La teoría del conocimiento de Nietzsche parte precisamente de una crítica radical a la teoría del conocimiento de Platón. A la pregunta «¿podemos conocer la verdad?», ambos autores dan dos planteamientos filosóficos completamente opuestos, siendo la teoría del conocimiento de Nietzsche antiplatónica. Esto lo podemos ver en los siguientes puntos:
- En primer lugar, para Platón existe una verdad absoluta, intemporal y necesaria que el filósofo puede conocer más allá del mundo del cambio y del devenir. Platón lucha, por lo tanto, contra el relativismo de los sofistas que afirma que no existen verdades absolutas. Nietzsche, muy al contrario, considera que no existen verdades universales, sino más bien distintas interpretaciones del mundo, distintas perspectivas desde cada voluntad de poder. En este sentido, Nietzsche es un relativista.
- Las ideas platónicas no son para Nietzsche vehículos de conocimiento, no son la verdad, sino un error producido por el lenguaje en el que se omite el cambio, el devenir, todo lo particular, es decir, la esencia de la realidad para el filósofo alemán.
- Como consecuencia, Nietzsche rechaza de pleno el dualismo platónico: si el filósofo griego consideraba que existen dos mundos, sensible e inteligible, de modo que el primero es aparente y el segundo es verdadero, el filósofo alemán, al contrario, considera que no hay más mundo que el mundo material del cambio y del devenir, y que este es el verdadero mundo que tiene que conocer el filósofo. Ese conocimiento no se desarrolla al margen del cuerpo y de la sensibilidad, como pensaba Platón al descartar la experiencia sensible y tacharla de “opinión”, sino tomando al cuerpo y a la sensibilidad como verdaderos vehículos de conocimiento.
- Puesto que no hay más mundo que este, la filosofía no es una preparación para la muerte al modo platónico. Si Platón consideraba que la muerte nos liberaba del mundo sensible y nos permitía conocer la verdad del mundo inteligible, Nietzsche, al contrario, considera que la actitud del filósofo tiene que ser la afirmación de la vida, ya que es esta la que se convierte en tema de la reflexión filosófica. Lo que define al filósofo ya no es tanto su alma racional como pensaba Platón, sino su voluntad de poder.
- De este modo, Nietzsche define la verdad no desde la razón al modo platónico, sino desde la voluntad. No es el alma racional platónica la que conoce, sino que es la voluntad de poder la que determina qué es verdad: aquello que me hace más fuerte.
- Así, el arte se convierte para Nietzsche en un medio de conocimiento válido, al contrario de lo que pensaba Platón: si el filósofo griego expulsa a los artistas de la república ya que solo producen imágenes que pervierten a la juventud, las sombras de la caverna que el filósofo tiene que dejar de lado, para Nietzsche, al contrario, es el arte en la forma de la música y de la tragedia griega la que nos ofrece la verdadera esencia de la realidad: ya no es el apolíneo bien-sol platónico, sino la revelación dionisíaca de que la vida es esencialmente trágica.
- Así, al contrario de lo que pensaba Platón, para Nietzsche el error es necesario, ya que es un medio para la conservación de la vida, y la verdad no es más que aquello que acrecienta y hace más fuerte la vida, aquello que da poder.
Contexto histórico, cultural y filosófico de Nietzsche
Contexto histórico y cultural
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche vivió durante la segunda mitad del siglo XIX (1844-1900). Es este un periodo convulso en el que culminan grandes procesos de transformación político-social, como el proceso de industrialización creciente en Europa, los conflictos sociales entre burguesía y proletariado cada vez más violentos, o el auge de los nacionalismos. En definitiva, una época en la que empiezan a entrar en crisis los grandes ideales de la Ilustración, y de la que Nietzsche será uno de sus mayores críticos.
Economía y sociedad
Durante el periodo indicado, en el aspecto social, como respuesta a la progresiva industrialización, se desarrollan los grandes movimientos obreros europeos, así como la politización de estos en torno a las ideas anarquistas, socialistas y comunistas (Primera Internacional y Segunda Internacional). Sin embargo, Nietzsche, a diferencia de Marx, apenas prestó atención a estos movimientos y, cuando lo hizo, fue para descalificarlos en tanto que doctrinas partidarias de la moral de esclavos.
Ya en el último cuarto de siglo se va consolidando la segunda revolución industrial, marcada por el progreso que supuso el descubrimiento de la electricidad y su uso técnico, y que situará a Alemania en poco tiempo como primera potencia económica, hecho que tampoco escapará a la crítica de nuestro filósofo. De esta forma, si el siglo XIX se caracteriza por fuertes movimientos sociales y políticos, Nietzsche defiende el individualismo y la heterogeneidad. En definitiva, el pensamiento nietzscheano se enmarca en el contexto de una sociedad que el autor considera decadente.
Política
Desde los comienzos del siglo XIX, Europa fue agitada por ideas nacionalistas e imperialistas que, aun desarrollándose de manera diferente en cada país, llevarán, en un lapso de pocas décadas, a un trágico desenlace común: la Primera Guerra Mundial (1914-1917). En esta época de transición, Nietzsche tuvo una capacidad premonitoria de la inminencia de las catástrofes que cambiarían los valores y el modo de vivir de los europeos del siglo siguiente.
Desde el punto de vista histórico, en la segunda mitad del siglo XIX tuvo lugar la unificación política de Alemania (1862-1866), teniendo como eje el reino de Prusia, de donde Nietzsche es originario. Este nuevo estado con tendencias expansionistas se aglutina en torno a un ensalzamiento del espíritu alemán que Nietzsche siempre repudió. [A este respecto, Alemania llevó a cabo diferentes intervenciones políticas y bélicas que contribuyeron a romper el mapa europeo fijado por el Congreso de Viena (1815), tras las guerras napoleónicas. Alemania entró en guerra contra los austriacos y los franceses, obteniendo la victoria de Sadowa —en la que participó el propio Nietzsche en tareas auxiliares—, por la que se anexionó diversos territorios, antes independientes y bajo dominio austriaco, y los de Sedán y Metz, con los que se completó la unificación alemana]. Paralelamente, se va introduciendo en Alemania la democracia parlamentaria, sistema que Nietzsche considera decadente porque favorece el ascenso social de los mediocres, los hombres de partido, e impide el desarrollo de los espíritus fuertes y libres, como su admirado Napoleón Bonaparte. De hecho, Nietzsche critica incluso el Estado, que es creado, según él, por los débiles para protegerse y defenderse de los fuertes.
Cultura
En cuanto a la cultura, se asiste a la continuación del romanticismo (desde la primera mitad de siglo) y de otros ismos en pintura, música y literatura. Para Alemania, el movimiento romántico supuso, sobre todo en la música, el apogeo de un arte nacional. En este campo tiene una especial relevancia Richard Wagner, muy admirado por Nietzsche y durante un tiempo amigo personal suyo, cuyas ideas de regeneración moral y rendición por el sacrificio están patentes en sus grandes óperas. En Italia, Giuseppe Verdi tendrá un papel semejante al de Wagner como símbolo de la conciencia nacional. Pero también comienza, en paralelo con la pintura, el impresionismo musical con Debussy.
En la pintura surgen el naturalismo, que intenta reflejar con fidelidad la realidad tanto social como natural, y el impresionismo, que busca en la descomposición de la luz y el color impresionar nuestras retinas (Van Gogh, Sorolla, Manet).
En la literatura se imponen el naturalismo y el realismo con autores como Balzac, Stendhal, Émile Zola, Galdós, Tolstói o Dostoievski, quien apasiona a Nietzsche por su perspicacia psicológica.
La arquitectura, sin embargo, carece de originalidad, basándose en movimientos anteriores como el gótico o el barroco (neogótico, etc.).
Contexto filosófico
La segunda parte del siglo XIX está marcada por la aparición de múltiples corrientes de pensamiento opuestas entre sí. Destacan los planteamientos inspirados en el pensamiento científico como el positivismo de Comte (ver abajo) y las corrientes materialistas, que consideran a la ciencia capaz de explicarlo todo. A la vez resurgen enfoques idealistas o espirituales como, por ejemplo, el neokantismo y la neoescolástica, continuadores de filosofías pasadas. Pero los pensadores que revolucionarán el mundo de la cultura serán, junto al propio Nietzsche, Karl Marx, que cuestiona la legitimidad de la estructura socioeconómica capitalista, el naturalista británico Charles Darwin, cuya teoría evolucionista cuestiona el esencialismo clásico de origen aristotélico y sirve de base al vitalismo biologicista, y el médico psiquiatra austriaco Sigmund Freud, cuyo psicoanálisis pone en cuestión el concepto de sujeto.
Durante la segunda mitad de este siglo, época en la que Nietzsche desarrolla su actividad filosófica, la corriente denominada positivismo, en sus vertientes filosófica y científica, dominaba Europa. El positivismo, creado por el francés Auguste Comte y desarrollado en Gran Bretaña por John Stuart Mill y Herbert Spencer, fue un movimiento que tuvo claros antecedentes en el empirismo británico, el fenomenismo kantiano y en la idea de progreso de la Ilustración. Se trataba de una reacción contra el auge del idealismo filosófico que dominó la primera mitad del siglo y tuvo su punto de apoyo en el prodigioso desarrollo de la ciencia en general durante todo el siglo XIX. Baste pensar, dentro del campo de la física, en el descubrimiento de los rayos X y de la radioactividad, en las investigaciones sobre los átomos de Max Planck, o en las teorías de Lamarck y Darwin en el campo de la biología, que propusieron una de las ideas más revolucionarias de todos los tiempos, a saber, el origen común de todos los seres vivos en una especie ancestral, incluyendo en este movimiento de evolución natural también a la especie humana. El ser humano quedaba por fin reducido a una especie más que se había adaptado a los cambios de su entorno natural desarrollando la conciencia.
Los avances técnicos también avalarán el auge del positivismo. Los inventos del telégrafo (Marconi), el automóvil (Daimler-Benz), la lámpara eléctrica (Edison), constituyen grandes hitos que tendrán continuación en el siglo XX. A este respecto, Nietzsche también dedicará parte de su crítica a los científicos, a los que considera siervos del poder.
Reaccionando contra este ambiente cientificista, surgen una serie de teorías que pueden definirse como filosofías de la vida. Una de las más importantes es la de Friedrich Nietzsche. Seguidor de la filosofía de Arthur Schopenhauer, cuyo concepto de voluntad le influyó poderosamente, y conocedor de la filosofía clásica griega, Nietzsche revolucionó el concepto de filosofía que desde Platón había predominado en la cultura occidental.
Como se ve, en esta segunda mitad del siglo entra en crisis la razón especulativa (llevada al máximo por Hegel), sobre todo con Marx y las llamadas filosofías de la vida. Tanto Nietzsche como Marx son profundamente críticos con la sociedad y la filosofía de su tiempo, aunque desde supuestos diferentes. Como se ha visto, Marx criticó las estructuras socioeconómicas; en cambio, Nietzsche, filósofo vitalista, criticará los valores decadentes de la cultura occidental, porque a su juicio van contra los valores de la vida.