Filosofía Política y Ética: Conceptos Clave de Rousseau, Kant, Aristóteles, Platón, Descartes y Hume

El Contrato Social y la Voluntad General en Rousseau

«No es posible volver al estado natural de bondad e inocencia», pero existe la posibilidad de regeneración moral del hombre a través del contrato social. Perdido el estado de naturaleza, el hombre se ve impulsado a constituir asociaciones que protejan su vida, sus propiedades y su libertad. El contrato es un intercambio: cada ser humano pone su persona y poder bajo la voluntad general y, a cambio, es acogido como parte indivisible del todo. También se reconoce que lo universal está por encima de lo particular, la justicia sobre el instinto y lo social sobre lo natural. Una vez establecido el pacto, obedecer y someterse a la ley dictada por la voluntad general es ser libre, es obedecerse a uno mismo. El hombre pierde la libertad natural (impulso instintivo), pero obtiene la libertad civil (obediencia a las leyes, superior a la natural). Así, el hombre civil, aunque no pueda recuperar el estado de naturaleza original, puede alcanzar parte del bien, de la felicidad y de las libertades pasadas.

Rousseau distingue entre voluntad general y “voluntad de todos”. La voluntad general tiene un sujeto universal, el pueblo soberano, y su objeto es el bien común, el bien general; en cambio, la “voluntad de todos” es una suma de voluntades particulares. Por eso, si los ciudadanos forman asociaciones con voluntades propias, se alejan de la voluntad general y buscan el interés particular. La ley que expresa la voluntad general es justa y en ella se encuentra presente y operante la voluntad de cada individuo. Y así, obedeciendo a la ley se obedece cada hombre a sí mismo y sigue siendo autónomo, al mismo tiempo que busca el bien común.

El Estado queda constituido como república, donde el soberano es el propio pueblo. En él radica el poder. El ciudadano es soberano en cuanto que dicta leyes, y súbdito en cuanto las acata. Así, el Estado adquiere el grado de moralidad que en las formas de gobierno anteriores no tenía.

La Ética del Deber en Kant

Kant responde a dos preguntas: ¿qué debe hacer el hombre? y ¿qué debe esperar? Para contestar, parte del “hecho de la razón práctica”: una ley moral universal que es expresión de la razón humana y que el ser humano debe cumplir. Kant distingue dos tipos de normas:

  • Imperativo categórico: universal, necesario y lo establece la razón al margen de la experiencia, es incondicionado y no persigue fin. Único con valor moral.
  • Imperativo hipotético: contingente y condicionado, nos inclina a actuar para un fin. No tiene valor moral.

Kant lo formula así: “Obra así como tu conducta valga como ley universal” Y “Obra tratando a la humanidad como un fin y no un medio”. La ética kantiana es formal, independiente de la experiencia, carece de contenido y es universal, necesaria y autónoma. Para Kant, actuar de manera ética es actuar por respeto y deber. Se basa en la intención, lo que interesa no es qué hacemos, sino la intención. Debemos obrar con la intención de cumplir el deber. En la “forma” radica el valor de una acción.

La voluntad es un concepto importante, se caracteriza por ser una voluntad buena que es la que se decide a obrar por el deber y a cumplir con un imperativo categórico. La voluntad autónoma sólo obedece a leyes de la razón, las leyes que ella se da. La autonomía de la voluntad es libertad y es fundamento de la dignidad de todo ser.

Los postulados son exigencia de la razón práctica y proceden de la ley moral. Hay tres postulados:

  • Libertad: Sin libertad no hay moralidad. La ley moral nos lleva a admitir la libertad.
  • Inmortalidad del alma: necesaria para el sentido de la exigencia de moralidad y para ser recompensada con la felicidad.
  • Existencia de Dios: es la última razón de posibilidad de la realización del bien supremo y objeto de fe racional. Es necesaria como garantía del sentido de la existencia humana.

Todo esto puede considerarse una respuesta a la tercera pregunta: ¿qué puedo esperar si hago lo que debo? La inmortalidad del alma y la existencia de Dios garantizan que la virtud y la felicidad se identifiquen.

El Eudemonismo y la Virtud en Aristóteles

La ética aristotélica es eudemonista, es decir, tiene como fin alcanzar la felicidad. Según Aristóteles, todo el mundo está de acuerdo con la afirmación de que el bien supremo y último del hombre es la felicidad. Sin embargo, no se está tan de acuerdo en su definición. Unos la identifican con el placer, otros con las riquezas, otros con los honores y la fama, otros con la salud, otros con el goce y la contemplación de Dios…

La felicidad consiste en la realización perfecta de la función propia del hombre. Esta función es la inteligencia y su actividad lleva al hombre a la contemplación de la verdad, de lo necesario e inmutable, de las cosas bellas y divinas, es decir, a la sabiduría. Ahora bien, Aristóteles piensa que la felicidad total no consiste sólo en alcanzar la sabiduría. Ésta debe ir acompañada de la amistad, del placer moderado, de cierta disponibilidad de bienes materiales, de una aceptable salud…

La felicidad se alcanza con la práctica de la virtud, que guarda una estrecha relación con las dos facultades propias del ser humano, el entendimiento y la voluntad.

¿Qué es la virtud?

Aristóteles la define de diferentes modos:

  • Como esfuerzo intelectual para descubrir el bien, la verdad, lo que debemos hacer.
  • Como esfuerzo volitivo, que nos lleva a obrar y a comportarnos correctamente. En el vicio caemos fácilmente; en cambio, a la virtud llegamos mediante un constante esfuerzo.
  • Como adquisición de hábitos de conducta buenos y positivos. Con los hábitos de conducta positivos nos acercamos a la felicidad; con los vicios o hábitos negativos, nos alejamos. Aristóteles nos recuerda que no nacemos virtuosos por naturaleza, ni basta, tampoco, con la enseñanza. Ninguna de las virtudes morales se adquiere por naturaleza. Antes bien, las virtudes se engendran en nosotros obrando como en las otras artes, pues lo que aprendemos se aprende haciéndolo.
  • Como término medio entre dos extremos. En el placer, por ejemplo, el término medio es la templanza, y los extremos, la abstinencia y el desenfreno.
  • Como areté o excelencia del ser humano, que consiste en realizar correctamente las funciones propias del ser humano, en hacer lo que debemos hacer de la mejor manera posible.

Clasificación de las Virtudes

  • Éticas o morales: Se relacionan con la conducta y se adquieren y consolidan con el ejercicio y con la práctica. Aristóteles cita, entre otras, la generosidad, la veracidad, la moderación y el valor, que son términos medios entre extremos. Destaca, sobre todas, a la justicia, considerando a la injusticia como el mayor de los males al desgarrar el tejido social.
  • Dianoéticas o intelectuales: Se relacionan con la vertiente intelectual y racional del ser humano y su actividad va dirigida hacia la consecución de la sabiduría. Como ejemplos cita a la prudencia, la virtud del hombre sensato, y a la sabiduría, culminación de la vida intelectual y moral.

La sabiduría, la contemplación, al ser la actividad superior a la que se puede dedicar el ser humano, proporciona la máxima felicidad. Ahora bien, como no todos los hombres pueden acceder a la vida contemplativa -excluye a las “pasivas mujeres, a los esclavos y a los embrutecidos por el trabajo manual”-, es preciso que haya unos hombres, los mejores, que alcancen la sabiduría y sirvan de hombres prudentes y de guía para los demás. La más alta misión de la polis será lograr el mayor número posible de hombres prudentes. Así, la ética y la política “van cogidas de la mano” por el camino de la felicidad.

El Dualismo Platónico y la Inmortalidad del Alma

Concepción dualista del ser humano. Considera que está formado por un cuerpo, de naturaleza material y mortal, y por un alma inmortal e inmaterial. Platón, como el pitagorismo, adopta una actitud peyorativa hacia el cuerpo humano. Afirma que es la cárcel del alma, su sepulcro y un obstáculo que la arrastra con sus pasiones y le impide alcanzar la contemplación de las Ideas.

El alma, auténtico yo del hombre, es de naturaleza espiritual y es eterna. Su morada es el mundo de las Ideas, del que partió y al que debe volver tras su purificación. En el “Fedro” se afirma que la unión con el cuerpo es una unión “accidental”, como la del jinete con el caballo, como un castigo por algún pecado.

División Tripartita del Alma

Platón establece una división tripartita del alma. No está muy claro si se trata sólo de tres “funciones” del alma (como en la República) o de tres almas distintas (como en el Timeo):

  • El alma racional (nous, logos) es de naturaleza divina, inmortal, inteligente, y está situada en el cerebro. Su virtud es la prudencia, la sabiduría.
  • El alma irascible (thymós) es de naturaleza material y mortal. Se encuentra situada en el tórax y es la fuente de nobles pasiones. Su virtud característica es la fortaleza.
  • El alma apetitiva o concupiscible (epithymía). Es también de naturaleza material y mortal. Se encuentra situada en el vientre y es fuente de apetitos y pasiones desordenadas. Su virtud es la templanza.

En “El mito del carro alado”, Platón identifica al auriga con el alma racional que debe controlar a las otras dos almas; al corcel noble (alma irascible); y al corcel rebelde (alma concupiscible).

La Inmortalidad del Alma

La inmortalidad del alma es una de las doctrinas fundamentales de Platón. Defiende la teoría de la trasmigración de las almas, que vagan tras la muerte del individuo. Platón utiliza argumentos para demostrarla. El más conocido es el de la simplicidad. Sólo se puede disolver, y la muerte es disolución, aquello que por naturaleza es compuesto, dado que sus elementos se pueden disgregar de la misma forma que se compusieron.

El Método Cartesiano y las Ideas Innatas en Descartes

En El discurso del método, Descartes afirma que era necesario utilizar un buen método, adecuado y fiable. El objetivo de Descartes era aumentar el conocimiento y evitar el error, es decir, acceder a nuevas verdades; para ello construyó el método sobre una base firme, la razón, como única vía de acceso al conocimiento. Su método guarda una estrecha relación con las matemáticas, que no toma nada de la experiencia y utiliza dos herramientas: la intuición y la deducción que adoptará Descartes.

La intuición se define como la visión directa e inmediata de una realidad, o la comprensión directa e inmediata de una verdad. La deducción es el proceso mental en el que, a partir de las intuiciones simples, se accede a lo complejo. La deducción es también intuición, ya que es el “paso” de un conocimiento a otro, constituyendo una cadena de intuiciones.

Reglas del Método

Las reglas del método deben ser sencillas y fáciles para que todo el mundo pueda entenderlas y llevarlas a la práctica en cualquier ámbito de la realidad. Distingue cuatro reglas:

  • Primera regla: evidencia, claridad y distinción. No aceptar como verdadero lo que no se reconozca como evidente, evitando la precipitación. Es el momento de la intuición. Se debe buscar la evidencia, entendida como verdad absoluta, según el criterio de claridad y distinción.
  • Segunda regla: el análisis. Consiste en dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible para su resolución.
  • Tercera regla: orden y síntesis. Proceder ordenadamente, yendo de lo simple a lo complejo a través de la deducción.
  • Cuarta regla: enumerar y revisar. Propone enumeraciones completas y revisiones tan generales que no concluyen hasta estar seguro de no haber omitido nada. En la resolución de un problema matemático, por ejemplo, equivale al repaso del problema. La finalidad de esta regla es alcanzar, finalmente, la evidencia buscada.

De este modo, se vuelve a la primera regla: la deducción parte de la intuición y a ella vuelve. A fin de cuentas no es más que una intuición desarrollada.

Aplicación del Método y la Duda Metódica

Para la aplicación del método Descartes convirtió la duda en su base y decidió emplearla para encontrar la certeza. “No aceptar como verdadero lo que no se conozca como evidente evitando la precipitación hasta que el objeto se presente a mi intelecto claro y distinto”, entendido como criterio general de certeza.

Las Ideas en Descartes

Piensa Descartes que en su mente ha encontrado la primera verdad (pienso, luego existo), el criterio de verdad o certeza (la claridad y la distinción) y también las reglas y el método. Y se hace, a continuación, la siguiente pregunta: ¿Puedo encontrar algo más? A esta última pregunta responde afirmando que en nuestra mente encontramos también ideas. Las ideas son, para Descartes, los contenidos del pensamiento, “actos mentales” y distingue tres tipos de ideas:

  • Las ideas adventicias: provienen de nuestra experiencia externa (ser humano, árbol). No nos suministran conocimientos ciertos, pues, al depender de los sentidos, siempre puede dudarse de ellas.
  • Las ideas facticias: son construidas por la mente a partir de otras ideas, son fabuladas (sirena). Al poder ser manejadas por mi libre albedrío y por mi imaginación, pueden ser erróneas.
  • Las ideas innatas han nacido en el sujeto, las posee el pensamiento en sí mismo (idea de existencia, infinito, sustancia, Dios). Éstas, al imponerse por sí mismas de modo evidente, muestran la verdad.

Según Descartes, el verdadero conocimiento no surge del testimonio fluctuante de los sentidos, ni del juicio falaz de la imaginación, sino de la mente pura y atenta que, mirando dentro de sí misma, llega a descubrir los verdaderos contenidos cognoscitivos. El verdadero conocimiento, por lo tanto, es el conocimiento de las ideas innatas, es decir, de las ideas que la razón (la mente) encuentra en sí misma. Y los contenidos objetivos de esas ideas, que se nos muestran de un modo claro y distinto, coinciden con la realidad.

El Empirismo y la Crítica de la Causalidad en Hume

El punto de partida del conocimiento son las percepciones, todos los contenidos de la mente procedentes de la experiencia, ya que no hay ideas innatas. Hay dos clases de percepciones:

  • Las Impresiones, que son percepciones vivas, intensas y actuales, proporcionadas bien por los sentidos externos: sensaciones; bien por los sentidos internos: emociones, pasiones.
  • Las Ideas, que son las mismas impresiones pero ya debilitadas, no tan vivas e intensas.

Todas las ideas proceden de una impresión y no existen ideas de las que no se haya tenido antes una impresión. Por tanto, todos nuestros pensamientos, todas nuestras ideas deben estar fundamentadas en la experiencia. La combinación de ideas simples da lugar a ideas complejas, que se forman mediante leyes de asociación. Estas leyes son tres:

  • Ley de semejanza, en virtud de la cual se asocian varios objetos o ideas diferentes por cierto parecido o relación.
  • Ley de causalidad. El dolor de una quemadura nos hace pensar en el fuego que la produjo.

Tipos de Conocimiento

  • Relación de ideas: Es un conocimiento válido, cierto e independiente de la experiencia. Es propio de las ciencias formales: la lógica, la aritmética, el álgebra y la geometría. Aquí se “ubican” las intuiciones y las demostraciones.
  • Cuestiones de hecho: A este conocimiento se llega a través de la experiencia. Depende de las relaciones de contigüidad espacio-temporal y de la causalidad. Sus proposiciones no son ni necesarias ni no contradictorias. Es un conocimiento propio de las ciencias empíricas.

Crítica de la Relación de Causalidad

Hume critica la idea de la relación de causalidad realizando las siguientes consideraciones: La conexión entre causa y efecto no es una conexión necesaria. El principio de causalidad no tiene valor propio a priori. Entre la causa y el efecto no hay una conexión necesaria, sino una relación de contigüidad y de sucesión. Sólo la experiencia nos instruye sobre las causas y los efectos, al mostrarnos ciertos hechos en conjunción constante, es decir, que a un cierto hecho sucede regularmente otro.

Y es esa conjunción constante que nos muestra la experiencia lo que hace que llamemos al primer hecho causa y al segundo efecto.

Crítica de la Idea de Sustancia, de la Existencia del Mundo Externo, del “Yo” y de Dios

Sobre la sustancia, Hume se pregunta: “¿Podemos tener alguna impresión de la sustancia? Por tanto, no podemos tener ningún conocimiento de ella. La idea de sustancia no es nada, carece de fundamento.

En cuanto al mundo externo, dice Hume que es evidente que la justificación de la existencia de realidades corpóreas, distintas y exteriores a las percepciones mismas, constituye un problema. La respuesta de Hume es clara y contundente: de la existencia de los objetos corpóreos, por ser específicamente distintos de las ideas y de las impresiones, no hay conocimiento. Ahora bien, el hecho de no poder justificar racionalmente la existencia del mundo exterior, no significa negar que éste exista: de la existencia del mundo no hay conocimiento, pero sí creencia.

Del yo, afirma que el yo resulta incognoscible porque no tenemos idea o impresión alguna de nuestra identidad personal, de nuestro yo. Según Hume, no existe el yo en cuanto tal.

Sobre la existencia de Dios, Hume adopta la misma posición que con el “yo”. Racionalmente no se puede saber nada de Dios. Para el hombre, Dios es “una adivinanza, un enigma y un misterio.

Terminó cayendo en:

  • Un fenomenismo: ¿qué podemos conocer?
  • Un escepticismo: ¿de qué puedo estar seguro? Sólo de mis percepciones, de mis impresiones y mis ideas, pero sin saber lo que dichas impresiones e ideas representan.
  • Un relativismo: no existe una verdad objetiva y común.

La Epistemología Platónica: Conocimiento, Reminiscencia y Dialéctica

Posibilidad y Requisitos del Conocimiento Científico

Platón, como su maestro Sócrates, pensaba que el verdadero conocimiento, absoluto e infalible, es alcanzable. En este sentido, combatió la teoría del sofista Protágoras que concebía el conocimiento como mera percepción sensible y defendía la tesis de la relatividad de la verdad. Todo conocimiento verdadero debe cumplir dos requisitos: tener por objeto lo que es, la auténtica realidad, y ser infalible. La percepción sensible no satisface ninguna de estas dos exigencias: ni es infalible, ya que los sentidos nos engañan, ni tiene por objeto la auténtica realidad, pues se centra en las cosas del mundo sensible que, como decía Heráclito, están sujetas a cambios continuos, a un devenir permanente, y no constituyen la auténtica realidad. El objeto del conocimiento científico son las Ideas, el verdadero ser, la auténtica realidad.

La Reminiscencia

Para Platón, el conocimiento es reminiscencia, es decir, conocer es recordar. Y da la siguiente explicación para argumentar esta afirmación: el alma, cuya existencia precede a su unión con el cuerpo, contempló y conoció en dicha preexistencia la auténtica realidad, las Ideas; ahora bien, en el momento de su unión con el cuerpo olvidó todo y, posteriormente, al entrar en contacto con las cosas del mundo sensible, a través de los sentidos, va recordando lo que ya conocía.

Niveles de Conocimiento

  • LA EPISTEME, CIENCIA O INTELIGENCIA, que es el auténtico conocimiento, la verdadera ciencia, cuyo objeto es la auténtica realidad, los seres del mundo inteligible, lo arquetípico, lo universal, las Ideas.
  • LA DOXA U OPINIÓN, que es un conocimiento aparente, pues su objeto son las cosas del mundo sensible, aquello que está en continuo devenir. Es un conocimiento erróneo, ya que nos lo proporcionan los sentidos y éstos nos engañan.

Paralelamente, y en relación a los distintos tipos de seres de cada uno de los niveles anteriores, Platón establecía dos subniveles:

Dentro de la EPISTEME O CIENCIA:

  • La dianoia o conocimiento de la geometría, los números y los entes matemáticos, que sería fruto de la actividad racional y del pensamiento discursivo.
  • La nóesis o ciencia suprema que consiste en el conocimiento de las Ideas, la suprema realidad.

Dentro de la DOXA U OPINIÓN:

  • La eikasía, conjetura o imaginación, cuyo objeto de conocimiento son las apariencias, las sombras, las imitaciones, los reflejos, los prejuicios.
  • La pistis u opinión plausible, cuyo objeto es el mundo real sensible, los entes naturales y artificiales.

La Dialéctica

Platón afirma que, para llegar a recordar lo olvidado, la mente debe realizar un esfuerzo para ascender cognoscitivamente desde el mundo sensible, el mundo de las apariencias, de la opinión, del error, al mundo inteligible, el mundo de las auténticas realidades, de la verdad, y, una vez aquí, seguir ascendiendo hasta alcanzar la suprema idea, la suprema realidad, la idea de Bien. Esta elevación recibe el nombre de Dialéctica y su motor es el Eros.

Para Platón, la dialéctica tiene una doble dirección:

  • Ascendente, que consiste en ascender en el conocimiento de las distintas ideas hasta llegar al conocimiento de la idea de Bien, como aparece en la República.
  • Descendente, que consiste en realizar el proceso contrario: descender desde la idea de Bien hasta las demás ideas para conocerlas en plenitud. Este es el motivo por el que los que han ascendido al mundo de las Ideas y han contemplado la idea de Bien, deben regresar a la caverna a “liberar” a los demás prisioneros de sus prejuicios e ignorancia y señalarles el camino a seguir para vivir en la justicia y en la verdad.

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