Teoría del Conocimiento y Ética en Kant: Razón Pura y Práctica

Immanuel Kant (1724-1804)

1. Teoría del Conocimiento

Para Kant, la razón constituye el instrumento del que nos servimos para conocer, pero también la que guía nuestra acción. La racionalidad no se limita, por tanto, solo al ámbito del conocimiento, sino también al ámbito de la acción. A la razón que dirige la acción la denominó razón práctica y a la que dirige el conocimiento, razón teórica. En el libro Crítica de la Razón Pura, Kant se cuestiona si la metafísica puede o no ser ciencia, a la vez que somete a crítica las facultades de la razón para poner a prueba las posibilidades de ofrecernos un conocimiento seguro y delimitar sus límites.

La filosofía que aprendió Kant estaba basada en el racionalismo. Sin embargo, la lectura de las obras de Hume y Locke le llevaron a cuestionarse el optimismo racionalista. Por un lado, los racionalistas sostenían que la razón puede alcanzar un conocimiento universal e ilimitado. Por otro lado, los empiristas consideran que la razón solo puede operar con los datos obtenidos de la experiencia, lo cual conduce a una concepción del conocimiento cambiante, concreta y probable. Ninguna de ambas opciones satisface las preguntas de la modernidad acerca de las posibilidades del conocimiento, preguntas que, por su parte, Kant hace suyas y para las que encontró una solución sintetizando empirismo y racionalismo.

«Aunque todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por ello procede todo de la experiencia» (Crítica de la Razón Pura)

Sin experiencia no hay conocimiento, esto es seguro, pero no todo es experiencia; el sujeto que conoce también aporta algo imprescindible para que sea posible el conocimiento. El ser humano no se limita a recibir información, sino que él mismo construye su imagen del mundo.

Intentar dar una solución al problema del conocimiento conlleva hallar a la vez una solución al problema de la ciencia. Los enunciados científicos eran considerados por los empiristas como simples verdades de hecho empíricas y contingentes, y limitar el conocimiento a datos empíricos comportaba negarle universalidad a la ciencia y concebirla con un grado de probabilidad. La física newtoniana no quedaba validada ni legitimada, y Kant, que era un entusiasta de dicha física, intentará acercarla al conocimiento científico.

La teoría copernicana del conocimiento es considerada revolucionaria, del mismo modo que lo fue el giro copernicano. En este caso, para Kant, el conocimiento puede ser universal y necesario porque es fruto de la imposición del sujeto, de sus estructuras o formas a priori, sobre el objeto.

Esta imposición del sujeto sobre el objeto recibe el nombre de idealismo trascendental. Idealismo porque solo puede darse el conocimiento partiendo de las estructuras a priori, estructuras mentales del sujeto, y trascendental porque esas ideas son universales y trascienden el caso concreto.

A. Estructura del Conocimiento

Para que haya conocimiento es necesario que se sinteticen los siguientes dos elementos:

  • El elemento a priori:
    • Deriva de la facultad de conocer.
    • Es independiente de la experiencia, pero se activa con ella.
    • Constituye la «forma» del conocimiento.
    • Son estructuras en las que acomodamos nuestros conocimientos.
    • Es necesario y universal.
    • Son diferentes para cada facultad de conocimiento.
  • El elemento a posteriori:
    • Es la «materia» del conocimiento.
    • Proviene de la sensación.

B. Teoría de los Juicios

Para Kant, la ciencia se compone de argumentaciones que son relaciones entre juicios o enunciados. Para saber si las argumentaciones son universales y, por tanto, si lo es la ciencia, hay que saber si los juicios que las componen son universales o no.

Para que un juicio sea científico ha de reunir dos requisitos: ser extensivo, es decir, que amplíe nuestro conocimiento, y ser a la vez universal y necesario, es decir, válido para cualquier tiempo y circunstancia.

Considera que existen cuatro tipos de juicios:

Atendiendo a la extensión:

  1. Analíticos: No son extensivos porque no amplían nuestro conocimiento. En ellos el predicado está incluido en el sujeto, no comunican nada que no sepamos.

Ej. Los solteros son no casados.

Sintéticos: Son extensivos, amplían nuestro conocimiento, el predicado aporta información que antes no teníamos y que no puede extraerse del análisis del sujeto.

Ej. La recta es la distancia más corta entre dos puntos.

Atendiendo a la validez:

  1. A priori: Su verdad no depende de la experiencia. Podemos saber que son ciertos sin recurrir a ella. Tienen, por tanto, validez universal.

Ej. El todo es mayor que las partes.

A posteriori: Su verdad depende de la experiencia. Ha de comprobarse, por tanto, no tienen validez universal.

Ej. El gato mira por la ventana.

Las combinaciones posibles de estos juicios siguiendo los planteamientos de Leibniz y Hume son las siguientes:

  1. Juicios sintéticos a posteriori: Corresponden a las cuestiones de hecho de Hume. Amplían nuestro conocimiento, se comprueban y ratifican con la experiencia, son contingentes.
  2. Juicios analíticos a priori: Corresponden con las relaciones de ideas de Hume. No amplían conocimiento, no provienen de la experiencia. Poseen validez universal y necesidad lógica.
  3. Juicios sintéticos a priori: Estos son la novedad kantiana. Amplían nuestro conocimiento, poseen validez universal, son los característicos de la ciencia, son los utilizados por la física y las matemáticas.

C. Crítica a las Facultades del Conocimiento

La Crítica de la Razón Pura de Kant está dedicada por entero al desarrollo de su teoría del conocimiento. Su crítica a la razón consiste en analizar críticamente cuál es su naturaleza, sus límites y su función. Esta tarea es necesaria para establecer con rigor las posibilidades reales del conocimiento: solo si sabemos cómo funciona la razón, podremos establecer cómo puede elaborar, y a través de qué facultad, los juicios sintéticos a priori.

  • La primera facultad que analiza es la SENSIBILIDAD.

Es la primera facultad que interviene en el proceso del conocimiento. Representa la capacidad de abrirnos al mundo, es decir, la receptividad necesaria para construir una representación de la realidad.

A través de la sensibilidad recibimos una serie de datos, las sensaciones, que tenemos de la realidad, tiene carácter subjetivo ya que es nuestra capacidad representativa la que se ve afectada por un objeto. Al acto de conocer a través de los sentidos lo denominamos intuición. El conjunto de los datos obtenidos a través de los sentidos lo denominamos materia de conocimiento. Pero esta materia tiene que ser estructurada por las formas a priori de la sensibilidad, el espacio y el tiempo. Recibimos una multitud de sensaciones que estructuramos en el espacio y en el tiempo. A este conjunto de sensaciones lo denominamos fenómeno.

Las formas a priori de la sensibilidad son independientes de la experiencia, pero se activan con ella. La primera estructuración que se lleva a cabo es la estructuración en el espacio-tiempo (puede que no sepa lo que veo, pero sé dónde lo veo y cuándo lo veo). Espacio y tiempo determinan la manera en la que entiendo la realidad.

El espacio es la forma a priori externa de la sensibilidad y fundamenta la geometría; el tiempo es la forma a priori interna y fundamenta la aritmética.

La sensibilidad cuenta, por tanto, con un elemento a priori (espacio-tiempo) y un elemento a posteriori (los datos obtenidos de la experiencia). Por tanto, quedan fundamentados los juicios sintéticos a priori de las matemáticas desde la sensibilidad.

  • La segunda facultad que analiza es el ENTENDIMIENTO y lo hace en lo que denomina la Analítica Trascendental.

El entendimiento actúa sobre la intuición que hemos obtenido a través de la sensibilidad, es decir, sobre el fenómeno.

El conocimiento deriva, pues, de dos fuentes: la sensibilidad, que me permite recibir representaciones a través de las cuales nos son dados los conceptos, y el entendimiento, que es la capacidad para conocer objetos a través de dichas representaciones.

El entendimiento se caracteriza por ser la facultad que nos permite pensar o realizar juicios a partir de la realidad. Lo hace mediante conceptos. Los conceptos agrupan la multitud de impresiones dotándolas de significado y las convierten en instrumentos necesarios para pensar la realidad.

Hay dos tipos de conceptos:

  1. Empíricos: Provienen de la experiencia después de haber extraído las características comunes. Ej. casa, perro, mesa…
  2. Categorías: Son el elemento a priori del entendimiento, los denomina conceptos puros, sirven para estructurar y agrupar las intuiciones, hay 12 (pluralidad, unidad, realidad, negación, limitación, sustancia, causa, reciprocidad, posibilidad, existencia, necesidad, totalidad).

Las categorías son conceptos vacíos que necesitan las intuiciones para proporcionar conocimiento. A su vez, las intuiciones necesitan el entendimiento para estructurarse y alcanzar sentido. Solo la conjunción de ambos permite entender el fenómeno.

«Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas» (Crítica de la Razón Pura).

La física explica este tipo de conceptos y ya hemos visto que cuenta con el elemento a priori (categorías) y el elemento a posteriori (fenómeno). Por tanto, es posible realizar juicios sintéticos a priori en la física. Por tanto, queda validada como ciencia, igual que las matemáticas.

  • La tercera facultad del conocimiento es la RAZÓN. Esta facultad se va a encargar de elaborar juicios cada vez más generales partiendo de los juicios elaborados por el entendimiento. Sin la labor de la razón, el conocimiento sería fragmentario, puesto que el entendimiento solo nos permite entender una parte de la realidad.

Las formas a priori de la razón son las ideas trascendentales:

  • El alma: que se refiere a los fenómenos subjetivos del hombre; procede de la experiencia interna.
  • El mundo: que unifica los fenómenos correspondientes a la experiencia externa.
  • Dios: que unifica los contenidos de la experiencia interna y los de la experiencia externa.

Estas ideas sirven de principios reguladores que orientan la razón en su búsqueda de principios más generales. La razón no sería propiamente una facultad del entendimiento, pero facilita el camino de este siempre que no se empeñe en buscar un referente material y, por tanto, empírico para las ideas trascendentales, es decir, que no se empeñe en buscar un correlato, un referente en la realidad.

Las ideas trascendentales son ideas puras dadas por la naturaleza misma de la razón que sobrepasan los límites de la experiencia. A la razón le falta, por tanto, el elemento a posteriori necesario para poder hablar de conocimiento. No es posible, pues, que la razón elabore juicios sintéticos a priori y, por tanto, ideas como Dios, alma o mundo se convierten en creaciones racionales imposibles de alcanzar cognoscitivamente.

La teoría epistemológica le obliga a negar la posibilidad del conocimiento científico en la metafísica. Esto ocurre porque la metafísica se ocupa de las ideas trascendentales como si tuvieran un correlato en la realidad, es decir, no las convierte en ideas reguladoras que orientan nuestra investigación, sino que las concibe como realidades últimas que dan sentido y finalidad a todo lo que ocurre. Cuando la razón teórica actúa así, cae en falacias y contradicciones. La razón no puede intentar llegar más allá de lo meramente fenoménico. Intentar acceder al noúmeno es imposible y constituye el límite del conocimiento racional. Sin embargo, es una tendencia general en el hombre intentar llegar siempre hacia principios cada vez más generales.

La metafísica no es una ciencia y nunca podrá llegar a serlo. Cuestiones como Dios, alma y mundo no podrán nunca ser demostradas. Por tanto, desde el ámbito del conocimiento, solo se puede justificar una posición agnóstica.

D. Conceptos Fundamentales: Fenómeno y Noúmeno

Kant define el fenómeno como la representación de las cosas tal y como se nos aparecen en el espacio y en el tiempo, por oposición al noúmeno, que es la representación de las cosas tal y como son en sí mismas, independientemente de nuestro modo de percibirlas.

El noúmeno no puede ser objeto de nuestro conocimiento puesto que no tenemos experiencia de él y, por tanto, no podemos aplicarle las categorías del conocimiento, puesto que no procede de la experiencia sensible.

El noúmeno marca los límites de nuestro conocimiento, que no puede extenderse más allá de nuestra experiencia sensible. El noúmeno o cosa en sí solo podría ser objeto de una intuición intelectual, cosa que no es posible. El noúmeno es, por tanto, un pensamiento sin realidad.

2. Teoría Ética

El hombre no solo es un ser que conoce, también es un ser que actúa y que, además, se deja guiar por la razón para que oriente su acción. De este modo, la razón se convierte en razón práctica cuando guía la voluntad.

Kant sostiene que, por encima de las cuestiones teóricas, al hombre le preocupan las cuestiones prácticas, aquellas que responden a la pregunta: ¿qué debo hacer? A esta pregunta han respondido a lo largo de la historia distintas teorías éticas y todas ellas lo han hecho desde una perspectiva material (éticas materiales). Estas teorías éticas se caracterizan por ser éticas a posteriori, es decir, fundamentadas en la experiencia, éticas particulares y contingentes, fundamentadas en imperativos hipotéticos, que prescriben la acción con relación a un fin y que son heterónomas.

Frente a estas teorías se encuentran las éticas formales, que se caracterizan por ser a priori, es decir, anteriores a la experiencia, son universales y necesarias, se fundamentan en imperativos categóricos, prescriben la acción con relación a sí mismas y son autónomas. Las éticas formales consideran la posibilidad de que una acción sea buena o mala independientemente del contenido de la acción, atendiendo únicamente a la posibilidad de que se convierta en universal.

Kant rechaza las éticas materiales porque considera que no son propias de un ser mayor de edad al estilo ilustrado. La Ilustración reivindica la libertad y la emancipación respecto a cualquier sujeción o dependencia, ya sea Iglesia o Estado. Esta emancipación exige una ética autónoma en la que sea el hombre quien determina la ley moral y esto es incompatible con la ética material, por eso defiende una ética formal.

Las éticas formales carecen de contenido, no nos indican qué tenemos que hacer, sino cómo lo tenemos que hacer. Los imperativos de las éticas formales son categóricos, es decir, nos obligan, no ponen condiciones o hipótesis como hacen los imperativos de las éticas materiales. Kant formula el imperativo categórico de la siguiente manera: «Actúa de tal modo que tu máxima pueda convertirse en ley universal». En realidad, es una reformulación de «haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti y al contrario». No nos dice si tenemos que ayudar a alguien o no, o en qué medida, solo hace que te cuestiones racionalmente cuál debería ser el criterio a adoptar universalmente, sin tener en cuenta otras premisas que la propia acción y no sus consecuencias o la felicidad que te procure.

En otros textos aparece formulado de otros modos: «Trata a las personas siempre como un fin y nunca como un medio». Es decir, las personas nunca pueden ser usadas para tus propios fines o los de otros, tienen valor en sí mismas. Por este motivo, las acciones deben ser desinteresadas. El único fin legítimo de la acción solo puede ser el deber, pero no actuar por deber, sino actuar conforme al deber, es decir, sintiendo un convencimiento real y un respeto interno hacia el mismo, sin buscar otra finalidad. Solo en este caso podemos decir que somos seres morales.

Sin embargo, para poder hablar de moralidad en este sentido, hay que presuponer la libertad del hombre. En un planteamiento determinista sería impensable.

La libertad humana era impensable desde la razón teórica, puesto que es una cuestión que traspasa los límites de la experiencia y choca con las posibilidades intelectuales humanas. Por eso, Kant defiende ante estas cuestiones una posición agnóstica. Sin embargo, estas cuestiones son imprescindibles para que podamos hablar de moralidad. Las ideas trascendentales tienen que entenderse como postulados de la razón práctica, es decir, son ideas acerca de las cuales no podemos tener nunca certeza, pero que hemos de presuponer existentes. Los postulados de la razón práctica son, por tanto, indemostrables científicamente, pero necesarios moralmente.

  • El primer postulado es la LIBERTAD.

El hombre, a pesar de ser parte de la naturaleza y a pesar de que esta está sujeta a leyes, puede decidir la propia acción. Y aunque sea imposible su demostración, es imprescindible para poder hablar de acción y responsabilidad moral.

  • El segundo postulado es LA INMORTALIDAD DEL ALMA.

El alma y su inmortalidad también son indemostrables. Sin embargo, es necesario presuponerlas para que la virtud del hombre sea recompensada con una existencia feliz, ya que la práctica de la virtud no nos protege de las injusticias y de la tristeza o el dolor.

  • El tercer postulado es DIOS.

La existencia de Dios es necesaria como última garantía del sentido de la existencia humana. Únicamente Dios garantiza que quien se ha hecho digno de la felicidad la alcance, y esto es posible porque en Dios felicidad y virtud se identifican.

De acuerdo con todo esto, según Kant, si actuamos de un modo desinteresado, atendiendo solo al deber y sin esperar nada a cambio, podemos aspirar a la felicidad. Solamente la inmortalidad del alma y la existencia de Dios pueden garantizar que virtud y felicidad se lleguen a unificar algún día.

C. Crítica a las Facultades del Conocimiento

La Crítica de la Razón Pura de Kant está dedicada por entero al desarrollo de su teoría del conocimiento. Su crítica a la razón consiste en analizar críticamente cuál es su naturaleza, sus límites y su función. Esta tarea es necesaria para establecer con rigor las posibilidades reales del conocimiento: solo si sabemos cómo funciona la razón, podremos establecer cómo puede elaborar, y a través de qué facultad, los juicios sintéticos a priori.

  • La primera facultad que analiza es la SENSIBILIDAD.

Es la primera facultad que interviene en el proceso del conocimiento. Representa la capacidad de abrirnos al mundo, es decir, la receptividad necesaria para construir una representación de la realidad.

A través de la sensibilidad recibimos una serie de datos, las sensaciones, que tenemos de la realidad, tiene carácter subjetivo ya que es nuestra capacidad representativa la que se ve afectada por un objeto. Al acto de conocer a través de los sentidos lo denominamos intuición. El conjunto de los datos obtenidos a través de los sentidos lo denominamos materia de conocimiento. Pero esta materia tiene que ser estructurada por las formas a priori de la sensibilidad, el espacio y el tiempo. Recibimos una multitud de sensaciones que estructuramos en el espacio y en el tiempo. A este conjunto de sensaciones lo denominamos fenómeno.

Las formas a priori de la sensibilidad son independientes de la experiencia, pero se activan con ella. La primera estructuración que se lleva a cabo es la estructuración en el espacio-tiempo (puede que no sepa lo que veo, pero sé dónde lo veo y cuándo lo veo). Espacio y tiempo determinan la manera en la que entiendo la realidad.

El espacio es la forma a priori externa de la sensibilidad y fundamenta la geometría; el tiempo es la forma a priori interna y fundamenta la aritmética.

La sensibilidad cuenta, por tanto, con un elemento a priori (espacio-tiempo) y un elemento a posteriori (los datos obtenidos de la experiencia). Por tanto, quedan fundamentados los juicios sintéticos a priori de las matemáticas desde la sensibilidad.

  • La segunda facultad que analiza es el ENTENDIMIENTO y lo hace en lo que denomina la Analítica Trascendental.

El entendimiento actúa sobre la intuición que hemos obtenido a través de la sensibilidad, es decir, sobre el fenómeno.

El conocimiento deriva, pues, de dos fuentes: la sensibilidad, que me permite recibir representaciones a través de las cuales nos son dados los conceptos, y el entendimiento, que es la capacidad para conocer objetos a través de dichas representaciones.

El entendimiento se caracteriza por ser la facultad que nos permite pensar o realizar juicios a partir de la realidad. Lo hace mediante conceptos. Los conceptos agrupan la multitud de impresiones dotándolas de significado y las convierten en instrumentos necesarios para pensar la realidad.

Hay dos tipos de conceptos:

  1. Empíricos: Provienen de la experiencia después de haber extraído las características comunes. Ej. casa, perro, mesa…
  2. Categorías: Son el elemento a priori del entendimiento, los denomina conceptos puros, sirven para estructurar y agrupar las intuiciones, hay 12 (pluralidad, unidad, realidad, negación, limitación, sustancia, causa, reciprocidad, posibilidad, existencia, necesidad, totalidad).

Las categorías son conceptos vacíos que necesitan las intuiciones para proporcionar conocimiento. A su vez, las intuiciones necesitan el entendimiento para estructurarse y alcanzar sentido. Solo la conjunción de ambos permite entender el fenómeno.

«Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas» (Crítica de la Razón Pura).

La física explica este tipo de conceptos y ya hemos visto que cuenta con el elemento a priori (categorías) y el elemento a posteriori (fenómeno). Por tanto, es posible realizar juicios sintéticos a priori en la física. Por tanto, queda validada como ciencia, igual que las matemáticas.

  • La tercera facultad del conocimiento es la RAZÓN. Esta facultad se va a encargar de elaborar juicios cada vez más generales partiendo de los juicios elaborados por el entendimiento. Sin la labor de la razón, el conocimiento sería fragmentario, puesto que el entendimiento solo nos permite entender una parte de la realidad.

Las formas a priori de la razón son las ideas trascendentales:

  • El alma: que se refiere a los fenómenos subjetivos del hombre; procede de la experiencia interna.
  • El mundo: que unifica los fenómenos correspondientes a la experiencia externa.
  • Dios: que unifica los contenidos de la experiencia interna y los de la experiencia externa.

Estas ideas sirven de principios reguladores que orientan la razón en su búsqueda de principios más generales. La razón no sería propiamente una facultad del entendimiento, pero facilita el camino de este siempre que no se empeñe en buscar un referente material y, por tanto, empírico para las ideas trascendentales, es decir, que no se empeñe en buscar un correlato, un referente en la realidad.

Las ideas trascendentales son ideas puras dadas por la naturaleza misma de la razón que sobrepasan los límites de la experiencia. A la razón le falta, por tanto, el elemento a posteriori necesario para poder hablar de conocimiento. No es posible, pues, que la razón elabore juicios sintéticos a priori y, por tanto, ideas como Dios, alma o mundo se convierten en creaciones racionales imposibles de alcanzar cognoscitivamente.

La teoría epistemológica le obliga a negar la posibilidad del conocimiento científico en la metafísica. Esto ocurre porque la metafísica se ocupa de las ideas trascendentales como si tuvieran un correlato en la realidad, es decir, no las convierte en ideas reguladoras que orientan nuestra investigación, sino que las concibe como realidades últimas que dan sentido y finalidad a todo lo que ocurre. Cuando la razón teórica actúa así, cae en falacias y contradicciones. La razón no puede intentar llegar más allá de lo meramente fenoménico. Intentar acceder al noúmeno es imposible y constituye el límite del conocimiento racional. Sin embargo, es una tendencia general en el hombre intentar llegar siempre hacia principios cada vez más generales.

La metafísica no es una ciencia y nunca podrá llegar a serlo. Cuestiones como Dios, alma y mundo no podrán nunca ser demostradas. Por tanto, desde el ámbito del conocimiento, solo se puede justificar una posición agnóstica.

D. Conceptos Fundamentales: Fenómeno y Noúmeno

Kant define el fenómeno como la representación de las cosas tal y como se nos aparecen en el espacio y en el tiempo, por oposición al noúmeno, que es la representación de las cosas tal y como son en sí mismas, independientemente de nuestro modo de percibirlas.

El noúmeno no puede ser objeto de nuestro conocimiento puesto que no tenemos experiencia de él y, por tanto, no podemos aplicarle las categorías del conocimiento, puesto que no procede de la experiencia sensible.

El noúmeno marca los límites de nuestro conocimiento, que no puede extenderse más allá de nuestra experiencia sensible. El noúmeno o cosa en sí solo podría ser objeto de una intuición intelectual, cosa que no es posible. El noúmeno es, por tanto, un pensamiento sin realidad.

2. Teoría Ética

El hombre no solo es un ser que conoce, también es un ser que actúa y que, además, se deja guiar por la razón para que oriente su acción. De este modo, la razón se convierte en razón práctica cuando guía la voluntad.

Kant sostiene que, por encima de las cuestiones teóricas, al hombre le preocupan las cuestiones prácticas, aquellas que responden a la pregunta: ¿qué debo hacer? A esta pregunta han respondido a lo largo de la historia distintas teorías éticas y todas ellas lo han hecho desde una perspectiva material (éticas materiales). Estas teorías éticas se caracterizan por ser éticas a posteriori, es decir, fundamentadas en la experiencia, éticas particulares y contingentes, fundamentadas en imperativos hipotéticos, que prescriben la acción con relación a un fin y que son heterónomas.

Frente a estas teorías se encuentran las éticas formales, que se caracterizan por ser a priori, es decir, anteriores a la experiencia, son universales y necesarias, se fundamentan en imperativos categóricos, prescriben la acción con relación a sí mismas y son autónomas. Las éticas formales consideran la posibilidad de que una acción sea buena o mala independientemente del contenido de la acción, atendiendo únicamente a la posibilidad de que se convierta en universal.

Kant rechaza las éticas materiales porque considera que no son propias de un ser mayor de edad al estilo ilustrado. La Ilustración reivindica la libertad y la emancipación respecto a cualquier sujeción o dependencia, ya sea Iglesia o Estado. Esta emancipación exige una ética autónoma en la que sea el hombre quien determina la ley moral y esto es incompatible con la ética material, por eso defiende una ética formal.

Las éticas formales carecen de contenido, no nos indican qué tenemos que hacer, sino cómo lo tenemos que hacer. Los imperativos de las éticas formales son categóricos, es decir, nos obligan, no ponen condiciones o hipótesis como hacen los imperativos de las éticas materiales. Kant formula el imperativo categórico de la siguiente manera: «Actúa de tal modo que tu máxima pueda convertirse en ley universal». En realidad, es una reformulación de «haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti y al contrario». No nos dice si tenemos que ayudar a alguien o no, o en qué medida, solo hace que te cuestiones racionalmente cuál debería ser el criterio a adoptar universalmente, sin tener en cuenta otras premisas que la propia acción y no sus consecuencias o la felicidad que te procure.

En otros textos aparece formulado de otros modos: «Trata a las personas siempre como un fin y nunca como un medio». Es decir, las personas nunca pueden ser usadas para tus propios fines o los de otros, tienen valor en sí mismas. Por este motivo, las acciones deben ser desinteresadas. El único fin legítimo de la acción solo puede ser el deber, pero no actuar por deber, sino actuar conforme al deber, es decir, sintiendo un convencimiento real y un respeto interno hacia el mismo, sin buscar otra finalidad. Solo en este caso podemos decir que somos seres morales.

Sin embargo, para poder hablar de moralidad en este sentido, hay que presuponer la libertad del hombre. En un planteamiento determinista sería impensable.

La libertad humana era impensable desde la razón teórica, puesto que es una cuestión que traspasa los límites de la experiencia y choca con las posibilidades intelectuales humanas. Por eso, Kant defiende ante estas cuestiones una posición agnóstica. Sin embargo, estas cuestiones son imprescindibles para que podamos hablar de moralidad. Las ideas trascendentales tienen que entenderse como postulados de la razón práctica, es decir, son ideas acerca de las cuales no podemos tener nunca certeza, pero que hemos de presuponer existentes. Los postulados de la razón práctica son, por tanto, indemostrables científicamente, pero necesarios moralmente.

  • El primer postulado es la LIBERTAD.

El hombre, a pesar de ser parte de la naturaleza y a pesar de que esta está sujeta a leyes, puede decidir la propia acción. Y aunque sea imposible su demostración, es imprescindible para poder hablar de acción y responsabilidad moral.

  • El segundo postulado es LA INMORTALIDAD DEL ALMA.

El alma y su inmortalidad también son indemostrables. Sin embargo, es necesario presuponerlas para que la virtud del hombre sea recompensada con una existencia feliz, ya que la práctica de la virtud no nos protege de las injusticias y de la tristeza o el dolor.

  • El tercer postulado es DIOS.

La existencia de Dios es necesaria como última garantía del sentido de la existencia humana. Únicamente Dios garantiza que quien se ha hecho digno de la felicidad la alcance, y esto es posible porque en Dios felicidad y virtud se identifican.

De acuerdo con todo esto, según Kant, si actuamos de un modo desinteresado, atendiendo solo al deber y sin esperar nada a cambio, podemos aspirar a la felicidad. Solamente la inmortalidad del alma y la existencia de Dios pueden garantizar que virtud y felicidad se lleguen a unificar algún día.

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