos grados de realidad, como puede verse en el símil de la línea. El mundo que percibimos por los sentidos, lleno de multiplicidad y movimiento, es real, pero menos real que las Ideas, que no cambian cuando aparecen o desaparecen los individuos. Las Ideas son el modelo de las cosas: las cosas se parecen un poco a las Ideas, pero tienen características opuestas, son múltiples, corruptibles y están sometidas al cambio. Son una pobre copia de las Ideas inteligibles.
La teoría de las Ideas implica una duplicación ontológica: existen dos mundos con características muy diferentes. Mientras que la realidad sensible —las cosas— solo nos proporciona opinión, en el mito de la caverna el mundo exterior se corresponde con el mundo de las Ideas, y el mundo subterráneo con el mundo sensible. Platón admite que el conocimiento sensible es relativo, pero no que sea la única forma de conocimiento. Cree, como Parménides, que hay otra forma de conocimiento propia de la razón: el verdadero conocimiento debe ser universal y necesario, debe tratar sobre el ser, no sobre el devenir, y no puede estar sometido al error. La ciencia solo puede versar sobre objetos permanentes.
Platón explica el conocimiento a través de la reminiscencia, es decir, el recuerdo. La percepción de las cosas sensibles no nos permite captar las ideas, ya que estas solo pueden ser conocidas mediante la contemplación directa en el mundo inteligible. El alma humana ha estado en este mundo y ha contemplado las ideas, pero las ha olvidado al encarnarse en un cuerpo. Recuperar este conocimiento es un proceso largo que empieza con la contemplación de la vida y la belleza de este mundo. Solo las matemáticas y la dialéctica permiten conocer verdaderamente las ideas.
Platón distingue cuatro grados de conocimiento. El conocimiento del mundo sensible solo proporciona opinión. Dentro de este nivel, Platón distingue entre la imaginación y la creencia, que se corresponden, respectivamente, con la visión de las sombras y con la visión de los porteadores y el fuego en el interior de la caverna. Por otro lado, el conocimiento del mundo inteligible proporciona ciencia. Las matemáticas y la dialéctica son las ciencias fundamentales que se corresponden con el conocimiento del mundo exterior. Las matemáticas nos ayudan a pasar del conocimiento sensible al inteligible, ya que usan representaciones de las ideas. A través de la dialéctica ascendente, podemos llegar a conocer la idea del Bien, utilizando únicamente las ideas.
La idea del Bien es la causa del ser y del conocimiento en el mundo de las ideas. Además, existe una dialéctica descendente que permite conocer la jerarquía y las relaciones entre las ideas. La idea del Bien es la idea suprema, tal y como nos lo presenta Platón en La República, y representa el máximo grado de realidad, siendo la causa de todo lo que existe. A continuación, se encuentran las ideas de los objetos éticos y estéticos, seguidas por las ideas de los objetos matemáticos, y finalmente las ideas de las cosas sensibles.
Las ideas no solo constituyen ese mundo perfecto, sino que también son el modelo que nos permite llevar una vida recta en lo privado. Son esenciales para la ética y la política, para guiar nuestra conducta y sociedad. Platón quiere fundar la virtud en el saber; para ello, es necesario conocer qué es la justicia. Frente al relativismo moral de los sofistas, Platón reclama la existencia de una idea eterna e inmutable de Justicia.
Las tres partes del alma —la racional, la irascible y la apetitiva— se corresponden con las clases sociales: los filósofos, que gobiernan; los guerreros, que defienden a la sociedad; y los artesanos, que trabajan. De la misma manera que el alma individual debe guiarse por la razón, el cuerpo social debe dejarse guiar por aquellos en quienes prevalece la razón: los filósofos. Cuando cada uno de estos estamentos realiza la tarea que le corresponde, se alcanza la Justicia.
El mayor problema es cómo señalar estos conocimientos. Platón explica la relación entre las ideas y las cosas como imitación o participación. En los diálogos de vejez, Platón revisa la teoría de las ideas y señala que la relación que debemos suponer entre los particulares y el universal es una relación especial, siendo tanto participación como imitación metáforas inadecuadas de esta relación.
Otra cuestión que se discute es si existen ideas de todas las cosas. En el Timeo, uno de sus últimos diálogos, Platón afirma que el universo es el resultado del trabajo del demiurgo, un dios artesano que construye el cosmos a partir de la materia eterna.