John Locke: Tolerancia y Libertad Religiosa
El filósofo empirista John Locke se adelantó a la Ilustración con su teoría sobre la tolerancia, la libertad religiosa y la necesidad de filantropía. Fue un defensor adelantado de un Estado liberal moderno.
La Tolerancia como Virtud Fundamental
En La carta sobre la tolerancia, Locke sostiene que la tolerancia es la primera virtud que debe tener la iglesia cristiana. Argumenta que no se debe coaccionar a los hombres, sino regular su moralidad íntima y el culto a Dios. Afirma que no se debe imponer la religión con violencia y que se deben respetar las demás religiones. Cita como ejemplo a Jesús, quien pudo haber impuesto su religión, pero no lo hizo.
Locke también afirma que el Estado tampoco puede imponer una religión a sus súbditos. Sostiene que el Estado defiende los intereses del hombre y que solo tiene potestad sobre esos intereses, al igual que la iglesia no puede inmiscuirse en los asuntos del Estado.
Según Locke, a ningún hombre se le puede forzar a creer en una religión en la que no cree por sí solo; sería imposible y defendería la virtud de la hipocresía. Por lo tanto, también se debe tolerar que se abandone la religión en la que se ha sido educado.
Autores anteriores defendían que el Estado debe velar por sus súbditos e imponer la religión que cree verdadera. Locke refuta esta idea afirmando que este cuidado no es extendible al cuidado de las almas.
Locke llega a plantear que para la salvación del alma hay varios caminos y considera que nadie tiene más criterio para imponer el camino a la salvación.
En conclusión, podemos aconsejar a alguien si creemos que no está en la religión correcta, pero no podemos castigarle por ello.
Por último, Locke distingue entre la libertad de culto y la libertad de pensamiento. Considera que se debe castigar a un ateo, ya que, al no tener preocupaciones espirituales, carece de moral y representa un peligro para la convivencia.
Maquiavelo: Ética y Política en El Príncipe
Algunos consideran a Maquiavelo el padre de la descreencia, la crueldad y la tiranía; otros lo consideran el iniciador del pensamiento político moderno o un crítico encubierto del despotismo. Su idea más célebre es: “el fin justifica los medios”.
¿Deben los Políticos Cumplir las Normas Éticas?
En su obra El Príncipe, Maquiavelo establece una separación entre ética y política. Explica cómo el gobernante consigue el poder y cómo lo mantiene.
Según Maquiavelo, el ser humano actúa más engañado por las apariencias y por el miedo que por su propia voluntad. Los príncipes deben usar la fuerza para mantener el poder, pero en su justa medida. El príncipe tiene que ser amado y temido, pero entre las dos opciones, es mejor ser temido, aunque no debe ser odiado por sus súbditos, ya que pueden unirse en su contra y arrebatarle el poder.
De esto concluimos que el príncipe debe tener contento al pueblo sin agobiarle con impuestos, organizando fiestas, entre otras medidas.
El príncipe no tiene las virtudes de la vida ordinaria; si tiene que mentir o matar para mantenerse en el poder, debe hacerlo. Si todos los hombres fueran buenos, el príncipe debería serlo, pero esto no es así. El príncipe debe cuidarse de aparentar ser bondadoso, y también en ocasiones le puede resultar beneficioso serlo.
De todo esto extraemos la frase “el fin justifica los medios”, que expresa su realismo político. Rompe con el optimismo de la filosofía antigua y medieval que comparaba virtud moral con virtud política.
Jean-Jacques Rousseau: Libertad, Soberanía e Igualdad
Las ideas de Jean-Jacques Rousseau sirvieron a los teóricos de la Revolución Americana y Francesa, y se le reivindica como padre de la democracia moderna. Aunque pertenece a la Ilustración por su lucha contra el despotismo, su fe en los sentimientos del hombre frente a la razón y a los valores sociales lo perfilan como antesala del Romanticismo.
Libertad, Soberanía del Pueblo e Igualdad
Algunos autores decían que el hombre estaría en lucha continua, pero Rousseau sostiene que el hombre natural no busca tantos lujos como el hombre social. El salvaje necesita muy pocas cosas para su satisfacción (amor de sí); así, las guerras son creadas por la avaricia, rara vez por el hambre. El ser humano es por naturaleza compasivo.
La piedad se debilita cuando se vive en sociedad, ya que el amor de sí degenera en amor propio, que busca la superioridad. Este amor silencia nuestra piedad (“tiene hambre, pues que trabaje”), que se desarrollaría si viviésemos en la naturaleza. De aquí su frase: “el hombre que medita es un animal degenerado”.
Por diversas razones, el hombre empezó a vivir en sociedad, pero al principio no se degeneró. Sin embargo, con la minería y la agricultura nació el concepto de propiedad. El deseo de poseer más provocó guerras y muertes, y se produce una lucha de todos contra todos.
En este caos, los ricos crean un pacto social para no verse perjudicados, pero los pobres también entran en él; todos son partes indivisibles de un todo. Pierden su libertad natural para obtener libertad política. Si los más poderosos abusan de los débiles, estos pueden rebelarse.
Este pacto debe garantizar la igualdad de sus miembros. Todos los hombres son libres, y en la naturaleza todos somos iguales. Hay igualdad social (unos más ricos que otros) e igualdad natural. Nunca debe ponerse en peligro la igualdad natural.
La soberanía es indivisible e inalienable; no se puede dejar a nadie fuera de las decisiones. La soberanía es de todos; se puede transferir para ejercer el poder, pero nunca perderla. El modelo de Rousseau es una democracia asamblearia.
Este modelo se aleja de los actuales, pero él lo planteó para regiones más pequeñas. Se puede dudar si es aplicable, pero él se opuso a la soberanía indirecta o representativa, base sobre la que se asientan las democracias de hoy en día.