Educación y Conocimiento en Platón: Un Camino hacia la Sabiduría

La Educación y el Conocimiento en la Filosofía de Platón

El Intelectualismo Moral y la Importancia de la Educación

Para Platón, al igual que para Sócrates, la formación intelectual y la formación moral son inseparables. Ambos defendieron el intelectualismo moral, que postula una conexión intrínseca entre conocimiento y acción, saber y virtud. Según esta perspectiva, quien conoce lo que es justo o bueno actuará con justicia y bondad. El mal, por lo tanto, solo se comete por ignorancia. De ahí el papel crucial de la educación.

La educación sigue siendo decisiva, incluso si, según Platón, nuestro conocimiento de las ideas (la justicia, el bien y todas las demás) es innato. Estas ideas residen en el fondo del alma, como olvidadas, y es necesario recordarlas o actualizarlas. Todo conocimiento es, en esencia, recuerdo o evocación. El maestro no enseña nada nuevo, sino que ayuda al alumno a sacar a la luz el saber que lleva en su interior. Esto es lo que Sócrates practicaba con su arte mayéutica. La teoría platónica del conocimiento como recuerdo fundamenta la mayéutica socrática. A diferencia de los Sofistas, que transmitían doctrinas, Platón concibe la educación como un proceso en el que se enseña al discípulo a mirar con su alma hacia otro lado, a buscar, como el prisionero de la caverna, la verdadera realidad y abandonar las sombras.

La Ignorancia y la Necesidad del Educador

El carácter innato de las ideas no nos exime de la ignorancia mientras su conocimiento no sea consciente y explícito. La ignorancia se ignora a sí misma, y el ignorante no toma la iniciativa para dejar de serlo. Quien está dentro de la caverna no sabe que está cautivo y ante sombras; no busca su liberación. Esta liberación debe ser forzada y comenzar con la ayuda de otro que viene de fuera. Así representa Platón en la alegoría la necesidad del educador y de una cierta coacción en la educación (por ejemplo, la ironía de Sócrates para despertar la conciencia de los jóvenes y avergonzarlos de su ignorancia).

El Amor a la Belleza como Educador

En El Banquete, Platón presenta el amor a la belleza como un educador. La idea de la belleza, al hacerse visible, despierta la nostalgia de lo inteligible: la nostalgia de lo perfecto e infinito y el deseo de ser eternamente feliz. Esa nostalgia es el amor (Eros), que nos impulsa a dar el paso de lo sensible a lo inteligible, y por eso es un gran educador. No es un dios, según Platón, sino un daimón, un genio o mediador entre el hombre y lo divino, que conduce al hombre hacia el bien y la inmortalidad.

El Esfuerzo y el Sufrimiento en el Camino hacia el Conocimiento

Cualquiera que sea el camino para pasar de lo sensible a lo inteligible (el amor, la formación intelectual, la purificación), siempre implica esfuerzo y sufrimiento. Platón lo representa en el dolor del prisionero que es desatado y obligado a ascender por una pendiente “áspera y escarpada”.

La Educación en la República de Platón

La República platónica ofrece detalles sobre la educación de los diferentes grupos sociales. Se trata de una educación pública, dependiente del Estado, que parte de la capacidad natural y la disposición moral de cada ciudadano, sin distinción de sexos, y donde la educación de los niños está en manos de la comunidad y no de los padres.

La Idea del Bien como Fundamento del Ser y del Conocimiento

La idea del Bien, simbolizada por el sol, es, según Platón, el fundamento de la inteligibilidad y del ser de las ideas y, en consecuencia, de todas las cosas. El Bien proporciona a las ideas su ser y la capacidad de ser conocidas, y al alma, la capacidad de conocerlas. De manera análoga, las cosas del mundo sensible reciben del sol su ser (la energía, la vitalidad necesaria para el crecimiento) y la capacidad de ser vistas, y la vista puede ver las cosas gracias a él.

El Regreso a la Caverna y el Dilema del Sabio

El prisionero liberado de la caverna, tras contemplar en el mundo de arriba las cosas iluminadas por el sol y, fugazmente, el sol mismo, regresa a su antigua morada subterránea. Lo hace a regañadientes, sin añorar su vida anterior, por muchos honores que pudiera disfrutar entre sus compañeros. Al regresar, se siente torpe porque sus ojos, acostumbrados a la luz, perciben las sombras como tinieblas, completa oscuridad.

Esta imagen simboliza el dilema del sabio que, al final del proceso de dialéctica ascendente, de educación, ha contemplado las ideas y, finalmente, el Bien. Su obligación es ocuparse de los asuntos prácticos, del gobierno de la polis, pero se resiste a renunciar a la felicidad que le proporciona la vida contemplativa y la sabiduría absoluta que ha alcanzado. Dice Sócrates, al final de la alegoría, que “no es de extrañar que las almas de los que han alcanzado este estado tiendan a permanecer en las alturas”. El alma, liberada del cuerpo y purificada por el conocimiento, ha llegado al lugar que le es propio, el mundo inteligible, y se siente atraída por la perfección absoluta de este. Por eso, el sabio preferiría entregarse a la contemplación de las ideas en lugar de contender y discutir sobre lo justo y lo injusto con quienes solo hablan de “sombras” (el reino de la opinión, del conocimiento inexacto y probable), pero ignoran por completo qué es la justicia en sí.

Sin embargo, el sentimiento de filía o amistad lleva al prisionero liberado a retornar a la caverna, también porque quien conoce el Bien y la justicia en sí ha de obrar necesariamente de manera recta y justa (intelectualismo moral de Sócrates). Una vez allí, recibe las burlas y el descrédito de sus compañeros, quienes se percatan de que solo ve tinieblas y es incapaz de distinguir las sombras que antes veía con ellos. Se trata del rechazo del vulgo a la figura del sabio, de la incapacidad de la masa para liberarse de los prejuicios y opiniones comunes y mirar hacia otro lado. En cierto modo, podría tratarse de un símbolo de la actitud de Atenas hacia Sócrates, a quien aquella acabó condenando y matando, pese a que hablaba en nombre de la justicia; o del reiterado fracaso del propio Platón en su intento de ilustrar filosóficamente a los soberanos de Siracusa.

Temas de la Síntesis Doctrinal

La Educación en Platón

La educación, tal como la entiende Platón, es el proceso de purificación y liberación del alma con respecto al cuerpo, el proceso de conocimiento que conduce a la contemplación de las realidades inteligibles y del Bien. Está simbolizada en la alegoría por el ascenso del prisionero desde la caverna al mundo de arriba, lo que significa que la educación es el paso de lo sensible a lo inteligible. El texto sugiere también que es a la vez formación intelectual o del conocimiento y formación moral o de la conducta.

  • El proceso intelectual: Es gradual, como los grados de visión que va alcanzando el prisionero liberado. Va desde las opiniones y creencias del hombre común, que no son conocimientos, al pensamiento abstracto y deductivo de las ciencias, que son ya conocimiento de las ideas (de las ideas generales y matemáticas, representadas por las cosas de arriba, las que están fuera de la caverna). Después, mediante una filosofía que es diálogo y dialéctica, el alma llega a alcanzar la comprensión última de las ideas al conocer la idea del bien (simbolizada por el sol).
  • El proceso moral: Es un proceso de purificación, por el cual el hombre pasa de lo sensible a lo inteligible separando el alma del cuerpo, en la medida que es posible durante la vida. Se trata también de un proceso gradual que consiste en ejercitarse a vivir con lo imprescindible y a desentenderse del cuerpo. Se trata de una vida ascética, que es ejercicio y preparación, como la del atleta; pero no para conseguir la fuerza física, sino la fuerza moral que permite renunciar al interés egoísta, a la injusticia y al mal. La subida del prisionero simboliza también esta liberación del alma de las esclavitudes del cuerpo.

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