Cristianismo y Filosofía
Las relaciones entre **filosofía** y **cristianismo**, así como el mismo proceso de constitución del pensamiento cristiano, no han sido entendidos unívocamente, sino que suscitaron duras controversias ya desde el siglo II.
En el presente tema vamos a limitarnos a plantear los problemas iniciales de la elaboración del pensamiento cristiano, desde el siglo I al V de nuestra era. Coinciden con el progresivo desarrollo del cristianismo hasta convertirse en el movimiento más importante al final del Imperio Romano.
Hasta constituirse en cuerpo de doctrina, el cristianismo tuvo que recorrer etapas distintas. En un primer momento, necesita justificar su existencia y su propia doctrina ante la sociedad y la razón. Más tarde, a partir de las ideas griegas asimiladas y reinterpretadas por la originalidad del propio mensaje cristiano, se elaborará el nuevo pensamiento. **San Agustín**, en el siglo V, fue el primer sistematizador, y, aunque su pensamiento no agota el pensamiento cristiano, fue el modelo seguido mayoritariamente, cuya vigencia durará hasta el siglo XIII.
La Filosofía Cristiana
La **filosofía cristiana** hunde sus raíces en la experiencia histórica de Jesús de Nazaret, que constituye para el cristianismo la culminación de la fe bíblica judía, pero también, trascendiendo las barreras del judaísmo, el anuncio de una salvación para toda la humanidad.
Esta nueva visión de la realidad y de la vida humana recupera en su pretensión universal la tradición filosófica griega, y a la vez, suscita el diálogo entre ésta y la concepción bíblica del mundo. Como resultado, se abandona la idea de la realidad sometida a un eterno retorno para pensarla como historia, originada en un principio y sometida a la novedad de lo irrepetible.
Dios es considerado como creador del mundo, surgido de la nada, al que conduce con su providencia. El hombre se entiende a sí mismo desde su relación con un Dios personal, Padre; como el centro del universo llamado a participar del ser divino, la felicidad eterna.
La filosofía cristiana identificó un principio religioso de la realidad con los primeros principios que buscaban los filósofos griegos.
<> fue el nombre con el que se dio a conocer a Moisés el Dios bíblico.
Para la filosofía cristiana Dios es, metafísicamente: el Ser, el Uno, lo Bueno, lo Bello.
A esta verdad necesaria para la salvación se llega por la fe, pero sin negar la razón.
La Patrística
Periodo comprendido entre el siglo I y el VIII, adquieren gran importancia en la comunidad cristiana los llamados <>, escritores reconocidos como maestros de la fe por su ortodoxia en la doctrina y su santidad de vida. La **patrística** estudia la vida y obra de estos autores, en los que se suele distinguir dos líneas del pensamiento.
Patrística Griega
Defendió una teología basada en la idea de **logos** griego o razón, como interpretación del Verbo del que habla la Biblia, es decir, de Dios. La encarnación y resurrección del logos produjo el acercamiento del hombre a Dios. Por tanto, vivir de acuerdo con la razón, en este sentido, era ser cristiano. Entre los autores griegos destacan: Orígenes, San Gregorio de Nisa, y San Juan Damasceno.
Patrística Latina
Defendió la idea de que la historia humana es una historia de salvación. Según ella, los seres humanos están manchados por el pecado y necesitan de la misericordia de Dios para salvarse. Entre sus autores merecen especial mención: Tertuliano, San Ambrosio y San Agustín.
Común a las dos escuelas es la aceptación de un modelo platónico.
San Agustín
**San Agustín**, obispo de Hipona, elabora el primer sistema completo de pensamiento cristiano. Este sistema no nace de la intención de realizar una exposición sistemática de la filosofía cristiana sino como consecuencia de las polémicas que surgen de tratar de definir, frente a otros modos de interpretar el cristianismo, la verdadera doctrina cristiana, el auténtico pensamiento cristiano. Inició esta tarea desde el mismo momento de su conversión en el año 386 d.C. cuando escribe su obra “Contra los Académicos”. Sin embargo, el núcleo de la elaboración aparecerá dentro de la citada actividad polémica.
Esta polémica se dirige fundamentalmente contra tres movimientos religiosos que, si bien surgieron dentro del cristianismo, serán declarados heréticos, es decir, no conformes con la doctrina oficial católica. En el esfuerzo por precisar el sentido correcto de los conceptos cristianos, San Agustín fijará la terminología de la filosofía cristiana predominante hasta el siglo XIII.
Los tres movimientos contra los que polemiza son:
- Maniqueísmo. Admite la existencia de dos principios originarios en el mundo en permanente lucha, Ormuz y Arimán, luz y obscuridad, bien y mal. Ambos están presentes también en el hombre, a través del alma corpórea -el mal- y de la luminosa -el bien-.
- Donatismo. Defiende la separación total y absoluta de la Iglesia y el Estado. Los eclesiásticos que colaboraban con el Estado -según afirma este movimiento- perdían su pureza y no podían administrar los sacramentos, por lo que era difícil establecer una jerarquía eclesiástica, ya que a ésta acompañaba el poder temporal. Así lo constataba el hecho de que los obispos, equivalentes a los gobernadores de las provincias romanas, podían dictar sentencias de carácter inapelable.
- Pelagianismo. Admite que el hombre puede obrar el bien por sí mismo y, por lo tanto, no había sufrido las consecuencias del pecado original. Admitido esto era muy difícil explicar el papel de la redención ya que, hasta cierto punto, era innecesaria o, incluso, inútil.
Las ideas que San Agustín elabora como resultado de estas polémicas formarán un sistema filosófico que, además, pasará a formar parte de la doctrina oficial de la Iglesia.