Necesidad de una Crítica a la Razón
La filosofía moderna establece que la razón es la instancia última desde la cual han de regularse la actividad teórica, la moral y también el ordenamiento político de la sociedad como proyecto histórico en el que el ser humano se realice como tal. Esta unanimidad coexiste con una notoria divergencia entre las dos concepciones dominantes de la razón en la época: la concepción racionalista y la concepción empirista.
Kant, defendiendo y expresando el ideal ilustrado, advierte a cada hombre de la necesidad de pensar por sí mismo para alcanzar la mayoría de edad propia de un ser racional. “La ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección de [otro]. Sapere aude: ten el valor de servirte de tu propio entendimiento, he aquí la divisa de la Ilustración”.
El problema radica en determinar cuál es la verdadera naturaleza de la razón, su uso adecuado, sus límites; es necesario dirimir la divergencia entre las concepciones empiristas y racionalistas al respecto. Este es el sentido de la crítica a la razón: someter a juicio a la razón para determinar, conforme al racionalismo, si somos capaces de conocer independientemente de los datos aportados por los sentidos y podemos desarrollar al modo geométrico toda investigación teórica, o si, conforme al empirismo, el ejercicio de la razón está limitado por la experiencia y, en consecuencia, hemos de vernos abocados al escepticismo en mayor o menor medida. La razón, según Kant, puede y debe orientarnos en el terreno de la acción moral: podemos hacer de ella un uso moral o práctico. La crítica de la razón en su uso práctico ha de determinar si, para obrar correctamente, hemos de guiarnos también por las instancias externas a la razón (sentimientos o las experiencias) o solo por la razón. Este juicio a la razón habrá de llevarlo a cabo la propia razón: la mayoría de edad de cada hombre y de la humanidad pasa por la clasificación filosófica que el ser humano lleve a cabo sobre sí mismo en tanto ser racional. Solo si los hombres logran la sólida posición de la conciencia clara y verdadera sobre sus propias capacidades como seres racionales será posible la realización progresiva de la libertad. La pregunta en la que resume Kant toda su filosofía es: ¿Qué es el hombre?
Crítica a la Razón Práctica y Crítica a la Razón Teórica
Kant divide su crítica en dos partes: la crítica de la razón en tanto se usa como facultad del conocimiento y la crítica de la razón en tanto se usa como facultad de emitir valoraciones sobre la conducta y dictar normas morales.
Idealismo Trascendental
En su Crítica de la razón teórica, sintetizó las posiciones del racionalismo y el empirismo en una nueva posición que supera a ambas: el idealismo trascendental. Se denomina idealismo a todo pensamiento filosófico que sostiene que el ser de las cosas se establece en la conciencia. No conocemos directamente las cosas en y por sí mismas, sino por la conciencia. Toda filosofía moderna, tanto empirista como racionalista, es idealista. El pensamiento no piensa cosas, sino ideas de cosas.
El idealismo trascendental kantiano es un idealismo. Kant concibe el entendimiento como capacidad de conocer mediante conceptos que forman parte del propio entendimiento y no necesitan ser obtenidos a partir de la experiencia. El entendimiento elabora sus ideas sobre las cosas. Se trata de idealismo trascendental: esos conceptos que el entendimiento posee en sí mismo solo puede aplicarlos a los datos que sobre el mundo exterior nos suministran los sentidos. Los conceptos por sí solos no permiten conocer el mundo, son formas vacías que solo sirven como moldes para organizar el material sensorial que llega a través de los sentidos. Así, en nuestro conocimiento hay una parte que pertenece a la propia razón, pero también hay partes que provienen del exterior de la razón, aportados por los sentidos; se trata de un idealismo trascendental. Según Kant, en nuestras ideas de las cosas hay mucho procedente del contacto con el mundo exterior a través de los sentidos. Los límites de la razón en su uso teórico quedan así establecidos, contra la confianza ilimitada del racionalismo en la razón deductiva: no podemos conocer más allá de la experiencia. Sin el material que aportan los sentidos, los conceptos de la razón son vanos. Pero, contra lo que pretendía el empirismo, esto es, que la razón es puramente pasiva a los sentidos, se afirma el papel activo al elaborar el material sensorial que le llega del exterior mediante conceptos que extrae de sí misma. Los datos sensoriales sobre el mundo exterior que ofrecen los sentidos carecen de forma y estructura; es solo por la actividad conceptual de la conciencia por lo que podemos representarnos un mundo ordenado de objetos.
Ética Formal Kantiana
Con su Crítica de la razón práctica, Kant va a marcar un hito fundamental en la historia de las teorías éticas. Según Kant, antes de la suya, las teorías éticas han sido éticas materiales, dotadas de contenido. Por contenido de las teorías éticas entiende tanto los fines que proponen cada una de ellas para la vida humana (la sabiduría, la felicidad, el placer…) como las normas que dictan para conseguir tales fines (normas o imperativos morales). Todas las teorías éticas materiales dictan cuál es el fin supremo de la vida humana y qué normas de conducta hay que observar para alcanzar tal fin. Kant considera que ninguna de estas teorías permite comprender en qué reside el valor moral de una acción, su corrección moral o lo que hace que una acción sea moralmente obligatoria. Ningún fin puede tomarse como un fin universal, pues siempre habrá hombres que no deseen perseguir tal o cual fin. Por ello, no pueden tomarse como imperativos obligatorios para todo ser racional, sino solo para quienes deseen conseguir tales fines. El problema es determinar en qué reside el valor o corrección moral de las acciones sin atender a los fines a los que se encaminen.
Kant elabora una teoría ética formal carente de contenido. El carácter formal de la ética kantiana se debe a que busca determinar la forma o estructura de la razón buena, aquello que hace que una acción sea moralmente obligatoria. Según Kant, el único fin valioso en el mundo es la propia humanidad o la dignidad del ser racional. Saber qué es lo que hace que una acción sea moralmente obligatoria pasa a plantearse cómo saber qué es lo que hace que una acción respete la dignidad humana. La ética de Kant contiene un solo imperativo que no es condicional, sino que es categórico. Una de sus formulaciones es: “actúa de tal modo que la máxima de tu acción puedas querer que se convierta en una ley universal para todos los seres humanos”. Lo que manda este imperativo es que, al decidir lo que vamos a hacer, pensemos no en nuestras circunstancias concretas, que quizás no son compatibles con los intereses de los demás, sino que pensemos que lo moralmente correcto solo puede ser lo que obligara a todos y cada uno de los hombres porque hiciera mejor el mundo. Este imperativo es formal, pues no nos dice en concreto qué hacer. Los imperativos de las éticas tradicionales obligaban a ciertas conductas concretas, mientras que este solo presenta la forma o naturaleza común a toda acción obligatoria. Puesto que no hay nada más valioso en este mundo que la dignidad del ser racional, lo que manda el imperativo es el respeto al hombre en tanto ser racional. Por eso, otra formulación del imperativo categórico es la de actuar tomando siempre al hombre como fin en sí mismo, nunca como medio o instrumento para nuestros intereses particulares. Según Kant, la libertad consiste en el cumplimiento de esta obligación de respeto a la razón humana: en la independencia que conlleva respecto de las pasiones, de los intereses particulares, de la conveniencia del momento.