Filosofía Medieval: Tomás de Aquino
La relación razón-fe y la posibilidad de la teología como ciencia
Filosofía griega y cristianismo constituyen los dos pilares fundamentales sobre los que se construye la civilización occidental. El encuentro entre ambos se produjo en el siglo I de nuestra era, y a partir de ese momento la filosofía pasó a compartir el protagonismo con la nueva doctrina de salvación, el cristianismo, que se convertiría en la religión oficial del Imperio. La filosofía cristiana de la Baja Edad Media se conoce con el nombre de Escolástica, y a diferencia de la patrística, que fue una filosofía con influencias platónicas, la escolástica se inspiró en Aristóteles. Se plantea de nuevo el problema filosófico entre razón y fe y el problema de los universales. Es en este contexto que situamos el pensamiento de Santo Tomás, el teólogo más importante del cristianismo y uno de los principales filósofos escolásticos.
Uno de los rasgos más importantes de su personalidad intelectual es el eclecticismo, que le lleva a utilizar, en la búsqueda de la verdad, todas las fuentes de la época: pensamiento árabe, judío y griego, asumiendo gran parte de la filosofía y terminología aristotélica. En el pensamiento tomista razón y fe, teología y filosofía, se complementan (Teología natural). Sus obras principales son Comentarios, a Aristóteles y a Boeccio, Opúsculos “De Trinitate” y obras teológicas como “Suma contra gentiles” y “Suma Teológica”
Uno de los temas más debatidos a lo largo de la Edad Media es el de las relaciones entre razón y fe. Para abordar este tema, hemos de tener en cuenta que en la Edad Media la teología es una ciencia superior a todas las demás: está basada en la Revelación (origen divino de la Verdad), y puede acceder a un tipo de conocimiento vetado para la razón o la experiencia. La filosofía se entiende, desde esta perspectiva, la sierva de la teología. La relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue compleja. Mientras unos mostraron su hostilidad hacia la filosofía, considerándola enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un arma para defender con la razón sus creencias religiosas. Sin embargo, las características de la filosofía griega, no permitían una fácil síntesis entre ambas dadas las siguientes diferencias:
El planteamiento griego del tema de Dios se limitaba a su interpretación como Inteligencia ordenadora, (Anaxágoras), causa final (Aristóteles) o como razón cósmica (estoicos). Los cristianos, sin embargo, por Dios entenderán un ser providente, creador, omnipotente, único.
Adecuación de la noción de verdad del cristianismo a la de la filosofía griega; el origen divino de la verdad hace, para los cristianos, de su verdad, la verdad (dogmas). “Limitaos a creer, y os salvareis” (Máxima cristiana). Esta postura difícilmente se puede reconciliar con la tendencia griega a la racionalidad y su aceptación de los límites del conocimiento.
La cuestión relativa a la relación entre razón y fe, teología y filosofía, ha sido abordada por diferentes pensadores y desde diferentes perspectivas, como San Agustín o Santo Tomás.
Para San Agustín no es preciso separar entre razón y fe, filosofía y religión. Ambas aspiran a la verdad, y deben colaborar entre sí. Existe una sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede contribuir a conocerla mejor. La fe es una vía suprema de conocimiento de las cosas más elevadas
“Cree para comprender y comprende para creer”.
«Cree para comprender» : predominio de la fe; sin la creencia en los dogmas de la fe no podremos llegar a comprender la verdad ni la realidad.
«Comprende para creer» : alusión al papel subsidiario, pero necesario, de la razón como instrumento de aclaración de la fe. La fe puede y debe apoyarse en el discurso racional ya que, correctamente utilizado, no puede estar en desacuerdo con la fe.
Para Santo Tomás razón y fe, filosofía y teología se complementan, TEOLOLGÍA NATURAL (verdades acerca de Dios que pueden ser demostradas por la razón (Demostración de las cinco vías).
Esta idea es clave en todo el sistema tomista: la razón y la fe no deben confundirse ni mezclarse de un modo arbitrario, pero tampoco están completamente separadas. Media así entre dos posturas opuestas: los dialécticos (partidarios de la primacía de la razón) frente a los antidialécticos (defensores de los límites de la razón, y de la supremacía de la fe). Como ya apuntábamos, Santo Tomás presenta una teología racionalizada, matizada por la filosofía (la razón es capaz de dar solidez a los principios revelados por la fe).
Esta propuesta se concreta en los siguientes puntos:
Fe y razón son distintas: la razón conoce sólo a partir de la experiencia, pero no puede ir más allá de la misma sin la ayuda de la fe, que conoce partiendo de la revelación. Sin embargo, la razón puede ser un instrumento muy valioso en la tarea de defensa de la fe.
Existen verdades comunes (“Preámbulos de la fe”): existencia de tres verdades comunes, que podemos conocer por la razón o por la fe: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la ley ética natural.
El conflicto entre ambas es imposible: en caso de que surja un conflicto entre una verdad de fe y una verdad de razón, tal enfrentamiento será sólo aparente. Para disolver esta oposición cabe considerar dos posibilidades: o bien la razón se ha excedido en sus funciones (tratando de explicar algo que escapa a sus capacidades) o bien la fe ha sido mal interpretada. La Filosofía debe someterse a la Teología.
CONCLUSIONES FINALES
La Revolución científica (de Copérnico a Galileo y Kepler) asociada al desarrollo de la Nueva Ciencia (F. Bacon), provocarán el derrumbe de la Escolástica (Tomás de Aquino), ya en declive desde la exposición del nominalismo de Ockham. Ya en el siglo XVII la filosofía moderna, iniciada por Descartes, se asentará en el terreno de la subjetividad, haciendo del problema del conocimiento el punto de partida de la reflexión filosófica. Se prepara el camino para la exigencia de una total autonomía de la razón, que se consuma con el proyecto de razón ilustrada, del que Kant fuera adalid
“La Demostración de la existencia de Dios”
Filosofía griega y cristianismo constituyen los dos pilares fundamentales sobre los que se construye la civilización occidental. El encuentro entre ambos se produjo en el siglo I de nuestra era, y a partir de ese momento la filosofía pasó a compartir el protagonismo con la nueva doctrina de salvación, el cristianismo, que se convertiría en la religión oficial del Imperio. La filosofía cristiana de la Baja Edad Media se conoce con el nombre de Escolástica, y a diferencia de la patrística, que fue una filosofía con influencias platónicas, la escolástica se inspiró en Aristóteles. Se plantea de nuevo el problema filosófico entre razón y fe y el problema de los universales. Es en este contexto que situamos el pensamiento de Santo Tomás, el teólogo más importante del cristianismo y uno de los principales filósofos escolásticos.
Uno de los rasgos más importantes de su personalidad intelectual es el eclecticismo, que le lleva a utilizar, en la búsqueda de la verdad, todas las fuentes de la época: pensamiento árabe, judío y griego, asumiendo gran parte de la filosofía y terminología aristotélica. En el pensamiento tomista razón y fe, teología y filosofía, se complementan (Teología natural). Sus obras principales son Comentarios, a Aristóteles y a Boeccio, Opúsculos “De Trinitate” y obras teológicas como “Suma contra gentiles” y “Suma Teológica”
«Suma Teológica» se considera la obra cumbre de Tomás de Aquino, donde plantea el problema teológico de la existencia de Dios. Pero la necesidad de conciliar el aristotelismo con los supuestos básicos del cristianismo (la inmortalidad del alma y la idea de creación) le llevará a introducir una nueva estructura metafísica: la de la distinción entre ESENCIA y EXISTENCIA.
La esencia: se compone de materia y forma, y es lo que comparten todos los seres de una misma especie.
La existencia: es aquello que actualiza la esencia.
Pero para S. Tomás la verdad es “la adecuación entre la cosa y el entendimiento”, sólo se puede conocer aquello que se capta por los sentidos (EMPIRISMO, clara línea aristotélica): el alma, al nacer el hombre, es una »tábula rasa» en la que no hay contenidos impresos (“nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos”). Claro rechazo del innatismo expuesto en la metafísica platónica y que siguió San Agustín y Descartes.
Si sólo se puede conocer aquello que se capta por los sentidos, su empirismo le conduce a excluir a la esencia divina: ¿Qué ocurre entonces con aquellas sustancias no materiales? (Ángeles y Dios), ¿Cómo demostrar la existencia de Dios? Desde un punto de vista filosófico considera necesario demostrar la existencia de Dios, ya que esta idea no es innata. Sto. Tomás afirma que no es posible tener en esta vida un conocimiento directo de ellas: el conocimiento de estas sustancias sólo se puede obtener por analogía.
La TEOLOGÍA NATURAL tiene por objeto aquel tipo de verdades acerca de Dios que pueden ser demostradas por la razón. La primera y fundamental de estas verdades es que “Dios existe”. En «Suma Teológica» encontramos formuladas las cinco vías, que parten todas de una evidencia procedente de los sentidos, para demostrar la existencia de Dios.
Todas las vías tomistas tienen una misma estructura, que podemos resumir en dos puntos:
Uso de argumentos a posteriori (son posteriores a la experiencia), es decir, partirá de un hecho de experiencia. A este hecho se le aplica el Principio de causalidad.
Una cadena infinita de causas es imposible. Tiene que haber una primera causa incausada que necesariamente ha de ser Dios.
Veamos en detalle cómo:
Vía del movimiento: nos consta por los sentidos que todos los seres se mueven. Todo lo que se mueve debe ser movido por un motor, y como una serie infinita de causas es imposible, hemos de admitir la existencia de un Primer motor no movido por otro, inmóvil. Y ese Primer motor inmóvil es Dios.
Vía de la Eficiencia: nos consta la existencia de causas eficientes. No podemos admitir una serie infinita de causas eficientes, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es Dios.
Vía de la Contingencia: existen seres contingentes (ser/no ser) contingentes; deben tener su causa en un primer ser necesario (ser), ya que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios.
Vía de la perfección: observamos distintos grados de perfección en los seres de este mundo (bondad, belleza, …) y ello implica la existencia de un modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un Ser supremo. Y ese Ser supremo es Dios.
Vía de la Finalidad: observamos que los seres actúan con un fin (las cosas acaecen de forma regular) luego debe haber un ser sumamente inteligente, sabio en grado máximo, que ordena todas las cosas naturales dirigiéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.
Demostrada la existencia de Dios se plateará el PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES, como la mayoría de los pensadores de la época. Para Tomás de Aquino los universales son IDEAS EJEMPLARES que se dan en la mente divina (alcanzamos el universal como parte final del proceso de ABSTRACCIÓN, concepto presente en la teoría del conocimiento de Aristóteles)