Nietzsche: Crítica a la Moral Occidental, Nihilismo y Voluntad de Poder

Para él, en nuestros intentos de conocer la realidad no hay verdad ni falsedad porque de estos intentos sólo resulta una construcción lógica que permite orientarnos. Esta construcción lógica es, por tanto, una interpretación, una perspectiva, entre muchas otras posibles, y se convierte en una mentira cuando se intenta imponerla como la única verdadera.

Crítica a la moral occidental

Nietzsche nos dice que la moral occidental es la moral cristiana, la cual tiene como base el platonismo, de tal manera que el mundo de las ideas es, de hecho, el más allá de los cristianos. Esto quiere decir que en el centro de gravedad de la vida humana en nuestra cultura no se encuentra ni en el hombre mismo ni en la propia vida ni en este mundo, sino que se encuentra en otro mundo en «el otro mundo». Esto se puede ilustrar con una cita del mismo autor: «La vida termina donde comienza el reino de Dios». La moral cristiana, pues, es antinatural, porque establece normas y valores que van en contra de los instintos y la vida. Esta crítica es la que plantea en la «Genealogía de la moral» (1887), donde se pregunta cuál es el origen de esta moral antinatural. Lo sitúa en la Grecia clásica y explica que allí, en un principio, la moral dominante era la de una aristocracia de caballeros (nobles y guerreros) que tenía como valor la fuerza, el placer, la salud, la firmeza, el egoísmo…, es decir, valores vitales (Los valores son ideas que expresan lo que es importante para una cultura. Entendiendo primero, que los valores son de la clase dominante. Y, segundo, que estos valores vitales son valores a través de los cuales se reivindica como algo fundamental, la vida). Esta moral de los señores fue sustituida por una moral de esclavos que tenía como valores la debilidad, la humildad, el sacrificio, la humillación… Esta transmutación de valores (giro) fue llevada a cabo por los sacerdotes que también eran nobles. Pero, mientras los guerreros o caballeros buscaban las virtudes del cuerpo, los sacerdotes, como no podían dominar a los guerreros en su terreno, lo hicieron elaborando una tabla antitética (antítesis) de valores morales, a través de la cual reivindicaban los valores del espíritu. Así, fueron contraponiendo el espíritu al cuerpo, la humildad al orgullo, la castidad al placer, etc. Y lo que antes era bueno pasa a ser malo. Esta actitud fue llevada hasta el extremo por el judaísmo y, posteriormente, hacia el cristianismo, los cuales, a través de la noción de pecado han acabado produciendo un ser humano reprimido y atormentado psíquicamente. Nietzsche, pues, critica la moral impuesta por el cristianismo que se presenta como algo trascendente, es decir, externo al ser humano porque no viene dado por su propia naturaleza, sino que busca leyes en el más allá y viene dado y justificado por un ser supremo y perfecto que es Dios.


Según Nietzsche, esta moral sólo es la manifestación del miedo que los humanos tienen de sí mismos. Así, atribuyendo su destino a un ser superior y perfecto, pueden evitar la responsabilidad sobre su propia vida. Contra esta moral, hay que exaltar la vida en todo su desarrollo, en todo lo que tiene de creatividad y de destrucción. Lo que hay que entender es que:

  1. Nietzsche está criticando la pretensión humana de ofrecer principios válidos para todos.
  2. Para él no se trata tanto de hacer la crítica de un sistema moral, como de poner al descubierto cuáles son las raíces psicológicas que llevan a determinadas personas a formular determinados sistemas morales.

Nietzsche se presenta, por tanto, como un genealogista de la moral, es decir, aquel que describe el origen de los valores preguntándose cuál es la posición vital y psicológica que los ha originado.

Nihilismo y voluntad de poder

La cultura occidental es, para el vitalismo de Nietzsche, una cultura decadente. Esta decadencia la hemos visto a través del análisis del lenguaje y de la crítica de sus manifestaciones, es decir, de la filosofía o metafísica tradicional, la ciencia y la moral. Nietzsche, a partir de ello, no llega a una conclusión (que sería el resultado de un razonamiento o de una argumentación racional), sino a un diagnóstico (la recopilación de los síntomas que nos permiten determinar, «diagnosticar», la enfermedad) que se expresa en la sentencia: «Dios ha muerto». ¿Quién ha muerto? Ha muerto el Dios único que representaba las contraposiciones entre el mundo real y el aparente, entre el bien y el mal, es decir, que la cultura occidental ha llegado a la decadencia. Y si Dios ha muerto, la humanidad ha perdido lo que la guiaba, lo que daba sentido a su mundo y a su vida. Esto se llama nihilismo. El nihilismo es, pues, el punto final en la decadencia de la cultura occidental. La negación y la destrucción de la vida y los valores. Hablamos, por tanto, de dos cosas que son negativas: negación y destrucción. Pero para Nietzsche eso también significa la posibilidad de iniciar un proceso positivo de afirmación de la vida, de creación. Este proceso lo llevará a cabo el superhombre, el cual representa la exaltación de la creatividad del ser humano y la capacidad de afirmación de la vida terrenal. El superhombre llevará a cabo una segunda transvaloración (o transmutación de valores), en la que se afirmará la moral de los señores y el mundo de las apariencias. La característica propia de la manera de ser del superhombre es la voluntad de poder que, en la obra de Nietzsche, tiene un sentido muy parecido a la palabra «vida», en todo lo que tiene de creación, movimiento, destrucción y cambio. El superhombre es capaz de vivir en medio de esta vida que es ser y es capaz también de interpretarla y crear una perspectiva para vivirla, a pesar de saber que esta perspectiva no es la verdad sino tan sólo una apariencia necesaria para vivir, para afirmarse en el cambio constante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *