San Agustín: Ética, Antropología y Conocimiento

Ética, Libertad y Libre Albedrío

La ética de San Agustín es eudemonista, ya que el fin de la conducta humana es la felicidad o beatitud. Esta beatitud solo puede encontrarse en Dios con ayuda de la gracia divina. La voluntad impulsa al alma hacia Dios mediante el amor (caridad).

San Agustín entiende el mal como privación: un mal es la ausencia de un bien. El alma, cuya naturaleza es dirigirse a Dios, se aparta de su bien y se hace esclava del cuerpo. El mal nace de un uso inadecuado que el hombre hace de su libre albedrío. Así, el hombre es responsable del mal, y no Dios.

Dios nos hace libres para podernos pedir cuentas de nuestros actos en la otra vida. San Agustín distingue entre libre albedrío, que es la capacidad que tiene el ser humano de obrar voluntariamente y que, por el pecado original, tiende al mal, y la libertad, que es la capacidad para hacer un buen uso del libre albedrío. El alma humana es un alma caída a causa del pecado original y que, para levantarse, necesita de la gracia divina que le dará la auténtica libertad: el buen uso del libre albedrío.

Antropología Agustiniana

El hombre es la obra maestra de la Creación. Está compuesto por alma (inmortal) y cuerpo (mortal). San Agustín considera que el ser humano tiene un alma racional que es capaz de conocer. El alma humana se caracteriza por:

  • Estar constituida por una razón inferior que es capaz de conocer las cosas sensibles y una razón superior que permite contemplar las verdades eternas por medio de la iluminación divina.
  • Ser inmortal, por tender a la felicidad absoluta (beatitud), observando las verdades eternas (que también son inmortales).
  • Haber sido creada por Dios y, por tanto, es temporal. San Agustín no se decanta si el alma es creada individualmente (creacionismo) o se transmite de padres a hijos (traducianismo).
  • Poseer tres facultades: memoria, que equivale a Dios; inteligencia, a Dios Hijo; y amor, que equivale al Espíritu Santo.

El alma es el principio que da vida al cuerpo, pero es superior a él, por tanto, no puede verse afectada por el cuerpo. Para explicar las sensaciones, el cuerpo recibe el estímulo y el alma produce una imagen. Para San Agustín, el hombre es “un alma racional que tiene un cuerpo mortal para su uso”. Agustín de Hipona defiende la unión sustancial del cuerpo y del alma, pues ambos han sido creados por Dios. De esta manera, el cuerpo se convierte en la prisión del alma a causa del pecado original, del que habrá que librarse.

Teoría del Conocimiento en San Agustín: Razón, Fe y Superación del Escepticismo

Para San Agustín, el ser humano aspira a alcanzar la felicidad y la verdad, y para él ambas están en Dios. El camino que conduce a Cristo requiere la fe (religión), que tiene que comprenderse con los procedimientos de la razón, y la razón (filosofía), que es falible e insuficiente y que sin la fe está expuesta a error y sola es incapaz de alcanzar la verdad.

Razón y fe son complementarias y no son incompatibles, sino que tienen que colaborar: la fe dirige nuestra inteligencia en la búsqueda de la verdad y la razón nos permite entender los contenidos de la fe. No hay que entender para creer, sino creer para entender. Por tanto, la fe es el medio para llegar a la verdad y no el fin.

San Agustín defiende que la búsqueda de la verdad es necesaria, ya que el ser humano tiene una tendencia innata hacia la sabiduría que debe intentar satisfacer. Según este argumento, la verdad nos hace sabios y en la sabiduría está la auténtica felicidad (beatitud). El conocimiento se ve impulsado por un amor espiritual (caridad), que busca elevarse hasta la verdad única, inmutable y eterna, que es Dios.

Una vez superado el escepticismo, Agustín de Hipona distingue tres niveles de conocimiento:

  • Conocimiento sensible: obtiene la información recibida por los sentidos, pero esta información está sujeta a constantes cambios y errores, por lo que produce un conocimiento inseguro.
  • Conocimiento racional (propio del ser humano): por el que el ser humano puede establecer juicios sobre la realidad concreta basándose en modelos inmateriales, universales y eternos. El conocimiento surge cuando nuestros sentidos captan un objeto visible y nuestra mente reconoce su forma y lo identifica. La verdad es “la adecuación del intelecto a la cosa”. Estas verdades son verdades lógicas y están por encima de la razón, la trascienden. Para justificar estas verdades, San Agustín recurre a las ideas ejemplares que necesitan de un ser que las contenga, Dios, del que puede decirse que es la verdad misma, la única realidad necesaria y eterna (verdad ontológica).
  • Contemplación de las ideas eternas: el nivel más elevado de conocimiento es la contemplación de las ideas eternas a través de la mente, prescindiendo de los sentidos. Esta contemplación conduce a la sabiduría y es posible gracias a la iluminación divina: la luz de Dios ilumina el alma humana que es capaz de reflejar las ideas. Con la contemplación se encontrará la verdad, Dios.

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