Parménides y la Naturaleza del Ser
Parménides afirmaba que es necesario decir y pensar que el ser es y que el no ser no es. Solo este camino nos conduce a la verdad. Afirmar que el ser no es y que el no ser es nos extravía, nos conduce al error, a la mera opinión. Su primer principio no es el agua, el aire, o lo indeterminado, sino el ser. Pero, ¿cómo es el ser? Parménides afirma que el ser es uno, inmutable, inmóvil, indivisible e intemporal. Las razones en las que fundamenta esta descripción son puramente lógicas. El ser es único porque, si hubiese dos seres, ¿qué los diferenciaría? ¿El ser? No, porque es lo que tienen en común. ¿El no ser? Tampoco: si el no ser no es, no puede ser causa de la diferencia. Por lo tanto, el ser es uno. El ser no puede cambiar: no puede cambiar hacia el ser, pues ya es, y ¿cómo podría cambiar hacia el no ser, si el no ser no es? Pero ¿qué hay del mundo sensible, en el que encontramos muchas cosas, y de nosotros mismos, que somos muchos y estamos sometidos al cambio? Parménides mantiene la rigidez de su lógica y afirma que este mundo no es. Por eso sostiene que los sentidos nos engañan: nos muestran un mundo de multiplicidad sujeto al cambio.
La Retórica según Gorgias
Gorgias no se rinde después de este primer ataque; sostiene que la retórica es por excelencia el arte de persuadir, en el sentido de que da los medios de hacer prevalecer su opinión en todo y contra todos. Puede usarse bien o mal de ella, pero si el orador hace un mal uso de ella, no es a la retórica a la que hay que culpar, sino a él. Vana sutilidad que no se libra de las objeciones de Sócrates. Hay que escoger, en efecto, entre la retórica extraña a la ciencia y a la verdad, que se limita a hacer creer a la plebe ignorante que todo es bueno o malo, justo o injusto, bello o feo, según la necesidad del momento, un arte pérfido e inmoral, y la retórica que se inspira en la verdad, la propaga y persuade con ella. Éste es el punto decisivo. Gorgias nada tiene que oponer a la refutación de la retórica desprovista de principio moral, o lo que es igual, puesta al servicio del interés, tal como ellos la presentaron.
Fuentes del Pensamiento de Sócrates
Existen distintas fuentes que describen el pensamiento de Sócrates, ya que él no dejó nada escrito, pero resulta difícil precisarlo con verdadera exactitud porque difieren entre sí. Para Jenofonte, a Sócrates le interesaba principalmente la moral de los hombres y la formación de buenos ciudadanos, y no se preocupaba demasiado de la lógica ni de la metafísica. Sin embargo, a partir de los diálogos de Platón, Sócrates aparece como un metafísico de primer nivel que sentó las bases de una filosofía trascendente, que se distingue por ser una teoría sobre un mundo metafísico de las Formas. A Sócrates se le pueden atribuir dos adelantos científicos, el empleo de los razonamientos inductivos y de la definición universal. De modo que Sócrates se ocupó de la posibilidad de alcanzar los conceptos precisos y fijos a diferencia de los sofistas que tenían teorías relativistas. Para Sócrates, el concepto universal siempre es el mismo, lo que varía son los ejemplos concretos. Sócrates consideraba de importancia a las definiciones universales porque se interesaba principalmente en la conducta ética, porque éstas representaban la base sólida para que los hombres pudieran salir del relativismo de las doctrinas sofistas.
La Defensa de Sócrates
Sócrates se hace ante el pueblo de Atenas, diciendo: No sé, atenienses, no sé… Estas palabras que serán precisamente, el inicio del final de su vida, constituyen el centro de su filosofía: sólo sé que no sé nada. Aunque en estas primeras líneas se refiere a que él no sabe cuál es la impresión que ha causado la acusación en las mentes de sus juzgadores, luego de la lectura de la totalidad de la Apología, queda claro, que ya él lo suponía. Sócrates empieza por dejar en claro que es mentira lo que sus acusadores han dicho de él y que en su defensa, él sí se ajustará, como siempre, a la verdad. Lanza además, una daga con la punta anestesiada a algunos de los atenienses que lo juzgarán, pues cuando les solicita que lo disculpen, por no defenderse con el lenguaje de los tribunales, pues sólo conoce el lenguaje que acostumbra a usar en las plazas públicas, donde muchos de vosotros me habéis oído les está diciendo que de condenarlo, deberían de condenarse ellos también, por haberlo seguido en sus discursos. Deja la impresión que Sócrates ya intuye el desenlace de este juicio. Sócrates recuerda al jurado que no va a recurrir a trucos de llantos, ni traerá a sus hijos a provocar compasión. Afirma no temer a la muerte y asegura que no actuará de manera contraria a su deber religioso, por lo que confiará plenamente en su sólida argumentación y en la verdad para ganarse el veredicto. El jurado, sin embargo, lo encuentra culpable.
El Respeto por las Leyes en el Critón
Sócrates: Y si las Leyes nos dicen: ¿Es esto, Sócrates, lo que hemos convenido? ¿No debías permanecer fiel a los jueces de la República? Y si nos manifestáramos sorprendidos de este lenguaje, ellas nos dirían, quizás: No te sorprendas, Sócrates, y respóndenos, puesto que tienes la costumbre de proceder por preguntas y respuestas. Di, pues, ¿qué quejas tienes contra nosotras y contra la República cuando intentas destruirnos? ¿No es a nosotras a quienes debes la vida? ¿No somos nosotras las que casamos a tu padre con la madre que te ha dado a luz? ¿Qué encuentras de reprensible en estas leyes que hemos establecido sobre el matrimonio? Yo les respondería: No les reprocho nada ¿Y las que conciernen al sostenimiento de los niños y a la educación que recibiste? ¿No te parecen justas las que ordenaron a tu padre instruirte en la música y la gimnasia? Exactamente, diría yo. Y siendo esto así, puesto que nos debes tu nacimiento, tu crianza y tu educación, ¿te atreverías a sostener que no eres hijo y esclavo nuestro, lo mismo que tus padres? Y si así es, ¿piensas tener derechos iguales a nosotras, y que sea en ti justo intentar contra nosotras lo que nosotras podemos hacer contigo? Tú no estás en igualdad de derechos con tu padre, con tu señor -si acaso lo tienes- y no te está permitido devolverles injuria por injuria, golpe por golpe, ni nada semejante; y respecto a la Patria y a las Leyes, ¿te será permitido? Y si tratáramos de darte muerte, creyendo que era justo, ¿querrías adelantarte y perder las Leyes y tu Patria?… Es preciso respetar a la Patria en su cólera, tener con ella la sumisión y miramientos que se tienen a un padre, convencerla con la persuasión o ejecutar sus órdenes, sufrir sin murmurar todo lo que quiera que se sufra, aún cuando sea verse azotado o cargado de cadenas, que si nos envía la guerra para ser allí heridos o muertos, es preciso marchar allá; porque allí está el deber, y no es permitido ni retroceder, ni echar pie atrás, ni abandonar el puesto, y que lo mismo en los campos de batalla, que ente los tribunales, que en todas las situaciones, es preciso obedecer lo que ordenan la Ciudad y la Patria, o emplear para persuadirla los medios que la ley concede; y, en fin, que si es una impiedad hacer violencia a un padre o a una madre, es mucho mayor hacerla a la Patria. ¿Qué responderemos a esto, Critón? ¿Reconocemos que las Leyes dirían la verdad, o no?
El Tema de la Amistad en el Lisis
El Lisis comienza con un ingenioso preludio en el que se critica la amistad basada en la presunción y en la posesión de bienes. Desde esta idea tradicional de amistad como utilidad se va proyectando la amistad hacia un nuevo horizonte. Tres estadios diferentes y complementarios se configuran en esta ascensión hacia el conocimiento de la amistad. El primero se inicia con un planteamiento subjetivo, ¿quién es amigo de quién?, ¿el que ama o el amado? Al final de esta discusión que acaba sin respuesta, Sócrates se justifica porque tal vez no se ha buscado bien. Sócrates deja de conversar con Menéxeno y toma a Lisis por interlocutor. Este segundo estadio consiste en la búsqueda de un principio explicativo de la amistad. Partiendo de la explicación de los primeros filósofos de la naturaleza, que habían establecido la atracción de lo semejante por lo semejante, Sócrates plantea la cuestión de si esta afinidad no habrá que buscarla en algo más profundo, como la bondad.
El Concepto de Civilización en el Mito de Prometeo y Epimeteo en el Protágoras
Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia o de la también oceánide Clímene. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo alguno a los dioses, y ridiculizó a Zeus y su poca perspicacia. Sin embargo, Esquilo afirmaba en su Prometeo encadenado que era hijo de Gea o Temis. Según una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando ésta era una niña y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus. Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, pero la carne se la comen. Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios (en la mitología posterior, Apolo) o de la forja de Hefesto y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse.
Tesis del Intelectualismo Moral Socrático en el Protágoras
El intelectualismo moral es la doctrina que identifica la virtud con el saber. Sabiduría, virtud y felicidad son inseparables y se implican mutuamente. Saber para obrar bien y obrar bien para ser feliz. Consecuentemente, si la virtud y el bien otorgan la auténtica felicidad nadie obrará mal intencionadamente, pues nadie querrá ser infeliz a desgraciado. Es decir, se identifica el bien con el saber y el mal con la ignorancia: el sabio es bueno y el malo es ignorante, basta saber qué es el bien para ser bueno: Solamente sabiendo qué es la justicia se puede ser justo, solamente sabiendo qué es lo bueno se puede obrar bien. O, expresado de otro modo, nadie se equivoca queriendo, por tanto, quien obra mal es porque no sabe. Ésta es la formulación del llamado optimismo antropológico: el hombre es bueno por naturaleza. Las consecuencias sociales de esta postura saltan a la vista: eduquemos a las personas y las haremos buenas; fuera las cárceles y los castigos, pues en el fondo nadie es culpable sino ignorante. Desde la óptica de nuestro tiempo, no obstante, parece dudoso que se pueda mantener la ecuación: sabiduría=bondad=felicidad, pues la Historia nos ha mostrado que no siempre el saber se utilizó de manera correcta, sólo hay que recordar los horrores nazis para reconocer que allí no faltaba sabiduría, sino, al contrario, que ésta era utilizada con propósitos profundamente inmorales.
La Cuestión de la Virtud a partir del Pensamiento de Platón
La cuestión que preocupaba a Platón en Menón relativa a si la virtud es un don divino, se encuentra en los hombres por naturaleza o es posible su aprendizaje, la resuelve Aristóteles indicando que la virtud se puede aprender, no depende de la naturaleza y no es una disposición innata sino del ejercicio de la libertad. La virtud es un hábito, es decir una disposición que se crea en nosotros para la realización de una tarea o actividad y es consecuencia del ejercicio o repetición: nos hacemos justos practicando la justicia, generosos practicando la generosidad, valientes practicando la valentía. La virtud moral se realiza en un sujeto a partir de lo que su razón le enseña como bueno; para la vida buena es necesaria la perfección de la razón (como ya habían señalado Sócrates y Platón) de ahí que la virtud intelectual que llamamos prudencia sea fundamental también en el mundo moral; sin embargo, Aristóteles no defiende un intelectualismo moral radical pues no cree (como parece que era el caso de Sócrates) que para la vida buena sea necesario y suficiente que la razón nos sepa mostrar la conducta justa. En este punto Aristóteles se acerca al sentido común al indicar que si la voluntad de una persona no es buena, si no ha sido disciplinada y entrenada para la realización de lo correcto, aunque la razón le enseñe lo que es preciso hacer, es improbable que dicha persona lo haga. La virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, extremos que por ser tales son vicios. Sin embargo, Aristóteles también afirmará que no toda acción ni toda pasión admite el término medio, pues hay cosas malas en sí mismas: pasiones malas en sí mismas son la malignidad, la desvergüenza y la envidia, y malas acciones en sí mismas el adulterio, el robo y el homicidio.
Injusticia: El Debate entre Gorgias, Sócrates y Calicles
La intervención de Calicles es, desde un principio, de una sinceridad brutal. Así comienza planteándole a Sócrates si está hablando en serio o en broma ya que si lo hace en serio, afirma, resulta que la vida de todos los hombres que conozco está desquiciada pues hacen todo lo contrario de lo que dices que deberían hacer. A continuación expone lo que realmente piensa y que podría resumirse así: El mundo de la ley y el mundo de la naturaleza son dos cosas distintas. Sócrates hace trampa: si alguien le habla desde el punto de la ley, entonces le pregunta desde el punto de vista de la naturaleza y si lo hace pensando en la naturaleza, le pregunta desde el punto de vista de la ley. Por naturaleza es peor sufrir injusticia, aunque por ley es peor el cometerla. Lo que sucede es que por ley únicamente cometen injusticia los débiles o los esclavos. Son los hombres débiles quienes establecen las leyes para sí mismos y para su propia utilidad. Con ellas quieren atemorizar a los más fuertes, a los que estén capacitados para tener más y, por ello, dicen que es feo o injusto poseer más y que la injusticia consiste en tener mucho más que los demás. Pero la naturaleza demuestra que es de justicia que el que vale más tenga más que el que vale menos y es inferior. La misma naturaleza animal demuestra este hecho: es la autoridad del fuerte frente al débil acude a Píndaro para fundamentar tal tesis. La filosofía es la culpable de que no veamos claro todo esto. Y es que la filosofía está bien cultivarla durante la juventud; pero cuando uno ya es mayor hay que ser más práctico y con más sentido de la utilidad. Sócrates valora positivamente la sinceridad de Calicles, aunque esté en total desacuerdo con sus posiciones. Por ello le plantea reflexionar acerca de una de las cuestiones defendidas por Calicles:
- Sócrates plantea a Calicles si identifica a los más fuertes o poderosos con los mejores.
- Entonces cuando nos encontramos con una multitud, parece que esta es por naturaleza más poderosa que un solo hombre.
- Calicles se rebela y acusa a Sócrates de andar a la caza de las palabras de tal forma que si alguien se equivoca en un vocablo, se aprovecha para intentar contradecirle. Sócrates encauzará la conversación hacia el estudio de la naturaleza de los deseos.
Según Calicles, los deseos deben de satisfacerse siempre y no reprimirse nunca. Parece también evidente, en relación con los deseos que, cuando cesa uno de también cesa el placer que estábamos experimentando mientras comíamos o bebíamos.