David Hume: Empirismo y Crítica a la Metafísica
Contexto Histórico y Filosófico
El filósofo escocés David Hume (1711-1776) desarrolla su obra durante el siglo XVIII, en el seno de la corriente empirista. Es la época en la que Adam Smith elabora sus tesis liberalistas y en la que se inicia la Revolución Industrial. Desde el punto de vista social, se agudiza la crítica a la sociedad estamental, que acabará provocando la Revolución Francesa. Hume, como filósofo empirista, compartía con John Locke el rechazo del dogmatismo de quienes se empeñan en hacer un uso inapropiado de la razón para mostrar una seguridad absoluta en el conocimiento, sin tener en cuenta cómo piensan y actúan los seres humanos. La finalidad de Hume coincide con los ideales de la Ilustración, que proclama la libertad, la tolerancia y la supresión de la superstición frente al fanatismo que habían producido las guerras y la intolerancia en Europa.
Teoría del Conocimiento
Hume estima que todas las ciencias tienen una relación mayor o menor con la naturaleza humana. Lo primero que debemos hacer es reflexionar acerca del hombre para determinar cuál es el fundamento de todas las ciencias. Para Hume, como empirista, el conocimiento empieza en los sentidos. Las ideas son un reflejo de nuestras percepciones originales, lo que podría afirmarse que todos los materiales con los que trabaja el entendimiento se han de dividir de una impresión interna o externa. Aquellas ideas que parecen más alejadas de la realidad sensible han de tener su origen en alguna impresión. La impresión se convierte en Hume en el criterio de verdad que permite conocer mejor las ideas. Todas las ideas son débiles y oscuras, en especial las abstractas, confundibles con otras. Por el contrario, la impresión es fuerte y viva.
Las impresiones pueden ser:
- Simples: no admiten distinción ni separación.
- Complejas: admiten separación y distinción, son divisibles.
Nuestras impresiones constituyen el único criterio para establecer la verdad de nuestras afirmaciones acerca de la realidad. Afirmaciones que Hume denomina cuestiones de hecho, divididas en:
- Juicios analíticos: se dan al margen previo a la experiencia. En ellos, el sujeto contiene el predicado, de manera que basta con conocer el sujeto para conocer el predicado. Conducen a verdades absolutas.
- Juicios sintéticos: dependen de la experiencia. El sujeto no contiene el predicado. La relación entre sujeto y predicado no es necesaria, es probable. No conducen a verdades absolutas.
Hume entiende que el conocimiento humano, siempre que sea conocimiento de lo real, ha de apoyarse en juicios sintéticos. Hay juicios sintéticos que hablan de principios generales. Esos juicios están construidos apoyándonos en el hábito. La observación frecuente nos lleva a englobarlos bajo una misma idea. Pero no tenemos dato alguno de esa posible relación, de manera que cuando la ciencia apoya sus afirmaciones en el principio de causalidad, está construyendo un conocimiento que puede resultar muy útil. En lo que se refiere al mundo fenoménico, no son válidas las deducciones. Frente al racionalismo cartesiano, la deducción se basa en derivar unos determinados efectos que se producen de forma necesaria, pero no tenemos esa relación que se da entre la causa y el efecto. De lo único que tenemos impresión es de que se producen dos hechos consecutivos.
Crítica a la Metafísica
Paralela a la crítica a la causalidad, Hume realiza una crítica a la metafísica de la substancia.
Antropología
No solamente no tenemos experiencia alguna acerca del yo, sino que esta noción parece contravenir un hecho fundamental para Hume. Si las percepciones son experiencias distintas y aisladas, solo forman un conjunto debido a la tendencia de la mente humana, pero el entendimiento humano es incapaz de descubrir conexión alguna entre hechos o percepciones aisladas. El fenómeno de la creencia en la identidad personal rebasa con mucho lo que la experiencia nos aporta, incluso más que la creencia en la relación causal, porque en la conexión causal la mente solo relaciona entre sí percepciones, mientras que en el caso del yo se relacionan entre sí todas nuestras percepciones. El yo es una ficción, cosa que Hume no aplica a la causalidad.
Teología
Al igual que el yo, la idea de Dios no corresponde al conocimiento empírico, sino que cae fuera de los límites del entendimiento humano. No hay argumento a priori que pueda llevarnos a postular la existencia de Dios, ya que carecemos de experiencia. Nada hay que indique que es contradictorio afirmar la inexistencia de cualquier ser. No poseemos datos acerca del ser ni de Dios, por lo que difícilmente podremos basar su existencia o la necesidad que presuponen los argumentos a priori. No tiene más consistencia postular la necesidad de Dios que la necesidad de la materia. Tan factible es sostener que el ser del mundo depende del ser de Dios. La razón de ser del mundo está en el propio mundo. La relación causa-efecto sobre la que se construye el conocimiento se apoya en la probabilidad. Es la costumbre de observar con frecuencia la continuidad de determinados hechos la que nos llevará a relacionar unas causas concretas.
Cosmología
Los argumentos basados en la finalidad del universo se apoyan en la observación de que la materia no es capaz de organizarse a sí misma, mientras que las ideas del espíritu muestran una continua tendencia a la argumentación. Por analogía, entendemos que si el universo se organiza es porque existe un ser sumamente inteligente. Postular un gran ordenador del mundo no es más inteligible que sostener que el mundo es el efecto de constantes pruebas. Por lo tanto, es mejor no mirar más allá del mundo material presente.
Ética y Moral
No es ningún despropósito sostener que el universo es la manifestación estable de una materia, cuyas formas se hallan en continua revolución, que tienen la ventaja de explicar la presencia del mal. Para Hume, es más coherente achacar el mal a causas naturales. Las cuatro causas del mal natural son:
- La necesidad.
- La contrariedad entre las leyes naturales y los designios humanos.
- Las escasas dotes naturales del hombre.
- La falta de precisión en las operaciones de todos los resortes y principios de la gran máquina.
La esperanza de poner fin a los males debe buscarse en medios naturales. Esos remedios son:
- Mayor tendencia a la industria y el trabajo.
- Mayor incentivo y actividad mental.
- Constante inclinación a los negocios.
- Diligencia y aplicación en el quehacer cotidiano.
Si la filosofía moral puede encontrar su fundamento en la propia constitución moral del hombre, entonces no precisa de sanción religiosa. Hume entiende que la religión se opone a la moral, porque el origen de la religión se halla en la perversión de los sentimientos. La religión va en contra de la justicia y de la humanidad. La religión, en general, tiende a humillar y someter al hombre, oprime al creyente dejando vía libre a la barbarie. Frente al politeísmo, tiene mayor facilidad para asumir la presencia de otros dioses. El naturalismo de Hume es evidente, tanto en el conocimiento como en la religión y la moral. Nos es dado conocer lo que depende de la experiencia sensible. Lo trascendente, si es que existe y no es producto de la imaginación. También nuestra acción está condicionada por el discurso natural.