Santo Tomás de Aquino: Ética y Política
La ética de Tomás de Aquino es teológica: nuestros actos tienden a un fin último que aparece como bien deseable, la felicidad, que se adquiere mediante el ejercicio del alma racional (el conocimiento y la virtud). Puesto que Dios es el bien supremo y el conocimiento de Dios es el más elevado al que puede aspirar el hombre, una vida dedicada a la búsqueda y al conocimiento de Dios será la más perfecta y feliz para el ser humano.
Dios gobierna el mundo mediante la ley eterna (ley dada por Dios para establecer el origen del universo), de la que participan las criaturas mediante la ley natural (forma que adopta en los seres creados la ley eterna) que las dota de una naturaleza propia y de unas inclinaciones específicas. El hombre actúa correctamente cuando sigue la ley natural que le dicta su razón. La ley natural es el hábito de la razón práctica, su forma de actuar habitualmente, que se encuentra de forma universal, invariable e indeleble en la razón. Su primer precepto es: «ha de hacerse el bien y evitarse el mal». Esta es la norma básica que establece el criterio de inmoralidad al que deben atenerse los actos humanos y a la que se reducen todos los demás preceptos relacionados con las tendencias naturales del hombre. En este sentido, la ley natural, por ser un mandato único, se parece a los principios de la lógica, lo que permite a Santo Tomás establecer un paralelismo entre razón teórica y razón práctica.
En cuanto a su teoría política, Aquino considera que el hombre es naturalmente sociable, y que la perfección de la vida humana solo es posible en sociedad. Igual que todo poder deriva de Dios, la ley positiva (aplicación de la ley natural a la sociedad humana, por lo que necesariamente tienen que ser compatibles con la naturaleza racional del hombre) debe derivarse de la ley natural y buscar el bien común. De este modo, el orden político debe subordinarse al orden moral, y este, al orden divino. Cuando la ley positiva y la autoridad respetan la ley natural, son legítimas; en caso contrario, son injustas y es lícito resistirse a ellas.
Comparación entre Platón y Aristóteles
Según la concepción del hombre en Platón, el hombre es el resultado de una unión «accidental» entre el alma, inmortal, y el cuerpo, material y corruptible, dos realidades distintas que se encuentran unidas en un solo ser de modo provisional, de tal modo que lo más propiamente humano que hay en el hombre es su alma, a la que le corresponde la función de gobernar, dirigir, la vida humana. Aristóteles establece que este posee dos tipos de almas: una vegetativa y sensible, propia de los vegetales y animales, y la racional.
El análisis del conocimiento en Platón no es objeto de un estudio sistemático, abordado en una obra específica dedicada al tema, sino que, como ocurre con otros aspectos de su pensamiento, se plantea en varios de sus diálogos, por lo general en el curso de la discusión de otras cuestiones no estrictamente epistemológicas, si exceptuamos el Teeteto, diálogo en el que el objeto de la discusión es el conocimiento. En cambio, para Aristóteles es preciso desarrollar ante todo una teoría del conocimiento, que permita establecer los mecanismos de este y las bases que han de respetar para ser verdadero. Tal ciencia previa es la lógica, cuyos términos y operaciones no son sino símbolos de los diversos procesos del entendimiento. Afirma que para que el conocimiento sea posible han de coexistir dos tipos de razonamiento. El deductivo, es el que procede de lo universal a lo particular, y su elemento primordial es el silogismo, que hace posible obtener una tercera desconocida. El inductivo se basa en la percepción sensible, va de lo particular a lo universal: así, de la observación del hecho particular de la muerte de cada hombre, se llega a la afirmación de que todos los hombres son mortales.
Para Platón, la sociedad es el medio de vida «natural» del hombre. Si atendemos a las características de la vida humana, en efecto, podremos observar que el hombre no es autosuficiente, ni en cuanto a la producción de bienes materiales necesarios para su supervivencia, ni en cuanto a los aspectos morales y espirituales que hacen de la vida del hombre algo propiamente humano. Para Aristóteles, la ética y la política son disciplinas inseparables, y la felicidad individual sólo podrá conseguirse mediante la práctica de la vida virtuosa, cuyo fin último es la consecuencia del bien de la comunidad, del estado.
Además, para Aristóteles la diferencia entre los dos mundos y las distancias planteadas por su maestro, él las define como sustancias situándolas dentro de cosas creando así la teoría «hilemórfica«, en la cual la realidad se compone por sustancias y estas componen a la materia dándole forma, expresando así la diferencia con Platón con la idea de las cosas sensibles.
Aristóteles: La Metafísica
La preocupación metafísica de Aristóteles es a la vez crítica, con respecto a la de su maestro Platón, y constructiva, puesto que se propone una nueva sistematización. Lo que pretende con la metafísica es llegar a saber «de los principios y de las causas primeras». Aborda los temas de la metafísica en lo que llama «filosofía primera«, ciencia que considera al ser en cuanto ser. Por ocuparse de las primeras y verdaderas causas, puede ser considerada igualmente ciencia de lo divino, ciencia teológica.
Aristóteles rechaza la teoría platónica de las ideas separadas de los entes de este mundo. Lo verdaderamente existente no son los «reflejos» de las ideas, sino los entes individuales, captados por la inteligencia y en los que reside el aspecto universal. En todo ser se da la sustancia y el accidente. Las sustancias sensibles se hallan constituidas por dos principios: materia, que dice de qué está hecha una cosa, y forma, disposición o estructura de la misma. Para explicar el cambio se vale de las nociones de acto y potencia, determinaciones primeras del ser. Ahora bien, con estas dos nociones sabemos cómo suceden los cambios o movimientos, pero no sabemos por qué. Esto lo conocemos mediante las razones o causas del cambio, que Aristóteles concretiza en cuatro: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final (o teleológica). Esta última es de gran importancia para el estagirita, ya que está convencido de que todo existe para cumplir un fin, pues todo, por su propia inmanencia, busca su intrínseca perfección.
La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la teología, la cual se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en su sentido más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de ese ser, apela a varios argumentos: «entre las cosas que existen una es mejor que la otra; de ahí que exista una cosa óptima, que debe ser la divina». Su argumento más conocido es el denominado de predicamento cosmológico: las cosas de este mundo son precederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio acaece en el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imprecederos; mas para que se produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una sustancia eterna capaz de producir ese movimiento. Pero no podemos retrotraernos al infinito para buscar las causas de las causas, por lo que debemos llegar a un primer motor inmóvil. Este motor es Dios, concebido por Aristóteles como fuerza inmaterial inalterable. Ese ser, sin embargo, no aparece en Aristóteles como creador del mundo, porque este es eterno.
Alma y Conocimiento
Todos los seres vivos se presentan a Aristóteles como poseedores de alma (psyche), con lo cual se distinguen de los seres inanimados o inorgánicos. Distingue tres clases de alma: vegetativa (propia de las plantas, pero presente también en los animales y en el hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre), racional (exclusiva del hombre). Esta tiene tres características: es causa del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea.
Con respecto al conocimiento, Aristóteles no admite las doctrinas de Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es «tamquam tabula rasa», en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto, generándose así el concepto. De esta forma llegamos al conocimiento suprasensible.
Ética
La ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad. Para algunos, la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le es propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva. Ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que no impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en el respeto a los demás ciudadanos.
Política
Para Aristóteles el hombre es un «animal político» por naturaleza. Solo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil dentro de la libertad (Aristóteles, en su mentalidad clasista griega, no concibe derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos). Existen tres formas de legítimo gobierno: monarquía, aristocracia y república. A esas formas rectas de gobierno se oponen la tiranía, la oligarquía y la democracia (Aristóteles entiende por «democracia» el gobierno de los pobres). No se puede decir cuál de las tres es mejor, pues la teoría concreta para un pueblo hay que deducirla de una indagación objetiva de las varias formas históricas de gobierno, y definir según las circunstancias cuál es más conveniente para un determinado Estado. En principio, toda forma de gobierno es buena si quien gobierna busca el bien de los gobernados.