David Hume: Empirismo y Crítica a la Metafísica Tradicional
Metafísica
David Hume fue un filósofo de la época moderna, perteneciente a la corriente empirista, la cual sostiene que solo los sentidos proporcionan la verdad. Al reducir nuestro conocimiento a impresiones e ideas, no podemos abordar cuestiones abstractas. La sustancia es un concepto al que no corresponde ninguna impresión. Es un conjunto de percepciones que nos hemos acostumbrado a ver juntas, por lo que carece de valor.
Hume critica las tres manifestaciones de sustancia propuestas por el racionalismo cartesiano:
- Del mundo: Lo único que puedo afirmar es que tengo una impresión, pero no puedo afirmar que a mi impresión corresponda una realidad exterior. La realidad está más allá de las impresiones. Por tanto, no puedo afirmar la existencia de una realidad corpórea distinta de nuestras impresiones. Lo único que podemos afirmar es la realidad de nuestras impresiones, pero no realidad alguna distinta de ellas.
- De Dios: Tanto Locke como Berkeley habían afirmado la existencia de Dios desde el principio de causalidad. Naturalmente, Hume lo niega: de Dios no tenemos ninguna impresión y, por tanto, no podemos afirmar su existencia.
- Del Yo: Desde Descartes se había afirmado la realidad del “yo” como sustancia distinta de nuestro pensamiento. Pero Hume no ve clara esta consideración. Si consideramos nuestro yo como una sustancia permanente e idéntica a través de todos los cambios y mutaciones, no podemos afirmarnos a nosotros mismos como una sustancia simple (Descartes), ya que sólo percibimos un conjunto de diferentes percepciones que se suceden unas a otras. La conciencia que tenemos de nuestra propia identidad no tiene otra explicación que la memoria, que recuerda la continuidad de la sucesión. Esta continuidad no produce la identidad personal, sólo la descubre.
Ética
David Hume parte de la realidad de las valoraciones morales, para preguntarse a continuación si se derivan de la razón o de los sentimientos. Hume conserva la noción tradicional de la moral como ciencia de las reglas que hay que seguir para conseguir el bien y la felicidad mediante la práctica de la virtud. Pero el fundamento de la virtud no puede buscarse, según este autor, ni en Dios, porque no podemos conocer su existencia, ni en la razón o en normas universales y necesarias, ya que tampoco se dan en ella.
La razón se ocupa de la relación entre ideas o cuestiones de hecho. Su función es conocer, pero no valorar u obligar; conoce las normas prácticas de la moral, pero no las establece. Por lo tanto, la moral no es objeto del entendimiento sino del sentimiento. Existe una especie de “instinto natural”, el cual, bajo la forma de sentimiento, determina el bien y el mal. No hay cosas buenas o malas en sí mismas, lo que los hombres llaman bueno o malo no es más que lo útil o lo nocivo. El fundamento del orden moral consiste en la simpatía, o sentimiento de camaradería. De este modo, la virtud sería cualquier acción o cualidad mental que da a quien la ve un sentimiento agradable de aprobación. El vicio es lo contrario.
No fue Hume, sino Francis Hutcheson el que acuñó el lema del utilitarismo: «la mayor felicidad para el mayor número». Al contrario, Hume era un sentimentalista moral y, como tal, pensaba que los principios morales no podían justificarse intelectualmente. Algunos principios simplemente nos parecen mejores que otros; y la razón de por qué los principios utilitarios nos parecen mejores es porque favorece nuestros intereses y los de nuestros coetáneos, con los que simpatizamos.
El Problema de Dios
Al criticar la idea de sustancia, Hume deja claro desde un punto de vista empirista que no se puede demostrar que Dios exista. Desarrolla su crítica frente a uno de los argumentos más usuales de la existencia de Dios: el argumento del diseñador. Uno de los argumentos más antiguos y utilizados para demostrar la existencia de Dios es el argumento teleológico: que todo el orden y el propósito que parece haber en los seres es un indicio de su origen divino. Hume hizo la crítica clásica a este argumento en Diálogos sobre religión y en Investigación sobre el entendimiento humano, y muchos creen que Hume refutó el argumento con éxito.
Su argumentación se sostiene en que:
- El argumento del diseñador se basa en una analogía incompleta: dada nuestra experiencia con los objetos, podemos reconocer los diseñados por el hombre, comparando por ejemplo un montón de piedras con una pared. Pero para reconocer un universo diseñado necesitamos conocer una variedad de universos diferentes. Como sólo podemos conocer uno, la analogía no puede aplicarse.
- Si un mundo natural ordenado necesita de un diseñador, entonces la mente de Dios (que es ordenada) también necesita un diseñador. Entonces, este diseñador necesita de otro diseñador, y así ad infinitum. Se podría responder apelando a una inexplicablemente divina auto-ordenada; pero entonces por qué no contentarse con un inexplicable auto ordenado mundo.