La Libertad y el Problema del Mal en San Agustín de Hipona
San Agustín niega el mal ontológico; el mal no es un ente, si lo fuera —si tuviera ser—, sería un bien. Sin embargo, la presencia del mal en el mundo es un hecho probado. Observamos los males físicos de la naturaleza (sequías, terremotos…) y los males morales (el crimen, la venganza…). Si es cierto que el mundo ha sido creado por Dios, ¿qué explicación tiene la existencia del mal? El mal es el nombre que damos a la ausencia del bien y surge del uso incorrecto que hace el hombre de su libertad, y en ello, él es el responsable y no Dios.
El origen del mal se encuentra en la libertad humana. Toda la humanidad se halla en estado de pecado por la caída del hombre (el pecado original) y es redimida por Cristo. El hombre puede decidir y su deber es elegir el camino hacia Dios. No hay libertad sin obligación, y la obligación del ser humano es tender hacia el bien (Dios). El hombre poseerá libertad para alcanzar a Dios, pero si no lo alcanza será infeliz.
Fe y Razón en San Agustín: Creer para Entender
Todo el pensamiento de San Agustín expresa el esfuerzo racional de comprender la verdad que encuentra en la fe cristiana. Razón y fe son realidades diferentes, pero se complementan. “La razón sin la fe no es apta para hacernos alcanzar la Verdad, fundamento último de toda verdad”, pero, al mismo tiempo, mantiene que hay que comprender lo que se cree.
Razón y fe, filosofía y teología, se funden en un único concepto de búsqueda que lleva a la Verdad, a la Sabiduría y a la Felicidad. La búsqueda de la verdad no es un método, sino un camino espiritual.
- En un principio, la razón ayuda al ser humano a alcanzar la fe: San Agustín piensa que las verdades de la fe deben ir precedidas por algún trabajo de la razón, puesto que, aunque en gran parte las verdades de la fe no son demostrables, se puede demostrar que es legítimo creerlas, que es razonable creer, y es la razón la encargada de hacerlo.
- Después, la fe orienta e ilumina la razón: la auténtica sabiduría no la proporciona la filosofía, que por sí sola es incapaz de alcanzar la verdad. Sin fe no puede haber sabiduría. La sabiduría solo la proporciona la creencia. La razón es insuficiente y está expuesta a errores.
- Finalmente, la razón contribuye, a su vez, al esclarecimiento de los contenidos de la fe. La filosofía es valorada por San Agustín como una técnica racional que ayuda al creyente a profundizar en su fe. La afirmación agustiniana “comprende para creer, cree para comprender” resume perfectamente cuál es su posición acerca de la colaboración de la razón y de la fe en la comprensión de la Verdad.
Felicidad y Posesión de Dios según San Agustín
La auténtica felicidad consiste en poseer la verdad completa, que tiene que ser una verdad concreta que trascienda a todas las verdades particulares. La medida absoluta de todas las verdades es Dios; conocerlo brinda felicidad al ser humano. Por lo tanto, la preocupación de San Agustín es encontrar la verdad que satisfaga al corazón humano, pues únicamente a través de ella se accederá a la felicidad. Se puede decir que es un eudemonista (está orientado a alcanzar la felicidad). Mas su eudemonismo no se basa en la consecución de bienes perecederos o la satisfacción de pasiones. Todos ellos son felicidades transitorias que no pueden satisfacer plenamente al ser humano. Solamente el sabio que conoce a Dios es feliz, pues es conocedor de la verdad, y nadie puede ser feliz si no desea la verdad.
La Filosofía de la Historia en San Agustín: Ciudad Terrena y Ciudad de Dios
Los romanos paganos achacaban a los cristianos la responsabilidad del desmantelamiento del Imperio. Para San Agustín, la causa consistía en que no eran cristianos todos los romanos.
En esta interpretación, la crónica de la humanidad aparece como la lucha de dos ciudades: la terrena y la de Dios. Por un lado, el grupo de quienes, despreciando a Dios, se aman a sí mismos y, por otro lado, de quienes ponen a Dios sobre todas las cosas. Los ciudadanos de ambas ciudades se encuentran mezclados y, al final, se separan: unos serán premiados y otros castigados. No obstante, la comunidad de los buenos es invisible. Por ejemplo, alguien bautizado es miembro de la Iglesia, pero si el principio que rige su vida es amarse a sí por encima de todas las cosas, es moralmente miembro de la ciudad terrena. Por consiguiente, no podemos identificar la ciudad mundana con el Estado, ni la ciudad de Dios con la Iglesia.
La Existencia de Dios y las Ideas Ejemplares en San Agustín
Para demostrar la existencia de Dios, San Agustín parte del pensamiento. La auténtica demostración agustiniana de la existencia de Dios reside en las ideas eternas. El ser humano capta verdades modélicas, infinitas y necesarias. Esa verdad es superior a nuestra capacidad intelectiva y, por lo tanto, un ser no humano ha tenido que introducir estas ideas en nuestra alma. La conclusión lógica de San Agustín es que Dios ha situado las ideas eternas en el alma del ser humano y el entendimiento no las puede modificar.
Dios, según la doctrina de San Agustín, ha creado el mundo de la nada; es decir, no de su propio ser y libremente. También recoge la teoría platónica de las ideas, pero en el sistema agustiniano estas están alojadas en la mente divina: son los modelos o ideas ejemplares, según los cuales Dios ha creado las cosas en virtud de una decisión de su voluntad.
La Existencia de Dios: Las Cinco Vías de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás, en el artículo tercero de la cuestión segunda de su Summa Theologica, incluye un resumen, conocido como las cinco vías, dirigido a un lector ya familiarizado con su corpus y con las tesis aristotélicas.
- El movimiento o cambio: existe el movimiento; todo lo que pasa de potencia a acto es actualizado por otro en acto; no es posible el infinito en una serie jerárquica de actualizadores actualizados; luego es necesario un actualizador puramente actual. Ese actualizador puro tiene los atributos divinos: es lo que todos llaman Dios.
- Causa eficiente: en el mundo existen causas causadas. Nada es causa de sí mismo. Es imposible la regresión al infinito de causas causadas. Así, tiene que haber una primera causa incausada (al menos), y esa causa prima es lo que llaman Dios.
- Lo contingente y lo necesario: la generación y la corrupción muestran que hay entes que pueden ser o no ser; estos entes alguna vez no han sido, y habría habido un tiempo en que no hubiera nada, y nada hubiera llegado a ser; tiene que haber (al menos) un ente necesario por sí mismo. Un ente necesario, o bien recibe la razón de su necesidad de otro, o bien reside en sí mismo. Es imposible ir al infinito en una serie de seres necesarios por otro, luego existe, al menos, un ser necesario por sí y eso es lo que llaman Dios.
- Los grados de perfección del ser: encontramos en las cosas perfecciones trascendentales, que se dan en diversos grados. Ninguna perfección que pertenezca a la esencia de una cosa puede tenerse de modo limitado, según un más o un menos. Así, los entes que conocemos no poseen estas perfecciones por esencia, sino que las tienen de manera causada, participada o derivada. No puede irse al infinito en una serie jerárquica de causas que no tengan estas perfecciones por esencia, luego tiene que existir, al menos, un ser con la perfección esencial de modo ilimitado o no participado. Hay, pues, un ser causa de toda perfección, y eso es lo que llaman Dios.
- La finalidad: los entes tienden a un fin y a un orden, no por azar, sino por la inteligencia que los dirige; hay un ente inteligente que ordena la naturaleza y la impulsa a su fin, y ese ente es Dios. La idea fundamental es que Dios, invisible e infinito, es demostrable por sus efectos visibles y finitos.
Razón y Fe en Santo Tomás
Para Santo Tomás, la distinción filosofía/teología descansa en la separación entre orden natural y sobrenatural: el orden de conocimiento natural procede de la razón humana, da lugar a la filosofía y tiene carácter demostrativo; el orden sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es un conocimiento oscuro; algunas de sus verdades están al alcance de la razón, y otras la exceden. Ambos conocimientos provienen, en último término, de Dios, por lo que entre ellos no puede haber contradicción. Entre las dos esferas de conocimiento cabe la colaboración, dando lugar a la teología: la revelación puede orientar a la razón y le permite evitar errores; la razón le sirve a la fe para aclarar y defender los misterios de la revelación. Algunas creencias nunca podrán ser demostradas por la razón y otras sí, como los preámbulos de la fe (existencia de Dios e inmortalidad del alma). Habrá dos tipos de teología: la racional o natural, que llega a Dios utilizando una capacidad ligada a la naturaleza humana, la razón; y la teología cristiana o sobrenatural: su fundamento es la doctrina revelada y la fe, pero usa también de la razón para conseguir un orden científico y como arma dialéctica.