San Agustín: Contexto Histórico y el Hombre como Imagen de Dios

Contextualización

La ciudad de Dios se caracteriza por su multiplicidad temática, aunque su contenido básico no es otro que una reflexión en profundidad, y desde un punto de vista cristiano, de la historia. De ahí que se diga que este libro constituye el primer tratado de filosofía de la historia. En la obra se pueden distinguir dos partes: del libro I al X, una primera parte polémica, donde rechaza las acusaciones de los paganos contra la Iglesia, al tiempo que ataca al paganismo por su incapacidad para asegurar la prosperidad, la felicidad y la vida futura; y del libro XI al XXII, una segunda parte positiva y expositiva de la verdadera religión, que es el cristianismo. La ciudad de Dios es uno de los libros que más influjo ha tenido en el pensamiento medieval, investiga, pues, el sentido de la Historia, que no es otro que el proceso de Salvación de la Humanidad.

San Agustín (354-430), nació en Tagaste, de padre pagano y madre cristiana. Estudió retórica, que le condujo a entender la filosofía al modo helenístico. Como consecuencia de su preocupación por la presencia del mal en el mundo, se adhiere al maniqueísmo, abriendo después en Cartago una escuela de Retórica. Se traslada a Roma, donde se aproxima a la Academia escéptica y un año después a Milán, donde lleva una vida bastante licenciosa y también donde conoce a San Ambrosio, cuya predicación le convierte definitivamente al cristianismo. Esto influye la lectura de la filosofía neoplatónica y platónica. Vuelve a África donde será ordenado sacerdote y, más tarde, obispo de Hipona, lugar donde residirá hasta su muerte.

Entre sus obras cabe destacar: Contra los académicos (en la que debate y critica filosóficamente la Academia de Platón), Soliloquios (único libro griego que habla de la libertad. Para que el ser humano pueda elegir a Dios tiene que ser libre y cuando esa libertad sea enfocada hacia Dios no lo consigue sino es por la gracia de Dios), Sobre la Trinidad (no es un libro ni filosófico ni teológico, sino que trata la teología mística, no basta reflexionar sobre la fe, hay que experimentarla), Confesiones (primer libro en occidente en el que hace una especie de autobiografía en la que habla de su vida filosófica) y La ciudad de Dios (desarrollada anteriormente).

Influencias Filosóficas en San Agustín

Las principales influencias de San Agustín fueron las cuatro grandes escuelas de la época:

  • Platonismo: Platón defiende la existencia de dos mundos, el mundo inteligible (el mundo de las ideas) y el mundo sensible (el mundo natural) en el cual todo lo que hay es una copia imperfecta de las Ideas. En el mundo inteligible existe una jerarquía, en la cual, en la cumbre se encuentra la Idea del Bien.
  • Aristotelismo: Aristóteles, el primer discípulo de Platón, el mejor y el traidor de su maestro, defiende que el único mundo es este y que el mundo inteligible está incluido en el mundo natural. Aristóteles es muy empirista y por eso se aleja de su maestro, es el primer biólogo y defiende este mundo.
  • Estoicismo: Puesto que las ciudades estado ya no existen, se sitúan al margen y desarrollan la mentalidad cosmopolítica «Soy ciudadano del mundo, no de Grecia…». Tienen indiferencia radical hacia los hechos, Ataraxia como actitud interior. Los estoicos interpretan ser buenos y serviciales del estado como ser buenos funcionarios sin importar quién manda.
  • Epicúreos: están en la misma situación social e histórica que los estoicos. Los epicúreos buscan el placer como ausencia de dolor.

Las influencias principales de San Agustín fueron el platonismo y el estoicismo. En el siglo III aparece la figura de Plotino que construyó, en cierta medida, el sistema filosófico-religioso.

En tiempos de San Agustín, y a causa del carácter impreciso de la doctrina cristiana, se dieron dos periodos: La Patrística, la filosofía predominante al final del mundo antiguo; y la Escolástica, la filosofía cristiano-medieval. San Agustín, en cambio, no se ciñe estrictamente en ninguna de estas dos ramas, sino que entiende que la verdadera filosofía no solo no contradice la fe, sino que la ayuda y contribuye a su justificación.

San Agustín es el principal Padre de la Iglesia latina y cuya influencia fue decisiva durante la Edad Media. Nuestro autor influye profundamente en Santo Tomás, que igual que él, elabora una síntesis cristiano-aristotélica, aunque no exacta; y en Descartes, cuyo «pienso, luego, existo» tiene grandes similitudes con el pensamiento agustiniano.

La influencia de San Agustín llega hasta el presente como un elemento perdurable e irrenunciable del pensamiento cristiano y de la cultura occidental: su voz permanece con todo su vigor para quien quiera y sepa escucharla.

El Hombre como Imagen de Dios

La antropología agustiniana sigue el modelo dualista de Platón. En él coexisten dos sustancias de distinta naturaleza: una material y corruptible (el cuerpo) y otra inmaterial e incorruptible (el alma). El verdadero hombre es el alma: el hombre es un alma espiritual que se sirve de un cuerpo material en su vida terrenal. En el alma se distinguen dos partes: la razón, que pone al hombre en relación con el mundo material a través del cuerpo; y el entendimiento, que es cercano a Dios, y gracias a la iluminación de éste el hombre alcanza la sabiduría, elevándose hacia él. El alma humana se sitúa así, entre Dios y el mundo material.

San Agustín rechaza la tesis platónica de la eternidad del alma, es incompatible con la teoría de creación. En cuanto al origen del alma, duda entre el creacionismo (Dios crea una para cada hombre a la vez que crea el cuerpo) y el traducianismo (las almas se transmiten de padres a hijos). La primera tiene la ventaja de poder explicar la transmisión del pecado original desde Adán a sus descendientes, pero es incompatible con la inmaterialidad del alma, ya que lo inmaterial carece de partes y la transmisión del alma de padres a hijos exige que una parte del alma de los padres pase a los hijos (invalida además el argumento tradicional para justificar la inmortalidad: el alma al carecer de partes, no puede descomponerse, es por tanto inmortal). El creacionismo evita el problema de la inmortalidad, pero plantea la dificultad de explicar la transmisión del pecado original. San Agustín se inclina por el traducianismo, la Iglesia Católica optó por el creacionismo.

La Imagen Trinitaria en el Alma Humana

El alma humana es cercana a Dios y ha sido creada por Él a imagen y semejanza suya. El hombre, a través de las tres verdades (ser, conocer y amar) se asemeja a Dios. Estas tres verdades las relacionamos con la Imagen Trinitaria que existe en todos los hombres (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Esos 3 aspectos del hombre se manifiestan en las tres facultades del alma humana: memoria (SER), entendimiento (CONOCER) y voluntad (AMAR), las verdades naturales, las cuales son conocidas por el hombre a través de la razón. Pero la razón únicamente es capaz de captar los hechos de que existo, conozco y amo. Y es en una búsqueda voluntaria en el interior mediante la fe y con la ayuda de Dios por la que permite al hombre llegar a las verdades sobrenaturales: el hombre sabe que existe a través de la imitación del alma a la eternidad (Padre). Llega al conocimiento basándose en la imitación del alma al Hijo para llegar a la auténtica verdad. El amor mediante la imitación del alma al Espíritu Santo para llegar al amor de Dios. Llegando a la conclusión de que existe una Imagen Trinitaria de Dios en todos los seres humanos.

La Búsqueda de la Verdad y la Felicidad

Esta cercanía y semejanza a Dios se expresa en su tendencia tanto a buscar la verdad como a buscar la felicidad. El hombre busca ambas: para encontrar la verdad, el hombre debe ir más allá de sí mismo (autotrascendimiento) ayudado por la Iluminación de Dios (lugar de las Ideas); para encontrar la felicidad debe ir en la búsqueda de un amor que lo colme más allá de sí mismo, ayudada su voluntad por la gracia de Dios. Por eso San Agustín dice que el hombre ha sido creado de tal manera que no puede encontrar la felicidad ni en las cosas materiales ni en sí mismo, sino en algo superior a él, Dios. La felicidad consiste, pues, en el amor a Dios. Aquí está la raíz del pecado y de la infelicidad; el pecado es consecuencia de un defecto de la voluntad la cual prefiere amar lo inferior a lo superior, Dios. El mal moral es, pues, también defecto, carencia de voluntad: la causa del mal no puede ser el Creador (todo aquello en lo que hay bien y orden hay que atribuírselo a la bondad divina); la causa del mal se debe a la voluntad creada, que en sí misma es buena, pero cuando se aparta del Bien inmutable, prefiriendo el amor de sí al amor de Dios, entonces es mala. El mal moral, por tanto, se entiende también como la privación o ausencia de un orden recto en la voluntad. ¿Por qué ese error de la voluntad? En el fondo es incomprensible: querer encontrar las causas del mal moral, afirma, es como querer ver las tinieblas u oír el silencio, la única respuesta está en el misterio de la libertad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *